REFUTACIÓN A DARWIN
La Carta a los Obispos de Manuel Cornejo Cevallos causa una conmoción
inmensa. Es como si el cielo se viniera al suelo.
La
Iglesia, escandalizada, se apresura a impugnar las ideas heterodoxas y non santas del joven escritor. Son múltiples
las publicaciones que aparecen, cada cual más erudita, para demostrar los
errores del hereje. Participan en la discusión, o mejor condenación, las
mayores lumbreras de la época. Verbigracia: Monseñor González Suárez.
Una de las refutaciones más doctas es, quizás, la contenida en un folleto suscrito por Un sacerdote. Allí, una a una, se van desvaneciendo las afirmaciones equivocadas y blasfemas de Cornejo Cevallos. Sería largo referirse a tantas aclaraciones. Solamente, como muestra y ejemplo, a la par que como curiosidad científica, es menester extractar algo de lo que se dice sobre la teoría darwiniana.
Cornejo
había hecho una breve referencia a la evolución de las especies, afirmando que “especies
que antes existían han desaparecido, y viceversa”. Y añadiendo, con un poco de sorna,
que ni “el Ilmo. Señor Ordóñez podía hallar un mastodonte viviente sobre la
tierra”.[1]
La réplica es contundente:
Lo que
el autor de la carta llama ciencia -dice- los científicos llaman necedad. ¿A
quién creeremos? Esto dice la ciencia y esto es lo que la Carta llama sucesión
de especies: las plantas, los animales y aún los hombres no fueron formados
como se refiere el Génesis; Adán no lo fue de barro, ni Eva de la costilla de
Adán, ni han existido nunca ninguno de los dos. Todos ellos son transformaciones
de tres o cuatro gérmenes primitivos, como si dijéramos semillas que han ido
convirtiéndose sucesivamente en diversos seres hasta dar por resultado la
variedad de animales que habitan la tierra. Es como si se dijese que un huevo
se convirtió en gallo, el gallo en buitre, el buitre en mono, el mono en
hombre. Esta es la ciencia que se opone al Génesis.[2]
Después de leer esto, no
cabe duda que Darwin dice una sarta de tonterías.
No
en vano Un sacerdote, que por modestia
no estampa su nombre en el escrito, es nada menos que el Canónigo Juan de Dios
Campuzano, otra de las lumbreras de la época, autor de numerosos opúsculos.
Mas
no se crea que sólo el Canónigo Campuzano es enemigo declarado de la teoría
evolucionista del sabio inglés.
Otro
religioso, Rafael Villamar, publica en 1887 un librito titulado El liberalismo teórico y práctico, donde
arremete con pasión inusitada contra la revolución francesa, la Comuna de
París, la Internacional, el liberalismo y el socialismo, sin que quede con
cabeza ningún autor partidario de estas dos satánicas doctrinas. Y aunque sea
de paso, no olvida a Darwin, a cuyo pensamiento se refiere así al combatir a
los liberales:
...el
mismo hombre es dios, el único que se merece admiración y culto; todo lo demás
es, para todo liberal, hipocresía, fanatismo, superstición, oscurantismo,
clericalismo, jesuitismo, tinieblas...; ¡nada! ¡Y este mismo hombre proclamado
Dios, no es más que una bestia degenerada, según la ciencia del siglo! ¡Es un
mono perfeccionado!!!... ¡El dios mono!!![3]
Empero, para ser
imparciales, hay que decir que no solamente los hombres de sotana son
adversarios de la teoría darwinista, pues también se manifiesta tal un gran
literato de levita, nada menos que don Juan León Mera. Para combatir al liberalismo
-al igual que Villamar- imitando a Olmedo escribe un alfabeto rimado, donde en
cada estrofa, dice pestes sobre los pobres liberales. Y en una de ellas les
califica -tremenda calificación- de ser descendientes del mono.
Dice la estrofa así:
Ximio.
Ya sabes que el ximio
O
mono, tu abuelo es;
Enorgullésete,
pues,
De
ascendiente tan eximio.[4]
Con
estos enemigos de Darwin, tan sapientes, basta y sobra. Sea en prosa, sea en
verso, la evolución queda hecha trizas según el pensamiento de tan eruditos
personajes.
Pero
estos émulos de los siete sabios de la Grecia, nunca se imaginaron que tanta
erudición iba a ser arrojada por la borda sin consideración ninguna. En efecto,
el papa polaco Juan Pablo II, que hasta hace poco sostenía que la Biblia debía
ser interpretada y entendida literalmente, acaba de escribir una carta a la
Academia de Ciencias de la Santa Sede, donde se dice lo siguiente sobre la
teoría de Darwin: “La convergencia de los estudios y resultados sobre esta
teoría trabajan en favor de la credibilidad de esta teoría”.[5]
Así,
la historia de Adán y Eva relatada en el Génesis, que se enseñaba en las
escuelas y colegios religiosos del país, ha sido suprimida para siempre. Por
tanto, su salida vergonzosa del paraíso por haber saboreado el fruto prohibido,
sólo será nostálgico recuerdo de los antiguos creyentes. Y la pobre serpiente,
condenada por Jové a vivir arrastrándose por el suelo, está por fin
reivindicada.
También,
lógicamente, el pecado original nacido de la desobediencia de la primera
pareja, desaparece como por encanto. Y como según la Iglesia ese pecado era
transmitido por herencia a todos sus descendientes -injusta e inexplicable
transmisión que con toda sensatez fue negada por el heresiarca Pelagio-
nosotros, ipso facto, quedamos libres de tan tremendo peso.
Pero
la cosa no es tan sencilla. El pecado original es dogma religioso, cuya
veracidad por consiguiente tiene que ser aceptada de manera incondicional, so
pena de caer en herejía. Por desgracia, el Vaticano no ha descubierto todavía
un mecanismo para derogar o abolir estas molestosas, a la par que
incomprensibles, verdades dogmáticas.
Existen, además, otros problemas adicionales. El papa agrega esto en la carta antes mencionada:
El
momento del pasaje a lo espiritual no ha sido objeto de una observación tan
precisa, que podría en cambio descubrir, a nivel experimental, una serie de
signos preciosos sobre la especificidad del ser humano.[6]
Es decir, no se sabe cómo ni en qué momento el animal se convirtió en hombre mediante la adquisición del alma inmortalque, según la religión católica, es patrimonio y signo distintivo del ser humano. ¿Acaso fue en algún tipo de australopiteco dónde se posó el alma inmortal? ¿El pasaje se realizó en el homo habilis o en el homo erectus? ¿O más tarde cuando aparecieron los neandertales? Problema, en verdad irresoluble.
No
queda, entonces, mayor esperanza de encontrar el misterioso y oscuro pasaje,
menos todavía, los preciosos signos de la especificidad humana. Sobre todo, si
eso queda a cargo de teólogos.
Sin
embargo, esto no importa. El reconocimiento de la teoría de la evolución, tan
vituperada y perseguida, es lo que vale. Aunque sea tan tardíamente, porque
peor es nunca. Aunque sea con frases poco explícitas y con aditamentos nada
científicos.
Oswaldo
Albornoz Peralta[7]
[7] Tomado de Oswaldo Albornoz Peralta, Páginas de la historia
ecuatoriana, Editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión,
Quito, 2007, pp. 409-413.