DIFUSIÓN DE LAS IDEAS
SOCIALISTAS Y FUNDACIÓN DEL PSE[1]
Oswaldo Albornoz Peralta
Vamos a tratar de la formación
del Partido Socialista del Ecuador acaecida en 1926.
Las ideas socialistas y
marxistas son conocidas en el Ecuador ya antes de la Revolución de Octubre de
1917, no siendo raro que muchos de nuestros políticos y sociólogos se refieran
a ellas, y que hasta algunos, los más avanzados, hayan sido influenciados.
Según consta en los catálogos
de las dos librerías más importantes del país en la época, la "Sucre"
de Bonifacio Muñoz y la "Española" de Janer e Hijos, de Quito y
Guayaquil respectivamente, en el lapso comprendido entre 1914 y 1918 -principio
y fin de la Primera Guerra Mundial- existen a la venta las siguientes obras
marxistas, que sin duda corresponden a existencias mucho más antiguas y
anteriores a la publicación de los dichos catálogos:
De Carlos Marx:
El Capital
Manifiesto Comunista
Miseria de la filosofía
Precios, Salarios, Ganancias
Crítica de la Economía Política
De Federico Engels:
Anti Dühring o la revolución de la ciencia
El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado
Socialismo utópico y socialismo científico
El socialismo y la religión
Literatura francesa
De Carlos Kautski:
La cuestión agraria
La doctrina socialista
Parlamentarismo y socialismo
La defensa de los trabajadores y la jornada de ocho horas
(Hacemos constar estas obras
porque son escritas antes de la traición al socialismo por parte de su autor).
De Augusto Bebel:
La mujer
Socializacion de la sociedad
De Antonio Labriola:
El Materialismo Histórico
Reforma y revolución social
De Pablo Lafargue:
El concepto de la historia
El matriarcado
El derecho a la pereza
Idea de la justicia y el bien
Estas, pues, las obras
comunistas -que al lado de otras muchas de carácter anarquista como las de
Bakunin, Kropotkin, Stirner, etc.; que lógicamente influyen también en la
formación de los primeros grupos izquierdistas del país- inicialmente conocidas
en el país y que podemos decir forman la base sobre la que en un principio se
forja la conciencia revolucionaria de los trabajadores ecuatorianos y de sus
hombres más avanzados.
Las obras de los marxistas
rusos, las del gran Lenin sobre todo, empiezan a llegar solo una vez verificada
la revolución, las mismas que son leídas con gran avidez en los círculos
revolucionarios.
Es que la victoria socialista
en Rusia, al igual de lo que sucede en la mayor parte de los países del mundo,
causa un fuerte impacto en el Ecuador. Los trabajadores más avanzados y las
mentes más lúcidas de algunos intelectuales, empiezan a ver en ese mundo que
nace la meta de sus anhelos y esperanzas, empiezan a comprender que solo el
socialismo puede remediar los males de una sociedad putrefacta y suprimir la
explotación del hombre por el hombre. E inspirados en ese grandioso ejemplo,
sienten la necesidad de la organización de un propio partido político de la
clase obrera, capaz de dirigirla en sus luchas y llevarla hasta el triunfo.
Es tanta la influencia y
atractivo de la revolución rusa, que nuestra prensa reaccionaria, al servicio
de las clases dominantes trate de contrarrestar sus efectos mediante sus armas
favoritas: la calumnia, la tergiversación burda de los hechos.
No se detiene ante nada. Habla
desvergonzadamente de crímenes horrorosos, de la socialización de las mujeres,
de niños arrebatados a sus padres. Entre otros órganos de prensa, El
Comercio de Quito se distingue en esta sucia campaña, publicando
extensísimos artículos de los periodistas extranjeros más rabiosamente
anticomunistas. Los de un tal barón Boris Nolde, por ejemplo, publicados en
1920. Allí se califica a los bolcheviques como "una agrupación de pillos
y, muy a menudo, de simples expresidiarios". El decreto de expropiación a
los terratenientes es un "llamamiento al pillaje general". Oíd esto:
"el derecho ya no existe, y cualquier agente bolchevique hace exactamente
lo que quiere, sin otra regla que su capricho (...) El puede robar a sus conciudadanos y hacerlos
fusilar, si lo juzga conveniente, sin riesgo a descontentar a sus jefes"!
Un escritor ecuatoriano,
Antonio Quevedo, cuenta esto en su libro Ensayos Sociológicos y Políticos:
Figuraos -dice- que hace tres años -1921-
algunos diarios publicaron una noticia cablegráfica escueta: que los
bolcheviques, suprimiendo el matrimonio, habían nacionalizado, como otros
bienes productivos, todas las mujeres de dieciocho a treinta años.
No hay para qué decir que muchos creímos la
noticia; que la mayoría sufrió un gigantesco espanto; que quizá algunos
seguirán creyendo en la verdad epatante resolución.
Se traducen y publican una
serie de libros dedicados a desvirtuar los hechos revolucionarios y a insultar
a sus mejores dirigentes. Si se revisa la literatura política de esta época, se
encontrará un cúmulo de tontas mentiras
que ahora solo pueden causar sonrisas, pero que entonces, aparecían como
estudios serios y documentados. Se da a luz toda la basura que se encuentra a
mano, todo el vómito venenoso de reaccionarios y renegados, como el de Sokolov
y Volsky por ejemplo. Toda una cruzada anticomunista, en suma.
Y el clero católico no se
queda atrás en la baja diatriba.
El obispo de Riobamba, Carlos
María de la Torre, escribe en 1923 una Carta Pastoral titulada El Socialismo,
donde se encuentran afirmaciones como las siguientes.
El hombre trocado en fiera por el
socialismo... y devorado el pecho por la abrasadora llama del odio, respirando
por las abiertas fauces y ensangrentadas pupilas venganza y furor, blandiendo
el hacha homicida y la incendiaria tea, se precipita sobre los benditos muros
del hogar, contra el sagrado alcázar de la patria, contra el templo santísimo
de la religión.
Afirma que en la sociedad
socialista no hay "ni padres con derecho a mandar, ni hijos con obligación
de obedecer, ni autoridades que imperen, ni súbditos que cumplan sus
órdenes". Y que frente a todo esto nada mejor que la actual sociedad de
terratenientes y capitalistas explotadores. Por razones de peso desde luego.
Porque... "nunca dejará de ser la tierra valle de lágrimas".
Porque... "la felicidad suprema encarnada en la posición del último fin no
la alcanzará al hombre en esta vida sino en la otra, no en el tiempo sino en la
eternidad"!
Ninguna diferencia, pues,
entre El Comercio, el barón Boris Nolde y el obispo de la Torre.
Pero, no obstante la feroz
campaña reaccionaria, la idea socialista se extiende cada vez más, sobre todo a
partir del 15 de Noviembre de 1922.
La simpatía y la admiración se
expanden. Aún entre hombres que no son propiamente socialistas, se habla con
respeto de la gran gesta bolchevique. Este es el caso precisamente de Antonio
Quevedo que ya citamos, quien, en su libro publicado en 1924 -donde demuestra
bastante información sobre los hechos revolucionarios y sobre las medidas
tomadas por el nuevo gobierno- se expresa en esta forma:
Es que es preciso decir, que el Partido
Comunista ruso y todo el obrerismo favorable a los bolcheviques, ha dado, en la
época en que redoblaba sus esfuerzos para salvar el abismo de la crisis
económica, prueba de una resistencia de un heroísmo para las luchas cívicas, de
la producción y militares, como no se encuentra comúnmente al recorrer la
Historia... Porque hay que mencionar que los millones de obreros mantenedores
de la roja enseña de la revolución, no han escatimado nunca sus servicios y su
sangre a la defensa de la Patria Socialista.
Y sobre Lenin, el artífice de
la Revolución, dice:
Toda la vida de Lenin es una continua lucha;
austero, sufrido, mísero, tendido en la línea recta de su fe voluntariosa, ha
pasado su juventud al servicio de una sola idea... Lenin murió en Enero del
presente año, después de haber dirigido la Revolución más grande que registran
los siglos, en medio del amor y devoción religiosos y a legendarios, de la
mayoría del proletariado ruso.
Actualmente su nombre es el más popular del
Globo.
También entre los trabajadores
se expande el ideal socialista. Es cierto lo que dice un delegado del Guayas en
un discurso de clausura de la primera Asamblea Socialista: "En el curso de
estos tres últimos años -1923-1926- se ilustran toda una falange de obreros en
las doctrinas científicas del socialismo, se hacen capaces de leer e
interpretar la literatura revolucionaria que llega desde Europa".
Y, finalmente, se pasa a la
creación de los primeros grupos socialistas organizados.
Primer ejemplar del periódico socialista La Antorcha |
En Quito, en el año de 1924,
funciona ya el grupo socialista "La Antorcha", que tiene como órgano
de difusión doctrinaria el periódico del mismo nombre, cuyo primer número
aparece el 16 de noviembre del año que hemos citado. También funciona otro
grupo denominado "Sociedad Amigos de Lenin" -al cual pertenecen
numerosos intelectuales, obreros y artesanos- que funciona bajo la dirección de
Rafael Ramos Pedrueza, el conocido escritor mexicano autor de La lucha de
clases a través de la Historia de México, quien, dando todo su entusiasmo y
conocimiento, poniendo inclusive a disposición de los miembros su biblioteca,
que cuenta con numerosas obras marxistas difíciles de encontrar en el medio,
contribuye grandemente a la formación ideológica de los futuros cuadros
revolucionarios. El 13 de julio de 1925 se crea el Núcleo Central Socialista de
Quito, que tiene mucha actividad y que inclusive organiza asambleas públicas
para propagar las nuevas ideas. Y por fin, el 5 de octubre del mismo año, se
reúne una gran asamblea socialista en la Universidad Central para discutir un
Proyecto de Programa con miras a la formación de un partido revolucionario.
Ya en el año de 1926
encontramos muchos otros grupos socialistas en varias de las ciudades
ecuatorianas. En Guayaquil, en Marzo 28, se realiza la primera asamblea local
socialista. En Cuenca funciona el Núcleo Socialista del Azuay, al cual
pertenecen numerosos intelectuales, que luego alcanzan renombrado prestigio
tanto en el campo de la política como en el campo de las letras. En Riobamba se
funda el Partido Demócrata Social, al que así mismo pertenecen numerosos
intelectuales. En la provincia de Manabí existe el Núcleo Revolucionario de
Manabí, dirigido por el destacado intelectual doctor Luis Felipe Chávez, grupo
que, al decir del dirigente arnista Jorge Crespo Toral -El comunismo en el Ecuador- es "uno
de los mejores estructurados ideológicamente, que tiene una doctrina marxista
claramente prefijada". En Tulcán funciona el Núcleo Socialista que se
denomina "La Reforma". Y finalmente, hay grupos socialistas organizados,
en las ciudades de Loja, Ambato y Otavalo.
Todos estos grupos
revolucionarios anhelan unificarse y llegar a formar un solo partido político,
que dirija al pueblo ecuatoriano hacia la meta anhelada del socialismo, que sea
la vanguardia de sus trabajadores.
Es así como, por iniciativa
del Núcleo Central Socialista de Quito y la labor de su periódico -Germinal-
en el mes de mayo de 1926, se llega a reunir en la capital la primera Asamblea
Nacional Socialista y a crear el Partido Socialista del Ecuador.
Tratemos de este congreso, de
tanta importancia para el futuro político del país.
Se reúne -del 16 al 23 del mes
y año ya indicados- como es de suponer, ante una ofensiva cerrada de las
fuerzas cavernarias. La gran prensa, junto con periodicuchos clericales como La
Cruz, La Defensa y El Derecho, se distinguen por su
agresividad. Se llega al extremo de hacer gestiones para que se niegue los
locales para la reunión de la asamblea, cosa que no consiguen los interesados,
por lo ridículo y bajo de su empeño. Y en una de las sesiones se trata de
desalojar a los delegados por medio de una barra ad-hoc, formada -según consta en las actas publicadas de este
certamen político- por "estudiantes del Colegio de los Jesuitas, algunos
escritorzuelos católicos y petimetres de la nobleza". El intento es
rechazado virilmente. "En el transcurso de un minuto -se lee en las mismas
actas- desalojan a los miserables, que huyen dando alaridos, rodando por las
escaleras, despedazando los pasamanos, para ir amontonados al patio a recibir
su merecido".
Mas, si esto sucede por el
lado de la reacción, el proletariado, las capas pobres de la población,
estudiantes e intelectuales, miran con mucha simpatía el trabajo de la
Asamblea, asistiendo continuamente a sus deliberaciones y aplaudiendo sus
planteamientos.
Hay delegados de doce
provincias, gran parte de las cuales representan a grupos organizados de las
mismas, que envían, como en el caso del grupo "Lenin" de Ibarra y el
grupo "Vanguardia" de Loja, sus propios puntos de vista y hasta proyectos
de programas para el nuevo Partido. Están presentes también algunos delegados
de organizaciones de trabajadores: de la Sociedad Ferroviaria de Durán, de la
Sociedad Fraternidad y Progreso de Babahoyo, del Sindicato de Trabajadores y
Campesinos de Cayambe y de la Federación de Trabajadores 9 de Julio de
Yaguachi.
La composición social de los
delegados es muy heterogénea, aunque se puede decir, de manera general, que
predominan los profesionales e intelectuales de la pequeña burguesía. Las
ideas, por lo mismo, son muy diversas, yendo desde las verdaderamente marxistas
aunque confusas y con una serie de lagunas en algunos casos hasta las simples y
llanamente liberales, llegando a imponerse hasta cierto punto las primeras,
tanto por su mayor consistencia, como por la mayor capacidad de sus expositores
y el mayor prestigio de que se hallan investidas ante los sectores
revolucionarios, según se puede deducir de las actas que contienen las
intervenciones. Es cierto lo que dice Luis Maldonado Estrada en su folleto
titulado Ensayo sobre la realidad nacional:
La composición social del Congreso es
heterogénea: obreros, campesinos, elementos de la clase media en gran mayoría,
y en su orientación deja mucho que desear por la gama de tonalidades
doctrinarias que se manifiestan desde la liberal exaltadora de la propiedad
privada hasta la extrema del Comunismo, tendencia esta que al fin consigue
marcar su tono mayor en las resoluciones, amparada por el prestigio y la
simpatía de la Revolución Rusa que atrae las miradas del mundo, para
aterrorizar al capitalismo mundial o para deslumbrar promisoriamente a las
masas anhelosas de liberación.
Es claro que para Luis
Maldonado Estrada, futuro revisionista, la tendencia comunista no puede menos
que resultar "extrema". Pero, haciendo abstracción de este concepto
-muy natural en él por lo demás- en el resto de sus afirmaciones es veraz y
objetivo.
De un primer congreso, y de un
congreso así compuesto, no se puede esperar resoluciones totalmente justas y en
consonancia con la realidad ecuatoriana.
Y en efecto, en los tres
principales documentos que se elaboran -Declaración de Principios del
Partido Socialista Ecuatoriano, Programa de Acción del Partido
Socialista Ecuatoriano y Estatutos del Partido Socialista Ecuatoriano-
se pueden anotar fallas y deficiencias, pero también, muchos y plausibles
aciertos.
Analicemos, someramente, los
tres documentos enumerados.
En la Declaración de
Principios -compuesta de doce cortos artículos- entre unas tantas
consideraciones de poca importancia y con poca justeza redactadas, haciendo al
mismo tiempo abstracción de cuestiones fundamentales, se propugna, con un
criterio que demuestra a la clara influencia anarquista, "El rechazo de la
actual organización del Estado, sustituyéndola con una organización política
sindical", aunque luego, en el Manifiesto del Consejo Central del
Partido nombrado por el congreso, se habla, en manifiesta contradicción, de
un "gobierno del Pueblo por el Pueblo: la dictadura de los obreros,
campesinos y soldados, que verifiquen la completa extinción del dominio
capitalista". De los soviets, en suma. Formulación de todas maneras ya más
justa, si se tiene en cuenta que en ese entonces aún no se ha clarificado el
problema de las diferentes formas de la dictadura del proletariado por un lado,
ni el problema del camino al socialismo en los países coloniales y dependientes
por otro, cuestión esta última que en el Ecuador y posiblemente en gran parte
de América, solamente queda explicada a raíz de la publicación del Programa
y Estatutos de la Internacional Comunista adoptados en 1928, documento que,
por lo mismo, viene a constituir uno de los más efectivos instrumentos para la
formación ideológica de nuestros primeros cuadros revolucionarios. Aparte de lo
dicho, en la Declaración a que nos estamos refiriendo, se establece el
principio marxista de socialización de los medios de producción y se habla
acertadamente de la necesidad de la dictadura de proletariado.
Cosa parecida sucede con el Programa
de Acción, pues que allí también se encuentran una serie de artículos
superfluos, sin que falten aquellos erróneamente concebidos. Tampoco las
cuestiones centrales son analizadas con profundidad y menos planteadas en forma
clara y radical. Este es el caso en lo que respecta al latifundismo y al
imperialismo que aún no son presentados
como los enemigos capitales del progreso del país. Así por ejemplo, en lo que
se refiere al problema agrario, se establece solamente Art. 14 que "se
considerarán como de utilidad social el cultivo y parcelación de los
latifundios, en un límite prudencial de tiempo, expirado el cual los terrenos
yermos serán nacionalizados". Los terrenos yermos, los terrenos no
cultivados tan sólo, sin llegar siquiera a la formulación más amplia del
Programa Liberal de 1923 que ya conocemos. En cuanto al imperialismo, se
propugna únicamente "el dictamen de una nueva ley sobre explotación del
subsuelo, a fin de que los beneficios que hoy van a locupletar las arcas de las
compañías explotadoras, pasen al Estado". Y, por último, tampoco se habla
de las clases sociales. No se dice cuáles son las clases contrarias a la
revolución ni las que puedan participar en ella.
La alianza obrera campesina,
como fuerza motriz de la transformación, no se vislumbra todavía.
Los Estatutos, como
consecuencia de todo lo anterior, tampoco tienen ni pueden tener un corte
leninista. No se especifica que el Partido Socialista es partido de la clase obrera. Para
pertenecer a él sólo se requiere suscribir el "Registro de
Socialistas". Todavía no hay una clara concepción de la organización
celular, pues, que el Partido está
constituido por "Consejos de Trabajadores" formados en razón
de sus funciones: "Agricultores, Trabajadores Industriales, Mineros, Ferroviarios
y Anexos, Educadores y Periodistas, Profesionales liberales, Artistas,
Estudiantes y Oficios Varios". No se hallan especificadas las normas del
centralismo democrático. Y se ignora la crítica y la autocrítica como
instrumento para la erradicación de los errores y la superación del Partido.
Aprobados los documentos que
quedan indicados, la Asamblea Socialista toma, a pedido del grupo
"Lenin" de Ibarra y después de una larga discusión, en la que los
delegados de derecha hacen toda clase de esfuerzos para que no sea aceptada la
resolución de autorizar al Consejo Central del Partido resuelva la afiliación a
la Internacional Comunista, organismo de dirección ideológica y conexión
partidaria del comunismo mundial. Y, una vez terminado el congreso, la
directiva nacional del nuevo Partido, dando prueba de adhesión a los principios
proletarios, aprueba la proposición, la misma que al ser considerada por el VI
Congreso de la Internacional reunido en Moscú en 1928, es aceptada
condicionalmente.
Ricardo Paredes y Jesús Gualavisí, fundadores del PSE |
Y luego, los primeros años de
vida del Partido, y los primeros combates.
Nacido con la composición
social ya referida, sin una mayor cohesión ideológica, desde un principio se
notan las discrepancias entre los elementos radicales que quieren dar una
dirección verdaderamente revolucionaria al movimiento y los elementos de derecha
que tratan de frenar la realización de este objetivo. Pronto aparecen los
grupos opuestos. El que publica el periódico denominado La Fragua,
aunque con algún sectarismo a veces, trata de conducir al Partido por el camino
socialista. En cambio, otro, llamado Llamarada, compuesto de
intelectuales preponderadamente y dirigido por Emilio Gangotena, se muestra
oportunista y quiere imponer una política de carácter revisionista o del tipo
socialdemócrata, introduciendo estas nocivas doctrinas en la clase obrera por
medio de los Cursos de Educación que organiza en la Casa del Obrero de Quito, y
en los otros sectores populares, por medio de las publicaciones que mantiene.
No exageramos. Para el dirigente nombrado -ver la revista titulada Cultura
Nacional de la "Institución Llamarada"- "el socialismo no es
sino la reforma legal, manteniendo las mismas fuerzas capitalistas, y lo único
que hace es limitar sus ganancias y controlar la elevación del nivel económico
de los trabajadores"... "El socialismo -añade más adelante- realiza
el bienestar social mediante la coordinación de los capitalistas y de los
trabajadores"! Y esto que sucede en Quito, se repite en provincias.
También en Guayaquil existen grupos de diversas tendencias.
Esta situación interna, como
es natural, se refleja en la actuación política del Partido. La misma
revolución juliana es mal comprendida, dándose el caso de que se la llega a
calificar de revolución socialista militar en los primeros momentos,
interpretación esta que como es lógico, le obliga a tomar una posición falsa
frente a los dirigentes y a las fuerzas sociales que dirigen esa
transformación. Y esto se repite cuando se trata de analizar determinadas
medidas tomadas a raíz del 9 de Julio.
Por vía de ejemplo, citaremos
un sólo caso. En la revista Vanguardia, órgano del Consejo Central, en
un artículo publicado en 1927 se asegura que "en el Ecuador, después de la
Revolución de Julio, se introdujo en la administración... notables aplicaciones
de los principios socialistas". Y una de estas, según la mencionada
publicación, es el estanco de los fósforos, que considera como prueba de que
"su doctrina se va infiltrando lentamente en la vida nacional". Es
decir, que aún no se ve claro que si bien el estanco por parte del Estado
resulta un hecho positivo -porque suprime los odiosos estancos personales y de
grupos establecidos exprofeso por Tamayo- no tiene nada de medida socialista,
nada de "socialización de los medios de producción", porque se trata
de un estanco o monopolio realizado por un Estado que no es socialista ni de
los trabajadores, y que, por otra parte, en nuestro país han existido hasta en
la época de la Colonia. No se ve claro que al calificar así a los estancos, se
está cayendo en ese falso socialismo que Engels ridiculizó tan penetrantemente
en el Anti-Dühring, a propósito de las nacionalizaciones de Bismarck...
Resumiendo, podemos decir que
no existe aún unidad ideológica ni política en el Partido Socialista, falta de
unidad que pronto conduce a su ruptura. Efectivamente, la crisis se va
acentuando cada día, ya que los elementos derechistas miran cada vez con mayor
acritud la dirección ideológica revolucionaria que imparte la Internacional
Comunista, a la que se resisten con todas sus fuerzas. Hasta que al fin, en
1931, se separan del Partido para formar campo aparte. El núcleo que queda,
luego, toma el nombre de Partido Comunista.
Esta, pues, en pocas líneas la
historia del Primer Partido Socialista Ecuatoriano.
¿Cuál el balance de su
actuación?
Ya hemos señalado sucintamente
los errores.
Debemos añadir, empero, que
ellos son comprensibles si se tiene en cuenta la debilidad de nuestra clase
obrera y la falta de tradiciones socialistas en nuestro país, pues, que en los
otros de América, por su mayor y más temprano desarrollo industrial, ya en los
primeros años de este siglo habían tenido partidos obreros -Argentina y Chile
por ejemplo- que, a medida de sus posibilidades, habían venido actuando y
difundiendo el ideal revolucionario. Y que, no obstante, tampoco se libraron de
numerosas fallas.
Mas, al lado de las
equivocaciones, el primer Partido Socialista tiene grandes méritos que no
pueden ser silenciados.
El primer mérito, es
indudablemente, el haber señalado, con la falta de precisión que se quiera, el
camino socialista para el pueblo ecuatoriano.
Equivale a decir, haber
mostrado una bella y radiante Buena Nueva. Conceptos tan justos y grandiosos
como la lucha de clases y el papel histórico del proletariado, la socialización
de los medios de producción, el cese de la explotación del hombre por el
hombre, la dignificación del trabajo, todo esto y mucho más, gracias al Partido
Socialista, por primera vez llegan a oídos de los trabajadores. Y la
divulgación de las históricas conquistas de la Unión Soviética, y la constante
y valiente defensa ante los viles ataques de sus detractores, así mismo, está a
su cargo.
Y esto significa haber
señalado el futuro de la patria. El único futuro que puede dejar atrás los días
de tinieblas y miserias -dejar atrás al agobiador presente- para crear un
porvenir de grandeza y bienestar para sus hijos.
Otro mérito es haber sido la
fuerza dirigente de la transformación de los viejos gremios mutualistas en
sindicatos obreros, esforzándose por darles un contenido clasista y
revolucionario, por hacer de ellos, como lo quería Marx, verdaderas escuelas
del proletariado. Desde los días mismos de su fundación, este objetivo es
perseguido con decisión y constancia, conjuntamente con otra finalidad de igual
valor, como es la unidad de los trabajadores ecuatorianos. Hace todo lo posible para que el Congreso
Obrero de 1926 -del que ya hablamos- cumpla con los fines clasistas y no sirva
solamente para satisfacer mezquinas ambiciones de políticos arribistas. En el
saludo que envía la primera asamblea socialista a los delegados de los
trabajadores que se reúnen haciendo caso omiso de las maniobras de la reacción,
se denuncia vigorosamente a los enemigos de clase y se desenmascara sus
actividades:
Los
viejos saboteadores de la clase -se dice- los pequeños burgueses erigidos en dictadores
de las asociaciones obreras; aquellos que de humillación en humillación han ido
a prosternarse ante todos los gobiernos, ante todos los amos, burlando las
aspiraciones obreras, traicionando a sus representados, intrigaron a la clase
obrera ante los poderes gubernamentales, presentándola como un rebaño de
ignorantes, incapaces de deliberar, faltos de preparación, haciendo así
fracasar el Cuarto Congreso de Trabajadores. De seguro que fueron a ofrecer a
los obreros como otras tantas víctimas propiciatorias, en cambio de las prebendas
que iban a conseguir por su traición, traición que ha sido sancionada con la
censura de sus representados, descalificando así a estos seudo dirigentes del
obrerismo nacional.
Y además, para fijar su
posición ante el movimiento obrero y desvirtuar las calumnias propaladas por
los reaccionarios para impedir la reunión de los trabajadores, en un acuerdo
especial declara "que el Congreso Obrero y Campesino próximo a reunirse,
es una entidad completamente independiente, la misma que tiene completo derecho
a orientar sus actividades en la forma que mejor crea conveniente".
Y todo este encomiástico
trabajo tiene bastante éxito. Queda dicho que las organizaciones de
trabajadores aumentan en el corto lapso de 1926 a 1930. Y queda dicho también
-lo que es más importante- que el movimiento obrero adquiere una nueva
fisonomía al finalizar la tercera década del siglo.
Trabajador, grabado de Diógenes Paredes |
El movimiento campesino e
indígena, es, así mismo, objeto de su preocupación. Los primeros sindicatos y "ligas"
de montubios, son organizados por el nuevo Partido, que, además, los lleva a la
lucha por sus más sentidas reivindicaciones, como en el caso de Milagro, donde
los campesinos, en su ofensiva contra los terratenientes, hasta llegan a
tomarse algunas tierras. En 1928 se
organiza la Central Sindical Campesina de Milagro y el Sindicato Campesino de
Naranjal. Y lo mismo, respecto al indio. Ellos, después de siglos de cruel
opresión, por primera vez quizá, por boca de los primeros comunistas, oyen
hablar de la posibilidad de su redención y de su derecho a la tierra. Esta
labor se inicia ya antes mismo de la Asamblea Socialista, lo que explica la
presencia de Jesús Gualavisí, delegado de las organizaciones indias de Cayambe.
El primer sindicato indígena que se forma es el de Juan Montalvo, nacido a raíz
de la sublevación de 1926, cuando los indios de esa zona, en defensa de sus
tierras, se enfrentan valerosamente a los soldados del Batallón
"Carchi" enviados por la Junta de Gobierno para doblegar el
movimiento, objetivo que no consiguen.
Poco más tarde, en 1931,
teniendo un movimiento bastante crecido, se dedican a organizar un Congreso
Indígena para dar a la lucha de los indios una extensión nacional, ambición que
fracasa por la oposición tenaz de gamonales aliados del gobierno, pero sólo
después de duro combate, pues, que la reacción se ve obligada a movilizar
fuerzas militares a determinadas zonas y a apresar a los más decididos y
abnegados dirigentes comunistas y de los sindicatos. Aunque esto, en ningún
momento, logra amenguar su entusiasmo ni su fe en la importancia de la misión
que desempeñan.
Siempre al lado del indio, sin
temor a los obstáculos de toda clase, se transforman, pues, en sus mejores y
más firmes defensores. Ya en esta misma época, un legislador liberal, Pedro
Leopoldo Núñez, así lo reconoce al referirse a las luchas indígenas en pro de
sus reivindicaciones. "No cabría negar -dice- que en este sentido ha sido
meritoria la obra realizada por los que se llaman o están tildados de
comunistas".
Y un mérito más: el primer
Partido Socialista Ecuatoriano, está siempre a la cabeza del pueblo en la lucha
por la defensa de las libertades democráticas y las reivindicaciones económicas
de las masas populares. Pese a lo limitado de sus fuerzas, combate sin dar ni
pedir cuartel. Se enfrentan valientemente contra el medio hostil en defensa de
sus ideas y de los intereses del país.
Pioneros de una causa grande, la mayoría de sus militantes, saben hacer
honor a esta ya honrosa condición.
Todo esto, a nuestro modo de
ver, merece el reconocimiento del pueblo ecuatoriano.
[1] Tomado de Oswaldo
Albornoz Peralta, Del crimen de El Ejido a la Revolución del 9 de julio de 1925,
Sistena Nacional de Bibliotecas, segunda edición, Quito, 1996, pp. 141-157.