jueves, 1 de diciembre de 2016

La fundación de Quito y la resistencia indígena



Kitu, la tierra en la mitad del mundo, ya existía antes del 6 de diciembre de 1534 y no fue fundada por los españoles sino tomada en acto de conquista, por eso el 1 de diciembre se celebra el día de la resistencia indígena




LA FUNDACIÓN DE QUITO Y  LA  RESISTENCIA  INDÍGENA[1]


Oswaldo Albornoz Peralta



Los orígenes de Quito, como sucede en casi todos los pueblos, se extiende hasta los tiempos nebulosos de la leyenda, en este caso la de Quitumbe, tan hermosamente contada por Carrera Andrade en su libro El camino del Sol. Tras de las galas de la leyenda hay sin duda un hecho histórico concreto: el paulatino desarrollo de un pueblo, hasta llegar a la confederación de tribus, la Confederación de Quito.

La Confederación de Quito, para la época de la llegada de los Incas, se halla en pleno proceso de expansión y ha logrado una evolución económica considerable, evidenciada ésta por sus construcciones materiales, por el progreso alcanzado en la agricultura y el conocimiento de labores de algunos metales. Naturalmente, como manifestación también de este avance, la primitiva igualdad de sus habitantes ha ido desapareciendo y se ha gestado ya una aristocracia que ocupa la cúpula del conglomerado social.

Así, la Confederación de Quito, tiene una personalidad propia y definida. Esto explica, además, el por qué durante el medio siglo de su dominación, pese a las innovaciones introducidas, haya podido mantener sus rasgos específicos y logrado el respeto del conquistador. Que haya permanecido siempre vivo, el anhelo de recobrar la perdida independencia.

La conquista española, que adviene luego, impone otro rumbo a la historia del pueblo indio.

La fundación de Quito, sobre las ruinas aún humeantes dejadas por Rumiñahui, no significa otra cosa sino la legalización ‒digamos así‒ del sojuzgamiento de un pueblo. Porque la fundación de ciudades, entraña para los conquistadores españoles, un acto de dominio.

 
Eduardo Kingman, Historia ilustrada del Ecuador
Mas el hecho en sí, analizado un poco más profundamente, implica la superposición de un modo de producción extraño sobre el autóctono, cortando toda posibilidad de desarrollo de este último. Implica la subor­dinación total de los nacientes valores nacionales del pueblo indio a la nueva civilización de la cruz y la espada, poniéndolos desde entonces bajo el signo de la inferioridad, para justificar la conquista y el inicio de la más inicua explotación.

Las nuevas relaciones feudales, no siendo resultado del normal desarrollo histórico sino impuestas desde afuera con el filo de la espada, causan una inmensa e indescriptible destrucción de las fuerzas productivas, sobre todo de la población, vale decir, de los mismos productores. Y esta destrucción, junto con la rapaz explotación feudal, combinada con formas esclavistas inclusive, limita en gran medida el carácter progresista del régimen social ‒en relación con el menos evolucionado de los indígenas‒ establecido por España.

Todo esto, en suma, significa la fundación española de la ciudad de Quito efectuada por Sebastián de Benalcázar.

La resistencia indígena guiada por Rumiñahui, es la protesta y respuesta al yugo de la conquista.

Hay dos clases de guerras: las justas y las injustas. La heroica resistencia de Rumiñahui, culminada con el sacrificio de su vida, es la más cabal demostración de la guerra justa, porque nada puede ser más de justicia que la defensa de la tierra propia frente a la injustificada agresión extranjera. Ningún pretexto, menos la imposición de una religión extraña como se argumentó y se argumenta todavía, puede lavar de culpa a la conquista.

No obstante lo dicho, ya desde un punto de vista estrictamente sociológico, ambos acontecimientos tienen una gran trascendencia. Es que de la matriz blanca del conquistador hispano, como resultado del desenvol­vimiento histórico, ha surgido nuestra nacionalidad mestiza, que si bien nutrida de manera preponderante por los valores llamados occidentales, tiene también componentes incorporados desde el medio indígena. A su lado, por desgracia dominada y discriminada todavía, se halla la nacionalidad quechua diseminada en el callejón interandino, que dando muestras de gran vitalidad ha podido conservar su propia idiosincrasia, aunque también influenciada ‒no se puede negar‒ por la cultura blanca. Nuestro país, por tanto, tiene el carácter de binacional y pluriétnico. Hay que concluir por lo mismo, que el problema no es otro que la supresión del discrimen y la opresión que padece el pueblo indio, para dar paso al libre desarrollo y florecimiento de sus valores étnicos y nacionales.

Esto se conseguirá.
 
Busto de Rumiñahui en la Plaza Indoamérica, Universidad Central del Ecuador

Se atribuye al general quiteño estas palabras: no habrá cordel tan largo que pueda atarnos, es decir, que el pueblo indio no desaparecerá ni será sojuzgado eternamente. Sus descendientes, enrojeciendo con su sangre las breñas de los Andes en mil levantamientos contra sus dominadores, convirtiendo sus comunidades en guardián decidido de todos sus valores étnicos y nacionales, ha sabido resistir por siglos, sin doblegarse nunca, como para hacer realidad los anhelos de su gran guerrero. El pueblo indio no ha muerto y palpita vigoroso en el corazón de la patria. Y prosigue, claro está, la larga lucha iniciada en el albor de la colonia para alcanzar libertad y lograr la devolución de sus tierras usurpadas.

Tanta constancia, tanto tesón, serán coronados ‒no se puede dudar‒ con el triunfo definitivo de su noble causa. Ahora no está solo. Junto al pueblo indio, en frente común contra los explotadores nacionales y extran­jeros, marchan todas las fuerzas progresistas de la patria. Y esto es aval seguro de victoria.

Y así será cierto, que no habrá ningún cordel, por largo que sea, que pueda atar, o encadenar, a nuestro hermano pueblo indio.


[1] Tomado de Oswaldo Albornoz Peralta, Páginas de la historia ecuatoriana, t. I., Editorial de la CCE “Benjamín Carrión”, Quito, 2007.
 


4 comentarios:

  1. Una reflexión hartamente cívica. Al respecto se ha escrito y se sigue escribiendo relatos matizados de lírico pensamiento y gran retórica que intenta recuperar la historia, como justo homenaje a la memoria de sus auténticos protagonistas de gestas libertarias, nacidas de las entrañas mismas de sus originarios andinos. Empero la realidad que vivimos en estos momentos de cambios profundos, los líderes indígenas han evidenciado ser vulnerables al utilitarismo de la partidocracia.

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  2. Se podría decir que no hubo cordel largo, pues la idiosincrasia, la resistencia, las costumbres, las tradiciones, la cultura se ha mantenido, obviamente a través de los siglos ha quedado la religión y el idioma, pero ahora son parte esencial del convivir social, económico y político.

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  3. 'PEQUEñA' DISGRECIÓN...!
    ...Me parece, que TODAS las tierras comarcanas del area ecuatorial, comquistadas por los INGAS y bajo el -casi absoluto- dominio de estos, corresponden AL -dominio del- KITU; esto es (interpreto): al "GRAN GUERRERO", al "SUMO KURAKA", al "SUPREMO AUKY",etc.; por tanto, TODAS las 'ciudades', Asientos, asientos, anejos, Villas, establecidas en ellas fuéron DEL KITU. El nombre de la actual ciudad "de" Quito es SAN FRANCISCO -en el seno de las comarcas- del KITU. Saludos.

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  4. Los Ingas eran una cultura blanca no sabias? Que es el blanco en la bandera del Peru? El problema en Tahuantinsuyo son los Españoles, no un color.

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