jueves, 26 de mayo de 2016

Hace 90 años se fundó el PSE: primer partido marxista ecuatoriano






DIFUSIÓN DE LAS IDEAS SOCIALISTAS Y FUNDACIÓN DEL PSE[1]

Oswaldo Albornoz Peralta


Vamos a tratar de la formación del Partido Socialista del Ecuador acaecida en 1926.

Las ideas socialistas y marxistas son conocidas en el Ecuador ya antes de la Revolución de Octubre de 1917, no siendo raro que muchos de nuestros políticos y sociólogos se refieran a ellas, y que hasta algunos, los más avanzados, hayan sido influenciados.

Según consta en los catálogos de las dos librerías más importantes del país en la época, la "Sucre" de Bonifacio Muñoz y la "Española" de Janer e Hijos, de Quito y Guayaquil respectivamente, en el lapso comprendido entre 1914 y 1918 -principio y fin de la Primera Guerra Mundial- existen a la venta las siguientes obras marxistas, que sin duda corresponden a existencias mucho más antiguas y anteriores a la publicación de los dichos catálogos:

De Carlos Marx:
El Capital
Manifiesto Comunista
Miseria de la filosofía
Precios, Salarios, Ganancias
Crítica de la Economía Política

De Federico Engels:
Anti Dühring o la revolución de la ciencia
El origen de la familia, de la propiedad privada y el Estado
Socialismo utópico y socialismo científico
El socialismo y la religión
Literatura francesa

De Carlos Kautski:
La cuestión agraria
La doctrina socialista
Parlamentarismo y socialismo
La defensa de los trabajadores y la jornada de ocho horas

(Hacemos constar estas obras porque son escritas antes de la traición al socialismo por parte de su autor).

De Augusto Bebel:
La mujer
Socializacion de la sociedad

De Antonio Labriola:
El Materialismo Histórico
Reforma y revolución social

De Pablo Lafargue:
El concepto de la historia
El matriarcado
El derecho a la pereza
Idea de la justicia y el bien

Estas, pues, las obras comunistas -que al lado de otras muchas de carácter anarquista como las de Bakunin, Kropotkin, Stirner, etc.; que lógicamente influyen también en la formación de los primeros grupos izquierdistas del país- inicialmente conocidas en el país y que podemos decir forman la base sobre la que en un principio se forja la conciencia revolucionaria de los trabajadores ecuatorianos y de sus hombres más avanzados.

Las obras de los marxistas rusos, las del gran Lenin sobre todo, empiezan a llegar solo una vez verificada la revolución, las mismas que son leídas con gran avidez en los círculos revolucionarios.

Es que la victoria socialista en Rusia, al igual de lo que sucede en la mayor parte de los países del mundo, causa un fuerte impacto en el Ecuador. Los trabajadores más avanzados y las mentes más lúcidas de algunos intelectuales, empiezan a ver en ese mundo que nace la meta de sus anhelos y esperanzas, empiezan a comprender que solo el socialismo puede remediar los males de una sociedad putrefacta y suprimir la explotación del hombre por el hombre. E inspirados en ese grandioso ejemplo, sienten la necesidad de la organización de un propio partido político de la clase obrera, capaz de dirigirla en sus luchas y llevarla hasta el triunfo.

Es tanta la influencia y atractivo de la revolución rusa, que nuestra prensa reaccionaria, al servicio de las clases dominantes trate de contrarrestar sus efectos mediante sus armas favoritas: la calumnia, la tergiversación burda de los hechos.

No se detiene ante nada. Habla desvergonzadamente de crímenes horrorosos, de la socialización de las mujeres, de niños arrebatados a sus padres. Entre otros órganos de prensa, El Comercio de Quito se distingue en esta sucia campaña, publicando extensísimos artículos de los periodistas extranjeros más rabiosamente anticomunistas. Los de un tal barón Boris Nolde, por ejemplo, publicados en 1920. Allí se califica a los bolcheviques como "una agrupación de pillos y, muy a menudo, de simples expresidiarios". El decreto de expropiación a los terratenientes es un "llamamiento al pillaje general". Oíd esto: "el derecho ya no existe, y cualquier agente bolchevique hace exactamente lo que quiere, sin otra regla que su capricho (...)  El puede robar a sus conciudadanos y hacerlos fusilar, si lo juzga conveniente, sin riesgo a descontentar a sus jefes"!

Un escritor ecuatoriano, Antonio Quevedo, cuenta esto en su libro Ensayos Sociológicos y Políticos:

Figuraos -dice- que hace tres años -1921- algunos diarios publicaron una noticia cablegráfica escueta: que los bolcheviques, suprimiendo el matrimonio, habían nacionalizado, como otros bienes productivos, todas las mujeres de dieciocho a treinta años.
No hay para qué decir que muchos creímos la noticia; que la mayoría sufrió un gigantesco espanto; que quizá algunos seguirán creyendo en la verdad epatante resolución.

Se traducen y publican una serie de libros dedicados a desvirtuar los hechos revolucionarios y a insultar a sus mejores dirigentes. Si se revisa la literatura política de esta época, se encontrará  un cúmulo de tontas mentiras que ahora solo pueden causar sonrisas, pero que entonces, aparecían como estudios serios y documentados. Se da a luz toda la basura que se encuentra a mano, todo el vómito venenoso de reaccionarios y renegados, como el de Sokolov y Volsky por ejemplo. Toda una cruzada anticomunista, en suma.

Y el clero católico no se queda atrás en la baja diatriba.

El obispo de Riobamba, Carlos María de la Torre, escribe en 1923 una Carta Pastoral titulada El Socialismo, donde se encuentran afirmaciones como las siguientes.

El hombre trocado en fiera por el socialismo... y devorado el pecho por la abrasadora llama del odio, respirando por las abiertas fauces y ensangrentadas pupilas venganza y furor, blandiendo el hacha homicida y la incendiaria tea, se precipita sobre los benditos muros del hogar, contra el sagrado alcázar de la patria, contra el templo santísimo de la religión.

Afirma que en la sociedad socialista no hay "ni padres con derecho a mandar, ni hijos con obligación de obedecer, ni autoridades que imperen, ni súbditos que cumplan sus órdenes". Y que frente a todo esto nada mejor que la actual sociedad de terratenientes y capitalistas explotadores. Por razones de peso desde luego. Porque... "nunca dejará de ser la tierra valle de lágrimas". Porque... "la felicidad suprema encarnada en la posición del último fin no la alcanzará al hombre en esta vida sino en la otra, no en el tiempo sino en la eternidad"!
Ninguna diferencia, pues, entre El Comercio, el barón Boris Nolde y el obispo de la Torre.
Pero, no obstante la feroz campaña reaccionaria, la idea socialista se extiende cada vez más, sobre todo a partir del 15 de Noviembre de 1922.

La simpatía y la admiración se expanden. Aún entre hombres que no son propiamente socialistas, se habla con respeto de la gran gesta bolchevique. Este es el caso precisamente de Antonio Quevedo que ya citamos, quien, en su libro publicado en 1924 -donde demuestra bastante información sobre los hechos revolucionarios y sobre las medidas tomadas por el nuevo gobierno- se expresa en esta forma:

Es que es preciso decir, que el Partido Comunista ruso y todo el obrerismo favorable a los bolcheviques, ha dado, en la época en que redoblaba sus esfuerzos para salvar el abismo de la crisis económica, prueba de una resistencia de un heroísmo para las luchas cívicas, de la producción y militares, como no se encuentra comúnmente al recorrer la Historia... Porque hay que mencionar que los millones de obreros mantenedores de la roja enseña de la revolución, no han escatimado nunca sus servicios y su sangre a la defensa de la Patria Socialista.

Y sobre Lenin, el artífice de la Revolución, dice:

Toda la vida de Lenin es una continua lucha; austero, sufrido, mísero, tendido en la línea recta de su fe voluntariosa, ha pasado su juventud al servicio de una sola idea... Lenin murió en Enero del presente año, después de haber dirigido la Revolución más grande que registran los siglos, en medio del amor y devoción religiosos y a legendarios, de la mayoría del proletariado ruso.
Actualmente su nombre es el más popular del Globo.

También entre los trabajadores se expande el ideal socialista. Es cierto lo que dice un delegado del Guayas en un discurso de clausura de la primera Asamblea Socialista: "En el curso de estos tres últimos años -1923-1926- se ilustran toda una falange de obreros en las doctrinas científicas del socialismo, se hacen capaces de leer e interpretar la literatura revolucionaria que llega desde Europa".

Y, finalmente, se pasa a la creación de los primeros grupos socialistas organizados.

Primer ejemplar del periódico socialista La Antorcha


En Quito, en el año de 1924, funciona ya el grupo socialista "La Antorcha", que tiene como órgano de difusión doctrinaria el periódico del mismo nombre, cuyo primer número aparece el 16 de noviembre del año que hemos citado. También funciona otro grupo denominado "Sociedad Amigos de Lenin" -al cual pertenecen numerosos intelectuales, obreros y artesanos- que funciona bajo la dirección de Rafael Ramos Pedrueza, el conocido escritor mexicano autor de La lucha de clases a través de la Historia de México, quien, dando todo su entusiasmo y conocimiento, poniendo inclusive a disposición de los miembros su biblioteca, que cuenta con numerosas obras marxistas difíciles de encontrar en el medio, contribuye grandemente a la formación ideológica de los futuros cuadros revolucionarios. El 13 de julio de 1925 se crea el Núcleo Central Socialista de Quito, que tiene mucha actividad y que inclusive organiza asambleas públicas para propagar las nuevas ideas. Y por fin, el 5 de octubre del mismo año, se reúne una gran asamblea socialista en la Universidad Central para discutir un Proyecto de Programa con miras a la formación de un partido revolucionario.

Ya en el año de 1926 encontramos muchos otros grupos socialistas en varias de las ciudades ecuatorianas. En Guayaquil, en Marzo 28, se realiza la primera asamblea local socialista. En Cuenca funciona el Núcleo Socialista del Azuay, al cual pertenecen numerosos intelectuales, que luego alcanzan renombrado prestigio tanto en el campo de la política como en el campo de las letras. En Riobamba se funda el Partido Demócrata Social, al que así mismo pertenecen numerosos intelectuales. En la provincia de Manabí existe el Núcleo Revolucionario de Manabí, dirigido por el destacado intelectual doctor Luis Felipe Chávez, grupo que, al decir del dirigente arnista Jorge Crespo Toral  -El comunismo en el Ecuador- es "uno de los mejores estructurados ideológicamente, que tiene una doctrina marxista claramente prefijada". En Tulcán funciona el Núcleo Socialista que se denomina "La Reforma". Y finalmente, hay grupos socialistas organizados, en las ciudades de Loja, Ambato y Otavalo.

Todos estos grupos revolucionarios anhelan unificarse y llegar a formar un solo partido político, que dirija al pueblo ecuatoriano hacia la meta anhelada del socialismo, que sea la vanguardia de sus trabajadores.

Es así como, por iniciativa del Núcleo Central Socialista de Quito y la labor de su periódico -Germinal- en el mes de mayo de 1926, se llega a reunir en la capital la primera Asamblea Nacional Socialista y a crear el Partido Socialista del Ecuador.

Tratemos de este congreso, de tanta importancia para el futuro político del país.

Se reúne -del 16 al 23 del mes y año ya indicados- como es de suponer, ante una ofensiva cerrada de las fuerzas cavernarias. La gran prensa, junto con periodicuchos clericales como La Cruz, La Defensa y El Derecho, se distinguen por su agresividad. Se llega al extremo de hacer gestiones para que se niegue los locales para la reunión de la asamblea, cosa que no consiguen los interesados, por lo ridículo y bajo de su empeño. Y en una de las sesiones se trata de desalojar a los delegados por medio de una barra ad-hoc, formada -según consta en las actas publicadas de este certamen político- por "estudiantes del Colegio de los Jesuitas, algunos escritorzuelos católicos y petimetres de la nobleza". El intento es rechazado virilmente. "En el transcurso de un minuto -se lee en las mismas actas- desalojan a los miserables, que huyen dando alaridos, rodando por las escaleras, despedazando los pasamanos, para ir amontonados al patio a recibir su merecido".

Mas, si esto sucede por el lado de la reacción, el proletariado, las capas pobres de la población, estudiantes e intelectuales, miran con mucha simpatía el trabajo de la Asamblea, asistiendo continuamente a sus deliberaciones y aplaudiendo sus planteamientos.

Hay delegados de doce provincias, gran parte de las cuales representan a grupos organizados de las mismas, que envían, como en el caso del grupo "Lenin" de Ibarra y el grupo "Vanguardia" de Loja, sus propios puntos de vista y hasta proyectos de programas para el nuevo Partido. Están presentes también algunos delegados de organizaciones de trabajadores: de la Sociedad Ferroviaria de Durán, de la Sociedad Fraternidad y Progreso de Babahoyo, del Sindicato de Trabajadores y Campesinos de Cayambe y de la Federación de Trabajadores 9 de Julio de Yaguachi.

La composición social de los delegados es muy heterogénea, aunque se puede decir, de manera general, que predominan los profesionales e intelectuales de la pequeña burguesía. Las ideas, por lo mismo, son muy diversas, yendo desde las verdaderamente marxistas aunque confusas y con una serie de lagunas en algunos casos hasta las simples y llanamente liberales, llegando a imponerse hasta cierto punto las primeras, tanto por su mayor consistencia, como por la mayor capacidad de sus expositores y el mayor prestigio de que se hallan investidas ante los sectores revolucionarios, según se puede deducir de las actas que contienen las intervenciones. Es cierto lo que dice Luis Maldonado Estrada en su folleto titulado Ensayo sobre la realidad nacional:

La composición social del Congreso es heterogénea: obreros, campesinos, elementos de la clase media en gran mayoría, y en su orientación deja mucho que desear por la gama de tonalidades doctrinarias que se manifiestan desde la liberal exaltadora de la propiedad privada hasta la extrema del Comunismo, tendencia esta que al fin consigue marcar su tono mayor en las resoluciones, amparada por el prestigio y la simpatía de la Revolución Rusa que atrae las miradas del mundo, para aterrorizar al capitalismo mundial o para deslumbrar promisoriamente a las masas anhelosas de liberación.

Es claro que para Luis Maldonado Estrada, futuro revisionista, la tendencia comunista no puede menos que resultar "extrema". Pero, haciendo abstracción de este concepto -muy natural en él por lo demás- en el resto de sus afirmaciones es veraz y objetivo.

De un primer congreso, y de un congreso así compuesto, no se puede esperar resoluciones totalmente justas y en consonancia con la realidad ecuatoriana.

Y en efecto, en los tres principales documentos que se elaboran -Declaración de Principios del Partido Socialista Ecuatoriano, Programa de Acción del Partido Socialista Ecuatoriano y Estatutos del Partido Socialista Ecuatoriano- se pueden anotar fallas y deficiencias, pero también, muchos y plausibles aciertos.

Analicemos, someramente, los tres documentos enumerados.

En la Declaración de Principios -compuesta de doce cortos artículos- entre unas tantas consideraciones de poca importancia y con poca justeza redactadas, haciendo al mismo tiempo abstracción de cuestiones fundamentales, se propugna, con un criterio que demuestra a la clara influencia anarquista, "El rechazo de la actual organización del Estado, sustituyéndola con una organización política sindical", aunque luego, en el Manifiesto del Consejo Central del Partido nombrado por el congreso, se habla, en manifiesta contradicción, de un "gobierno del Pueblo por el Pueblo: la dictadura de los obreros, campesinos y soldados, que verifiquen la completa extinción del dominio capitalista". De los soviets, en suma. Formulación de todas maneras ya más justa, si se tiene en cuenta que en ese entonces aún no se ha clarificado el problema de las diferentes formas de la dictadura del proletariado por un lado, ni el problema del camino al socialismo en los países coloniales y dependientes por otro, cuestión esta última que en el Ecuador y posiblemente en gran parte de América, solamente queda explicada a raíz de la publicación del Programa y Estatutos de la Internacional Comunista adoptados en 1928, documento que, por lo mismo, viene a constituir uno de los más efectivos instrumentos para la formación ideológica de nuestros primeros cuadros revolucionarios. Aparte de lo dicho, en la Declaración a que nos estamos refiriendo, se establece el principio marxista de socialización de los medios de producción y se habla acertadamente de la necesidad de la dictadura de proletariado.

Cosa parecida sucede con el Programa de Acción, pues que allí también se encuentran una serie de artículos superfluos, sin que falten aquellos erróneamente concebidos. Tampoco las cuestiones centrales son analizadas con profundidad y menos planteadas en forma clara y radical. Este es el caso en lo que respecta al latifundismo y al imperialismo  que aún no son presentados como los enemigos capitales del progreso del país. Así por ejemplo, en lo que se refiere al problema agrario, se establece solamente Art. 14 que "se considerarán como de utilidad social el cultivo y parcelación de los latifundios, en un límite prudencial de tiempo, expirado el cual los terrenos yermos serán nacionalizados". Los terrenos yermos, los terrenos no cultivados tan sólo, sin llegar siquiera a la formulación más amplia del Programa Liberal de 1923 que ya conocemos. En cuanto al imperialismo, se propugna únicamente "el dictamen de una nueva ley sobre explotación del subsuelo, a fin de que los beneficios que hoy van a locupletar las arcas de las compañías explotadoras, pasen al Estado". Y, por último, tampoco se habla de las clases sociales. No se dice cuáles son las clases contrarias a la revolución ni las que puedan participar en ella.

La alianza obrera campesina, como fuerza motriz de la transformación, no se vislumbra todavía.

Los Estatutos, como consecuencia de todo lo anterior, tampoco tienen ni pueden tener un corte leninista. No se especifica que el Partido Socialista  es partido de la clase obrera. Para pertenecer a él sólo se requiere suscribir el "Registro de Socialistas". Todavía no hay una clara concepción de la organización celular, pues, que el Partido está  constituido por "Consejos de Trabajadores" formados en razón de sus funciones: "Agricultores, Trabajadores Industriales, Mineros, Ferroviarios y Anexos, Educadores y Periodistas, Profesionales liberales, Artistas, Estudiantes y Oficios Varios". No se hallan especificadas las normas del centralismo democrático. Y se ignora la crítica y la autocrítica como instrumento para la erradicación de los errores y la superación del Partido.

Aprobados los documentos que quedan indicados, la Asamblea Socialista toma, a pedido del grupo "Lenin" de Ibarra y después de una larga discusión, en la que los delegados de derecha hacen toda clase de esfuerzos para que no sea aceptada la resolución de autorizar al Consejo Central del Partido resuelva la afiliación a la Internacional Comunista, organismo de dirección ideológica y conexión partidaria del comunismo mundial. Y, una vez terminado el congreso, la directiva nacional del nuevo Partido, dando prueba de adhesión a los principios proletarios, aprueba la proposición, la misma que al ser considerada por el VI Congreso de la Internacional reunido en Moscú en 1928, es aceptada condicionalmente.

 
Ricardo Paredes y Jesús Gualavisí, fundadores del PSE

 
Y luego, los primeros años de vida del Partido, y los primeros combates.

Nacido con la composición social ya referida, sin una mayor cohesión ideológica, desde un principio se notan las discrepancias entre los elementos radicales que quieren dar una dirección verdaderamente revolucionaria al movimiento y los elementos de derecha que tratan de frenar la realización de este objetivo. Pronto aparecen los grupos opuestos. El que publica el periódico denominado La Fragua, aunque con algún sectarismo a veces, trata de conducir al Partido por el camino socialista. En cambio, otro, llamado Llamarada, compuesto de intelectuales preponderadamente y dirigido por Emilio Gangotena, se muestra oportunista y quiere imponer una política de carácter revisionista o del tipo socialdemócrata, introduciendo estas nocivas doctrinas en la clase obrera por medio de los Cursos de Educación que organiza en la Casa del Obrero de Quito, y en los otros sectores populares, por medio de las publicaciones que mantiene. No exageramos. Para el dirigente nombrado -ver la revista titulada Cultura Nacional de la "Institución Llamarada"- "el socialismo no es sino la reforma legal, manteniendo las mismas fuerzas capitalistas, y lo único que hace es limitar sus ganancias y controlar la elevación del nivel económico de los trabajadores"... "El socialismo -añade más adelante- realiza el bienestar social mediante la coordinación de los capitalistas y de los trabajadores"! Y esto que sucede en Quito, se repite en provincias. También en Guayaquil existen grupos de diversas tendencias.

Esta situación interna, como es natural, se refleja en la actuación política del Partido. La misma revolución juliana es mal comprendida, dándose el caso de que se la llega a calificar de revolución socialista militar en los primeros momentos, interpretación esta que como es lógico, le obliga a tomar una posición falsa frente a los dirigentes y a las fuerzas sociales que dirigen esa transformación. Y esto se repite cuando se trata de analizar determinadas medidas tomadas a raíz del 9 de Julio.

Por vía de ejemplo, citaremos un sólo caso. En la revista Vanguardia, órgano del Consejo Central, en un artículo publicado en 1927 se asegura que "en el Ecuador, después de la Revolución de Julio, se introdujo en la administración... notables aplicaciones de los principios socialistas". Y una de estas, según la mencionada publicación, es el estanco de los fósforos, que considera como prueba de que "su doctrina se va infiltrando lentamente en la vida nacional". Es decir, que aún no se ve claro que si bien el estanco por parte del Estado resulta un hecho positivo -porque suprime los odiosos estancos personales y de grupos establecidos exprofeso por Tamayo- no tiene nada de medida socialista, nada de "socialización de los medios de producción", porque se trata de un estanco o monopolio realizado por un Estado que no es socialista ni de los trabajadores, y que, por otra parte, en nuestro país han existido hasta en la época de la Colonia. No se ve claro que al calificar así a los estancos, se está cayendo en ese falso socialismo que Engels ridiculizó tan penetrantemente en el Anti-Dühring, a propósito de las nacionalizaciones de Bismarck...

Resumiendo, podemos decir que no existe aún unidad ideológica ni política en el Partido Socialista, falta de unidad que pronto conduce a su ruptura. Efectivamente, la crisis se va acentuando cada día, ya que los elementos derechistas miran cada vez con mayor acritud la dirección ideológica revolucionaria que imparte la Internacional Comunista, a la que se resisten con todas sus fuerzas. Hasta que al fin, en 1931, se separan del Partido para formar campo aparte. El núcleo que queda, luego, toma el nombre de Partido Comunista.

Esta, pues, en pocas líneas la historia del Primer Partido Socialista Ecuatoriano.

¿Cuál el balance de su actuación?

Ya hemos señalado sucintamente los errores.

Debemos añadir, empero, que ellos son comprensibles si se tiene en cuenta la debilidad de nuestra clase obrera y la falta de tradiciones socialistas en nuestro país, pues, que en los otros de América, por su mayor y más temprano desarrollo industrial, ya en los primeros años de este siglo habían tenido partidos obreros -Argentina y Chile por ejemplo- que, a medida de sus posibilidades, habían venido actuando y difundiendo el ideal revolucionario. Y que, no obstante, tampoco se libraron de numerosas fallas.

Mas, al lado de las equivocaciones, el primer Partido Socialista tiene grandes méritos que no pueden ser silenciados.

El primer mérito, es indudablemente, el haber señalado, con la falta de precisión que se quiera, el camino socialista para el pueblo ecuatoriano.

Equivale a decir, haber mostrado una bella y radiante Buena Nueva. Conceptos tan justos y grandiosos como la lucha de clases y el papel histórico del proletariado, la socialización de los medios de producción, el cese de la explotación del hombre por el hombre, la dignificación del trabajo, todo esto y mucho más, gracias al Partido Socialista, por primera vez llegan a oídos de los trabajadores. Y la divulgación de las históricas conquistas de la Unión Soviética, y la constante y valiente defensa ante los viles ataques de sus detractores, así mismo, está a su cargo.

Y esto significa haber señalado el futuro de la patria. El único futuro que puede dejar atrás los días de tinieblas y miserias -dejar atrás al agobiador presente- para crear un porvenir de grandeza y bienestar para sus hijos.

Otro mérito es haber sido la fuerza dirigente de la transformación de los viejos gremios mutualistas en sindicatos obreros, esforzándose por darles un contenido clasista y revolucionario, por hacer de ellos, como lo quería Marx, verdaderas escuelas del proletariado. Desde los días mismos de su fundación, este objetivo es perseguido con decisión y constancia, conjuntamente con otra finalidad de igual valor, como es la unidad de los trabajadores ecuatorianos.  Hace todo lo posible para que el Congreso Obrero de 1926 -del que ya hablamos- cumpla con los fines clasistas y no sirva solamente para satisfacer mezquinas ambiciones de políticos arribistas. En el saludo que envía la primera asamblea socialista a los delegados de los trabajadores que se reúnen haciendo caso omiso de las maniobras de la reacción, se denuncia vigorosamente a los enemigos de clase y se desenmascara sus actividades:

 Los viejos saboteadores de la clase -se dice- los pequeños burgueses erigidos en dictadores de las asociaciones obreras; aquellos que de humillación en humillación han ido a prosternarse ante todos los gobiernos, ante todos los amos, burlando las aspiraciones obreras, traicionando a sus representados, intrigaron a la clase obrera ante los poderes gubernamentales, presentándola como un rebaño de ignorantes, incapaces de deliberar, faltos de preparación, haciendo así fracasar el Cuarto Congreso de Trabajadores. De seguro que fueron a ofrecer a los obreros como otras tantas víctimas propiciatorias, en cambio de las prebendas que iban a conseguir por su traición, traición que ha sido sancionada con la censura de sus representados, descalificando así a estos seudo dirigentes del obrerismo nacional.

Y además, para fijar su posición ante el movimiento obrero y desvirtuar las calumnias propaladas por los reaccionarios para impedir la reunión de los trabajadores, en un acuerdo especial declara "que el Congreso Obrero y Campesino próximo a reunirse, es una entidad completamente independiente, la misma que tiene completo derecho a orientar sus actividades en la forma que mejor crea conveniente".

Y todo este encomiástico trabajo tiene bastante éxito. Queda dicho que las organizaciones de trabajadores aumentan en el corto lapso de 1926 a 1930. Y queda dicho también -lo que es más importante- que el movimiento obrero adquiere una nueva fisonomía al finalizar la tercera década del siglo.

Trabajador, grabado de Diógenes Paredes
 
El movimiento campesino e indígena, es, así mismo, objeto de su preocupación.  Los primeros sindicatos y "ligas" de montubios, son organizados por el nuevo Partido, que, además, los lleva a la lucha por sus más sentidas reivindicaciones, como en el caso de Milagro, donde los campesinos, en su ofensiva contra los terratenientes, hasta llegan a tomarse algunas tierras.  En 1928 se organiza la Central Sindical Campesina de Milagro y el Sindicato Campesino de Naranjal. Y lo mismo, respecto al indio. Ellos, después de siglos de cruel opresión, por primera vez quizá, por boca de los primeros comunistas, oyen hablar de la posibilidad de su redención y de su derecho a la tierra. Esta labor se inicia ya antes mismo de la Asamblea Socialista, lo que explica la presencia de Jesús Gualavisí, delegado de las organizaciones indias de Cayambe. El primer sindicato indígena que se forma es el de Juan Montalvo, nacido a raíz de la sublevación de 1926, cuando los indios de esa zona, en defensa de sus tierras, se enfrentan valerosamente a los soldados del Batallón "Carchi" enviados por la Junta de Gobierno para doblegar el movimiento, objetivo que no consiguen.

Poco más tarde, en 1931, teniendo un movimiento bastante crecido, se dedican a organizar un Congreso Indígena para dar a la lucha de los indios una extensión nacional, ambición que fracasa por la oposición tenaz de gamonales aliados del gobierno, pero sólo después de duro combate, pues, que la reacción se ve obligada a movilizar fuerzas militares a determinadas zonas y a apresar a los más decididos y abnegados dirigentes comunistas y de los sindicatos. Aunque esto, en ningún momento, logra amenguar su entusiasmo ni su fe en la importancia de la misión que desempeñan.

Siempre al lado del indio, sin temor a los obstáculos de toda clase, se transforman, pues, en sus mejores y más firmes defensores. Ya en esta misma época, un legislador liberal, Pedro Leopoldo Núñez, así lo reconoce al referirse a las luchas indígenas en pro de sus reivindicaciones. "No cabría negar -dice- que en este sentido ha sido meritoria la obra realizada por los que se llaman o están tildados de comunistas".

Y un mérito más: el primer Partido Socialista Ecuatoriano, está siempre a la cabeza del pueblo en la lucha por la defensa de las libertades democráticas y las reivindicaciones económicas de las masas populares. Pese a lo limitado de sus fuerzas, combate sin dar ni pedir cuartel. Se enfrentan valientemente contra el medio hostil en defensa de sus ideas y de los intereses del país.  Pioneros de una causa grande, la mayoría de sus militantes, saben hacer honor a esta ya honrosa condición.

Todo esto, a nuestro modo de ver, merece el reconocimiento del pueblo ecuatoriano.







[1] Tomado de Oswaldo Albornoz Peralta,  Del crimen de El Ejido a la Revolución del 9 de julio de 1925, Sistena Nacional de Bibliotecas, segunda edición, Quito, 1996, pp. 141-157.