MARX EN EL ECUADOR
Oswaldo Albornoz Peralta
I
Montalvo y la Primera Internacional dirigida
por Marx[1]
Con motivo de la fundación de la Sociedad Republicana llevada a cabo en 1876 por Juan Montalvo,
nuestro gran escritor e ideólogo liberal pronuncia un discurso en el que se
refiere a la Primera Internacional de Marx, entonces dice: "La
Internacional es una sociedad cosmopolita; no la temen sino los tiranos; y con
justicia, porque sus estatutos y sus fines son contra la tiranía. La
Internacional es una sociedad universal: tiene su centro en Francia y en rayos
luminosos se abre paso por todo el continente. La Internacional es sabia en
Alemania, prudente en Inglaterra, atrevida en Italia, fogosa en España,
terrible en Francia, pueblo libertador del Universo."
Las palabras transcritas, aunque no se crea, son causa de un escándalo
mayúsculo. Toda la prensa católica y conservadora se moviliza para combatir al
atrevido. Las más altas autoridades eclesiásticas intervienen en la encendida
polémica que se entabla y, a decir verdad, sus pastorales y condenaciones
fulminantes no son muestra de alta literatura, menos de serenidad y cordura.
Esta campaña de índole ideológica apunta también a los liberales
que combaten al gobierno del presidente Borrero. La nobleza y terratenientes de
Quito, en una Protesta, dicen esto de esos terribles enemigos del orden
público: "Los que
tienen sobre sí los anatemas justos del episcopado y la execración de cuantos
hombres abrigan en su corazón algún sentimiento de honradez y probidad; en una
palabra, los propagadores de la Internacional
y de la Comuna y, como tales
enemigos de la religión,, de la autoridad, de la familia, de la propiedad, del
hombre y de Dios, esos son los autores de la inicua revolución."
Y casi enseguida, durante un tumulto clerical ocasionado por un
cura extranjero de apellido Gago, según la relación aparecida en el periódico Ocho de Septiembre, la “turbamulta
recorre las calles de la capital armada de palos, piedras, puñales y
revólveres, dando en voz en cuello los desaforados gritos de ¡viva la religión!, ¡mueran los herejes!, ¡viva
el Papa, abajo los masones!, ¡mueran
los petroleros, los comunistas, los incendiarios!”.
Largos años dura
este combate. Las excomuniones contra las publicaciones progresistas prosiguen
y los escritores retrógrados no se cansan de maldecir todo lo que huele a
democracia. Todavía en el año 1884, para citar un ejemplo más, el novelista
conservador Juan León Mera, en un impreso que titula Otra carta del Dr. D. Juan Benigno Vela, continúa la batalla contra
la Comuna y la Internacional. Protesta por la vuelta de los comuneros del
destierro de Nueva Caledonia y afirma “que los ocho millones de afiliados en la
Internacional que es la personificación de la revolución, se compone de los
sectarios en que me vengo ocupando: allí están liberales, radicales,
comunistas, socialistas, etc.”.[2] Son
las mismas palabras que se repetirán después y que se siguen repitiendo
todavía.
II
Un
retrato de Marx[3]
Estamos en 1871,
cuando el Ecuador, gobernado por García Moreno y regido por la Carta Negra, soporta la peor de las
tiranías.
No existe todavía
la actual provincia de El Oro, y Machala, que será su capital cuando ésta sea
creada formalmente por la Asamblea Constituyente de 1883, es apenas una
cabecera cantonal con unos pocos centenares de habitantes.
Es hermosa la
naturaleza de este sector de la patria. La parte costanera está adornada por
una cinta de esmeralda formada por el
intrincado tejido de los manglares. Más adentro, donde el hombre aún no ha
sentado su planta, campea la selva dominadora, aromada por silvestres flores y
musicalizada por el trinar de las aves. Y desde arriba ‒desde los riscos de la cordillera‒
bajan los ríos frenando poco a poco su ímpetu bravío, para llegar, mansos y
adormecidos, a las aguas del océano.
El cuadro social
tiene pinceladas diferentes. Antes de la manumisión, en los rincones más
inaccesibles de la porción selvática, existen pequeños palenques de esclavos
fugitivos, donde a fuer de sacrificios resguardan su libertad. Otra parte, ya
desde principios de siglo ha sido ocupada por grandes haciendas, cacaoteras
sobre todo, como aquella de Manuel Antonio Luzárraga que, según Michael
Hamerly, tiene 100.000 matas de cacao.[4]
Y al norte, en tierras que permanecerán en la jurisdicción de la provincia del
Guayas, se halla el inmenso latifundio de Tenguel de los terratenientes
Caamaño, donde los abusos ocasionan frecuentes protestas y asonadas.
Desde aquí, desde
el poblado de Machala mejor dicho, y es de creer que por primera y única vez en
el Ecuador, un grupo de humildes trabajadores se pone en contacto con Carlos
Marx. El escritor Rodrigo Chávez González nos dice a este respecto: "En ese mismo año ‒1935‒ el doctor Carlos Napoleón Mera Valdez, entregó
al Consejo Provincial del Partido Socialista de El Oro, un viejo retrato del
creador del socialismo mundial, cuya dedicatoria decía: "A los obreros de
Machala.- Karl Marx.- Niza, Setiembre de 1871". Informó el doctor Mera,
que ese retrato había pertenecido a un artesano zapatero, de apellido Andrade,
fallecido hacia veinte años atrás, que el siglo pasado organizó una agrupación
de artesanos que no llegó a constituirse en una sociedad jurídicamente. Este
hecho despertó gran revuelo, y aumentó el fervor socialista orense, ya que el
retrato fue colocado en el salón principal de la Casa Socialista, alquilada al
señor Bustamante."[5]
¿Cómo
llegaron a conocer los artesanos machaleños el nombre de Carlos Marx?
No se sabe, que
en esa época, se conozca ninguno de los libros del gran pensador socialista,
que aparte de estar estrictamente prohibidos por la censura garciana, estaban
fuera del alcance de los trabajadores. Entonces, es de suponer que su nombre
llegó asociado al de La Internacional, ya bastante difundido por América, a la
par que combatido por las fuerzas más retardatarias. Quizás llegó a Machala ‒pueblo
costanero‒ alguna publicación en castellano que se refería a ella y su fundador
como defensores de la justicia y los derechos populares. De aquí, sin duda,
nació su admiración y el deseo de establecer una relación, pues es claro que la
iniciativa no podía haber partido de Marx.
El grupo de
artesanos que se relacionó con Marx debe haber sido muy pequeño, Ya que según
consta en la Guía Comercial, Agrícola e
Industrial de la República publicada en 1909 ‒38 años después‒ el número de
esta clase de trabajadores que aparece en la nómina correspondiente a Machala
es poco significativo.[6]
La ideología del grupo seguramente era liberal, teniendo
en cuenta que ésta predominó, desde temprano, en el sector litoral orense.
Recuérdese que sus habitantes habían apoyado la revolución del 6 de Marzo de
1845 y luego combatido a Flores y a su reaccionario proyecto de Reconquista.
Además fue un centro de combate contra el gobierno clerical de García Moreno,
pues estuvieron al lado de Urbina y participaron en los combates que
protagonizó este caudillo. Los soldados liberales que participaron en la revolución
de 1895, surgieron y se nutrieron de esta progresista tradición.
Esta posición
ideológica ‒aparte de la poca importancia numérica y local del grupo‒
evidentemente influyó para que no sea reconocido legalmente como se afirma en
la exposición de Chávez González, porque en la era garciana, las organizaciones
populares de tinte liberal, estaban prácticamente proscritas. El historiador
Enrique Ayala cita el caso de la Sociedad de Artesanos Amantes del Progreso ‒patrocinada
por la burguesía guayaquileña‒ cuya constitución fue impedida no obstante su
mayor magnitud y prestigio.[7]
Las reflexiones anteriores, sin embargo, no
pueden esclarecer la verdadera historia del retrato de Marx, obscurecida,
posiblemente para siempre, con la neblina de los años. Pero en cambio, no
necesita esclarecimiento un hecho por demás diáfano: que un grupo de
trabajadores ecuatorianos, desde esta lejanía, pudo vislumbrar en Marx y su
obra la encarnación de sus derechos y el futuro promisorio de los explotados. Y
esto es suficiente.
III
Difusión de las ideas socialistas y marxistas en el país[8]
Con la Revolución
liberal de 1895 dirigida por el general Alfaro, el panorama cambia.
Ya no existen
restricciones para la entrada de libros y se permite la libre emisión del
pensamiento. Las reformas que se introducen, aunque cortas, fomentan el
desarrollo económico del país y ayudan al crecimiento de la incipiente clase
obrera, que empieza a organizarse y también a ilustrarse. Si, a ilustrarse,
porque el caudillo democrático, sin duda imbuido de la idea liberal de que la
educación es la panacea para todos los males, crea escuelas y subvenciona
económicamente algunas sociedades de trabajadores que, gracias a este apoyo,
logran desarrollar una amplia labor de carácter cultural. Inclusive, favorece
la entrada al Ecuador de orientadores sindicales extranjeros, entre los cuales,
algunos como el cubano Miguel Albuquerque, tienen ideas avanzadas y propugnan
un programa de renovación social. Por eso son combatidos por las fuerzas
conservadoras y del liberalismo de derecha, como sucede con el dirigente antes
nombrado, que es objeto de ataques furibundos.
Se llega,
inclusive, a formar el Partido Liberal Obrero de tipo reformista, plagado al
mismo tiempo de proposiciones no solo discutibles, sino simplemente ingenuas
por decir lo menos, según consta en el programa que se publica en el periódico La Redención Obrera en 1906.
En suma, la clase
obrera no tiene todavía una ideología propia y sigue supeditada a la burguesía.
Pero el liberalismo, de todas maneras, había abierto las puertas para la
entrada de las ideas socialistas. De las ideas marxistas.
Después del
colapso liberal con el asesinato de Alfaro, aunque sea lentamente, las ideas
avanzadas del socialismo van siendo asimiladas por algunos intelectuales
progresistas, a la par que van penetrando en las organizaciones obreras en el
fragor de la lucha por sus propias reivindicaciones. Pero casi siempre estas
ideas, como es comprensible, tanto entre los intelectuales como entre los
trabajadores, están mezcladas con una serie de concepciones erróneas,
provenientes del anarquismo y del socialismo reformista que se combinan sin
mayor discernimiento con el socialismo científico marxista. Se puede decir que
hasta antes de la Revolución de Octubre, debido a nuestro retraso económico y a
la consiguiente debilidad de la clase obrera, no hay una real diferenciación
entre las distintas tendencias socialistas, no se separa aun lo que es
verdaderamente científico de lo que no es. Todavía, estas diferentes tendencias
son consideradas en un plano de igualdad podríamos decir, lo que hace que los
hombres de avanzada de ese entonces adquieran sus conocimientos en una u otra
fuente, mezclando los principios verdaderos con los falsos.
Desde luego,
existen anticipaciones muy notables dignas de ser mencionadas. Tal es el caso
del doctor Luis Felipe Chaves, que partiendo desde el liberalismo –asiste como delegado al Congreso Liberal de 1923– se convierte en uno de los fundadores del Partido Socialista
Ecuatoriano en 1926.
Él, ya en el año
1912, en su tesis doctoral titulada Escuelas
Económicas, remitiéndose al materialismo histórico de Marx, sostiene que la
economía es el factor determinante del desarrollo social. Dice: "A esta vacilación, a esta incertidumbre de la Filosofía de la Historia,
pone término el genio de un hombre extraordinario, de un analizador profundo y
desapasionado de la vida de los pueblos, del inmortal Carlos Marx, quien
descubrió el factor–eje de la vida social; factor conocido de todos desde mucho tiempo
atrás, pero cuya extraordinaria importancia nadie había apreciado antes, con la
claridad y certeza de Marx; tal factor de las sociedades, el que constituye la
trama íntima y eterna del Todo Social, es el factor económico."[9]
Y lo que es más,
cobijándose bajo la bandera del socialismo, manifiesta que éste que “ha
empeñado ruda batalla contra el régimen capitalista”, que terminará “por
destruir tan infamante régimen”.[10] También
en su trabajo, como era de prever, hay la conjunción de ideas y doctrinas no
afines, que a nuestro modo de ver, por ser producto de la época, no borran los
méritos antes señalados.
Hasta antes y
durante la primera guerra mundial, según hemos podido averiguar consultando los
catálogos de algunas librerías,[11]
en el Ecuador, se conocen las siguientes obras marxistas. De Marx: Precios, salarios y ganancias, Manifiesto Comunista, El Capital y estudio sobre el socialismo
científico, Miseria de la filosofía.
Contestación a Proudhon y Crítica de
la Economía Política. De Federico Engels: Origen de la familia, propiedad privada y el Estado, Anti–Dürhing o la revolución de la ciencia, El
socialismo utópico y el socialismo científico, El socialismo y la religión. De Marx y Engels: Comunista (Manifiesto) por Carlos Marx y Federico Engels. Los
títulos están copiados como constan en los catálogos consultados. Cuando se
menciona El Capital de Marx, se trata
con seguridad del primer tomo traducido al castellano en el siglo XIX, pues que
se enuncia un solo libro.
IV
Valor y vigencia
del marxismo[12]
La historia hasta
la aparición del marxismo, no es sino un simple registro de hechos arbitrarios
y fortuitos, acaecidos al azar, sin que puedan tener por lo mismo ninguna norma
para su interpretación. O dependen, en última instancia, de la voluntad
omnipotente de los grandes hombres o de los ideales de los personajes
sobresalientes. Siendo esto así, es claro que la historia no pasa ser mera
narración. No puede, no puede tener, la categoría de ciencia.
Es Carlos Marx el
que crea el materialismo histórico –extensión del materialismo dialéctico al
estudio de la sociedad– demuestra que
también en la historia, al igual que en las otras ciencias, operan leyes
objetivas, independientes de la voluntad humana, que rigen el desarrollo social
y determinan la dirección de su movimiento. Descubrimiento que constituye uno
de los grandes méritos del insigne pensador de Tréveris, porque solo en ese
instante la historia se convierte en una ciencia verdadera
Fue Marx, el genial pensador alemán, el que descubrió que en la
sociedad, la conciencia social está
determinada por el ser social. Esto
significa que todas las doctrinas y teorías sociales –políticas y jurídicas,
éticas y religiosas, artísticas y filosóficas– nacen de las condiciones
materiales de la vida de los hombres, principalmente por el proceso de
producción. Esto es lo primario. Y sobre esta base se asientan todas las
superestructuras ideológicas y las instituciones correspondientes.
La concepción marxista de base y superestructura ha sido criticada
desde su aparición por intelectuales de todo género, aseverando que reduce la
explicación de los fenómenos sociales a causas económicas solamente. Mas esta
afirmación es falsa e implica una burda tergiversación del pensamiento de sus
creadores. Marx y Engels no niegan en ningún momento el poder de las ideas. El
primero llega a afirmar que ellas devienen en fuerza material cuando penetran
en las masas; y el segundo sostiene que “La situación económica es la base,
pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta,
ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y priman
en muchos casos, sobre su forma”.
El marxismo sostiene que la superestructura tiene una autonomía relativa y que actúa sobre la
base, razón por la que puede frenar o acelerar su desarrollo. Las diferentes formas
ideológicas no nacen siempre directamente de la economía, sino que unas, como
las políticas y jurídicas, están más vinculadas a ella, mientras que otras,
como la filosofía o el arte, se hallan más alejadas. La fuerza de su acción,
por otro lado, no es igual y difiere en cada etapa histórica, como la de la
religión por ejemplo, que se erige en ideología predominante durante toda la
Edad Media. No puede dejarse de considerar tampoco la interdependencia y la
influencia recíproca entre las distintas formas, claro está, también en grado
diferente.
La tesis marxista, en suma, no es otra, sino la que sustenta que
la superestructura de la sociedad está determinada, en última instancia por su base económica. En última instancia,
únicamente. Toda otra interpretación es equivocada y constituye vulgar
economicismo.
Otros principios del materialismo histórico que no pueden ser soslayados
en una interpretación científica de la historia son las que se refieren al
papel que juegan las masas populares y las clases sociales. Es el marxismo el
que ha puesto de relieve el papel preponderante y decisivo de las masas
populares, que no es sino consecuencia de la afirmación de que la historia de
la sociedad se basa en el desarrollo de la producción, en el cual, son las
masas trabajadoras, la fuerza fundamental. Todo cambio revolucionario, toda transición
de un régimen social caduco a otro más progresista, son imposibles sin su
intervención.
Los cambios de un régimen social a otro más elevado dependen de la
lucha de clases, el factor principal de todo avance. Si tal es el papel de la
lucha de clases es claro que la historia de ningún pueblo puede ser explicada
sin tomar en cuenta y sin analizar detalladamente las acciones de las
diferentes clases sociales en cada una de las etapas de su desenvolvimiento.
Una serie de hechos y fenómenos sociales no tendrían explicación sin tomar en
cuenta la teoría de la lucha de clases. Verbigracia: no podría comprenderse la
esencia del Estado y su actitud parcial en pro de los intereses de las clases
dominantes. La labor de los partidos políticos –que no son sino los
destacamentos activos de una clase o fracción de clase‒ quedaría fuera de toda comprensión.
Igualmente la existencia de una ideología y de una cultura predominantes en
correspondencia con la clase que ocupa el Poder. La misma actividad de nuestros
ideólogos y líderes políticos, quedaría oscurecida, pues ella responde siempre
a las necesidades de las masas, clases y partidos, de los cuales son voceros o
los ejecutores de sus aspiraciones.
Desde luego, lo expuesto no implica que las acciones de las
personalidades y de los grandes hombres no tengan importancia histórica, sino
únicamente que no son decisivas, que no son determinantes. Tales acciones pueden
ser positivas o negativas, progresivas o regresivas. Son positivas cuando
traducen o descubren las necesidades fundamentales y tienen el apoyo de las
masas. Entonces constituyen una fuerza poderosa capaz de hacer realidad sus
objetivos.
Estas ideas son, en síntesis, el cimiento de la concepción
materialista de la historia, sin la cual, a mi modo de ver, no se pueden
explicar científicamente los acontecimientos históricos. Tanto es así, que
varios historiadores contrarios al marxismo, para dar solidez a sus estudios,
han tenido que recurrir aunque sea subrepticiamente a muchos de sus principios,
claro está, suprimiendo su médula revolucionaria.
Y el marxismo es también la teoría que sostiene la necesidad del
establecimiento de la sociedad
socialista, tesis ahora negada también por las fuerzas políticas de derecha,
que reviviendo la teoría de Hegel, que sostiene que el capitalismo es el fin de
la historia humana, que no será reemplazado por ninguna otra, es decir, que
será eterno. Estoy yo convencido que esto no sucederá, porque el socialismo
renacerá eliminando sus errores allí donde ha desaparecido, y donde sigue existiendo,
como en la gloriosa república de Cuba, seguirá siendo bandera y faro ideológico
para los otros pueblos de la Tierra. De no acontecer esto, dada la voracidad
del capitalismo, hoy día redoblada con el neoliberalismo, la humanidad se
encaminaría a una segura catástrofe. Pero esto no se verificará, porque la
humanidad no tiene vocación suicida.
[1]
Oswaldo Albornoz Peralta, Montalvo:
Ideología y pensamiento político, Publicaciones Tercer Mundo, Quito 1988,
pp. 10-14, 33-37.
[2] Juan León
Mera, Varios asuntos graves. Otra carta
del Dr. D. Juan Benigno Vela, Imprenta del Clero, Quito, 1884, p, 22.
[3] Tomado de
Oswaldo Albornoz Peralta, Páginas de la
historia ecuatoriana, t. I,
Editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”,
Quito, 2007, pp. 403-406.
[4] Michael T.
Hamerly, Historia social y económica de
la antigua provincia de Guayaquil, Publicaciones del Archivo Histórico del
Guayas, Guayaquil, 1973, p. 109.
[5] Chávez
González, Rodrigo (Rodrigo de Triana) Historia
de la Provin cia
de El Oro, Editorial Bolívar, Machala, 1963, p. 60.
[6] Guía Comercial, Agrícola e Industrial de la República , Talleres
de Artes Gráficas de E. Redenes, Guayaquil, 1909, pp. 519-520.
[8]
Tomado de Oswaldo
Albornoz Peralta, La influencia de la
revolución de Octubre y el marxismo en los intelectuales del Ecuador,
Quito, 1987.
[10] Idem, p.
177.
[11] Catálogo de la Librería Española,
Guayaquil, 1911; Catálogo General de la
Librería Española de Janer e hijo, Guayaquil, 1915; Catálogo General de la Librería Sucre, Quito, 1918.
[12]
Fragmentos tomados de Oswaldo Albornoz Peralta, “Por una interpretación
marxista de la historia ecuatoriana”, en Enrique Ayala Mora (ed.), La Historia del Ecuador, Corporación
Editora Nacional, Quito, 1985, pp. 55-71; y de su Discurso en su investidura como Doctor Honoris Causa por la Universidad
Central del Ecuador, Quito, julio del 2000.
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