Del 4 al 9 de julio de 1944 se reunió en Quito el Congreso convocado por el Comíte Nacional de Trabajadores, fundándose la Confederación de Trabajadores del Ecuador
LA LUCHA DE LOS TRABAJADORES Y LA FUNDACIÓN DE LA CTE
Oswaldo Albornoz Peralta[1]
En la
situación de crisis que se había generado, los trabajadores acentuaban su
actividad, desarrollando sus organizaciones y redoblando su combatividad para
enfrentarse a sus explotadores. En 1943 se encontraban registradas 497
asociaciones de trabajadores en la Dirección General del Trabajo, la mayoría de
las cuales se crearon a partir de 1938, fecha de expedición del Código del
Trabajo. Los viejos gremios cedían paso a los sindicatos y comités de empresa,
mejor capacitados para la lucha en las nuevas condiciones. Así, en el año
mencionado existían 138 sindicatos, 42 comités de empresa, 14 federaciones, 12
confederaciones y 2 uniones, concentradas sobre todo en Guayaquil y Quito.
Entre 1942 y 1943 se efectuaron 47 huelgas, de las cuales 27 fueron por aumento de remuneraciones, 10 por estabilidad y 8 demandando cumplimiento de las disposiciones legales. En 1943, se celebró el primer contrato colectivo en el país, entre la Cemento Nacional y el comité de empresa de los trabajadores.
Una
gran contribución al proceso organizativo de los trabajadores brindó la visita
al Ecuador de Vicente Lombardo Toledano y Guillermo Rodríguez
-presidente
y vicepresidente de la CTAL- en octubre de 1942. Con tal
motivo, se reunió en la ciudad de Guayaquil una
conferencia nacional de dirigentes sindicales y se firmó un
pacto para organizar un nuevo congreso de trabajadores,
luego del fracaso de la organización creada en 1938. Se
fijó como fecha para el nuevo congreso el primero
de marzo de 1943, comprometiéndose los concurrentes
a su organización. Estuvieron presentes en la
conferencia nacional los representantes de las siguientes organizaciones:
Unión
Sindical de Trabajadores de Pichincha
Sociedad Artística e Industrial de Pichincha
Confederación Obrera del Tungurahua
Confederación
Obrera
del Chimborazo
STAGPORG
Unión Sindical del Guayas
Asociación
Gremial del Astillero
Frente
Obrero
Independiente y
Confederación
Obrera del Guayas
Además,
concurrió la directiva de la Confederación
Obrera
del Ecuador nominada en el Congreso de Ambato. El pacto está
suscrito por Pedro Saad, Primitivo Barreto,
Víctor Hugo Briones, Alberto Torres Vera, Gilberto
Pazmiño, Ángel Fernández, Segundo Naranjo, Antonio Espinoza,
José Montenegro, Francisco Mora Guerrero y los
dirigentes de la CTAL antes nombrados. Se encargó al
Comité de Organización del Gran Congreso de Unidad los
trabajos preparativos.
Desde
un principio, las clases dominantes y el clero,
que siempre han combatido con furor todo intento de
unificación de los trabajadores -pues comprenden que la unidad
va en mengua de sus intereses- hace todo lo que está a su
alcance para impedir la reunión del Congreso
proyectado.
El
arzobispo de Quito es el primer abanderado de la campaña. Mediante una
Pastoral, donde afirma que “Lombardo Toledano había sido enviado por el Gobierno
de Méjico… a fomentar una guerra del comunismo y del pueblo
ecuatoriano contra el clero y la iglesia católica”, condena la
reunión del Congreso, prohíbe de manera terminante la asistencia de
obreros católicos a este evento clasista. La CEDOC -que en
ese entonces no es sino un apéndice de la Iglesia y obedece
ciegamente sus órdenes- respalda al arzobispo
y pide que se impida la entrada al país de Lombardo Toledano y
que se expulse a Guillermo Rodríguez, pedido que
como es de suponer, consigue sin mayor demora.
Burdamente se califica al primero de “agente de Stalin y
asalariado de la III Internacional”, y al segundo, de
“pastuso bribón encumbrado por encima del mismo
Carlos Marx”. A todo esto, se agrega una serie de ataques y
calumnias contra los partidos de izquierda. “¡Socialistas,
comunistas, vanguardistas, escuchad! Conocemos uno
a uno, todos vuestros nefastos crímenes: incendios,
saqueos, asesinatos, etc., etc…. lucharemos con heroísmo,
moriremos, pero aplastando vuestra audacia;
sabed que somos los verdaderos soldados de Dios y de la
Patria”.[2] Esto se dice
en un Mensaje del obrerismo quiteño al obrerismo ecuatoriano.
El
gobierno de Arroyo del Río, que representa los intereses de la oligarquía
dominante, no se queda atrás. Ejercita una serie de maniobras
para obstaculizar la reunión del Congreso, o al menos, para conseguir que no alcance los
objetivos clasistas que se persiguen. Estas maniobras
son ejecutadas principalmente por intermedio de elementos divisionistas y
servidores incondicionales del régimen introducidos en el
movimiento sindical, entre los cuales están los oportunistas de la dirección de la
Confederación Obrera del Ecuador, que ya sabemos asistieron a la
Conferencia de 1942 y firmaron el pacto para la
reunión del nuevo Congreso. Además, el gobierno
impone
condiciones “para prestar apoyo” para su realización, entre
ellas, la de que no se permita la asistencia de delegados
extranjeros y la de que sea obrera exclusivamente, a fin
de impedir, mediante esta última imposición, la
presencia de ciertas organizaciones progresistas, como la de maestros,
por ejemplo. Se impone también el aplazamiento del Congreso y, lo
que es más, un temario aprobado por la Oficina General del Trabajo.
Hay
que decir, desgraciadamente, que el Comité Organizador -donde se
encuentran varios compañeros abnegados y dignos de toda confianza- acepta varias de esas
condiciones en el afán de no perder todo y lograr que el
Congreso se realice a toda costa, lo que no por eso, deja de
reflejar las limitaciones ideológicas de nuestro
movimiento sindical. En el temario en referencia hay puntos
como los siguientes. “Segundo.- Métodos de
colaboración entre las autoridades del trabajo, patronos y
trabajadores en la solución pacífica de problemas de trabajo.-
Tercero.- Métodos de colaboración entre autoridades
del trabajo, patronos y trabajadores, para el incremento
de la producción destinada a la defensa nacional y
continental”.[3] No cabe
duda, que esos temas, implican colaboración de clases, inaceptable para toda
organización obrera revolucionaria. A más de esto, no se dice nada en dicho
temario sobre la unidad internacional de los trabajadores, nada sobre reformas
en el agro ni reivindicaciones campesinas, nada sobre las compañías extranjeras
ni la penetración imperialista. Estas omisiones y otras -a excepción de
la que nosotros señalamos sobre el imperialismo - son anotadas con razón por
Guillermo Rodríguez, vicepresidente de la CTAL, en el Informe que redacta para esa
central continental.
Por
fin, venciendo la cerrada oposición reaccionaria, el Congreso puede
reunirse el 18 de marzo de 1943 en la ciudad de Quito,
asistiendo a la inauguración cerca de 200 delegados. La inmensa
mayoría de los asistentes son partidarios de la unidad y
están imbuidos de un sentir auténticamente democrático,
por lo cual, en la primera sesión se elige por
abrumadora mayoría presidente del Congreso a Luis Humberto
Heredia - dirigente de la Sociedad de Carpinteros de Guayaquil
y firme defensor de los intereses de los trabajadores
-aparte de tomarse importantes resoluciones que rebasan y
rompen el temario impuesto por el Gobierno.
Además, se acuerda la adhesión a la CTAL y se nombra
como miembros de honor del Congreso a Vicente
Lombardo Toledano y Guillermo Rodríguez, presidente y vicepresidente, como ya
sabemos, de la central continental. Ante estos hechos, los divisionistas introducidos
allí, que reciben órdenes del régimen arroyista, resuelven romper el Congreso
con
cualquier pretexto. Aprovechan entonces la presencia de
los representantes de los empleados para protestar, argumentando,
conforme a la tesis oficial, que se trata de una
reunión exclusiva de obreros, siendo replicados por los
delegados del sector unitario y revolucionario que el
Congreso es de todos los trabajadores ecuatorianos y que por lo
tanto su asistencia es necesaria y procedente,
porque ellos también son parte del gran ejército de combatientes
por la liberación y progreso de nuestro pueblo. Esta
nueva derrota, da motivo para que los divisionistas -en número de
26- abandonen la Asamblea y vayan a pedir la intervención de la fuerza
pública contra sus compañeros de clase. Nada sorprendente desde luego esta actitud
vil y canallesca, pues que con anticipación se habían
dirigido al ministro de Gobierno para que “en las
sesiones posteriores concurra una fuerte escolta a fin de poder
mantener el orden”,[4] según
consta de una comunicación. Los firmantes son Alberto
Torres Vera, Antonio Espinosa y Gilberto Pazmiño González.
A
la mañana siguiente, soldados armados con ametralladoras,
rodean el edificio “El Cóndor” donde se realiza
el Congreso, impidiendo la entrada de los delegados y
expulsando mediante la fuerza a los que se encontraban
ya en el local. Para evitar una masacre y dar así una fácil
victoria a las fuerzas reaccionarias, se decide que todas
las delegaciones vuelvan a sus respectivas provincias,
no obstante lo cual se desata una cruel y tenaz persecución.
Muchos trabajadores que no pueden regresar opor tunamente,
son apresados y llevados a la cárcel, donde son apaleados por los pesquisas.
Otros sufren igual suerte cuando llegan a su lugar de residencia. El c. Pedro
Saad, por ejemplo, es capturado en Guayaquil y permanece varios
meses detenido por el delito -como consta en el Informe de Guillermo
Rodríguez que antes mencionamos- “de ser un dirigente
capacitado, leal y firme en la defensa del pueblo”.
También son detenidos en Quito los dirigentes socialistas
doctores Juan Isaac Lovato y Ezequiel Paladines.
Como
era de esperarse, toda la opinión democrática del país
condena y protesta por este atropello. El régimen arroyista, tratando de
disculparse, dice “que se había estado fraguando una
revolución y que el Congreso de Trabajadores se hallaba a
punto de transformarse en un Soviet Central”,[5] tal como
afirma el doctor Manuel Agustín Aguirre en su Informe
al X Congreso del Partido Socialista
Ecuatoriano. Una vez más, como se ve, se echa mano del anticomunismo
para justificar desmanes. De ese anticomunismo burdo,
calificado por Tomás Mann, como idiotez suprema.
El
día 21 de marzo, para engañar al público y sobre todo al
vicepresidente Wallace de los Estados Unidos que debía visitar el Ecuador, con
el pleno auspicio y apoyo económico del gobierno,
los divisionistas y unos cuantos delegados que han
podido cohechar, reúnen un llamado Quinto Congreso
Obrero y constituyen una Confederación Obrera Ecuatoriana (COE), organización
espuria y servil que será disuelta con la revolución
del 28 de Mayo.
Pocos
días después -el 25 de marzo- el ministro de Gobierno hace la
siguiente advertencia: “El Gobierno declara que mantendrá indeclinablemente
su criterio y no permitirá que conocidos elementos
subversivos, tomando el nombre de los obreros o trabajadores del país,
intenten celebrar reuniones o asambleas cuyos fines políticos
se saben desde hoy”.[6]
Ratificando
esa decisión, el presidente de la república, Arroyo del
Río, dicta posteriormente un decreto prohibiendo la reunión de un nuevo
Congreso de Trabajadores. Es decir, se pone en la
ilegalidad a todo el movimiento sindical.
Se
puede decir, con certeza, que pese a sus limitaciones
y a que no se logra conseguir su objetivo fundamental,
la formación de una central de trabajadores, el balance
del Congreso de 1943 es positivo, por ser una clara
manifestación del anhelo unitario y de la conciencia
democrática y clasista de la inmensa mayoría de las
delegaciones asistentes. Una demostración de su valor y de
su independencia de clase, que no obstante las presiones
ejercidas por el gobierno, son capaces de no dejarse
manipular y de rechazar con dignidad sus imposiciones.
Todo lo cual, es prueba a la vez, de la fuerza y del alto
nivel organizativo e ideológico alcanzado por nuestro movimiento sindical.
Sin
amedrentarse por la persecución desatada por el régimen, al regresar a sus
provincias, los delegados inician de inmediato los trabajos
para llevar adelante la consigna que había sido adoptada al
disolverse el Congreso: mantener la unidad y reunir un nuevo Congreso que
haga realidad la Confederación de Trabajadores del Ecuador.
En
cumplimiento de esa decisión se realizan reuniones en
las diversas provincias y cada una nombra un representante
para que integre el Comité Coordinador de
Trabajadores, organismo cuya formación había sido acordada en el
primer día de sesiones por el Congreso disuelto, a fin de
que se encargue de las tareas tendientes a la
consecución del objetivo que se acaba de señalar.
Dándose
otro paso, en forma clandestina, se reúne en la ciudad de
Guayaquil el Comité Coordinador de los
Trabajadores, que toma importantes resoluciones, tanto en el aspecto ideológico como organizativo.
Allí
se acuerda reemplazar al Comité Coordinador antes nombrado,
por un Comité Nacional de los Trabajadores del Ecuador con
sede en Guayaquil, organismo que asume la
dirección del movimiento sindical, debiendo en consecuencia impulsar
todas sus tareas y controlar las actividades
de las demás organizaciones del país. Se crea un Comité Regional de
la Sierra -subordinado al Comité Nacional- para el trabajo en esta región.
Se resuelve la realización de Congresos Provinciales,
a fin de constituir Federaciones de Trabajadores
en las provincias donde no existan todavía. Secretario
General del Comité Nacional de Trabajadores
del
Ecuador es elegido el c. Pedro Antonio Saad, y el c. Miguel
Ángel Guzmán, secretario general del Comité Regional de la Sierra.
Además
de lo indicado, se aprueba lo siguiente:
1º
El documento titulado “Los trabajadores del Ecuador y las tareas actuales”.
2º El “Plan de tareas para lograr la unidad ideológica y
orgánica de los trabajadores del Ecuador”.
3º
El “Reglamento interno del Comité Nacional de
los Trabajadores”.
4º.
Enviar un saludo a las Naciones Unidas y a sus
dirigentes.
5º
Ratificar la afiliación a la Confederación de
Trabajadores de América Latina.
El documento
primeramente mencionado es, sin duda, el más importante, pues como se advierte
en
una nota que precede a su texto, “constituye una verdadera
línea de orientación para todo el movimiento de los trabajadores
del Ecuador”.[7] Para su
elaboración, se toma como base el proyecto presentado por la Unión
Sindical de Trabajadores del Guayas.
Se
exponen allí, en efecto, los criterios y puntos de vista de
los trabajadores ecuatorianos sobre los principales
asuntos nacionales e internacionales, a más, claro está,
de sus reivindicaciones específicas. Puede considerarse,
por esto, como un verdadero programa.
Veamos,
brevemente, sus aspectos más salientes.
Se
estudia, en primer lugar, el candente problema de
la segunda guerra mundial, que en ese momento se
halla en todo su apogeo. Al respecto, la oposición al
nazi-fascismo es terminante y se llama a todos los
ecuatorianos a luchar para su derrota, pues se comprende que es el enemigo más
peligroso y feroz del movimiento obrero y de la democracia en general, razón
por la que se afirma que “la guerra actual debe ser considerada como una
guerra de liberación de los pueblos”. Pero a la vez, se advierte, que se debe
estar en guardia respecto a los manejos de las fuerzas
reaccionarias existentes en los mismos países aliados, “que
quieren aprovechar esta guerra para conservar el dominio de
unas naciones sobre otras, para especular y
enriquecerse a costa de los pueblos y su miseria, usufructuando
la sangre que están derramando los trabajadores del mundo”. Y
por esto, también se llama a combatir a
estas fuerzas oscuras -quintas columnas- llámense imperialistas
o especuladores nacionales.
Sobre
la penetración imperialista en el Ecuador se hacen algunos
planteamientos y formulaciones.
Se
dice que el apoyo a la lucha
contra el fascismo no debe significar una entrega
de nuestra soberanía a fuerzas extrañas. Se habla de la
necesidad de defender los precios de los productos
ecuatorianos y de crear una industria independiente. Sobre las
compañías foráneas se expresa lo que sigue: “Como
elemento de concordia y unificación democrática debe ser
también fijada nuestra posición ante las grandes
empresas extranjeras establecidas en nuestro país. No
queremos en este momento la expulsión o expropiación
de ellas. Reclamamos únicamente el establecimiento de relaciones armónicas con
ellas que, a la vez que garanticen sus intereses y utilidades
prudenciales, representen una equitativa contribución de las mismas a nuestra
economía y a nuestro progreso”.[8]
Si
bien son correctas las consignas concretas, la concepción general nos parece
débil, inclusive un tanto conciliadora, pues no se señala
al imperialismo como enemigo de nuestros pueblos y se
crea la ilusión de que sus monopolios pueden ser
factor de progreso y desarrollo, cuando se sabe que son freno y fuente de explotación.
Esta
debilidad, es consecuencia, sin duda, de las
complejas condiciones del momento, cuando luchan en el mismo
campo contra el nazi-fascismo, naciones de distinto
régimen social, coalición en la que, dada la naturaleza
anotada, existen al mismo tiempo tendencias unificadoras
y separadoras, las primeras provenientes de la
necesidad de derrotar al enemigo común, y las segundas,
originadas en las contradicciones de clase que hay entre
la Unión Soviética y los otros países capitalistas aliados. Esta
situación, debido a la inmadurez de nuestro
movimiento sindical, causa confusiones y vacilaciones,
que dan como resultado la insuficiente apreciación sobre el
verdadero significado de la penetración imperialista.
Respecto
al problema de la tierra, problema capital para nosotros, se anota lo
siguiente:
Obreros y campesinos tenemos un
objetivo común frente al feudalismo ecuatoriano: su desaparición, su
sustitución, no solo por formas capitalistas en la agricultura, sino también
por nuevas formas de producción, en especial, por formas cooperativas debidamente
orientadas que, libertando al campesino, lo incorporen a la economía nacional
y lo conviertan en un factor de progreso.
En este plano reviste especial
interés el problema de las masas indígenas, ya
que son el sector más afectado por tales sistemas, y debemos apoyar
irrestrictamente todos los movimientos tendientes a su liberación.[9]
También
en este punto se pueden anotar vacíos y debilidades, al lado de aspectos
indiscutiblemente positivos. Entre estos últimos cabe señalar
la destrucción del feudalismo y la introducción
de formas cooperativas de producción, forma a la que ahora
se ha dado toda la importancia que tiene por parte del
Partido Comunista, como medio de transición al
socialismo en la etapa de la revolución de liberación nacional.
Pero en cambio no se habla de una reforma agraria
radical que entregue la tierra a quienes la trabajan, pues como
anota el c. Saad en la CTE y su papel
histórico que ya citamos, se deja “como una solución del
problema la implantación de formas capitalistas en el campo”.[10]
No
está por demás decir, que estas formas capitalistas son las que hoy se han
impuesto gracias a las seudoreformas agrarias realizadas por la burguesía,
que han dejado sin tierra a miles de campesinos y que en nada
han mejorado su mísera existencia.
La
lucha por alcanzar una amplia democracia es otro de los postulados que se
levanta, considerando que un ambiente de libertad y garantías es “necesario
para que las masas laboriosas busquen el camino de su liberación”.
Esto significa que la defensa y ampliación de los
derechos democráticos burgueses, no es un problema
indiferente para los trabajadores, sino una tarea constante
que no debe ser descuidada, porque de ella depende la
preservación de sus propios derechos y porque facilita el
logro de mayores conquistas. Defensa que no implica el
desconocimiento de sus limitaciones y de la naturaleza
de clase de la democracia burguesa.
Entre
las reivindicaciones inmediatas constan las que se
indican a continuación:
– Aumento de sueldos y salarios para el mejoramiento
de la vida de las masas populares.
– Control estricto de precios para impedir la especulación.
– Control y reducción de las utilidades
-con intervención de los trabajadores- para que, garantizando
un
promedio prudencial al agricultor, al industrial y al comerciante,
se impida la explotación.
– Defensa y aplicación integral del Código del Trabajo.
– Ampliación de la legislación protectora del trabajo
y del Seguro Social.
– Mayor cultura para el pueblo y tecnificación de la
enseñanza, adaptándola a las necesidades nacionales.
– Aplicación de medidas para impedir la explotación
de los inquilinos.
– Perfeccionamiento de los sistemas de Asistencia Pública.
Finalmente,
se señala como máxima aspiración, la imperiosa necesidad de conseguir la
unidad y la creación de la Confederación de Trabajadores del Ecuador, como
organismo que agrupe no solo a los obreros, sino también a campesinos,
empleados, artesanos, maestros, etc. Unidad que sea parte inseparable de los
demás trabajadores del continente y de los trabajadores de
todo el mundo.
Este
programa, pese a las debilidades que hemos puntualizado, es no solo el
primero con tal carácter, sino el más avanzado que se ha
elaborado hasta el momento, siendo, por consiguiente,
medida
al nivel ideológico alcanzado por nuestro movimiento
sindical. Los trabajadores ecuatorianos analizan y
toman posición, ya no solo frente a los asuntos específicos y
de clase, sino también frente a los grandes
problemas nacionales, dándose por tanto un paso grande en el camino
de su politización. Ellos afirman, que ese programa,
“expresa el ideal común mínimo de todas las fuerzas
democráticas del país”.[11] Y quizás, esta
afirmación, no es exagerada para la época.
Los
asistentes a la reunión de agosto, una vez estructurado el Comité Nacional de
Trabajadores del Ecuador, regresan a sus
respectivas provincias para llevar a la práctica el cumplimiento
de sus resoluciones, iniciando de inmediato y con todo
entusiasmo los trabajos para el efecto, tanto los que se
refieren al especto ideológico como al aspecto
orgánico, para lo cual se dictan previamente una serie de cursos de
capacitación a fin de formar cuadros sindicales
que puedan ayudar a la orientación y unificación de los trabajadores del país.
Así,
ya el 12 de noviembre de este mismo año
-1943- con la presencia de 72 delegados, se organiza el
primer Congreso de la Federación de Trabajadores del Guayas,
que elige a Pedro Saad como presidente y a Víctor
Hugo Briones como vicepresidente. Los trabajos para llevar
a cabo este evento han sido dirigidos por el Comité
Nacional de los Trabajadores, con el auspicio y la ayuda de
la Unión Sindical de los Trabajadores del Guayas,
la Federación Nacional de Trabajadores del Petróleo y el
Sindicato de Trabajadores Agrícolas, Campesinos pobres y
obreros rurales del Guayas. Durante tres días se
discute un temario compuesto de varios puntos, entre los
cuales figuran, en primer término, los que tienen que
ver con la organización y las condiciones de vida de los
trabajadores de la provincia. Al final, se nombra a los
miembros de la directiva de la Federación de los Trabajadores
del Guayas que queda constituida, siendo estos los
siguientes: Víctor Hugo Briones, Segundo Ramos, Luis
Humberto Heredia, Marco Oramas, Luis A. Guzmán, Julio
Cueva, Leónidas Casares, Julio Román López y
Jacinto Mateus.
Desgraciadamente
en Pichincha, si bien se dan pasos acelerados hacia la unidad, no se puede conformar
todavía una Federación Provincial por existir algunas diferencias
con la Sociedad Artística e Industrial. El trabajo se realiza, aquí, a base de
la Unión Sindical, donde están los sindicatos más unitarios y conscientes.
También
se reúne el Congreso de Trabajadores Textiles del Ecuador, que funda la
Federación Nacional de este importante ramo de nuestra industria, uno de los
más desarrollados en esta época.
El
1º de abril de 1944, no obstante el clima de represión existente y con el fin
de ganar la legalidad para el movimiento sindical, el Comité Nacional de los
Trabajadores celebra públicamente una sesión plenaria en la ciudad de Quito, donde
presentan informes el c. Saad y el c. Guzmán, a nombre del
Comité Nacional y del Comité Regional de la Sierra,
respectivamente. Allí, después de hacer un balance de
los trabajos efectuados y de discutir la situación económica y
política del país -tanto nacional como internacional-
se consolida la organización del movimiento sindical y se
aprueban una serie de resoluciones importantes. La principal
es de carácter político: la participación de los
trabajadores en la insurrección que se prepara contra el gobierno
de Arroyo del Río.
Los
partidos políticos integrados en Alianza Democrática Ecuatoriana
-coalición heterogénea, compuesta tanto de fuerzas
de izquierda como de derecha, que tienen por lo mismo objetivos
diferentes- preparan en ese momento una sublevación
armada contra el régimen arroyista, pues habían llegado a la
conclusión de que únicamente por ese medio podía
ser finiquitado, ya que se hallaba en marcha la
preparación de un fraude electoral en favor del candidato
oficial a la presidencia, para burlar en esta forma las aspiraciones
populares. El candidato de la coalición, es
el doctor Velasco Ibarra.
Los
trabajadores, antes de plegar al levantamiento, se habían puesto en contacto
mediante una delegación con el candidato Velasco que se hallaba en Colombia,
para pedirle que acepte y se comprometa a cumplir un pliego de aspiraciones.
Ese pliego contiene ocho puntos, que sintetizados, son los siguientes:
1º Apoyo del gobierno para la reunión de un
Congreso Nacional de Trabajadores para constituir la
Confederación de Trabajadores del Ecuador.
2º Reconocimiento del Comité Nacional de los
Trabajadores como central nacional hasta que se realice el
Congreso.
3º Mantenimiento del Código de Trabajo y ampliación
del mismo en beneficio de los trabajadores cuando la CTE
considere conveniente.
4º Reforma de los Estatutos de la Caja del Seguro
para dar entrada en el Consejo de Administración a una
representación igual de obreros y patronos. Autonomía
absoluta de la Caja del Seguro.
5º Donación de una casa, imprenta y más útiles
necesarios para que la CTE pueda desenvolver eficaz y
libremente sus actividades.
6º Apoyo económico y social a las comunas indígenas,
sindicatos y cooperativas campesinas. Reconocimiento
legal por parte del Estado del movimiento organizado
de los indígenas.
7º Ampliación de la democracia, libertad sindical de
prensa, de asociación, de manifestación y expresión
libre del pensamiento por todos los medios modernos de propaganda.
8º Creación de un verdadero Consejo de Economía en el que tomen parte
todas las fuerzas vivas del país, en especial los trabajadores, cuyos
representantes serán designados por la CTE.
No
es mucho lo que se pide como se puede obser var. Velasco,
deseoso de ganar el apoyo de la gran fuerza que representan
los
trabajadores organizados del país, da su aceptación a todo lo
solicitado, aunque como se sabe, después hará caso omiso de sus
ofrecimientos. Si algo se consigue, no es por su
voluntad, ni dádiva gratuita de su parte, sino como resultado de
la lucha y sacrificio de las masas populares.
La
respuesta de Velasco Ibarra es esta:
Acepto con toda simpatía las
sugerencias anteriores y en prueba de mi sinceridad, extraña a los cálculos políticos, acudo a todos mis escritos sobre el derecho de los trabajadores
y a mi conducta cuando Presidente.
Pasto, 29 de marzo de 1944.
J. M. Velasco Ibarra.[12]
Largo
se podría escribir sobre sus escritos y sobre su conducta
cuando presidente en 1934, y más largo todavía sobre su simpatía
y
sinceridad al aceptar las sugerencias. Mas dada la limitación de
este trabajo, pasamos eso por alto.
Establecido
el compromiso con el candidato presidencial de Alianza Democrática
Ecuatoriana,
los trabajadores y sus organizaciones, dirigidos por
el Comité Nacional, redoblan sus
esfuerzos para derrocar al régimen y no falta su presencia en ninguno de
los actos conducentes a ese objetivo, como por ejemplo
los sepelios de la niña María del Carmen Espinosa y
del estudiante Héctor Pauta -asesinados por los
carabineros en Quito y en Guayaquil respectivamente- que se
convierten en manifestación gigantesca de repudio. Cuando estalla la
sublevación militar el día 28 de mayo en la ciudad de Guayaquil,
el Comité Nacional respalda inmediatamente el movimiento y decreta la huelga general, inclusive, un
gran número de trabajadores empuñan las armas y derraman
su sangre en aras de sus ideales. En Quito, el Comité de
Huelga integrado por dirigentes sindicales y estudiantes
universitarios, ordena el paro el día 29, pese a
que las tropas aquí acantonadas permanecen indecisas y
no se pronuncian todavía. Igualmente, en otras provincias,
con mayor o menor relevancia, los trabajadores participan
activamente en la insurrección.
Es
pues, destacada y brillante la actuación de la clase
obrera y de los trabajadores en general en la insurrección
popular de mayo, constituyendo factor de suma
importancia para la derrota del gobierno de Arroyo del
Río. Una prueba de lo aseverado es el hecho de que el c.
Pedro Saad, secretario general del Comité Nacional de
los Trabajadores, haya sido nombrado miembro del
Gobierno Provisional Revolucionario de la ciudad de
Guayaquil, centro de la insurrección.
Pedro Saad, secretario general del PCE, interviniendo en el homenaje tributado por los sindicatos a Velasco Ibarra por el triunfo de la revolución del 28 de Mayo de 1944. |
No se puede dejar de manifestar tampoco, que los trabajadores están orientados por los partidos políticos de izquierda, el Partido Comunista y el Partido Socialista, sobre todo, que asimismo han jugado un papel de primer orden en la insurrección, tanto que Velasco se ve obligado a incluir en su gabinete a ministros de esos dos partidos. A las filas de estos partidos, como ya se dijo, pertenecen los dirigentes más firmes, y experimentados. Son ellos los que infunden combatividad en sus organizaciones y los que señalan con mayor certeza los objeti vos de la lucha. Son ellos, los principales guías de nuestro movimiento sindical
La
amplitud de la movilización popular, la tónica democrática
dada a la insurrección de mayo por los partidos políticos de izquierda,
crean un ambiente propicio para la realización de reformas y
la conquista de reivindicaciones por parte de los
trabajadores, como en pocas etapas de nuestra accidentada
vida republicana. A esto se agrega el favorable panorama
internacional, caracterizado ese momento por la
inminencia de la derrota definitiva de la fiera
fascista, que alienta de esperanzas a los pueblos y pone más cerca de las
masas la plasmación de sus anhelos. Anhelos, inscritos en
la Carta del Atlántico.
Este
ambiente facilita la actividad del Comité Nacional de los Trabajadores,
que
se dedica por entero a la organización del Congreso,
premura que se explica no solo por el vehemente deseo de
forjar la unidad tanto tiempo apetecida, sino porque se
piensa también, que dada la fuerza de las clases
reaccionarias que empiezan a moverse ya en las sombras, que
la situación favorable existente puede desaparecer y no ser muy
duradera. Y es así como muy pronto -a un mes
apenas de la revolución- puede reunir el
Congreso el día 4 de julio de 1944, en la ciudad de Quito.
La
sesión inaugural se efectúa en el Teatro Sucre y en un clima de
gran fervor y entusiasmo. Asisten el Presidente
Velasco, ministros de Estado y miembros del Cuerpo Diplomático.
Velasco,
con oratoria fogosa como acostumbra, pide que los
trabajadores tengan confianza en su gobierno, porque “yo -dice- no os
he de traicionar moralmente, eso es imposible, porque mi temperamento,
mi temperamento fisiológico y psicológico, no me
permitiría traicionaros”. Pedro Saad, en nombre del Comité
Nacional de los Trabajadores responde con un
discurso, y luego Miguel Ángel Guzmán presenta un informe
sobre los trabajos realizados, informe que finaliza
haciendo la entrega al Congreso de los poderes conferidos
al Comité Nacional. Los integrantes de este organismo -es de
justicia nombrarlos por haber sido ellos los
que hasta ese entonces han dirigido con valentía el movimiento
sindical ecuatoriano- son los siguientes: Pedro Saad,
Miguel Ángel Guzmán, Luis Humberto Heredia,
Juan Isaac Lovato, Primitivo Barreto, Víctor Hugo Briones, Neptalí
Pacheco, Jorge Maldonado Cornejo, Marco Oramas,
Tirso Gómez, Sergio Barba Romero, Carlos
Velasco, Julio Cueva, Segundo Naranjo, Luis Barba, Tomás
Peñafiel, Jorge Salazar López, N. Landázuri y Mora
Guerrero. La inmensa mayoría son militantes del Partido
Comunista y del Partido Socialista.
Son
1200 los delegados, provenientes de todas las
provincias de la república, sin que antes, nunca, se haya
podido congregar una representación tan numerosa de
trabajadores. Su composición es heterogénea. Están
obreros, artesanos, campesinos, maestros, empleados y pequeños
comerciantes, esto es, en todo conforme al
pensamiento manifestado por el Comité Nacional en su
documento de agosto de 1943, donde se decía que su aspiración
era una Confederación de Trabajadores que agrupe a los sectores mencionados cabalmente.
Están, por otra parte, las organizaciones más grandes y fuertes que existen
en el país, tales como las de los obreros textiles, ferroviarios y petroleros,
por ejemplo. Faltan, como es de suponer, las pertenecientes a la CEDOC que,
como sabemos, se hallan supeditados a la Iglesia.
Los
principales materiales que el Comité Nacional presenta al Congreso son
un documento titulado Los trabajadores del Ecuador y la situación económica del país y el Proyecto
de Estatutos de la Confederación de Trabajadores del Ecuador.
El
primer
documento contiene un análisis detallado de la economía
ecuatoriana
en sus diferentes aspectos: agricultura, ganadería,
industria, minería y situación monetaria. Se señalan allí
los principales obstáculos que impiden el desarrollo en
cada uno de esos campos -obstáculos que son causa de
la miseria popular- sugiriéndose al final una serie de
medidas inmediatas que deberían ser adoptadas para su
desaparición. Pero, si es cierto que este estudio es más completo
y profundo, y que también las soluciones que se dan
son más claras y concretas, se puede afirmar resumiendo
que subsisten las limitaciones constantes en el documento
aprobado en la reunión de agosto de 1943 -Los
trabajadores del Ecuador y las tareas
actuales- sobre todo en relación a la lucha contra el
latifundismo y contra la penetración imperialista. Aunque hay que reconocer,
que respecto al imperialismo y a las empresas extranjeras, la denuncia es menos
tímida y ha desaparecido el tono conciliador. Se habla de la necesidad de poner
límites al drenaje de la riqueza nacional por esas compañías y de terminar con
futuras concesiones.
El
Proyecto de Estatutos -como es obligatorio-
se refiere a la composición, organismos directivos y demás
normas organizativas de la Confederación. Todo lo cual va
precedido por el señalamiento de sus objetivos, que es sin
ninguna duda la parte fundamental del documento,
ya que constituye una declaración de principios,
tanto
políticos como clasistas, de nuestro movimiento sindical.
Todos
los objetivos constantes en el Proyecto son aceptados
por el Congreso, aunque en unos pocos casos, con
modificaciones de significación. A continuación,
transcribimos
esos objetivos por la importancia que tienen,
tal como son aprobados de manera definitiva:
a)
Por la
conservación y ampliación de la democracia ecuatoriana y por el desarrollo de la vida nacional
dentro de esos marcos, superando todos los vicios y defectos de su estructura semifeudal;
b)
Por el desenvolvimiento de las fuerzas productivas nacionales, destruyendo las trabas que la oprimen,
desarrollando sus posibilidades industriales, poniendo en juego los recursos naturales de toda índole del país, haciéndolo como medio de
obtener el mejoramiento de las condiciones de vida de las masas del país;
c)
Por la mejora inmediata de las condiciones de vida y trabajo de los obreros y empleados del país, por el aumento de sus salarios reales, con la tendencia al salario vital, por la reducción de la jomada de trabajo, por la efectividad de la legislación protectora del trabajador, por el derecho de huelga, de asociación y de manifestación para los trabajadores; por la atención a los desocupados, etc., sin perder de vista en ningún momento, que la
lucha por estas reivindicaciones inmediatas es solo parte de la lucha por los objetivos finales del proletariado y por la solución definitiva de sus problemas;
d) Por la abolición de todas las trabas feudales que pesan sobre el campesino; por la implantación de métodos modernos de cultivo; por la devolución a las comunidades indígenas y campesinas de las tierras y las aguas que les han sido arbitrariamente
arrebatadas; por una política de utilización real de las tierras de propiedad particular, mediante medidas que tiendan a ese fin; por la supresión del pago de arrendamiento de tierras en especie; por el establecimiento de un efectivo sistema de crédito fácil y beneficioso
para los campesinos; por la ampliación de los sistemas de riego, base principal para el desarrollo de la agricultura y
de la producción alimenticia del país; por el mejoramiento de las condiciones de vida de los asalariados agrícolas; por el establecimiento de sistemas colectivos de
explotación; que aumenten la producción nacional;
e)
Por la resolución de las necesidades más urgentes de las masas populares, empleando medidas que impidan la elevación del costo de
la vida, que protejan la salud pública, que
diariamente mejoren las condiciones de existencia de los ecuatorianos;
f)
Por la participación equitativa de la Nación en las utilidades que las grandes empresas extranjeras extraen de nuestro suelo y sus riquezas; por la limitación justa de las utilidades excesivas de las empresas nacionales;
Por la evolución de la educación ecuatoriana para que
constituya un factor de progreso al servicio de las mayorías; por la cultura
técnica del trabajador y la desaparición del analfabetismo en el menor tiempo posible;
g) Por la más decidida protección a las mujeres y niños trabajadores, mediante una legislación especial para ellos;
h)
Por la
ampliación de la protección que presta el Seguro Social y su extensión a los trabajadores agrícolas;
i)
Por la
ampliación a los servidores
del Estado de todas las medidas de
protección del trabajo;
j)
Por la
difusión del deporte y la cultura
física entre las masas trabajadoras;
k) Por la organización de cooperativas de consumo, de producción agrícola, de artesanos, de pequeños comerciantes, sin que el movimiento cooperativo detenga la organización sindical de los trabajadores y los distraiga de sus objetivos esenciales de lucha;
l) Por el incremento de la solidaridad entre los trabajadores en la lucha por estos objetivos;
m)
Por la más
amplia democracia para todos los trabajadores en el país, en todo orden de actividades, tendiendo a dar fisonomía acorde con este postulado al Estado Ecuatoriano;
n) Por construir la unidad de los trabajadores dentro
de las normas organizativas de la CTE y de sus principios, como elemento
indispensable para obtener los objetivos ya señalados.[13]
También se declara que la Confederación de Trabajadores del Ecuador no
intervendrá en actos de carácter religioso y que la religión es
una cuestión de la conciencia individual. Se llama a
combatir a todas las ideas fascistas e imperialistas -cualquiera
sea la forma que tomen- añadiendo que los
trabajadores prestarán todo su apoyo a toda acción que tenga
esta finalidad. Y haciendo una vez más profesión de
fe internacionalista, se manifiesta que su posición tiene
amplitud internacional, razón por la que “propugna la
más estrecha solidaridad con todos los trabajadores
del
mundo y en especial con los trabajadores de América
Latina, afiliándose desde el momento mismo de su
constitución a la Confederación de Trabajadores de América
Latina, aceptando sus principios, Estatutos y Resoluciones
y colaborando con todos sus esfuerzos
al triunfo de sus aspiraciones”.[14]
No
se puede negar que existen algunos vacíos y limitaciones
en los objetivos de la Confederación de Trabajadores del Ecuador que
acabamos de transcribir. De manera particular,
siguen siendo notables los que se refieren a los dos problemas
fundamentales de nuestro pueblo: el problema del
imperialismo y el problema agrario.
No
hay una declaración de carácter general sobre el significado
de la penetración del imperialismo como traba principal
para nuestro progreso y como instrumento de
reducción de la soberanía nacional. Al reducirse a la sola
exigencia de una participación equitativa de las utilidades
de las grandes empresas extranjeras, se toca únicamente un aspecto
parcial de esa penetración, dejando de lado todos los otros que configuran la
magnitud del dominio y del peligro que representa. Se ha suprimido lo que
constaba en Los trabajadores del Ecuador y la situación económica del país
sobre la oposición a nuevas concesiones para la explotación de nuestras
riquezas. Y se ha suprimido también un párrafo del Proyecto de Estatutos: “limitación
de utilidades… hasta que llegue el momento
en que el pueblo ecuatoriano sea el legítimo dueño de sus
recursos naturales”,[15] supresión
que se podría interpretar como una renuncia, aunque sea temporal, a
la lucha por la nacionalización de las compañías extranjeras.
Cosa
parecida sucede en lo relacionado a la cuestión
agraria. Asimismo, se pone énfasis en aspectos parciales
y solo se exigen innovaciones en los procedimientos
de explotación de tipo feudal, como la supresión del
pago de arrendamiento de tierras en especie, por ejemplo.
Este criterio reformista -aunque no haya sido incluido
en la redacción de los objetivos aprobados- se transparenta de manera notoria
en el documento sobre la situación del país tantas
veces mencionado, donde se habla de reglamentación
del “sistema de trabajo de los huasipungueros, yanaperos y suplidos y de todas las
otras trabas de esta índole”.[16] Más aún: en el Proyecto
de Estatutos se establece la necesidad de “una política
de liquidación de los latifundios de propiedad particular” y de la parcelación
“de los latifundios del Estado, de la Asistencia Pública y del Seguro Social”,
todo lo cual, que implica redistribución de la propiedad, ha sido eliminado,
dejándose solamente dentro de esta línea, la devolución de las tierras y
aguas arrebatadas a las comunidades indígenas y campesinas. En definitiva, no
se propugna todavía una verdadera reforma agraria. Se puede decir, por lo tanto, que se
sigue considerando como una de las soluciones del problema
agrario, la introducción del capitalismo en el campo.
Empero,
las limitaciones anotadas, pronto desaparecen en el
fragor de la lucha.
La
consigna de una reforma agraria sindical que destruya el latifundismo
y entregue la tierra a los campesinos lanzada primeramente
por el Partido Comunista, es acogida por la Confederación
de Trabajadores, convirtiéndose desde entonces en
uno de los objetivos principales de su lucha. Igualmente, y
con mayor razón, sus filiales campesinas: la Federación
Ecuatoriana de Indios y la Federación de Trabajadores
Agrícolas del Litoral.
También
se ahonda y se precisa en la concepción sobre el
imperialismo -el mayor enemigo de nuestro pueblo- como amenaza
permanente para nuestra independencia y como el gran
obstáculo para nuestro progreso y desarrollo. Toda
intromisión imperialista, sea en el campo económico, político o cultural, ha
sido combatida con la máxima energía por la Confederación,
escribiendo páginas que honran y enorgullecen a los trabajadores
ecuatorianos. Ha luchado contra la voracidad de los monopolios, contra los
empréstitos usurarios, contra nuevas concesiones a empresas extranjeras, contra
la permanencia de nuestras riquezas naturales en sus manos,
como la del petróleo, por ejemplo, en que hoy está empeñada.
Levantando en alto la bandera de la soberanía
nacional, en unión de las demás fuerzas progresistas
y patriotas, pudo impedir que las islas de las Galápagos fueran
entregadas a los Estados Unidos después de la segunda
guerra mundial, como querían Velasco y la oligarquía
vendepatria. Ha peleado constantemente por el respeto
del mar territorial, pidiendo sanción para los piratas
yanquis, cada vez que han sido descubiertos pescando y
robando en sus aguas. Tampoco ha dejado de protestar
cuando las naciones hermanas- del continente han sido
agredidas por los salvajes fuerzas del Imperio -Guatemala,
Cuba y Santo Domingo- tal como ahora mismo lo está
haciendo en defensa de los heroicos pueblos de El Salvador
y Nicaragua. Nunca, en suma, ha faltado su voz para
condenar la explotación y los desmanes del imperialismo.
Pero,
más que las debilidades anotadas en la declaración
de principios de la CTE, mucho más, son sus
aspectos positivos, que constituyen valioso legado para
las nuevas generaciones de trabajadores. Veamos los más
importantes, aunque sea en apretada síntesis.
En
primer lugar, como ya estaba esbozado en el documento
de agosto de 1934, la lucha de los trabajadores
no se concreta solamente a sus reivindicaciones específicas, sino que se
extiende al campo de los problemas nacionales
fundamentales, ocupando por consiguiente un puesto de avanzada en el combate emprendido por nuestro
pueblo para alcanzar su liberación económica y social, pues se tiene
conciencia de que sin su participación decidida y en sitio de primera línea,
ese gran objetivo no puede convertirse en realidad.
Que esa participación, es la mejor garantía de victoria.
Desde
el
primer momento -recogiendo la tradición del sindicalismo revolucionario-
condiciona su acción a la lucha de clases, motor de toda
verdadera transformación. Esto significa que
la CTE es contraria a toda conciliación entre patronos y trabajadores, a todo pacto
o concertación social como forma de
resolver sus problemas mediante concesiones, tal como
propugna el reformismo, sin que esto signifique
ningún abandono de la lucha por las reivindicaciones económicas
inmediatas, pero no como un fin en sí mismo -que sería
caer en el economicismo- sino como paso previo y
necesario para elevar la lucha a un plano
superior: al plano político, que es el que debe primar. Esta
posición, significa también, que la CTE es contraria al
apoliticismo que las clases dominantes y el imperialismo se empeñan en
introducir en el movimiento sindical, ya que la lucha de clases
es siempre política: es la lucha entre
explotados y explotadores, lucha contra el régimen capitalista,
causa de la existencia de la explotación. Esta es la
esencia política de la lucha de la clase obrera.
Si
es cierto que no aparece literalmente la consigna de la alianza obrero-campesina,
esa alianza está implícita en los objetivos que
se señalan para renovar el panorama agrario del país y
para mejorar la vida de sus capas laboriosas. Está implícita en la misma
composición de la CTE, pues se da preferente entrada en su
seno - Art. 3º- a los sindicatos de asalariados agrícolas,
a las ligas o comités campesinos y a las comunidades indígenas. No
podía ser de otra manera, ya que existe una antigua
tradición de unidad y de luchas conjuntas, desde el
apoyo obrero a los indios oprimidos por el gamonalismo y
a los montubios de la Costa explotados por hacendados y
compañías extranjeras, en las dos décadas anteriores a
su fundación. No podía ser de otra manera, porque se
comprende claramente que la alianza obrero-campesina,
es imprescindible para la transformación revolucionaria
del país.
Ya
hemos visto -no hay para qué añadir más- que la CTE
nace propugnando la unidad de todos los trabajadores,
no solo del Ecuador, sino de América y del mundo.
Nace enarbolando la hermosa bandera del internacionalismo,
sintetizado en la célebre frase del Manifiesto
Comunista: ¡Proletarios del mundo, uníos!
Y
en cuanto se refiere a las reivindicaciones inmediatas,
recoge las principales y más sentidas por los distintos
sectores que militan en sus filas. Algunas no han sido
conquistadas todavía, constituyendo por lo mismo más
bien objetivos de lucha para el futuro, que efectivamente
serán alcanzados en diferentes épocas a través de un
combate tenaz y constante. Unos, solamente recién han
sido logrados: la disminución de la jomada de trabajo
-40 horas- el seguro social para los campesinos, pongamos por
caso.
Después
de lo que se deja expuesto, solo cabe una
conclusión: la línea de acción y los principios trazados por
la Confederación de Trabajadores del Ecuador, al
nacer, significan un gran paso hacia adelante, un inmenso progreso del
movimiento sindical. Y su historia,
escrita con sacrificios y muchas veces con sangre, es un hermoso ejemplo para
las nuevas generaciones de trabajadores que continuarán la lucha emprendida
por los fundadores, hasta conseguir la solución total de sus problemas
mediante la instauración del socialismo.
El
9 de julio se clausura el Congreso luego de nombrar una directiva unitaria,
donde se hallan los mejores dirigentes de nuestros trabajadores, miembros en su
mayoría de los dos partidos de izquierda que más valientemente han luchado en
pro de su organización y en defensa de sus intereses:
los partidos Comunista y Socialista. presidente es designado el
c. Pedro Saad y vicepresidente el c. Juan Isaac Lovato,
ambos protagonistas principales de la ruda campaña
emprendida para la creación de la CTE y por eso,
ambos, blanco de la furia arroyista.
A poco de fundada la Confederación de Trabajadores del Ecuador, tiene ya que hacer frente al embate de las fuerzas reaccionarias.
La
Asamblea Constituyente que se reúne a raíz de la
revolución de mayo, dicta una Constitución progresista, donde al lado de varios
postulados avanzados y democráticos, se incluyen las
principales conquistas alcanzadas por los trabajadores.
Esto ha sido logrado gracias a la acción de los Diputados de
izquierda, sobre todo, que junto con los representantes funcionales de los trabajadores
-Pedro Saad, Víctor Hugo Briones, Ricardo Paredes, Miguel Ángel Guzmán,
Neptalí Pacheco y Carlos Ayala Cabanilla- forman un sólido y combativo bloque.
Velasco
Ibarra y las fuerzas reaccionarias que le rodean, ven en la Constitución
promulgada un peligro para los intereses de las clases dominantes. Y así, el 30
de marzo de 1946, se rompe el orden constitucional
y se proclama la dictadura de quien ayer no más, decía
que tenía el corazón a la izquierda y que nunca traicionaría
a los trabajadores. Las esperanzas puestas por el pueblo
en la insurrección de mayo quedan frustradas.
El
dictador y sus acólitos, ya sin ninguna contención
legal, inician una inicua persecución contra el movimiento
sindical y los partidos de izquierda. Nuevamente,
como en la época de Arroyo, son apresados y vejados. Y
la joven Confederación de Trabajadores,
a
menos de dos años de fundada, desde la clandestinidad,
sin amedrentarse en ningún momento, tiene que hacer frente
al ataque gubernamental.
Esta
no es sino la primera prueba por la que tiene que
pasar. Después vendrán muchas otras, porque los
explotadores siempre trataron y tratarán de destruir las
organizaciones de los trabajadores, porque saben que
allí reside su fuerza. Pero los trabajadores también saben eso y,
por lo mismo, están en guardia y prevenidos para su
defensa.
Nacida
de la lucha -amén de los errores y equivocaciones
que pueda haber cometido- la CTE ha sido
fiel a esta tradición honrosa y ha sabido defender con
altivez los derechos y conquistas de los trabajadores.
Y estamos seguros de que al igual que ayer, en esta hora
aciaga que vive el país, sabrá salir airosa nuevamente.
[1] Publicado en 28 de Mayo y
fundación de la CTE (varios autores), cap. IV, pp. 77-110, Quito, Iniesec,
1984.
[2] Ycaza Patricio, Apuntes sobre
la Historia del Movimiento Obrero Ecuatoriano, Quito, Editorial Rafael Perugachi,
s. f.
[3] Rodríguez Guillermo, “Informe al
Presidente de la CTAL” en Formación y Pensamiento de la CTE, Quito,
1983.
[4] Idem.
[5] Aguirre, Manuel Agustín, Informe
al X Congreso del PSE, 1942-1943, Quito.
[6] Rodríguez G., op. cit.
[7] CTE, Los trabajadores del Ecuador
y las Tareas Actuales, Guayaquil, 1943.
[9] Idem.
[10] Saad Pedro, La CTE y su papel
histórico, op. cit.
[11] Idem.
[12] Citado en Formación y Pensamiento
de la CTE, Quito, 1943.
[13] Estatutos de la CTE,
1947, Quito.
[14] Idem.
[15] Proyecto de Estatutos de la CTE,
1943.
[16] Documentos de la CTE, Los Trabajadores del Ecuador y la situación económica del
país,
Quito, 1944.