La primera politóloga ecuatoriana, precursora del feminismo y adelantada de las ciencias psicológicas
LA GENERALITA[1]
No
se trata de un esbozo biográfico de Marietta Veintemilla. Aquí, queremos
referirnos preferentemente a su libro Páginas
del Ecuador y a la tempestad de denuestos y aclaraciones que ocasionan su
publicación, porque si obras hay tan combatidas, la de la Generalita –así le
llaman cariñosamente sus soldados cuando defiende Quito del ataque
revolucionario– es merecedora de significativo lauro. Mella, mella profunda
debe haber provocado, para causar tanto bullicio. Vale la pena, entonces, oír
lo que dicen sus principales impugnadores, a la vez que conocer el contenido
del libro y el motivo de las impugnaciones.
¿Qué son las Páginas del
Ecuador?
Abelardo Moncayo en su elegante estudio sobre Marietta, dice que
las Páginas del Ecuador “son el
conjunto más acabado de verdades peregrinamente pergeñadas y de mentirillas
ataviadas con la más seductora coquetería”.[2]
Suprimiendo la galantería: un conjunto de falsedades y verdades.
Las falsedades como es obvio, son las que se refieren al gobierno
de Veintemilla, que sin ser tan cómico y horrible como el pintado por Montalvo
en Las Catilinarias, no por eso deja
de ser desastroso. Es increíble que una mujer tan inteligente no alcance a ver
todas las falencias de la administración de su tío, tanto más que esta ceguera
se prolonga por largos años: según su biógrafo Enrique Garcés, ya establecido
el régimen liberal, quiere reemplazar a Alfaro con don Ignacio de Veintemilla.
Astutamente, conociendo que el arzobispo González Suárez es el mayor opositor a
las reformas liberales, pide su venia y su apoyo para tan original cambio.
¡Imagínense, el Capitán General en lugar de Alfaro!
Eso sí, para una defensa tan difícil, era menester todo su
talento. Tal como dice el mismo Moncayo antes citado: “ni el más consumado
jurisperito hubiese defendido causa más desesperada con tanta brillantez y
arrastradora elocuencia”.[3]
Marietta, en el régimen yermo de Veintemilla, es una flor que
adorna y disimula sus innúmeros defectos.
Las verdades, el lado blanco de las Páginas, se encuentran diseminadas en la crítica que hace de
ciertos gobiernos, tanto anteriores como posteriores al de Veintemilla.
De entre los gobiernos anteriores los más criticados son los de Juan José Flores y Gabriel García Moreno. Se refiere a los asesinatos acaecidos durante la presidencia del primero y condena ese triste episodio de la “reconquista” patrocinado por el general venezolano. Afirma que la tiranía teocrática del segundo convirtió al Ecuador en un convento de la Edad Media. Condena los crímenes de Ayarza, Maldonado, Borja y el neroniano procedimiento llevado a cabo después de la batalla de Jambelí con los indefensos prisioneros. Señalando la honradez del déspota –cualidad que según su parecer posee– dice donosamente: “No hay bestia más limpia, ni que conserve su piel más lustrosa que el tigre”.[4] Caamaño, el gobernante que sucede a Veintemilla, recibe merecido varapalo. Califica de cobardes las inmolaciones de Sepúlveda, González, Infante y Vargas Torres. Denuncia los escandalosos negociados y los sucios manejos de los dineros del Estado. Y, derrochando fina ironía, le reconoce una “cualidad” muy original:
Un mérito ha de reconocérsele –dice– y es el de que ningún otro hombre, siendo tan incapaz como él, ha podido en el Ecuador ir más lejos por el camino de los abusos. Y aquí se nos acuerda el célebre dicho de Franklin: A ningún necio le falta talento para ser malvado.[5]
Marietta hábilmente se vale del pésimo gobierno de Caamaño para quitar todo mérito a la Restauración y ameritar la dictadura de su tío, a la que considera liberal y respetuosa de la ley. Fino subterfugio, porque comparando los dos malos gobiernos, sin duda es peor el del Caballero de San Gregorio, orden pontificia regalada por León XIII, según Marietta, por sus adulaciones al Papado.
También se muestran en las Páginas
del Ecuador la imagen de ciertos personajes, pintada con breves brochazos,
pero con suma maestría. Son adversarios de Veintemilla a los que caricaturiza y
critica sin ninguna piedad. Aquí, sólo dos ejemplos: Pedro José Cevallos
Salvador y Francisco Javier Salazar.
Del primero pone de manifiesto su rara metamorfosis, que por su
rareza, resulta bastante similar a la narrada por Kafka en su célebre libro.
Dice que de liberal ardiente se transforma en conservador fanático y
panegirista de García Moreno. Y se ríe de su pertenencia a la llamada Escuela de Cristo, donde asegura que
ciertos engañabobos azotan sus
cuerpos entonando plegarias a la divinidad.
Es verdad lo que manifiesta Marietta. Pedro José Cevallos Salvador
–autor de una refutación a la historia de Pedro Moncayo y vicepresidente de
Caamaño– involuciona desde la Sociedad Republicana de Montalvo hasta el
conservadorismo garciano. Su fanatismo religioso está confirmado por su
biógrafo Julio Castro, aunque afirma que es sincero y sin miras
interesadas. Igual su afiliación a cofradías
y congregaciones.
Al referirse al general Francisco Javier Salazar –uno de los jefes del ejército restaurador– recuerda su expulsión del gobierno por el pueblo de Quito al grito de ¡abajo los salazares! a raíz de la muerte de García Moreno. Se burla de su pedantería y pone en tela de duda su capacidad y erudición militar. De sus traducciones de textos militares alemanes, dice que los ha desfigurado con adiciones ridículas y “prescripciones monjiles que eliminan verdaderamente al soldado”. Resumiendo agrega:
Hace en fin, nuestro general, de la experiencia militar extranjera y de los peregrinos conceptos particulares suyos, una mescolanza tan extraña, como la que resultaría de un casco prusiano con un bonete.[6]
Mas no es esta parte que podríamos llamarla crítica, no obstante
su fuerza y veracidad, lo más valedero de las Páginas del Ecuador. Nos parece de mayor importancia sus ideas
progresistas y su credo democrático que emergen por doquier de ellas. Unos
pocos ejemplos sobre esto.
La triste situación del indio, en particular, es objeto de sus preocupaciones y de su anhelo por su redención. Oíd esto:
Humilde, en perfecta identidad con su buey, encorvado sobre la reja en el
surco, no parece labrar la tierra para ganarse el sustento. La postración de su
espíritu diciendo está que ese grano arrojado en las entrañas de la madre
común, fructificará para otro que no es su dueño… Rey destronado del Continente
por las huestes de España, continúa bajo las pintadas banderas republicanas,
sirviendo a los hijos de esos conquistadores que le desprecian.[7]
Clama porque las doctrinas liberales, venciendo la servidumbre oscurantista, conquisten la libertad para el pueblo indio.
Gloria da Cunha Giabbai, la más moderna estudiosa de Marietta –1998–
piensa que su preocupación por el problema indígena se deba al contacto en la
ciudad de Lima con Manuel González Prada y Clorinda Matto de Turner –la autora
de la novela Aves sin nido– conocidos
luchadores por la causa del indio. Más posible es que con tan valioso contacto
sus ideas al respecto se hayan aclarado y tomado mayor vuelo, pero es de
presumir que el germen de ellas las llevó de aquí, de este rincón andino
escenario de la tragedia india, que es bien conocido por Marietta. Es necesario
decir, por otra parte, que en esa época, y aun antes, son algunos los
escritores y políticos liberales que bregan por el mismo móvil.
Lógicamente, otro de los objetivos de su lucha, es el reconocimiento de los derechos de la mujer que, como se sabe, vive en ese entonces en la más injusta postergación, postergación que se extiende al campo de las ciencias, que a ella le preocupan de manera especial. Al respecto dice:
Ella no puede aún aventurarse en el campo especulativo sin la obligada compañía de un hombre; ella en el aislamiento, no encuentra ni siquiera respeto fuera de su hogar, pues le acechan por una parte la brutalidad callejera y por otra la murmuración social, cuando no las feraces dentelladas de la calumnia. Para llevar al poder una idea, aunque sea la más pura y desinteresada, se expone al miserable tratamiento de favorita.[8]
Es verdad todo lo que manifiesta, tal como veremos después al
tratar sobre la campaña desatada en contra de las Páginas del Ecuador. Sin duda, sus palabras, son brotadas de su
propia experiencia.
Pero Marietta, en este campo, no solo es la teorizante y una de
las precursoras en el combate por la igualdad del hombre y la mujer, sino que
con su ejemplo mismo, con su acción práctica, pone en vigencia los derechos
femeninos. Y esto, con toda decisión y gallardía.
También, de acuerdo con la clásica concepción liberal de la época,
es partidaria decidida de la educación, pues la considera vehículo primordial
de todo avance y progreso. Sobre todo, considera que es un instrumento de gran
importancia para remediar la situación de los sectores sociales postergados, el
indio y la mujer principalmente.
Es, como se puede deducir de lo que se deja expuesto, partidaria
convencida del liberalismo y la democracia. Pero en este tópico, no se puede
exagerar su alcance. Su doctrina liberal no va más allá de madame Rolland y la
Gironda que exalta en uno de sus cortos estudios. Piensa que la Gironda es “la
más florida rama del árbol de la Revolución”.[9] Le
asusta el radicalismo de Alfaro, y a ese susto seguramente, se debe su acción
conspirativa.
Como era de esperarse, la grita clerical, reforzada por el vocerío de la beatería, se hace presente de inmediato:
A raíz de la conferencia –dice Enrique Garcés– los clérigos, las beatas y toda la turba conservadora anduvo diciendo, de casa en casa, como víboras, que doña Marietta había sostenido en la conferencia universitaria que el alma no existía, que era atea. Y por las bocas chorreó el insulto y la calumnia contra la incomparable pensadora.[10]
Nosotros sabemos que esto es mentira. Es conocido que Marietta es
asistente a sesiones de espiritismo muy frecuentes en esa época. Nada tiene de
atea tampoco. Pero lo que sí es cierto, que antes del advenimiento del régimen
liberal, se le hubiera excomulgado y enjuiciado, tal como se hace con otros
pensadores.
A los estudios que hasta aquí hemos citado –Páginas del Ecuador, Madame
Rolland y Conferencia sobre
Psicología Moderna– habría que agregar estos otros de Marietta de
Veintemilla: A la memoria del Dr. Agustín
Leonidas Yerovi, Goethe y su poema
Fausto, Dies Irae Patriótico y A los
héroes de mi Patria. También escribe en algunos periódicos peruanos durante
su estadía en Lima, entre ellos en El
Proscrito, donde varios ecuatorianos desterrados combaten al régimen
conservador de su patria. Como se ve, su producción es corta. Mas esta cortedad
está bien recompensada por su contenido democrático y la elegancia de su
estilo. Son páginas – no se puede negar– que brillan en la literatura
ecuatoriana. No en vano, Ricardo Palma y Rubén Darío, al elogiar sus Páginas del Ecuador, llevan su nombre al
campo de la alta literatura.
Ahora, cumpliendo lo que dijimos antes, pasamos a ocuparnos de las
virulentas refutaciones a que da lugar la publicación de sus Páginas del Ecuador.
El más importante refutador es el doctor Antonio Flores, que en
1892 publica un voluminoso libro de más de 600 páginas que contiene una amplia
documentación y que se titula Para la
historia.
Dos son los principales propósitos de la publicación: atacar el gobierno de Veintemilla y defender a su padre, el general Juan José Flores.
Sobre el primer propósito no diremos nada –al igual que haremos
con las otras refutaciones– pues ya dejamos sentado que esa es la parte falsa
del libro de Marietta que, por lo mismo, es por demás vulnerable y no necesita
de mayores aportaciones.
El segundo propósito –la defensa de su padre– lo hace denodadamente
y sin evadir las falsedades que tanto reprocha a Marietta. Así por ejemplo,
aprobando la tesis clerical, afirma que Veintemilla es por lo menos encubridor
del asesinato del arzobispo Checa. Dice que
Al general, su padre, valiéndose de todos los argumentos posibles,
pinta como el hombre sin mácula y poseedor de todas las cualidades. Las cartas
de Bolívar confirman su valor y clemencia. Y el poema de Olmedo “Al General
Flores vencedor de Miñarica” –Rey de los
Andes la ardua frente inclina, que pase el vencedor– es documento
habilitante de todos sus atributos.
Todo esto va antecedido por palabras de grueso calibre, que no son de esperar de un presidente de la república, pues su libro se publica cuando todavía ejerce el mando. Habla de calumnias, patrañas, y falsedades. Una sola muestra:
Cuando una mujer olvida la modestia y la moderación que son el distintivo de toda señora y desciende al fango de los libelistas, no tiene derecho de esperar las consideraciones a que le hace acreedora su sexo, ni merece otra contestación que el desprecio, único galardón del vil afán de adquirir celebridad, sino la grandemente criminal de un Erostrato, a lo menos la entre triste y cómica (aunque parezca paradoja) de una Luisa Michel.[12]
Vil afán de adquirir celebridad. Igual a la de Erostrato, el
incendiario del templo de Artemisa. Y llama cómica, por ignorancia o
conservadorismo, a la justa fama de Luisa Michel, la heroica combatiente de la
Comuna de París. A esto desciende Flores.
Pero no se detiene aquí. No satisfecho con la publicación de su
corpulento libro, publica en periódicos peruanos un virulento artículo
refutando nuevamente las Páginas del
Ecuador, que de inmediato es contestado por Marietta con un largo examen de
la administración de Antonio Flores Jijón, a la que desnuda y muestra todas sus
grietas, señalando turbios negocios, de manera especial. “En lo que a la batalla ideológica se refiere
– dice Enrique Garcés– doña Marietta vierte conceptos elevadísimos, pero su
pluma que siempre fue cauterio, no descansa de herir y agredir, lastimar y
provocar”.[13]
El combate, duro y enardecido, es contra el conservadorismo garciano y sus
seguidores.
Otro impugnador de las Páginas
del Ecuador es el canónigo José Nieto, deán de la Arquidiócesis de Quito.
El título de su extensa refutación es por demás significativo: La verdad contra las calumnias de la Sra.
Marietta de Veintemilla. Se publica en la Imprenta del Clero y se puede
decir que es la principal voz del clericalismo ofendido.
Empieza así:
Indudablemente la Sra. Marietta de Veintemilla renegó de su sexo cuando del tocador pasó al escritorio para trabajar a escote en el libelo famoso titulado Páginas del Ecuador. Modestia, honestidad, vergüenza, recato, veracidad, son dotes que enaltecen a una mujer; fanfarria, inverecundia, cinismo, falsedad, son cualidades que caracterizan a farfantones de plazuela.[14]
Nos parece innecesario, por explícito y vulgar, comentar sobre las
palabras anteriores.
El canónigo Nieto se dedica en su escrito, exclusivamente, a
refutar las afirmaciones de Marietta sobre problemas religiosos y la conducta
de los sacerdotes católicos. Nos concretaremos sólo a los principales temas que
son motivo de su estudio.
Comienza afirmando que es injusta la prisión y expulsión del padre
Gago, porque en su sermón en el templo de San Francisco, solo predicó “contra
el liberalismo condenado por la iglesia y contra las impías doctrinas que, en
folletos, periódicos y hojas, se publicaban diariamente”.[15] Después
se hace una larga y ardorosa defensa del clérigo Andrade Coronel, uno de los
sindicados en el juicio criminal seguido por el envenenamiento del arzobispo
Checa. Dice luego que la abolición del Concordato y la vigencia de la ley
colombiana del Patronato, son actos arbitrarios y producto de la monomanía anticlerical de Veintemilla.
Llama inicua la rebelión del 8 de septiembre de 1876 y afirma que el clero
siempre estuvo en contra de su gobierno, caracterizado por sus acciones contra
la religión y la persecución a los sacerdotes. Y, por último, expresa que
Marietta, durante su refugio en el convento de los jesuitas fue tratada con
toda benevolencia.
Este en síntesis, el contenido de la refutación de Nieto.
J. Acosta C. –no sabemos quién es–
publica en Quito en el año 1891 un folleto titulado Observaciones sobre las Páginas del Ecuador de
Piensa el autor que la obra de Marietta puede haber “sido realizada por mano de corazón pagado”, ya que duda que ella tenga dotes de escritora, pues antes solamente ha escrito cartas, unas sobre luchas de la dictadura y otras de color rojo y de asqueroso naturalismo. Aludiendo a la familia Veintemilla, dice que allí no se puede encontrar nobleza, porque se trata de gente originaria de mayordomos y cantatrices. Después de afirmar calumniosamente que Marietta había ofrecido tres días de saqueo y la posesión de las hermosas quiteñas durante los combates que tuvieron lugar en la capital, dice lo siguiente:
Un tulcaneño a quien Marietta halagaba con tal perspectiva le contestó a presencia de varios jefes: “no niñita, las conservadoras después, pero primero su merced”. La Generalita le dio una palmada en el hombro sonriendo graciosamente.[16]
Otra calumnia: con el mayor cinismo afirma que en el libro de
Marietta consta que ella se ha desnudado delante del coronel Antonio Vega
cuando se hallaba presa. Y así, sigue el sartal de dicterios y mentiras.
Aparte de lo expuesto hay poco que decir. Condena la dictadura y
dice que el general Veintemilla puede llegar alto y adquirir fortuna por haber
ejercido el papel de Mercurio. Protesta porque en las Páginas del Ecuador se habla mal de García Moreno y añade que para
referirse a él “es preciso que los hombres se descubran y las mujeres se pongan
de rodillas”.[17]
Acusa al gobierno del envenenamiento del arzobispo Checa. Y los otros tópicos
que trata Acosta no tienen mayor importancia.
En suma, como dijimos antes, el denominador común del folleto de
Acosta es la bajeza.
Un tal J.B.C. es autor de Los presidentes del Ecuador. Escrito dirigido a refutar brevemente algunas fatuidades contenidas en el folleto “Páginas del Ecuador” por Marietta Veintemilla, publicado en Guayaquil en 1892.
Como es común en estas impugnaciones, el obligado prólogo, es el
ultraje. J.B.C., al igual que Acosta, no concibe que Marietta sea la autora de
las Páginas del Ecuador. Allí
aparecen –dice– los más grandes hombres amoldados a la pequeñez del cerebro del
escritor anónimo, atacados con la veleidad de la inspiradora y editora
responsable”.[18]
Y téngase en cuenta lo que consta en el título: fatuidades y folleto. El libro
de Marietta consta de más de 400 páginas. También dice que el “folleto” solo
merece desprecio.
J.B.C. se concreta de manera especial a criticar y hacer
acotaciones a las afirmaciones de Marietta de Veintemilla sobre los presidentes
del Ecuador, tanto a los anteriores al gobierno del Capitán General, como a los
que le sucedieron.
De ideología conservadora, al hablar de los primeros, elogia los
regímenes del general Flores y de García Moreno, A los demás se refiere en
pocas líneas sin mayor interés y con poco contenido.
Pero el elogio se enciende y se eleva hasta el cielo cuando se
trata de los segundos: Caamaño y Antonio Flores.
De José María Plácido Caamaño dice maravillas. Encomia su lucha
contra los guerrilleros liberales a los que califica de anarquistas armados y
aprovecha el tema para agredir a Vargas Torres y Eloy Alfaro. También pondera
las obras públicas realizadas durante su administración. Y no contento con todo
esto reproduce páginas publicadas cuando termina su mandato, donde arrecian las
loas sin medida de gentes agradecidas, llegando al extremo de decir que la
historia le señalará un lugar al lado del Grande e inmortal García Moreno. El
entusiasmo es tanto, que ni siquiera se inhibe de reproducir este mediocre
verso:
La
grandeza,
La paz y dicha que hemos
disfrutado,
Es obra de CAAMAÑO muy querido,
Es obra del ilustre Presidente
Que el Primero rigió con mano sabia
La nave del Estado antes batida,
En proceloso mar, por las
tormentas
De la negra traición de un hijo
espúreo,
De la guerra civil luctuoso
horrible,
De la torpe avaricia de bandidos….[19]
Antonio Flores no se queda muy atrás de Caamaño. J.B.C. se esmera
en alabar el libro escrito por él contra doña Marietta: Para la historia del Ecuador. Dice que tolera la licencia y el
libertinaje de la prensa. Que es magnánimo y partidario de todas las
libertades. Que, en fin, el contrato D’Okza –ese contrato tan combatido por
oscuro– “abrirá un grande y hermosos porvenir al Ecuador”, razón por la que
será entonces “una de las hojas de la corona de la gloria del doctor Flores”.[20]
Por la ideología, J.B.C., parece clérigo. Y por sus aplausos
desmesurados a Caamaño y Flores, hasta se podría creer, que es un miembro de la
Argolla…
Isaac J. Barrera, en el tercer volumen de su Historia de la literatura ecuatoriana, dice esto sobre las refutaciones al libro de Marietta:
En los anales del periodismo hay que situar también un libro polémico que estimuló la publicación de infinidad de folletos aclaratorios, vindicativos, pero llenos todos de admiración y consideración para el autor del libro que tanto revuelo produjo en los círculos políticos ecuatorianos: Páginas del Ecuador se intitula este libro, escrito por Marietta de Veintemilla.[21]
Parece que Barrera no leyó o no conoció las refutaciones que
acabamos de citar, sobre todo las dos últimas, que no tienen ninguna admiración
ni ninguna consideración para la autora, sino que al contrario están llenas de
menosprecio, cuando no de injurias. Las que si pueden calificarse como
consideradas y admirativas son algunas refutaciones de escritores liberales
como las de Mata y Moncayo, o las que pasamos a referirnos solo a manera de
ejemplo, porque las de este color político, primordialmente, se dedican a
demostrar las quiebras y abusos de la administración del general Veintemilla.
Rafael. M. Mata es un periodista quiteño, hijo del general Antonio
Mata, uno de los altos jefes militares del ejército de Veintemilla. Su
refutación está contenida en un libro que se titula Juicios históricos sobre las “Páginas del Ecuador”, publicada en
Guayaquil en 1890. Su objetivo es
defender a su padre, a quien dice que se alude como traidor, aunque sin nombrarlo,
en la obra de Marietta, para la que tiene frases elogiosas por su saber y
talento. La mayor parte del libro se concreta a examinar y denunciar los
desmanes cometidos por las tropas gobiernistas, a las que llama hordas de Atila. También habla del rechazo
y de la impopularidad de la dictadura, razón por la que era un atentado mantenerla, ya que la mayoría
del pueblo estaba con los restauradores.
Empero, liberal como es Rafael Mata, no se refiere muy bien de los
conservadores y del clero, que no se olvidan de la consabida réplica. Y réplica
desde las alturas. El arzobispo Ignacio Ordóñez en una pastoral en que se
enjuicia a los malos periódicos y a los malos libros –17 de abril de 1891–
expresa: “Y no sólo hay entre nosotros quienes lean esos libros; los hay
quienes los escriben. En estos días he visto uno con el título Juicio sobre las Páginas de la historia del
Ecuador. ¡Cuántos errores contiene! ¡Cuántas negaciones! ¡Con qué
irreverencia trata allí a las cosas más Santas!” [22] Luego
enumera los errores que contiene y, como era de esperarse termina condenando al
libro, cuyo título tergiversa, seguramente, por mala memoria o santa
indignación.
Rafael Mata Lamota es un liberal convencido y un escritor de
estirpe.
Abelardo Moncayo, a quien ya citamos al principio, refuta a las Páginas del Ecuador en un artículo
titulado Doña Marietta de Veintemilla
que ha sido incluido en el libro Añoranzas
que recoge sus trabajos literarios, publicado en Quito en 1923 con una
justiciera introducción del doctor Pío Jaramillo Alvarado.
Moncayo, como se sabe, es uno de los más decididos combatientes
por la causa liberal, a la vez que uno de sus ideólogos más altos. Es portador
de ideas sociales avanzadas conforme lo demuestra en su libro denominado El concertaje de indios. Y en el campo
de la literatura tiene páginas que le sitúan en elevado sitial.
De las refutaciones a Marietta, la suya es sin ninguna duda la más
caballerosa, a la par que la más elegante. No aparece el insulto ni la sucia
diatriba. Al contrario, censura las maliciosas afirmaciones de aquellos que
sostienen que las Páginas del Ecuador
no son obra de la escritora quiteña.
Elogiando el libro de Marietta, Moncayo dice:
Retratos hay en esa colección que pasman, por su exactitud e imparcialidad; así como tan chispeantes y originales caricaturas que es imposible moderar la carcajada. Y realzan la obrita tal viveza y colorido en la expresión, tal arte y amenidad en el estilo, que pálidos de seguro habrán quedado muchos Académicos, al verse incapaces de tanta donosura y gracejo.[23]
Decir esto en aquella época en que se considera impropio de la
mujer actuar en el campo político o literario –se aduce que está destinada para
el hogar y las labores domésticas– es de mucho valor. Es salir de inveterados
prejuicios y combatir absurdas valoraciones.
También ensalza su valor. Y para eso hace una sutil comparación:
la actuación del tío en Guayaquil y de la sobrina en Quito durante la lucha
restauradora. La diferencia es clara y obvia.
Esto es lo fundamental –dejando de lado las mentirillas sobre las bondades del régimen dictatorial y la
falsedad de su liberalismo– en la refutación de Moncayo.
Hay varias otras impugnaciones y réplicas sobre las Páginas del Ecuador. Mas nos parece que
las que dejamos sintéticamente tratadas son suficientes para tener una idea
general sobre la tempestad que desata. Tempestad que da medida a su valor.
Marietta de Veintemilla muere joven en 1907. Alfaro, no obstante
alguna oposición, ordena que se le rinda honores militares similares al de un general
de la república. Era como refrendar su calificativo de Generalita.
Era también, una vez más, la aplicación de su máxima política:
“Perdón y olvido”.
[1] Tomado de Oswaldo
Albornoz Peralta, Páginas de la historia ecuatoriana, t. I, Editorial de
la CCE Benjamín Carrión, Quito, 2007, pp.473-490.
[2] Abelardo Moncayo, Añoranzas,
Talleres Tipográficos Nacionales, Quito, 1923, p. 161.
[3] Idem, pp.161-162.
[4] Marietta de Veintemilla, Páginas
del Ecuador, Departamento de Publicaciones de
[5] Idem, p. 407.
[6] Idem, p. 333.
[7] Idem, pp. 362-363.
[8] Marietta de Veintemilla, “Madame Rolland”, en Gloria de Cunha
Giabbai, Marietta, Ediciones del
Banco Central del Ecuador, Quito, 1998, p. 147.
[9] Idem, p. 144.
[10] Enrique Garcés, Marietta de
Veintemilla, Casa de
[11] Citado por Juan Montalvo en
[12] Antonio Flores, Para la
historia del Ecuador, Imprenta Católica, Quito, 1891, p. 3.
[13] Enrique Garcés, op. cit., p. 115.
[14] José Nieto, “La verdad contra las calumnias de
[15] Idem, p. 125.
[16] J. Acosta C., Observaciones
sobre las “Páginas del Ecuador” de
[17] Idem.
[18] J.B.C., Los Presidentes del
Ecuador. Escrito dirigido a refutar brevemente algunas fatuidades contenidas en
el folleto Páginas del Ecuador por Marietta Veintemilla, Imprenta de
[19] Idem, p. 86.
[20] Idem, p. 102.
[21] Isaac J. Barrera, Historia
de la literatura ecuatoriana, t. III, Casa de
[22] José Ignacio Ordóñez, XXVIII
Carta Pastoral, Imprenta del Clero, Quito, 1891, p. 8.
[23] Abelardo Moncayo, Añoranzas, op. cit., p. 161.