El 13 de abril se celebra en el Ecuador el día del Maestro en honor al
natalicio de Juan Montalvo, escritor perteneciente a esa pléyade de
intelectuales que lucharon por la modernización y el progreso de las sociedades
latinoamericanas. Perseguido y combatido por los gobiernos conservadores y por
los altos prelados de la Iglesia, fue excomulgado y algunas de sus obras
inscritas en el Índice de los libros prohibidos. De esa intolerancia contra el
Cosmopolita nacido en Ambato hace 185 años trata la siguiente página de nuestra
historia.
ESCRITOS DE MONTALVO PROHIBIDOS Y
CONDENADOS POR EL CLERO[1]
Oswaldo Albornoz Peralta
Busto de Montalvo del escultor Luis Mideros |
Entre los escritores del siglo pasado es sin duda
Juan Montalvo uno de los más odiados por el clero y los conservadores. Unos y
otros se turnan para injuriarle. De sus testas salen decenas de folletos y
artículos periodísticos ‒algunos con firma y los más anónimos‒ para agraviar
su persona o criticar sus escritos. La paz, el sosiego, no son acompañantes de
su vida.
Uno de los primeros insultadores de Montalvo es el
gran déspota Gabriel García Moreno. De él es ese “soneto bilingüe” dedicado al cosmopollino, donde quiere, sin pizca
de gracia hacer mofa del Cosmopolita. El tal soneto termina así:
Pues ¿quieres Juan te
diga lo que siento?
Si
te viste tú mismo, yo discurro
Que
debiste también de ver un burro.[2]
Aunque digan que es sacrilegio, se ve aquí, que el
tirano no vuela muy alto como poeta.
Otro enemigo furibundo es el obispo prusiano Pedro
Schumacher ‒ese que excomulga a Felicísimo López y que en su Sociedad Civil Cristiana dice con toda
seriedad que Lucifer es el autor de las doctrinas liberales‒ que ya no en
verso, sino en prosa de baja estofa, insulta groseramente a don Juan, en su
folleto con un título cargado de interrogaciones: ¿Teocracia o Democracia? ¿Cristo o Lucifer? ¿Quién vencerá? Allí,
entre muchas otras diatribas, constan estas:
Pero vamos a la cuestión de la
“gloria nacional”. ¿Lo será de veras un Juan Montalvo? ¿Un hombre sin carrera,
sin oficio ni beneficio, un mal casado,
que dejó a su infeliz mujer abandonada, para vivir en la holgazanería y a
expensas ajenas?... ¿Un infatuado pedante, cuya lectura es cansada hasta no
más, cuando presume escribir Filosofía, o probar que él y sólo él es el
escritor de monta, el hércules literario
de la América española, como lo hace en sus pesados “tratados”...? [3]
El germano, para denigrar, emulando y dejando
atrás a don Juan Valera y a la Pardo Bazán, se convierte en crítico literario.
Por poco no dice que los escritos del diminuto
Voltaire de Ambato ‒así le llama‒ son de mano también de Lucifer.
Empero, de los insultos y las críticas acerbas,
sin duda porque no dan el resultado apetecido, que no es otro que conseguir el
silencio del escritor, se pasa, valiéndose de la Iglesia, a la condena y
prohibición de sus libros y folletos de combate.
El primero de sus trabajos en sufrir la clerical
arremetida es La dictadura perpetua,
esa justiciera condena a la tiranía garciana escrita en la ciudad de Panamá en
1874 con el apoyo de Alfaro, para combatir un artículo del periódico Star and Herald que propugnaba la
defensa del presidente García Moreno.
Al respecto, en el folleto titulado La conspiración del 6 de Agosto en Quito
se transcribe un artículo de Montalvo escrito en Ipiales, donde dice esto:
La Dictadura Perpetua produjo una exaltación loca en
la juventud de Quito: tanto que el Arzobispo lanzó excomunión mayor contra los
que leyesen esa producción, lo cual hizo que todo el mundo se apresurase a
copiarla con su mano. García Moreno había intentado ya hacer excomulgar otros
escritos del Cosmopolita, pero el Arzobispo se había resistido.[4]
En una nota se aclara que el autor de la
excomunión es el arzobispo José María Riofrío y que ese documento consta en el
periódico Star and Herald del mes de
agosto último (1875). Además se dice que la censura alcanza a todos los
escritos constantes en un folleto publicado en Piura por el señor A.U.G.
Nosotros desconocemos ese folleto.
La
conspiración del 6 de Agosto en Quito, está firmado por Rafael y Federico Cornejo, hermanos de Manuel Cornejo
Astorga, uno de los fusilados a raíz de la muerte de García Moreno. Pero todo
el folleto, tal como aclara Roberto Agramonte, cuando publica en la Habana las Páginas desconocidas de Juan Montalvo,
es escrito por el Cosmopolita.
Guillermo Barreto ‒Clodoveo González‒ en su libro García Moreno ¿santo o demonio? recoge
esta versión de las Páginas Desconocidas
y se hace eco de ellas. Otros biógrafos de Montalvo, en cambio, no anotan este
episodio.
Oscar Efrén Reyes, por ejemplo, se refiere
solamente a la gran campaña de parte de clérigos y seglares ultramontanos en
contra de La dictadura perpetua.
Señala el celo desplegado en puertos y aduanas para impedir la entrada de la
obra. Anota la profusión de publicaciones aparecidas para refutarla:
verbigracia, Don Juan Montalvo o la
verdad contra él: o sea la defensa del Ecuador contra las calumnias e injurias
publicadas en el folleto titulado «La Dictadura Perpetua», aparecida en
Guayaquil en 1874. Empero, nada más.
De esta condenación se pasa a la más famosa: a la
condenación de los Siete Tratados verificada el 19 de febrero de 1884.
El condenador es el arzobispo de Quito José
Ignacio Ordóñez. Garciano fanático, en la Convención de 1869 sostiene que es
nulo el juramento de no aceptar la presidencia hecho por García Moreno,
patrocinando así un manifiesto perjurio. Escala a ese alto puesto eclesiástico
con la venia del dictador Veintimilla, que le encarga negociar el nuevo
Concordato, tan negativo y ultramontano como el anterior. Y, sobre todo -como
lo demuestra cuando ocupa el obispado de Riobamba- es un inveterado perseguidor
de libros prohibidos.
La condena está incluida en la Cuarta Pastoral del
Arzobispo. Consta de tres partes que abarcan escasas nueve páginas. En la primera
se lamenta del avance del error impulsado por el “viento de las malas
doctrinas”. La segunda se refiere a los malos libros, y allí manifiesta que los
responsables de los grandes males que causan no son solamente sus autores,
sino también los comerciantes de impresos y los trabajadores de las imprentas.
Y, por fin, en la tercera parte, se halla la reprobación de los Siete Tratados de Montalvo:
Condenamos, pues ‒se dice‒ su
obra como errónea, porque contiene proposiciones heréticas, máximas
escandalosas, y principios contrarios a los dogmas rebelados. Condenamos esa
obra, porque en ella el escritor acusa de error a la Iglesia Católica, reprueba
el culto de las sagradas imágenes y habla de la eternidad de las penas del
infierno de una manera tal que da muy bien a entender que o no cree en ese
dogma o hace como si no lo creyese, burlándose de él.[5]
Está suscrito por el arzobispo Ordóñez y por su
secretario Federico González Suárez.
El anatema, reprobación o censura del arzobispo, a
nuestro modo de ver, no es tan dura como sucede en los otros casos. No hay la
consabida pena de excomunión ipso facto
incurrenda para el autor y los lectores de la obra. Nada sobre la
obligación de entregar el libro a los párrocos o a las autoridades
eclesiásticas. Eso sí, se dice, que la Pastoral se lea los domingos en las
iglesias de la capital.
Esta actitud nos parece que entraña cierto temor a
las consecuencias de la condena, porque para esa época Montalvo goza de
merecido prestigio no solamente en su patria, sino también en el exterior. Es
posible también que ya se conozcan los elogios tributados al autor ‒pues la
obra aparece en Besanzón en 1882‒ por parte de escritores de gran relieve.
Sin duda, por el mismo hecho anotado, el arzobispo
se apresura conseguir que el libro condenado sea incluido en el celebérrimo Index del Vaticano, para así tener el
respaldo pontificio. Galo René Pérez cree que Ordóñez se traslada personalmente
a Roma donde el Papa León XIII apenas a los dos meses de publicada la pastoral,
y convierte su deseo en realidad al colocar a Montalvo en la nómina donde están
pensadores y literatos renombrados y de fama universal. Esta la constancia que
anota Pérez:
Montalvo, Juan. Siete Tratados en
dos tomos. Besanzón. 1882. Decr. 19 Dec. 1884. Pág. 274 - Index Librorumb
Prohibitorum.- Sanctissimi Domini Nostri.- Leonis XIII. Pont. Max.- Tanrini
Typ. Pontificia.- Petrus Marietti. 1890.- Collezione Pietro Marietti. Nº 233.[6]
El pedido
para la anotación en el Index,
como es de rigor, va acompañado del respectivo informe. Informe erudito y bien
escrito seguramente, porque su redactor es nada menos que monseñor González
Suárez, tal como afirma el escritor Le Gouhir en el tercer tomo de su Historia de la República del Ecuador. Y
el sacerdote Le Gouhir, en cuestiones eclesiásticas, está muy bien informado.
Sobre quien es el verdadero escritor de la
Pastoral ‒ya que nadie cree que sea el arzobispo Ordóñez por no ser ninguna
notabilidad en achaques literarios‒ existen varias versiones. Roberto Andrade,
por ejemplo, cree que es Pablo Herrera. Puede ser. Garciano al tope, es autor
de unos Apuntes biográficos del gran
magistrado ecuatoriano Señor Doctor Don Gabriel García Moreno. Católico y conservador
recalcitrante también. Puede ser...
La respuesta de Juan Montalvo, contenida en la Mercurial Eclesiástica, es contundente.
El libro ‒Libro
de las Verdades lo llama‒ contiene varios capítulos cortos, cada uno de los
cuales empieza con frases y afirmaciones tomadas de la Pastoral, de las cuales
se vale para contradecir al arzobispo y demostrar las contradicciones de
ciertos representantes de la religión católica. Defiende las obras teatrales
calificadas de inmorales por Ordóñez y manifiesta que las españolas, en su
mayoría, son escritas por sabios sacerdotes y escritores de alto vuelo. Igual
hace con la novela, cuyos héroes, según la Pastoral son adúlteros, ladrones o
asesinos. Como adehala, tacha de ignorante
al prelado y cuenta una aventurilla suya acaecida en París, donde el seductor
de sotana, es castigado por el marido ofendido. Dice que la mejor venganza del
dictador Veintemilla es haber dejado a Ordóñez como jefe de la Iglesia
ecuatoriana. Y así, sigue de largo, donosamente.
Pero, nos parece, que el capítulo denominado “Las
penas eternas” es uno de los mejores y más sabrosos. Allí Montalvo, burla
burlando, dice que si cree en los infiernos y en el castigo eterno, porque de
no existir ese reino de tinieblas no habría lugar adecuado para el arzobispo
Ordóñez. Manifiesta que el infierno, con todos los suplicios descritos por el
Dante, con ese tétrico letrero que el poeta coloca en su entrada ‒¡Oh los que entráis!, dejad toda esperanza‒
es realidad manifiesta, a la par que conveniente... Si creo, bribones, si creo, exclama.
Y quien creyera que este libro, el más
anticlerical y contrario a los dogmas de la Iglesia que escribe Montalvo ‒grosera y frenética
diatriba es el calificativo dado por el cura Le Gouhir‒ no es prohibido ni
excomulgado. ¿Temor a una segunda Mercurial? No lo sabemos. Misterio de los
misterios.
Sólo nos falta decir, para terminar con los Siete Tratados, que la condena fulminada
por Ordóñez no es olvidada por el clero. Para reforzar su efecto, como si se
tratara de una vacuna, el arzobispo Pedro Rafael González Calisto la vuelve a
recordar. El edicto dictado dice así:
Por cuanto ha llegado a nuestro
conocimiento que en la parroquia de Pasa existen algunos ejemplares de la obra
de Dn. Juan Montalvo, titulada "Los Siete Tratados", y como dicha
obra está condenada por N. SS. Padre León XIII, y por lo mismo incurren ipso facto en excomunión reservada a la
Santa Sede todos los que la leen o retienen, Nos, en cumplimiento de nuestro
cargo Pastoral mandamos y ordenamos al Venerable Sr. cura de Pasa que explique
al pueblo en un día domingo, los efectos de la excomunión y quienes incurren en
la fulminada contra "Los Siete Tratados". Asimismo leerá y fijará en
la puerta de la iglesia esta nuestra conminatoria, por medio de la cual
mandamos que en el término de ocho días se entreguen las mencionadas obras al
Señor cura de Pasa; y si no lo hicieren, pasados los ocho días, el mismo Sr.
cura recibirá una información jurada acerca de las personas que tienen dicha
obra. Y con vista de ella, les declararemos excomulgados con la excomunión a
que se refiere el Decreto de Nuestro SS. Padre León XIII, en que condena la
obra de “Los Siete Tratados”.[7]
El edicto es de 20 de noviembre de 1895, es decir,
escrito pocos meses después de la revolución liberal y cuando Alfaro había
vencido en Gatazo y entrado a Quito. Es explicable sin embargo el hecho, pues
González Calisto es enemigo de las nuevas ideas, que ya antes ‒14 de junio‒
había lanzado una violenta pastoral llamando a los fieles a tomar las armas
para combatir a las tropas revolucionarias. Allí, con tono bíblico, se dice
además que el liberalismo es la gran
ramera de Babilonia que vio San Juan en el Apocalipsis!
Volvamos un poco atrás.
El ataque clerical ahora se dirige contra El Regenerador. En el Nº 6 de esta
revista ‒25 de septiembre de 1877‒ Montalvo publica un artículo titulado “Del
Clero”, donde lejos de combatirlo, mejor contiene una serie de frases
elogiosas. Afirma ‒para citar sólo un ejemplo‒ que es entidad civilizadora y un
elemento esencial de la sociedad humana. Pero esta condescendencia, nacida sin
duda por la necesidad de no atraerse enemigos, no es del agrado de los clérigos
que, fijándose en unas pocas expresiones al parecer irónicas, deciden impugnar
el escrito. No se conoce esa impugnación, porque al parecer, no se llega a la
prohibición ni condena expresa. Lo que si se sabe es la protesta de Montalvo
por la injusta acometida que aparece en el Nº 8 de la misma publicación. Dice
así: “mis cleriguitos se reúnen y después de maduro examen, declaran herético
el escrito que los saca los pies del lodo, y a su autor el más impío de los
mortales”.[8]
La réplica se titula “La suerte de los hombres de buena fe en este mundo
pecador”.
Estamos en 1890, y en la revista La República del Sagrado Corazón de Jesús
dirigida por Federico González Suárez, aparece la siguiente información:
Ha sido últimamente puesto en el
índice de los libros prohibidos, por orden de su Santidad, el tercer tomo de "El Espectador" de nuestro
desdichado compatriota D. Juan Montalvo. Justifica de sobra esta
condenación la descarada apología del
duelo o desafío que se encuentra en la última publicación del célebre escritor
ambateño. Con esta noticia tomada de fuente oficial, esperamos que los que
poseen el mentado tomo se apresuren a entregarlo en manos de la respectiva
Autoridad eclesiástica.[9]
La apología al duelo, pues, la causa para la
condenación de ese tercer tomo. El decreto del Papa incluyendo esa obra entre
los libros prohibidos es de 14 de diciembre de 1888, esto es dos años antes de
la noticia dada por la revista de nuestra referencia, como lo establece
Plutarco Naranjo en su Juan Montalvo.
Estudio bibliográfico. También manifiesta este escritor que la colocación
en el Index se hace “cuando su autor
lucha denodadamente con la muerte”. Y agrega que está “lejos de conocer o
siquiera adivinar con que criterio se tomó esa medida”, mientras no sucedió lo
propio con uno de los más violentos opúsculos de diatriba como es la Mercurial Eclesiástica, en el que no
sólo se vapulea despiadadamente al Arzobispo Ordóñez, no sólo se ponen al
descubierto obscuras travesuras del prelado que tocan a delicados aspectos de
moral, sino que también se censura al clero corrompido y aun se abordan
cuestiones fundamentales de dogma y de doctrina”.[10]
Y llegamos, finalmente, al año 1897.
No se trata en esta ocasión de una nueva condena,
sino de un acto de vigilancia y previsión, de una maniobra táctica para
preparar una futura censura, pues que la obra destinada para ese santo castigo
no aparece todavía. El historiador Robalino Dávila, a este respecto, expresa lo
siguiente:
En Octubre del propio año,
comunica Monseñor González Calisto a Monseñor González Suárez que, "por
datos de personas respetables, tiene conocimiento que el Gobierno proponía
declarar texto obligatorio de lectura, para los niños de las escuelas, un libro
que, con el título de Trozos Escogidos de
Montalvo contenga varios artículos de ese autor y de los peores, tomados en
su mayor parte de las obras del autor puestas en el Indice. Con el objeto de
conjurar este mal me dirigí a un alto funcionario del Gobierno; mas, como no he
recibido respuesta, y, al contrario, hubiese llegado a saber que continúa la
impresión del libro; he creído oportuno hacerlo saber a V. S. Ilmo. y Roma,
para que, apercibido de este peligro, adopte las medidas que estime convenientes,
sea por medio de una declaración a los fieles, de la censura ya existente en lo
tocante a los artículos condenados, sea con la prohibición episcopal de todo el
libro". Y le pide, en todo caso, hacerle conocer la resolución, que
adopte, a fin de procurar la unidad de acción.
Y
esta uniformidad existió casi siempre entre los dos Prelados.[11]
Hemos revisado la bibliografía del Cosmopolita
constante en el libro citado de Naranjo ‒que es la más completa que existe‒ y
no se habla allí de tales Trozos Escogidos
de Montalvo. Es seguro que el blanco es la publicación de Juan de Dios
Uribe que aparece en el año siguiente, en 1898, con el título de Lecturas de Montalvo. La obra se imprime
en la Tipografía de la Escuela de Artes y Oficios de Quito y contiene una serie
de artículos cortos que abarcan 327 páginas.
No conocemos la respuesta de González Suárez.
Tampoco se sabe que se haya hecho efectiva la condena sugerida y planeada por
González Calisto. Es de pensar que esto no se realiza, porque en verdad, los
artículos seleccionados no son tan anticlericales que digamos... Se opta,
entonces, por la prudencia.
Ya en este siglo, porque no asustan tanto las
excomuniones, los enemigos de Montalvo abandonan esa forma de combate. Mas, no
por eso, en sus escritos, dejan de zaherirle de vez en cuando con picotazos envenenados.
El jesuita Chacón, admirador del generalísimo Franco, hasta tilda sus obras de
antidemocráticas.
¡Nada qué hacer! ¡Es el pago que dan los
tradicionalistas a los innovadores!
[1] Tomado de Oswaldo
Albornoz Peralta, Páginas de la Historia
Ecuatoriana, t. I, Editorial Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín
Carrión”, Quito, 2007, pp. 437-447.
[2] Gabriel García Moreno, Escritos de Gabriel García Moreno, t. I,
Tipografía y Encuadernación Salesianas, Quito, 1928, p. 367.
[3] Pedro Schumacher, ¿Teocracia o Democracia? ¿Cristo o Lucifer?
¿Quién vencerá? ¡Quién como Dios!, segunda edición, B. Herder Librero-Editor
Pontificio, Friburgo-Alemania, 1897, pp. 71-72.
[4] Rafael y
Federico Cornejo, La conspiración del 6
de Agosto en Quito, Tipografía de Nicanor Médicis por Manuel T. Polo,
Ipiales, 1875, p. 15.
[5] José
Ignacio Ordóñez, Cuarta Pastoral que el
Ilmo. Rdo. Señor Arzobispo de Quito Dr. D. José Ignacio Ordóñez, dirige al
Clero y a los Fieles de la
Arquidiócesis , Imprenta del Clero, Quito, 1884, p. 7.
[6] Galo René
Pérez, Un escritor entre la gloria y la
borrasca. Vida de Juan Montalvo, Banco Central del Ecuador, Quito, 1990, p.
455.
[7] Somatén. Artículos escogidos de “El Pichincha”, primer diario radical
publicado en Quito, Imprenta de “El Pichincha”, Quito, 1896, p. 558.
[8] Juan Montalvo, El Regenerador, t. II, Casa Editorial
Garnier Hermanos, París, 1929, p. 104.
[10] Plutarco Naranjo, Juan Montalvo. Estudio bibliográfico,
Casa de la Cultura
Ecuatoriana , Quito, 1966, p. 268.
Gracias, César. Un momento clave para resaltar el trabajo del compañero Oswaldo Albornoz Peralta como maestro y amigo, conciencia de la patria chica y la patria grande, alfarista consumado por conciencia y por práctica, revolucionario, cuando serlo era el INRI de cualquier persona que asumiera en el siglo XX la lucha por el socialismo, la justicia, la equidad, la inclusión y la democracia. No la de los ricos de siempre, cuya democracia es el espacio de la dominación y exclusión oligarquica de las mayorías, la de los pobres y excluídos de siempre. Digo esto, porque le escuché en algún diálogo que tuve con el c. Oswaldo, que los ricos solo pueden ser más ricos incrementado la miseria y la pobreza de nuestro pueblo. Y la lección más sabia que le escuché es que sin ideología, sin formación política, las masas son captadas por la ignorancia, la misma que siempre es consolidada por los sistemas educcativos alienantes, enajenantes y nefastos del pasado y por los medios de comunicación y sus mecanismos de construcción de los YO ajenos a la justicia y a la equidad social, al humanismo y la solidaridad. Se ha creado un individualismo indiferente a su entorno (la de los pueblos, comunidades y nacionalidades), preocupado por la maximización del consumo, al confort y al revestimioento de formas totalmente ajenas a las interaaciones de cooperación, solidaridad y ayudua mutua. Esta reflexión del compañero Oswaldo impregnó mi vida de los principios básicos de que la pobreza solo es posible vencerla, venciendo a los que hiperconcentran en sus pocas manos inmensas riquezas nacionales y globales. Montalvo fue parte de esta permanente lucha en el siglo XIX, como lo fue Alfaro a fines de ese siglo y al comienzo del XX. La tarea sigue siendo una asignatura a cumplirse por una sociedad mejor, más inclusiva y humana. Gracias, compañero Oswaldo, por haberme permitido ser un asiduo vivistante de tu extensa y excelente biblioteca y de ser parte de tus reflexiones.
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