sábado, 2 de mayo de 2020

Centenario del natalicio de Oswaldo Albornoz Peralta






OSWALDO ALBORNOZ PERALTA


Rodolfo Pérez Pimentel [1]



HISTORIADOR.- Nació en Cuenca el 8 de Mayo de 1920 y fueron sus padres legítimos el ilustre historiador Víctor Manuel Albornoz Cabanilla y Lucrecia Peralta Rosales, naturales de Cuenca, hija del Dr. José Peralta Serrano, ideólogo del Liberalismo Radical ecuatoriano.


El segundo de una familia compuesta de cuatro hermanos que habitaban en una casa alquilada por su abuelo materno frente al parque Calderón, recibió las primera letras de una prima mayor llamada Laura Dávila Peralta esposa del abogado Dr. Salvador González Merchán.




El 27 entró a la escuela y como sabía leer le pusieron directamente en el segundo grado. Sus padres estaban separados y se volvió amiguísimo de su abuelo, a quien leía los periódicos. Todos vivían del producto de la hacienda "Cataviña" en el valle caliente de Yunguilla y el 31 decidieron radicar en Quito, pues el Dr. Peralta había sido electo Director Supremo del Partido Liberal Radical Ecuatoriano.


Alquilaron la villa de un señor Guerra en la calle Colón. Allí habitó el Dr. Peralta con su esposa Matilde Rosales, natural de Ibarra, que era muy alta y bella, su hija Lucrecia de Albornoz y sus cuatro hijos y César Peralta, soltero, tío afectuoso que ayudaba al mantenimiento del hogar y era como un segundo padre para sus sobrinos. Después se cambiaron a una villa propiedad de un Dr. Pozo en la calle Carrión barrio de la Mariscal Sucre y finalmente a la villa de un Dr. Ponce en la 10 de Agosto.

Matriculado en la Escuela Espejo, fue su profesor Gonzalo Rubio Orbe, gran motivador "de sus muchachos" como él solía calificarles.

El 32 su abuelo permaneció postrado de una pierna, rota cuando se escondía en el domicilio de un amigo durante la revolución de Bonifaz. Era un gran conversador, de muy buen carácter, preocupado y cariñoso con los suyos y muy visitado por viejos políticos, siendo sus mejores amigos el General Almeida Suarez y el Coronel Pedro Concha Torres.

Ese año fue al Normal Juan Montalvo llevado por su tío César que no se cansaba de incentivarlo en la lectura. En el Normal conoció obras marxistas que le prestaba el Profesor Jarrín Ceballos y el Pagador Agustín Vera Loor. El 36, la dictadura de Páez remató "Cataviña" por razones políticas, con grave perjuicio para su abuelo, cuya salud empezó a declinar, al punto que al año siguiente falleció a consecuencia de un ataque cerebral.

El 40 se graduó de Profesor de Segunda Educación y fue destinado a la escuela rural "Francisco de Miranda", cerca de Piñas, en la Provincia de El Oro, con S/.160 mensuales de sueldo. Viviendo en la misma escuela le tocó presenciar el transporte de los heridos durante la invasión peruana del 41, cuando eran conducidos al Hospital de Portovelo.

El 42 entró de Amanuense del Juzgado 1o. de lo Penal a cargo de su pariente el Dr. González con S/. 170 mensuales. El 42 simpatizó con el Movimiento Antinazi de Raimond Meriguet, por sus ideas francamente democráticas. El 43 fue llevado al Partido Comunista por su amigo Jorge Roura Dávila y organizó células partidistas en la casa de los Roura.

A raíz de la revolución del 28 de mayo del 44 fue designado Ayudante de la Secretaria General de la Administración con S/. 450 mensuales y trabajó en el Palacio Presidencial. Sus amigos comunistas le hablaban del marxismo. Ricardo Rosales le proveía de las principales obras, que comenzó a estudiar; pero cuando Velasco Ibarra se proclamó dictador el 30 de Marzo del 46, tuvo que renunciar.

Entonces se empleó como Secretario de la Cooperativa indígena de Tigua en la provincia de Cotopaxi con S/. 300 mensuales. Era Gerente Rubén Rodríguez y vivió más de un año compartiendo sus pobrezas y trabajos, comprendiendo su forma de ser, de pensar.




Entre el 45 y el 47 dirigió el semanario Ñucanchic Allpa (Nuestra Tierra), órgano de la Federación Ecuatoriana de Indios, editado en Quito en idioma castellano y fundado el 45 por el Dr. Ricardo Paredes. Entre el 46 y el 53 fue Secretario General del Comité Provincial de Pichincha del Partido Comunista. El 47 volvió al poder Judicial como Secretario del Juzgado III del Crimen con S/. 450 mensuales, que le fue aumentando hasta completar los S/. 6.500 en 1980 que alcanzó la jubilación.


El 49 fue electo miembro del Comité Central, entre el 49 y el 60 dirigió el semanario El Pueblo, órgano oficial del partido Comunista en el Ecuador, fundado el 43 en Quito e impreso directamente por el Comité Ejecutivo, escribiendo artículos ideológicos y de contenido político y social, aunque sin poner jamás su firma porque no era costumbre. El 50 dirigió también El Trabajador, órgano oficial del Comité provincial del Partido Comunista en Pichincha.

En 1952 contrajo matrimonio con Eufemia Jaime con quien tuvo tres hijos. Por entonces inició sus colaboraciones en el diario El Sol que dirigía Benjamín Carrión. En Noviembre del 57 partió con Pedro Saad a Europa, para asistir a la Conferencia Internacional de Partidos Comunistas obreros a celebrarse en Moscú. Recorrieron las principales capitales del viejo mundo más de un mes.



Durante esos años su proselitismo le había mantenido en el interior del Partido dedicado únicamente a servir a los obreros y en ratos libres a sus lecturas, por eso llegó a ser un erudito conocedor de las cosas del país; pero cuando el año 60 la sede del Comité Central del Partido fue trasladada a Guayaquil, tuvo el tiempo necesario para interesarse en los aspectos históricos y doctrinarios y surgió el escritor.

Ese año apareció el primero de sus numerosos trabajos Semblanza de José Peralta, que mereció la sincera congratulación del historiador argentino Héctor Agosti pues anunciaba mayores empresas del espíritu. El 61 colaboró en el periódico Bandera Roja. El 62 sacó un esbozo histórico del movimiento obrero ecuatoriano. El 63 editó en la Imprenta Espejo del Partido Comunista, en la calle García Moreno, la Historia de la Acción Clerical en el EcuadorDesde la conquista hasta nuestros días en 301 págs., con extensa bibliografía. La edición tuvo que ser retirada de noche y en el mayor secreto porque habiéndose declarado en Julio la dictadura de la Junta Militar de Gobierno, se corría el riesgo que fuere incautada, y fue recibida en silencio por la prensa nacional, aliada incondicional de la iglesia en la dominación de las conciencias; pero no faltaron voces que declararon al libro, escrito en estilo oratorio y vibrante, como el más importante del año por la seriedad de las denuncias ‒todas ellas documentadas‒ por la certeza de sus asertos y por la recopilación de información dispersa que contiene. Desde entonces se ha convertido en obra de consulta obligatoria, situando a su autor en el primer plano de la investigación. Existe una segunda edición de 1.977.


El 69 editó un resumen de los hechos de la revolución liberal titulado Del crimen del Ejido a la Revolución del 9 de Julio de 1925 en 165 págs. ayudado por su amigo el librero Santamaría que le proveyó de numerosas publicaciones de difícil acceso.


El 71 sacó Las Luchas indígenas en el Ecuador en 170 págs. con notable bibliografía de apoyo, recuento detallado de los principales alzamientos en costa, sierra y oriente, relevando su preocupación por el problema indígena, de suerte que numerosas comunidades y sus dirigentes le visitaron para agradecer. El 73 pudo adquirir una modesta villa en la ciudadela Rumiñahui, con un préstamo a 30 años con el IESS. El 74 formó parte de la "Fundación José Peralta", creada con un legado de su tía Eloísa Peralta divorciada de Francisco Crespo Ordóñez. Dicha Fundación fue presidida por el Dr. Carlos Julio Arosemena Monroy y actuó Albornoz en la secretaría.

El 75 rescató la figura histórica de una notable dirigente agraria con Dolores Cacuango y las luchas indígenas de Cayambe en 48 págs. escrito a raíz de su muerte con admiración y cariño, pues habían sido por muchos años camaradas del Partido y compañeros en los campos comarcanos. Ese mismo año salió La Oposición del clero a la independencia americana en 204 págs. con deducciones de sus lecturas y defensa de los clérigos progresistas de la Nueva Iglesia de la Teología de la Liberación.



Daba clases de marxismo, había profundizado en esa filosofía, creía en la revolución violenta a través de la concientización del proletariado y estaba considerado por los jóvenes de su Patria como un verdadero apóstol de la verdad y sus colegas ‒los historiadores ecuatorianos‒ le respetaban por su correspondencia exacta entre sus ideas y su comportamiento y por sus hermosas y eruditas obras.

El 83 dio a la luz su Historia del Movimiento Obrero Ecuatoriano en 189 págs. ampliación del capítulo de su obra El Crimen del Ejido. El 87 volvió a rescatar otra figura olvidada con El Pensamiento avanzado de la emancipación: las ideas del Prócer Luis Fernando Vivero de quien se tenía muy pocas noticias. La obra apareció a través del Lic. Elías Muñoz Vicuña publicista de la Universidad de Guayaquil.






El 88 sacó Montalvo, Ideología y pensamiento político en el centenario de su muerte en París, para rebatir numerosos conceptos errados emitidos por otros autores, como que se confesó antes de morir y varias otras nimiedades de esa laya y El caudillo
Indígena Alejo Saes en 76 págs. El 89 Ecuador: luces y sombras del liberalismo en 196 págs. “vigoroso ensayo interpretativo de las condiciones, hechos, personajes e ideas que han configurado nuestro proceso social desde 1895, escrito desde una perspectiva histórico-materialista, contraponiendo a las fuerzas de la libertad, el progreso y la igualdad, los oscuros intereses fincados en retrasadas matrices económicas e ideologías, con su correlato de dominación externa y opresión interna. Retrato de grandezas y miserias recupera para las nuevas generaciones la significación de Alfaro y su liberalismo machetero”.

El 90 apareció Bolívar: Visión crítica en 346 págs. con el pensamiento y la acción del Libertador sin caer en el culto ni en la grandilocuencia ni ser una biografía. La obra disecciona su pensamiento en estilo ágil, con una impresionante bibliografía que descubre al grande hombre en su tiempo histórico de la Ilustración, con sus limitaciones “mantuanas”, en síntesis, la reconstrucción de la inteligencia, el mensaje y el corazón del Libertador. La obra recibió el Premio José Mejía de la Municipalidad de Quito.

Y a la par de todos estos trabajos, como una prueba de lo que puede hacer el hombre en su tercera edad, ha venido colaborando incesantemente en múltiples publicaciones como los Anales de la Universidad Central con ensayos más bien cortos como “Cuba y el Ecuador” en 28 págs. y “Vínculos históricos entre el Ecuador y Nicaragua”. El 82, en la Revista Ciencias Sociales de la Escuela de Sociología de la U. Central, recuperó a “Joaquín Chiriboga: Un demócrata olvidado” en 8 págs. con los principales datos sobre la vida y obra del célebre autor de “La Luz del Pueblo”, calificada de maravillosa obrita por las mentalidades más cultas del continente como el Emperador Pedro II del Brasil y puesto en el oprobioso Índice Romano por los atrasados Obispos del Ecuador. También apareció allí "Eloy Alfaro, figura máxima de la historia ecuatoriana". En la Revista Ecuatoriana de Pensamiento Marxista sacó “Mariátegui en el Ecuador” y “Acerca de las diversas interpretaciones y orientaciones sociopolíticas en torno a las soluciones de los problemas étnicos y nacional en el Ecuador”. En Cuadernos de Cultura, de Buenos Aires, “Clericalismo y Laicismo en el Ecuador”. En el libro Los Comunistas en la Historia Nacional apareció su capítulo "Jesús Gualavisí y las luchas indígenas en el Ecuador" el 87 en 32 págs. En la Revista Espacios sacó "Ambrosio Laso, una interpretación marxista de la historia ecuatoriana". En el libro El 28 de Mayo y la fundación de la C.T.E. el capítulo titulado "Antecedentes y fundación de la C.T.E." en la revista Cuadernos "Sobre algunos aspectos del problema indígena". También ha colaborado en periódicos.


En 1995, con motivo del Centenario de la Revolución liberal, logró interesar al Consejo Provincial del Pichincha para la edición de las Cartas del General Eloy Alfaro, obra de primera mano para la consulta del pensamiento liberal ecuatoriano, colección de cartas producto de su minuciosa investigación de muchísimos años, con un prólogo suyo en l9 págs. así como las Memorias Políticas de José Peralta, su abuelo materno, igualmente con eruditas Notas suyas, libro llamado a conmover las conciencias porque revela cuan ardua y difícil fue la lucha del liberalismo hasta lograr la liberación de las conciencias.


Se estaba imponiendo nuevos estilos, preferentemente trataba temas biográficos, pues hay tanto que mostrar en este aspecto que bien merece la pena y el esfuerzo. Había realizado mucho en el campo de la historia y a favor del pueblo ecuatoriano, propugnando el conocimiento de vidas útiles, de formas de pensar dignas, generosas, altivas.

Le visité en su biblioteca atestada de libros hasta el cielo raso, acogedor rincón quiteño de pisos de madera crujiente y techos no muy altos. Encontré al maestro amable, al amigo erudito que solo conocía a través de sus obras. Me brindó cálida acogida, unos helados caseros deliciosos y me obsequió con el tesoro de su conversación. Salió a relucir el varón bueno por excelencia que jamás ha vendido su conciencia. El virtuoso sacerdote de la verdad, el hombre en paz consigo mismo, el venerado colega, el maestro historiador.

Vivía con un hijo, nuera y nietos, poseía una computadora de ayuda en sus trabajos, realizados con la sonrisa que le acompañaba a flor de labios y se nos fue la tarde como por encanto. Entonces me confesó casi en secreto que había estado muy mal de salud por fumar, con un enfisema que le mantuvo quince días en cama con oxígeno. Por eso le habían prohibido salir, pues no soportaría el smog del centro urbano de Quito ni el plomo de la gasolina. Un óleo de Alfaro presidía su gabinete, también el retrato de un Peralta anciano, pletórico pero aún erguido. Y un carboncillo de su padre en juventud, cuando hacía poesías modernistas antes de transformarme en  el Cronista por antonomasia de Cuenca.


Alto, delgado, trigueño, bigote encanecido, ojos café, pelo negro. Sencillo en su pullover, le vi en la genuina grandeza de quien había dado todo al país y solo gozaba de una magra jubilación, pero ese es el destino de los espíritus de selección que solo aspiran a servir a la humanidad. Lástima que el Ecuador no le aprovechaba como debiera pues se encontraba en el entero dominio de sus facultades mentales, poseía una memoria de privilegio y el deseo de seguir produciendo vertiginosamente, conforme lo había realizado en el último cuarto de siglo. Falleció en Quito el 27 de noviembre del 2000.


*       *       *


Anexo del Editor

En la biografía de Rodolfo Pérez Pimentel que dejamos transcrita se hace referencia a las obras publicadas hasta 1995. Algunas más fueron publicadas en los últimos años de su vida. En 1997 publicó Eugenio Espejo por el 250 aniversario de su natalicio. En el 2000, La Facultad de Comunicación Social de la UCE publicó José Peralta, periodista. Y finalmente ese mismo año, con recursos personales, dio a la luz el 15 de Noviembre de 1922.

Varios de los valiosos escritos inéditos de Oswaldo Albornoz Peralta se han logrado publicar póstumamente. La Escuela de Sociología de la Universidad Central del Ecuador le rindió homenaje, a los pocos meses de su deceso, publicando Las compañías extranjeras en el Ecuador (2001). La Casa de la Cultura Ecuatoriana publicó en dos voluminosos tomos sus Páginas de la historia ecuatoriana (2007).


En el bicentenario del inicio de la gesta de nuestra independencia, la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador publicó Actuación de próceres y seudopróceres en la Revolución del 10 de Agosto de 1809 (2009). Con el mismo motivo, la campaña de lectura Eugenio Espejo publicó en su colección bicentenaria, en un gran tiraje, la segunda edición de su Oposición del clero a la independencia americana.

El 2012, una vez más, la Casa de la Cultura Ecuatoriana puso en manos de los lectores su Ideario y acción de cinco insurgentes (Espejo, Mejía, Joaquín Chiriboga, Marcos Alfaro, Manuel Cornejo Cevallos). Y por el centenario de la gran revolución rusa, un grupo de jóvenes comunistas, publicaron su trabajo Influencia del marxismo y de la Revolución de Octubre en los intelectuales del Ecuador (2018).







[1] Rodolfo Pérez Pimentel, Diccionario biográfico del Ecuador, t, XIX, p. 1-5. A esta biografía escrita por el eminente intelectual guayaquileño, producto de una entrevista que le hiciera en los años 90, hemos agregado las ilustraciones y al final un pequeño Anexo con las obras de Oswaldo Albornoz publicadas póstumamente (Nota del editor).

miércoles, 22 de abril de 2020

Lenin en el Ecuador



En homenaje al 100 aniversario de la muerte de Lenin (21 enero de 1924)



LENIN  EN EL ECUADOR[1]

Oswaldo Albornoz Peralta


Para nosotros, es un verdadero deslumbramiento la llamarada de la Revolución de Octubre. Inmediatamente suscita interés, un deseo inmenso por conocer los hechos y las primeras realizaciones, tanto entre los trabajadores como en los círculos de los intelectuales progresistas. Su gran artífice, Vladimir Illich Lenin atrae magnéticamente las miradas. Todos quieren conocer sus obras, su vida de revolucionario tenaz y abnegado, la hazaña grandiosa de la revolución que dirige magistralmente.
Es como si las puertas de la esperanza se abrieran de par en par.
Ya en 1919, los estudiantes de la Universidad Central de Quito, piden a su rector, doctor Cueva, que se les explique el significado de la revolución socialista. La información que se quiere es difícil encontrarla en un principio. La prensa en manos de los capitalistas y terratenientes, tergiversa las noticias e inunda sus páginas con burdas calumnias contra la revolución, incluyendo las más ridículas e increíbles, como se puede comprobar revisando los periódicos burgueses y católicos de su tiempo. El clero cumple igual papel con las furibundas pastorales, donde así mismo, campea el engaño y la mentira. Por esto, que se busque con afán las fuentes verdaderas. Los pocos folletos y libros en español que se consiguen, procedentes de los partidos y organizaciones revolucionarios, llegan a constituir joyas auténticas. Y muchas veces los intelectuales, para inquirir la verdad –tal como prueba la bibliografía que consta en algunas obras– tienen que recurrir a publicaciones en idiomas extranjeros, el francés principalmente.
No obstante las dificultades enunciadas, en el mismo año de 1919, algunos intelectuales y trabajadores avanzados inician la tarea de la propagación de las ideas socialistas, tarea esta, que tiene la virtud de alarmar a la prensa reaccionaria. El Comercio de Quito, por ejemplo, se expresa de esta manera en relación a este hecho:

“Se ha dado comienzo en esta capital a una obra de propaganda, más que socialista abiertamente bolcheviquista, mediante la cual, y con fines políticos, que saltan a la vista del más miope, se trata de soliviantar a la clase trabajadora contra los que tienen fortuna, de hacerle concebir irrealiza­bles esperanzas como aquella de la distribución de la propiedad entre todos, cosa que no se ha realizado todavía ni en la misma Rusia”.[2]

También se alarman grandemente los capitalistas y terratenientes, tanto, que organizan apresuradamente una Liga Nacional Obrera Antisocialista, encargada según se dice en el periódico antes mencionado “de buscar medidas adecuadas para el apoyo recíproco entre los capitalistas y la clase obrera”.[3] Miembros de esta Liga son, entre muchos otros, Víctor Manuel Peñaherrera, Pablo Guarderas, Francisco Chiriboga y Julio Tobar Donoso. Este último, persistiendo en el empeño, publica más tarde, en 1926, la revista La Defensa, donde escribe una serie de artículos que después son reuni­dos en el folleto titulado Cooperativas y mutualidades propugnando el coopera­tivismo obrero católico, para impedir en este campo, “los peligros que encerraría la anticipación de los socialistas”.[4] Para ser convincente, cita el ejemplo de los católicos belgas, afirmando que gracias a esta iniciativa, han recuperado el terreno perdido.
La alarma, empero, tiene razón de ser, ya que en verdad las ideas socialis­tas son acogidas con mucha simpatía y siguen difundiéndose a pesar de las tergi­versaciones y calumnias de la oposición reaccionaria.
Con el proceso revolucionario de Rusia es cuando se expande el deseo de conocer más a fondo la doctrina socialista que anuncia el fin de la injusticia y de la explotación del hombre por el hombre.  Y esta sed de conocimiento lleva a la búsqueda de los libros y trabajos de Lenin, el genial artífice de la revolución. César Endara, uno de los fundadores del Partido Socialista Ecuatoriano, afirma lo siguiente:

“En el año veinte ya conocíamos el genio de Lenin, bajo su influencia se desarrollaba la conciencia de clase; inclusive empezábamos a leer algunas de sus obras, entre ellas La revolución proletaria y el renegado Kautsky, El impuesto en especie, editadas en España por la Editorial “Nueva”.[5]

El sociólogo Belisario Quevedo es uno de los primeros en mostrar su adhe­sión a las nuevas ideas por medio de la prensa, razón por la que es combatido con acritud por sus contrarios. Su libro póstumo Sociología, política y moral escrito antes de 1921 y publicado solamente en 1932demuestra con claridad su pensamiento social. En él, si bien cree que el socialismo no es adecuado para el Ecuador en el momento, lo considera sin embargo como “una necesidad histórica que tiene su tiempo determinado para aparecer a pesar de cualquier cataplasma con que se pretenda evitar o retardar su advenimiento”.[6] Allí, también, pone a la opinión pública en alerta a las falsas informaciones de los periódicos y cables burgueses, “interesados en desfigurar y desacreditar la gran revolución actual, quizá de mayores consecuencias que la del 89”.[7] Allí, además, polemiza con vigor contra aquellos que en esos tempranos tiempos inician la campaña anticomunista. Un ejemplo. Cuando Velasco Ibarra afirma en una revista que el socialismo mata el arte y el cultivo de la belleza, él contesta en esta forma: “No obstante, en­tre los ministerios de la Dictadura proletaria hay uno de educación; que a la cabeza del Departamento de Literatura extranjera se halla Gorki; que se está llevando a cabo una intensa renovación en la música; que se sostienen las acade­mias y los museos y que los muchachos de las escuelas y de las masas populares están, por primera vez, contemplando, guiados por maestros competentes, las gran­des obras de arte y oyendo conferencias y conciertos”.[8] Es decir, que frente al sofisma y a la afirmación sin base, se oponen los hechos, que no tienen réplica posible.
Otro tanto, y quizás con mayor extensión, sucede en la ciudad de Guayaquil. Allí aparecen algunos periódicos obreros, como los editados por el dirigente gremial Juan E. Naula, que difunden las ideas socialistas. El mismo periodista citado, en el año de 1921 publica un libro de Principios de Sociología Aplicada, que si bien adolece de errores explicables en la época, tiene el mérito de aplicar el marxismo en la interpretación del desarrollo de la humanidad, pues en general se rige por las ideas desarrolladas por Engels en El origen de la fa­milia, de la propiedad privada y del Estado. Y, sobre todo, tiene el mérito in­discutible de saludar la Revolución de Octubre y de defender con ardor a la na­ciente patria del proletariado. “Por fin dice sonó en Rusia el clarín de las huestes oprimidas que, en un hermoso gesto de rebelión y resolución, se lanzan a la conquista de la sublime Libertad Económica y Moral, derribando el trono, pisando la corona y abatiendo prejuicios y privilegios, que, por tantos siglos se habían cebado sobre el tormento y la humillación de las clases obreras”.[9] Y ensalza a Lenin como enemigo de toda tiranía y “adorador fervoroso de la verdadera Libertad”.[10]
Más adelante, puntualiza con más claridad su admiración por la Revolución Rusa, como la patria obrera libre de explotación del hombre por el hombre:

“La República de los Derechos del Hombre, proclamada por los marximalistas, tiene por base la equidad económica mediante la socialización de los medios de producción que son: el suelo, el subsuelo, las aguas, los inmuebles, las maquinarias y en general los útiles de trabajo… Por socialización de los medios de producción se entiende hacerlos del uso de la sociedad, todos esos elementos de vida, para servicio común de los pueblos y no sea propiedad particular de ningún individuo.”[11]

Y al mismo tiempo, acogiendo indudablemente las tesis de Lenin sobre la guerra imperialista, alerta sobre lo peligroso que es la pervivencia del imperio de capital para todos los pueblos del mundo:

“Ya hemos dicho que la última guerra mundial no fue otra cosa que una lucha de capitales. Por tanto la paz del mundo, ahora, no significa sino la explotación del mundo, por los capitales triunfantes… Para imponer esa explotación están mandando tropas aliadas contra el Soviet de Rusia, por la explotación se ahorca, se asesina y se martiriza en Norte América; por esa explotación, pretenden tener el palo levantado contra el movimiento reivindicatorio de los Derechos del Hombre en todo el Mundo.”[12]

El 15 de Noviembre de 1922, las fuerzas represivas de la oligarquía que do­minan el país, realizan una infame matanza de centenares de obreros, cuyos cuerpos masacrados, para esconder el crimen, son arrojados a la ría. Esta jornada de lucha heroica del proletariado ecuatoriano, tiene ya la inspiración de la Revo­lución de Octubre, donde se ve un ejemplo y se vislumbra el futuro. Desgracia­damente, no tiene aún la dirección de un partido obrero y predominan todavía las concepciones anarquistas, hecho que permite la intromisión de provocadores y agentes de la burguesía, que desvirtúan sus objetivos, y que, al final, le lle­van, a la derrota y al fracaso. Fracaso, bautizado con sangre.


Al estupor que le causa a la oligarquía, que esas masas de proletarios ecuatorianos traten de encontrar nuevos caminos para librarse de la explotación, se suma la airada diatriba del clero encabezada por altos prelados como el obispo de la provincia de Bolívar Carlos María de la Torre, más tarde jefe de la Iglesia católica ecuatoriana. Así se expresa el 28 de abril de 1923:


“Los tristes y deplorables acontecimientos ocurridos en Guayaquil el mes de noviembre del año pasado, despertaron en el ánimo de los ecuatorianos consternación y espanto, porque a la vista estaba, el temible Socialismo, preñado de amenazas, había puesto su planta en nuestro suelo (…) Todo lo nuevo atrae y fascina; y si bien el Socialismo, parto monstruoso del cerebro humano, lleva ya largos años de existencia, hasta hace poco, no había penetrado en nuestra Patria (…) Pero ahora no sólo amenaza apoderarse de las sencillas masas populares, a quienes engaña y seduce con los mirajes de la falsa dicha, más también pretende arrastrar, en su impetuosa y desoladora corriente, a aquellos que, por sus estudios y condición, debieran conocer mejor lo falso y desastroso de tal sistema.”[13]

Mas nada detiene el avance de las nuevas ideas, que siguen germinando cada vez más lozanas y vigorosas, como que si el suelo ecuatoriano se hubiera ferti­lizado con el sacrificio de las víctimas. Sus portadores, cada vez, son más nu­merosos.
El doctor Juan Honorato Peralta, otro pionero de las ideas socialistas, científico de valía, se adhiere lleno de entusiasmo y convicción a la gran Revo­lución de Octubre. Su nombre es casi desconocido entre nosotros, tanto que el es­critor Agustín Cueva Tamariz, le califica como un alto valor oculto. Peralta, discípulo de Ingenieros, es quizás el primero que en el Ecuador intenta dar a las ciencias una base materialista, principalmente en lo que se refiere a Psico­logía, Psiquiatría y Biología, aunque con las equivocaciones que el intento con­lleva. Espíritu inquieto, siempre en búsqueda de la verdad, sigue una larga trayectoria hasta descubrir el marxismo, que en su caso, no está limpio de re­zagos de la ciencia burguesa. Pero su valor, su gran valor, está en su papel de precursor y en su fidelidad a la clase obrera.
Su libro titulado La Propiedad editado en Guayaquil en el año de 1924 es exponente de su pensamiento progresista. Muchas de las ideas allí constantes, como su posición antiimperialista al denunciar con energía la agresión de Estados Unidos a México durante el período de la revolución mexicana, merecen ser desta­cadas con mayor detalle. Mas aquí, nuestro objetivo es solamente mostrar su sim­patía y adhesión a la Unión Soviética.

“De este modo dicese ha iniciado la crisis del derecho de propiedad particular, individualista, a favor del dominio colectivo, como un medio necesario de dignificación moral, como una preparación para la vida en una forma de la sociedad futura, cuyos lineamientos empiezan a colum­brarse en los ensayos llevados a la práctica, con éxito brillante, por la Rusia sovietista.
La Rusia, como hemos visto antes, marcha a la vanguardia de ese gran movimiento de renovación moral y económica, de los pueblos oprimidos por las injusticias del régimen capitalista. La socialización de la economía pública, se ha decretado, en su fase inicial, para la gran industria, los latifundios, los medios de transporte y las instituciones bancarias.
La expropiación de los expropiadores, o sea la socialización de los medios productivos, ha venido, pues, a convertir la propiedad subjetiva e individualista, en una función social, en fuerza misma de las necesidades económicas, como una consecuencia inevitable del proceso histórico que atravesamos.”[14]

Más tarde, en 1927, escribe su Mensaje a los trabajadores en el X aniversario de la fundación del Soviet, que no es otra cosa, diríamos, que una reafirmación de fe en la revolución y en el provenir de la obra de Lenin.[15]
El jurista y escritor Antonio Quevedo –en esa época hombre progresista y simpatizante del socialismo en su libro Ensayos sociológicos y políticos, en gran parte de su obra analiza con penetración y ensalza las grandes conquistas logradas gracias a la revolución. De Lenin dice lo siguiente: “Murió en Enero del presente año, después de haber dirigido la Revolución más grande que registran los siglos, en medio del amor y devoción religiosos ya legendarios, de la mayoría del proletariado ruso. Actualmente su nombre es el más popular del Globo”.[16]
Luis Felipe Chaves, que en la década del 30 llega a ocupar el elevado sitial de rector de la Universidad Central del Ecuador es otro de los intelectuales que con tesón impulsa la propagación de las ideas socialistas, ponderando la obra revolucionaria de Lenin en un opúsculo que escribe sobre el particular. Él también, como todos los pioneros revolucionarios, recorre un camino largo y lleno de obstáculos impuestos por el medio, hasta llegar a las fuentes del marxismo. Viene desde el liberalismo manchesteriano, donde después de buscar y escarbar con ahínco, no encuentra la justicia y la felicidad que ansía el hombre.

No es vano el esfuerzo por ellos desplegado para difundir la teoría revolucionaria y hacer conocer las conquistas logradas por el joven Estado Soviético. La influencia de las nuevas ideas se deja sentir en muchas partes. El mismo Partido Liberal, bajo la presión del sector izquierdizante y ante el temor de perder ascendiente en las masas populares, se ve obligado en el Congreso realizado en el año de 1923, a incluir en su Programa algunos postulados progresistas como la reforma agraria y una serie de medidas en favor de la clase obrera. Uno de los integrantes de ese Congreso, Pío Jaramillo Alvarado La Asamblea Liberal.- sus aspectos políticos, Quito, 1924 dice refiriéndose al Programa aprobado, que allí, “el liberalismo que es evolución, el radicalismo que es acción violen­ta, ha encontrado en el socialismo el significado novísimo de la sociedad frente al Estado, y ha conseguido con esto las grandes definiciones del derecho contemporáneo, singularmente en lo que toca al derecho de propiedad, base de la ri­queza generadora de la vida”.[17] Algunos de los delegados a este Congreso, poco después, abrazaron las ideas socialistas.

También en la transformación política del 9 de Julio de 1925 se deja sentir el influjo de las ideas del socialismo. Algunos jóvenes oficiales, gestores del movimiento, tienen ideas socialistas, aunque no bien estructuradas, razón por la cual no pueden dar una certera dirección a su gestión política, pero que sin embargo contribuyen para que en el primer momento durante la etapa democrática se tomen algunas medidas avanzadas. El principal dirigente civil de la revolu­ción juliana, Luis Napoleón Dillon escritor y economista distinguido poco más tarde, cuando se reúne la primera Asamblea Socialista, hasta envía su adhesión al nuevo Partido.[18]
Todo lo expuesto demuestra que el ambiente es favorable y que existen las premisas necesarias para la organización de un Partido Socialista, que sea la vanguardia del pueblo y de la clase obrera ecuatoriana.
En efecto, de la labor propagandística y de difusión teórica, se pasa a la organización de los primeros grupos socialistas. Ya para el año 1924 funciona en Quito el grupo “La Antorcha”, que tiene como órgano doctrinario el periódico del mismo nombre. También funciona en esta misma ciudad el grupo denominado “So­ciedad Amigos de Lenin”, dirigido por el distinguido escritor mexicano Rafael Ramos Pedrueza, que pone a disposición de sus miembros su biblioteca, la que cuenta con numerosas obras marxistas difíciles de encontrar en el medio y que por lo mismo contribuyen mucho para la formación ideológica de sus componentes, quienes realizan una acción digna de encomio y que llegan a pedir la afiliación de su agrupación a la Tercera Internacional Comunista. El 13 de Julio se crea el “Núcleo Central Socialista de Quito que tiene mucha actividad y que inclusive organiza asam­bleas públicas para propagar las nuevas ideas. Así mismo, en otras provincias y poblaciones del país, funcionan grupos que se van creando paulatinamente. En Cuenca existe el “Núcleo Socialista del Azuay”, en Riobamba se funda él “Partido Demócrata Social”, en Manabí tiene actividad el “Núcleo Revolucionario de Manabí” y en Tulcán actúa el grupo socialista denominado “La Reforma”. Las ciudades de Loja, Ambato, Ibarra y Otavalo, tienen también sus grupos socialistas. Y en Guayaquil, el 28 de marzo de 1926, se realiza la primera asamblea local socialis­ta.

Los grupos socialistas que acabamos de citar están conformados mayoritariamente por intelectuales, debiéndose exceptuar tan solo el de Guayaquil, que gra­cias al desarrollo económico de la ciudad, puede contar con una buena represen­tación obrera. Muchos de los intelectuales que integran los primeros núcleos socialistas están llamados a ocupar un elevado lugar en el campo de las letras y de la cul­tura nacional. Para que se vea que esto es así y que no exageramos, teniendo en cuenta que sus nombres son poco conocidos por las jóvenes generaciones de hoy, vamos a mencionar, aunque sea a al­gunos de ellos.
El grupo “Antorcha” está formado por 11 personas ver El 15 de Noviembre de 1922 y la Fundación del Socialismo relatados por sus protagonistas,[19] casi to­dos intelectuales, de los que, en aras de la brevedad, mencionaremos únicamente a los más distinguidos. Ellos son: Jorge Carrera Andrade, considerado, sin discusión, como una de las altas cimas de la poesía ecuatoriana, y no solamente ecuatoriana, sino latinoamericana, razón por la que consta en múltiples antologías; el prestigioso sociólogo Ángel Modesto Paredes, encargado de la difusión de AMAUTA, la gran revista de José Carlos Mariátegui, en nuestra patria; el poeta Hugo Alemán; Augusto Arias, intelectual múltiple: poeta, periodista, biógrafo, crítico literario y pedagogo; Delio Ortiz, a quien Benjamín Carrión considera “uno de los más vigorosos escritores políticos del Continente”;
El grupo “Lenin” está integrado así mismo por algunos intelectuales. Tres son ingenieros: Alberto Suárez Dávila, Pablo Charpantier y Timoleón Jácome. Hay un periodista: Luis Anda Rumazo. Pero la figura más sobresaliente es la del pro­fesor Fernando Chaves, conceptuado como el precursor de la gran novela indigenis­ta ecuatoriana, con su conocido libro Plata y bronce, publicado en 1927.

Y en los otros grupos de provincias, como ya se dijo, el panorama es pareci­do. Únicamente daremos dos ejemplos. En el socialismo de Guayaquil está el gran escritor José de la Cuadra, cuyos cuentos y novelas que son numerosas y muy co­nocidos, por su alta calidad literaria, no faltan nunca en las principales anto­logías de la lengua castellana. Y en el grupo socialista de Cuenca está Carlos Aguilar Vásquez médico cuyas Obras completas publicadas en la década del 70 se componen de seis gruesos volúmenes, dos de poesía y cuatro de prosa, donde podemos hallar una gran variedad de géneros: novela, cuento, teatro, periodismo y ensayos históricosociológicos, como Xima por ejemplo, que demuestra su humana preocupación por la causa del indio.
A base de todos estos grupos se forma el Partido Socialista Ecuatoriano. Del 16 al 25 de mayo de 1926 sesiona la primera Asamblea Nacional Socialista que aprueba tres documentos importantes para su marcha y posterior desenvolvimientos: Declaración de Principios del Partido Socialista Ecuatoriano, Programa de Acción del Partido Socialista Ecuatoriano y Estatutos del Partido Socialista Ecuatoria­no. En 1928, el Partido ingresa a la Tercera Internacional Comunista. Va­mos a mencionar a unos pocos delegados al primer Congreso del Partido: Emilio Uzcátegui, sin duda uno de los escritores ecuatorianos de mayor producción, sobre todo en lo que atañe a pedagogía y problemas educativos en general; Juan Pablo Muñoz, músico y escritor notable; Reinaldo Murgueytio, maestro sobre todas las cosas, pues consagra su existencia íntegra, a la educación de la juventud ecuatoriana; Miguel Ángel León, gran poeta; Gregorio Cordero y León, autor teatral de preferencia; Abraham Moscoso, un gran pintor, considerado justamente como precursor de la pintura de denuncia social.
Entre las tareas como Partido está armar ideológicamente a los cuadros revolucionarios, porque se comprende todo el valor de las palabras de Lenin, aquellas que indican que sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria. Y se encamina también a difundir y mostrar por todos los medios las hermosas conquistas alcanzadas en corto tiempo por la Unión Soviética. Es esta labor la que principalmente, por su mayor conocimiento teórico en ese entonces, realizan los intelectuales del Partido, ya sea organi­zando cursos dentro de su seno o dictando conferencias en las organizaciones populares. Para esta época se tienen ya mejores y más directas fuentes de in­formación.
 Llegan varias publicaciones en castellano de la Editorial “EuropaAmérica” de París que, entre muchos otros libros de gran valor educativo, edi­ta en dos tomos las Obras Escogidas de Lenin, donde se incluyen trabajos de la importancia del ¿Qué hacer?, Un paso adelante, dos pasos atrás y Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática, por ejemplo. La misma Edi­torial hace conocer los Diez días que estremecieron al mundo de John Reed emo­tiva epopeya de la revolución que se adentra en el alma y los Recuerdos de Lenin de Krupskaia, su firme compañera, que pinta al gran dirigente puro y modesto como es, ardiendo siempre en la llama de su elevado ideal. La Editorial “Edeya” de Barcelona publica también varios libros de Lenin, tales como El Estado y la revolución, El imperialismo etapa superior del capitalismo, El extremismo enfermedad infantil del comunismo y La Comuna de París[20] pongamos por caso, al lado de obras de Marx y Engels y de algunos dirigentes y publicistas ru­sos de ese tiempo, como Stalin, Molotov, Bujarin, Losovski, Manuilski, etc. Igual papel cumplen las editoriales españolas “Cénit” y “Jason”, así como las publicaciones de los partidos comunistas de Argentina y Chile, que aunque no con la regularidad y proporción de las europeas, llegan al Ecuador. Sobre todo, entre las americanas, las de Argentina: los camaradas de ese país, a raíz misma de la Revolución de Octubre, se convierten en entusiastas difusores de la ideología marxista en nuestro continente.[21] En suma, se puede decir, que para los primeros años de la década del 30, buena parte de las principales obras de Lenin han sido traducidas al castellano y por lo mismo son conocidas aquí, si bien es cierto, en círculos reducidos.

De aquí, de las fuentes que dejamos citadas, adquieren sus conocimientos los militantes del Partido Socialista, varios de los cuales se esfuerzan por darle una justa orientación marxista–leninista y por aclarar los puntos sobre los cuales surgen enconadas divergencias, fruto del bajo nivel teórico unas veces, pero principalmente producto de la lucha ideológica  que se desarrolla en su interior.
Reflejo de esto es la conferencia sobre La dictadura del proletariado dictada en 1928 por el escritor Enrique Terán,  en ese entonces Secretario General del Consejo Central, que algunos elementos derechistas impugnan. Él, en esta conferencia –publicada luego en folleto con el mismo título aborda una serie de problemas importantes, defendiendo los puntos de vista de Lenin, cuyas enseñanzas, dice, “han llenado la ciencia revolucionaria, dándola una potencialidad y un valor indiscutible y firme”. Señala que “su obra puede ser sintetizada por el estudio de la dictadura del proletariado, con todos los detalles de su aplicación y por el análisis del actual imperialismo capitalista, última etapa del desarrollo de la burguesía”. Se refiere a la necesidad de la asimilación de la teoría revolucionaria, citando la frase de Lenin, que dice que sin ella “la práctica se pierde en las tinieblas”. Y sobre el tema central, argumentando en favor  de la forma de gobierno por la revolución, anota: “El Poder Soviético es la aplicación de la dictadura del proletariado y solo él podrá realizar su programa y sus principios de igualitarismo humano”.
[22]Las enseñanzas de Lenin –geniales por su verdad, claridad y precisión son faro que guía desde un principio la actividad del Partido y de varios intelectuales. Por esto, las fechas de su nacimiento y muerte, nunca pasan desapercibidas para sus militantes, conforme se constata revisando sus publicaciones. La fecha de su natalicio es día en que se hace el recuento de su prodigiosa actividad revolucionaria y se pone de relieve el valor de sus lecciones. Y la fecha de su prematura desaparición, es día de dolor hondamente sentido, día en que brota de los corazones la promesa de fidelidad a su legado.
Y esta actitud de los intelectuales es muy generalizada. Inclusive aquellos que tienen divergencias con algunos principios del marxismo, no dejan de admi­rar a Lenin y rendir homenaje a la Revolución de Octubre. Tal es el caso del doctor Ángel Modesto Paredes, que pone en tela de duda la necesidad de la dic­tadura del proletariado en su libro Naturaleza del poder público y del sometimiento del hombre a las autoridades del país aparecido en 1929,[23] pero no obstante esto adopta la posición antes indicada y no deja de aprobar y elogiar las conquistas alcanzadas por la Unión Soviética. Y es el caso también del doctor Luis Gerardo Gallegos, que hasta llega a separarse del Partido por no estar de acuerdo con las resoluciones de La Internacional según confiesa en su trabajo Rusia Soviética y la Revolución Mundial, publicado como suplemento de la revista Rieles en 1931. Allí, al lado de sus desacuerdos, traza una semblanza encomiástica de Lenin y no deja de poner de relieve los éxitos alcan­zados por la revolución, tanto en los aspectos económicos como culturales. Es­tas palabras, con las que finaliza el trabajo mencionado, reflejan sin duda el fondo de su pensamiento: “El proletariado resolvió tomar el Poder, y en Octubre la vanguardia bolchevique arrastró tras sí a las grandes masas de trabajadores y las condujo a la toma del Kremlin enarbolando la Bandera Roja que hoy flamea allí como una lengua da fuego. Rusia es la Patria del Proletariado mundial y el leninismo la antorcha que alumbra la conciencia de los explotados”.[24]
José de la Cuadra le dedica uno de sus mejores cuentos: El santo nuevo. Allí, mezclada con las ingenuas creencias campesinas, un viejo montubio, oyendo hablar de las conquistas de los trabajadores rusos, transforma en santo a Vladimir Lenin y lo vela junto con las imágenes religiosas que adornan su humilde vivienda.  “Sin confesárselo del todo –se dice en el relato– ño Franco suponía que Lenin podía salvarlo, por vía del milagro, de los abusos del patrón cuando se llegara el caso”.[25]
            Sin duda que hay ficción, pero salida de una realidad. Ángel Felicísimo Rojas, otro gran literato, afirma sin recurrir a la fantasía, que el marxismo salta “a un pequeño foco campesino: en Milagro, a pocos kilómetros del puerto”. Dice que la “divisa es, también, aquí: El soviet de los soldados, obreros y campesinos”.[26]
Siendo así de notable la influencia de la revolución de Octubre y el prestigio alcanzado por Lenin, es comprensible que cuando muere ‒21 de enero de 1924‒ el duelo y la aflicción sea denominador común de todos sus partidarios y admiradores. Todos los grupos socialistas que en ese entonces existen y varias organizaciones de trabajadores celebran sesiones para expresar su pena y recordar los méritos del gran líder comunista desaparecido. Crespones negros cubren los corazones doloridos.
            Y esta vez, dado el grandor del acontecimiento, los periódicos burgueses dan la noticia con frases respetuosas e insertan artículos elogiosos en honor de Lenin. Unos pocos ejemplos:
            El diario El Universo de Guayaquil –24 de enero de 1924‒ dice: “Su cerebro fue esplendente sol, cuyos rayos de luz despertaron las conciencias entumecidas por el despotismo.[27]
El Telégrafo de Guayaquil –23 de enero de 1924‒ expresa lo que sigue:

“Profundamente doloroso será para los obreros y trabajadores del mundo, para todos los desheredados de la fortuna y todos los que alientan en sus corazones los ideales de amor y fraternidad humanas, la desaparición eterna del apóstol, del forjador de un universo nuevo, del que con su mente concibió  la sociedad del futuro y con sus poderosas energías inició y emprendió la obra magna de su constitución”.[28]

            La Prensa de la misma ciudad de Guayaquil –23 de enero de 1924‒ manifiesta:

 “Inmenso apóstol de la transformación social, a cuyas doctrinas renovadoras del pensamiento universal, cayeron los viejos moldes de la civilización y la corona de los zares triturada bajo el golpe de un martillo de libertad, que los siglos de despotismo autocrático pusieron en manos del Pueblo de todas las Rusias”.[29]
           
Y el periódico El Día de Quito –25 de enero de 1924‒ agrega:

“Lenine, Lenine, el hombre de la Revolución rusa, su jefe, su apóstol, su conciencia, su brazo, su verbo, después de haber consumado la transformación más formidable que ha visto los siglos y de haber hecho tabla rasa de todo el derecho consagrado y de las instituciones milenarias, acaba de morir, materialmente, según nos comunica el cable”.[30]

Desde luego, frases como las transcritas, sólo podían ser escritas por personas de mente lúcida y simpatizantes de la obra de Lenin que, por lo que se ve, tienen acogida en  esa época en las páginas de los periódicos de la burguesía.
        También en otras publicaciones, y en otras ciudades ecuatorianas, se da la infausta noticia del fallecimiento de Lenin y se elogia su obra y personalidad.
            Después de la muerte de Lenin su nombre se convierte en símbolo revolucionario de todos los militantes socialistas, razón por la que pasa a ser la denominación preferida de muchos de sus organismos y publicaciones.

Su muerte es recordada todos los años sin ninguna falta. Ya no solamente entre los miembros del Partido, sino en asambleas democráticas más amplias. Y los intelectuales, en esta ocasión, no dejan de expresar su pesar por acontecimiento tan infausto. El poeta Jorge Carrera Andrade interpreta así, en el año 1928, la pena hon­da del proletariado ecuatoriano:

Trabajadores
que rizáis los cabellos duros de la madera;
camaradas humildes; herreros; labradores
que leéis como un libro la nube pasajera
y sabéis el agrícola idioma de los vientos;
hombres que dais, a diario, vuestro amor hecho pan;
cargadores de fardos en los muelles hambrientos;
obrero niño, que eres de este siglo guardián;
viejos que camináis a la muerte de hinojos;
campesinos; soldados; hermanos del taller;
una perla de llanto hay en todos los ojos
porque se ha ido el Padre, para nunca volver!

Lenin! Lenin ha muerto. El ánfora de barro ya vacía,
se ha roto dando un gran resplandor!
Ha muerto el que cambiaba en diamante el guijarro,
la flecha en golondrina, por obra del amor.
Ha muerto el que bendijo el arado y la fragua;
el que a todos los seres tendió su mano amiga,
el que dijo a los pobres: De todos es el agua,
de todos es la Tierra, de todos es la Espiga.

El condujo la nave del siglo con sus manos
y lo salvó, en su hora, del naufragio profundo.
El forró los colmillos de los lobos humanos
y levantó el Arco Iris da la Paz sobre el mundo.

Illictch! Lenin! Profeta! Tuya, fue la semilla,
el esfuerzo paciente y la agraria labor.
Tu hoz de sangre segó la zizaña amarilla,
Señor de los humildes ¡Tú eres el Sembrador!
Tú llenaste de luz el interior del fruto
y encendiste la antorcha con leña del pasado.
Hiciste tu camino sobre el mar, a pie enjuto,
y las Montañas de Oro, a tu voz se han volcado.

Calvas de los esclavos rozad, rozad la tierra.
Barbas de los ancianos, temblad, temblad de amor.
Su canción cuotidiana interrumpe la sierra
y en la granja descubre su frente el labrador.
Un estremecimiento pase en la tarde quieta,
la fragua resoplante detenga su labor,
se arrodille el caballo que hala de la carreta
y, en el umbral del campo, llore el perro pastor.
Sobre la mesa puesta baje una luz divina
y tenga un sabor nuevo el cuotidiano pan .....
Lenin un día puso sus manos en la harina
y, envueltas en la miga, sus palabras están.[31]

Joaquín Gallegos Lara, el gran escritor comunista, al conmemorarse los diez años de la muerte de Lenin, dice en prosa admirativa y glorificadora:


“Lenin es el luchador proletario máximo, el héroe marxista. Su grandeza no es la grandeza vacía de los representantes de las clases reaccionarias del individualismo explotador. Lenin es el heroísmo de las masas populares hecho hombre. Lenin es la inteligencia de las masas populares hecho hombre (...) Lenin es la sustancia de todas las masas populares hecha hombre. Está, co­mo buen compañero, en medio de nosotros; está en medio de nuestra vida; y es lo mejor de la clase, la punta de la vanguardia, el conductor, el que ve más lejos y más claro, el que comprende más, el que sabe más, el que puede más y vence más.”[32]

            Ningún aniversario de la muerte de Lenin pasa desapercibido por los revolucionarios ecuatorianos. Al lado de la perla del llanto de que nos habla el poeta, está también el puño cerrado, siempre dispuesto, para el combate contra la explotación y la miseria.
            Hoy, aprovechando la caída de la Unión Soviética, la reacción ecuatoriana y sus lacayos –esos tontos neoliberales que pregonan “el fin de la historia”‒ quieren borrar el nombre de Lenin del recuerdo humano. Deseo, a la vez que imposible, muy significativo, porque implica el temor, el miedo contenido, de que sus ideales de justicia vuelvan a florecer, de que ese fantasma de que hablaba Marx vuelva a recorrer la Tierra, ese fantasma enemigo de la injusticia, que tanto les aterroriza.
            ¡No, la memoria de los grandes hombres y las grandes ideas, no mueren nunca!






[1] Tomado de Oswaldo Albornoz Peralta, La influencia del marxismo y de la Revolución de Octubre en los intelectuales del Ecuador, 2018, pp. 15-43; y de Duelo por la muerte de Lenin, en Páginas de la historia ecuatoriana, t. II, 2007, pp. 159-165.
[2] El Comercio, Quito, 1919.
[3] Idem.
[4] Julio Tobar Donoso, Cooperativas y mutualidades, La Prensa Católica, Quito, 1942, p. 14.
[5] El Pueblo N° 705, Guayaquil, 25 de enero de 1970.
[6] Belisario Quevedo, Sociología, Política y Moral, Editorial Bolívar, Quito, 1932, p. 120.
[7] Idem, p. 81.
[8] Idem, p. 83.
[9] Juan E. Naula, Principios de  Sociología Aplicada, Tipografía y Papelería de Julio T. Foyain,  Guayaquil, 1921, p. 227.
[10] Idem, p. 228.
[11] Idem, pp. 228-229.
[12] Idem, p. 239. Las cursivas son del autor.
[13] Carlos María de la Torre, Escritos Pastorales, Quinta Carta Pastoral. Acerca del Socialismo, Editorial Ecuatoriana, Quito, 1933, pp. 101-102.
[14] Juan Honorato Peralta, La Propiedad, Librería e Imprenta La Reforma, Guayaquil, 1924, pp. 155, 162 y 167.
[15] Juan Honorato Peralta, El Pasado el Presente y el Porvenir. Un Mensaje a los trabajadores, Imprenta el Progreso, s.l., 1927.
[16] Antonio Quevedo, Ensayos Sociológicos y Políticos, t. I, Tip. Editorial Chimborazo de V. Arturo Cabrera M.,  Quito, 1924, pp. 244-245.
[17] Pío Jaramillo Alvarado, La Asamblea Liberal. Sus aspectos políticos, s. e., Quito, 1924, p. 112.
[18] “Sesión nocturna del 17 (de mayo de 1926): Se leyó una comunicación del camarada Luis N. Dillon que se adhiere decididamente a la Asamblea del Partido Socialista, “su viejo ideal”, proclamando la ruina de los partidos tradicionales”, en Labores de la Asamblea Nacional Socialista y Manifiesto del Consejo Central del Partido, Imprenta El Tiempo, Guayaquil, 1926, p. 35.
[19] Leonardo Muñoz enumera a los miembros del Grupo Antorcha: “Éramos los hermanos Paredes (Ricardo y Ángel Modesto), los hermanos Carrera (Jorge, César), Ernesto Mogollón, Gonzalo Pozo, Hugo Alemán Fierro, Julio H. Peñaherrera, Delio Ortiz, Augusto Arias y Leonardo Muñoz… Tienen que estar once”. El 15 de Noviembre de 1922 y la Fundación del Socialismo relatados por sus protagonistas, Segunda Parte, Corporación Editora Nacional - INFOC, Quito, 1982, p. 90.
[20] Los títulos citados son los que tienen los libros publicados por los editores que se nombran y que los tomamos de los originales que constan en  los catálogos de la época.
[21] V. Goncharov, El Camarada Vitorio. Semblanza de V. Codovilla, Ed. Progreso, Moscú, 1980, p. 36.
[22] Enrique Terán (Iskra), La dictadura del proletariado, Imprenta del Consejo Central del Partido Socialista Ecuatoriano. Sección de la Tercera Internacional Comunista, Quito, 1929, pp. 21, 32.
[23] “El sistema de los Consejos ensayado por la revolución rusa de 1905 y desenvuelto ampliamente por la del 17, se dirige a cumplir este afán de la democracia nueva, tan ponderado desde los tiempos de la Comune”. Por su factura constitutiva y por el fin perseguido, por la manera de seleccionar sus contingentes y disponer la vigilancia de los gobernantes; no puede dudarse que supera y modifica cualquier ensayo antecedente”. Ángel Modesto Paredes, Naturaleza del poder público y del sometimiento del hombre a las autoridades del país, Imprenta de la Universidad Central,  Quito, 1929, p. 406.
[24] Luis Gerardo Gallegos, “Rusia Soviética y la Revolución Mundial”, Suplemento N° 3 de la revista Rieles, Quito, Imprenta de la Universidad Central, 1931, p. 165.
[25] José de la Cuadra, Guasinton, Talleres Gráficos de Educación, Quito, 1938, p. 91.
[26] Angel F. Rojas, La novela ecuatoriana, Fondo de Cultura Económica, México, 1948, p. 91.
[27] Véase semanario El Pueblo N° 706, Guayaquil, 28 de enero de 1970.
[28] Idem.
[29] Idem.
[30] Idem.
[31] Jorge Carrera Andrade, “Lenin ha muerto”, en La Vanguardia, Órgano del Consejo Central del Partido Socialista, Año I, Nos. 5-6,  Quito, 1928, pp. 18-19. Reproducido también en Hugo Alemán, Presencia del pasado, Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito 1953, pp. 107-108.
[32] Joaquín Gallegos Lara, Bandera Roja. Órgano del CC del Partido Comunista del Ecuador, Guayaquil, 22 de enero de 1934.  En Páginas olvidadas de Joaquín Gallegos Lara, recopilación de Alejandro Guerra Cáceres, Editorial de la Universidad de Guayaquil, 1987, p. 238.