LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA Y SU REPERCUSIÓN
Oswaldo Albornoz Peralta
Han pasado largos años ‒largos de dolor y
sufrimiento para el pueblo español‒ desde que esa comandita execrable de
fascistas, Franco, Mussolini y Hitler derrotan y sepultan su República, que
nacía, bajo un signo de esperanza.
Este
triste episodio, para muchos ecuatorianos que iniciamos nuestra lucha por un
mundo de justicia en el lapso que dura la guerra española ‒1936 a 1939‒ tiene
un especial significado, que lo hace inolvidable. Representa, algo así, como el
calendario de nuestros primeros combates. Un período de ardiente aprendizaje,
con lecciones de heroísmo recibidas por el cable, desde Madrid, desde la Sierra
del Guadarrama, desde todo sitio donde se halla el 5º Regimiento. Una etapa de
grandes emociones: de alegría incontenida cuando hay victorias de las armas
republicanas, y de tristeza inmensa, cuando viene la derrota.
¡Tanto
qué recordar! Para muchos estudiantes, los problemas matemáticos y las reglas
gramaticales habían perdido su importancia, y por eso pedíamos a los profesores
que nos hablen de España, que nos digan qué se podía hacer para detener a las
hordas falangistas, qué para castigar sus crímenes y mitigar el llanto de las
inocentes víctimas. Nuestras demandas son oídas casi siempre. Un profesor de
música ‒presente ahora en la memoria‒ incapaz de imponer disciplina cuando
trata de escalas y sonidos, es escuchado y aplaudido cuando se refiere a los
héroes que en los campos de batalla, silenciosamente y sin alardes, dan sus
vidas por una patria nueva. Y después, a la salida de las aulas, el mitin
callejero, el grito ensordecedor de ¡Viva la República! Y el recibimiento a
pedradas a la Misión Militar Italiana, representante de las tropas de camisas
pardas que tiñen en sangre los campos de Castilla, donde otrora el Quijote, con
locura de nobles ideales, desfacía entuertos y fustigaba malandrines!
El
desastre, cuando llega, para todos es una tenebrosa noche. Pero como toda
noche, transitoria. La fe, nacida en el ejemplo de los combatientes de Líster
y Modesto, resulta inextinguible...
Y
al estallar la segunda guerra ‒consecuencia directa de los acontecimientos
españoles‒ nuevamente, casi sin transición, se reinicia la lucha contra el
fascismo brutal e inhumano. Esta lucha, para nosotros, está ligada al recuerdo
de España. El periódico Surcos órgano
de la Federación de Estudiantes Universitarios, es quizá el portavoz de la
generación forjada en tiempo de la brega antifranquista. Por eso, en ninguno de
sus números falta le reminiscencia de la anterior contienda, el artículo
dedicado a sus héroes y a sus mártires, los versos de fuego de Neruda o la
estrofa del doliente Vallejo. Siempre, presente España.
Ahora
queremos hablar de ese tema entrañable y nunca olvidado. Decir algo, sobre la
repercusión que tiene en el pueblo ecuatoriano la Guerra Civil Española.
* *
*
El
peligro fascista no es desconocido para los hombres y partidos democráticos
del Ecuador. Sus horrendos crímenes ‒el asesinato de Mateoti y el incendio del
Reichstag para no citar sino los de mayor resonancia internacional‒ ponen al
descubierto su verdadera faz de enemigos de la humanidad. Y a esto se suma la
voz esclarecedora y permanente de la Internacional Comunista, que, llegada
hasta nuestras organizaciones revolucionarias, se expande en amplios sectores
como norma orientadora.
Nada
extraño, entonces, que, cuando adviene la rebelión de Franco y se produce la
intervención abierta de Italia y Alemania, se pueda formar con rapidez un
importante frente de lucha antifascista, donde se aglutina lo mejor de nuestro
pueblo: los partidos populares que miran el futuro, los trabajadores que
combaten contra la explotación y la miseria, los hombres y mujeres que piensan
con altura, simplemente.
Honra
es para el país, el hecho de que lo más selecto de la intelectualidad esté al
lado de la causa republicana, poniendo en tensión todo su espíritu y dando muestras
de una combatividad como pocas veces ha sucedido en nuestra tierra. En esta
ocasión, el arma específica del escritor, su pluma, inspirada en ideal tan
nobilísimo, sabe encontrar las formas más adecuadas y certeras para golpear al
enemigo. El verso que emociona y llega al corazón, el drama que nutre su acción
con el heroísmo de los campos de batalla, el artículo orientador que explica
los móviles de la lucha, transformados en fusiles efectivos, cooperan con
gallardía en el combate.
El
poemario titulado Nuestra España, es
en este aspecto, un verdadero índice de la actitud de los escritores y artistas
ecuatorianos, pues constan allí una gran parte de sus nombres, que vale la pena
recordarlos ahora como justo homenaje a una postura correcta y decidida.
Estos
son los poetas:
Gonzalo Escudero
Jorge Carrera Andrade
Abel Romeo Castillo
Enrique Gil Gilbert
Jorge Reyes
Manuel Agustín Aguirre
Aurora Estrada y Ayala
Alejandro Carrión
Augusto Sacoto Arias
Pedro Jorge Vera
Jorge I. Guerrero
G. Humberto Mata Ordóñez
Nelson Estupiñán Bass
José Alfredo Llerena
Humberto Vacas Gómez
Atanasio Viteri
Hugo Alemán
Gonzalo Bueno
y
estos los artistas:
Eduardo Kingman
Alfredo Palacio
Alba Calderón
Galo Galecio
Leonardo Tejada
Diógenes Paredes
Además,
se señala en nota especial, que no constan los poemas de Augusto Arias, Antonio
Montalvo, Miguel Angel León, Eduardo Mora Moreno y Carlos Manuel Espinosa, así
como las ilustraciones de los artistas Sergio Guarderas, Guillermo Latorre y
Enrique Guerrero, por no haber llegado con la debida oportunidad.
El
poemario es, por decirlo así, un inmenso mural de la titánica lucha de los
frentes de España, con el heroísmo ardiente de sus hombres y mujeres, con sus
ciudades destruidas y sangrantes, con Güernica allí, crucificada, como símbolo
de la barbarie máxima. Es testimonio del hondo, del hondísimo dolor que produce
el llanto de los huérfanos, de ese sufrimiento sin palabras que ensombrece la
faz de la esposa convertida en viuda, o de la pena seca de lágrimas, del
soldado sin madre. Y es también, no obstante la tragedia que ya se vislumbra,
una reafirmación de fe en el triunfo y en el futuro del hombre.
Así,
por ejemplo, Manuel Agustín Aguirre, canta al heroísmo:
Pueblo heroico de
España, brazo y perfil de piedra,
muro donde se rompe su
cráneo el viejo mundo.
Por las puertas de
sangre de las vidas que se abren,
entran niños vestidos de
luz recién nacida.
Pueblo de las mujeres
heroicas -Pasionaria-:
ríos de sangre y leche,
ríos de leche y sangre.
Un batallón de Soles se
adelanta cantando,
mientras los días agitan
sus espadas brillantes.[2]
Aquí,
la angustia y la solidaridad humanas en la voz de una mujer, Aurora Estrada y
Ayala, exquisita expresión de ternura y sensibilidad:
Habíamos olvidado
el llanto....
Hoi vuelve
a cavarnos surcos en la cara,
más amargo
y ardiente,
más
corrosivo aún,
porque el
martirio de vuestros hijos
nos hiere
en la raíz de la Vida
y golpea en
nuestra sangre de trabajadoras! [3]
Y,
por fin, la esperanza metida en el alma, el no
pasarán resonante en el verso de Hugo Alemán:
Ni la destrucción de las
ciudades y los campos.
Ni el asesinato procaz
de ancianos, niños y mujeres
han podido vencer la
resistencia y el vigor proletarios.
Como un escupitajo, los
soldados leales, los soldados españoles,
les han lanzado al
rostro patibulario
la frase sustantiva,
lapidaria y eterna:
"NO
PASARÁN"!!! [4]
Ved,
como toda una generación de poetas, desdeñando la torre de marfil y poniéndose al lado de la justicia, hallan
inspiración y elevan su calidad como humanos y como artistas. Desgraciadamente,
algunos de ellos, han olvidado ese camino. Pero sus nombres están allí, para
que se sepa, que no siempre fueron como hoy.
Pero
no sólo son los cantores de Nuestra
España los que combaten. Otros intelectuales, por diferentes medios, hacen
oír su voz de aliento y prestan su contingente a la causa republicana. Su labor
merece todo encomio. Escriben en las revistas de las sociedades culturales a que
pertenecen, dictan conferencias donde se los oye, militan en los comités
políticos de lucha antifascista. Allí está, por ejemplo, nuestro inolvidable
Joaquín Gallegos Lara, protestando contra la infamia franquista en el artículo
periodístico o gritando su palabra de verdad en el seno de los sindicatos. Allí
está, con el puño en alto. Están los novelistas Jorge Icaza ‒el de Huasipungo‒, Pablo Palacio ‒el de Débora‒, y Alfredo Pareja Diezcanseco ‒el
de El muelle y La Beldaca‒ que en Guayaquil publica con Vera la revista España Libre en defensa de la causa
republicana. Están los ensayistas Manuel Benjamín Carrión, Raúl Andrade,
Ignacio Lasso y Humberto Mata Martínez. Hombres de ciencia como Jorge Escudero
y el doctor Julio Arauz. Y muchos otros que sería largo enumerar.
Mención
especial merece Demetrio Aguilera Malta que dedica todo su talento y actividad
a la defensa del pueblo español.
Dónde
vas Paca Solana?
Dónde
vas con tu vaivén?...
Voy
a salvar los heridos.
Los
moribundos también.
No
soy dueña de mi vida,
ni
de mi flor de mujer.
En
la puerta de Toledo
mi
existencia abandoné.
En
Madrid lo dejé todo
al
venirlo a defender...
Y
si la muerte me espera,
triunfo
y la gloria, también.
Se
iluminó la trinchera
con
la estela de sus pies.
Despetalaron
sus pechos
milicianos
de clavel.
Aceros
de baterías
se
los miró enrojecer.
Se
estremeció el regimiento,
roja
angustia, hecha lebrel,
Y
se fue Paca Solana.
Se
fue para no volver!...[5]
Nela Martínez |
Luisa Gómez de la Torre con Dolores Cacuango |
* *
*
La
manifestación realizada en Quito el 6 de febrero de 1938, se convierte en una
demostración masiva de la simpatía del pueblo ecuatoriano a la causa
republicana. “La reunión de ayer tarde en la Plaza Arenas de esta ciudad ‒se
dice en el periódico liberal El Día‒
constituyó la más grandiosa expresión de adhesión a la democracia y al gobierno
legítimo de España, que representa la voluntad mayoritaria del pueblo español”.[6]
Están
presentes en el acto los partidos políticos democráticos: Partido Comunista,
Partido Socialista y Vanguardia Revolucionaria. Están estudiantes y obreros de
los sindicatos. Y envían su adhesión fervorosa entidades culturales como el
Sindicato de Escritores y Artistas, Grupo América, Entelequia, Sociedad de
Artistas y Cuadernos Pedagógicos.
El
doctor Pablo Palacio, uno de los oradores, dice:
La España leal está actualmente
defendiendo la causa de la libertad
mundial. De ella depende el futuro de la democracia, siempre en ascenso, en sus
varias formas, hacia el fin de la igualdad humana, que es el ideal que todo
ser racional prefiere. Nuestro deber es ensalzar a España leal, prestarle todo
el apoyo que nos sea posible, ponernos a su lado, que es el lado de los
verdaderos hombres.[7]
Y
esto es comprendido con claridad por toda la multitud, que late y vibra
pensando en la nobleza de la causa que defiende y que la siente ‒porque así es‒
como suya propia.
Empero
no se crea que las fuerzas contrarias, las fuerzas clericales y fascistas
nacionales, están cruzadas de brazos.
Disponiendo
como disponen de cuantiosos medios económicos, inundan el país de propaganda
falangista. Es un verdadero aluvión de impresos donde todo tiene cabida: desde
la mentira más absurda, hasta la calumnia baja, rastrera y pestilente.
Aprovechando la ingenuidad e ignorancia de los fieles, inventan el cuento de la
violación masiva de monjas, el cuento del bolchevique que bebe la sangre de los
obispos. Ellos dirán: ¡el fin justifica los medios!
Mas
a veces, cansados de la bazofia y la calumnia, tratan de elevarse un tanto y
recurren a la literatura. El folletito denominado A los héroes del Alcázar de Toledo ‒editado por el grupo falangista
“Juventud Nueva”‒ resume toda esa rica producción. Y allí, hay, hasta teatro y
poesía.
Un
jesuita, César Orbe, escribe el drama titulado “El nuevo Guzmán El Bueno”, que
no es otro que Moscardó, representado en escena nada menos que por el artista
Jaime Acosta Velasco, actual banquero multimillonario. Los otros personajes de
menor categoría, son representados por alumnos del colegio San Gabriel.
Y
el poeta ‒quien lo creyera‒ es el actual doctor Leonardo Moscoso Loza, abogado
de la Curia y dirigente político socialcristiano, que escribe una “Plegaria a
la Dolorosa de los falangistas del Guadarrama”.
He
aquí una muestra, la más alta de su poesía:
¡España...! Nación
hidalga de legendaria grandeza,
Modelado por los siglos
en ingénita realeza,
Que en otra hora eras
emblema de paz y religión...
De esa paz que
reflejaban tus claustros y tus santuarios,
Que resonaba en los ecos
de vetustos campanarios
Que ahora son mudos
testigos de tu nueva redención.[8]
A
este embate de las fuerzas de derecha se
une la ingrata opresión gubernamental durante la dictadura del ingeniero
Federico Páez que, por felicidad, no dura mucho tiempo. No queremos sino citar
un solo caso de esta hostilidad manifiesta:
El Gobierno ‒dice el diario El Comercio de Quito‒ disuelve por medio
de la fuerza pública la Asamblea de Trabajadores e intelectuales que trata de
organizarse en la Casa del Obrero en adhesión del Frente Popular Español. La
invitación a tal Asamblea lo hacen los Partidos Socialista, Comunista y
Vanguardia.
Hay
dos camiones con presos.[9]
¡Y
pensar que el ingeniero Páez se decía socialista!
Así,
entonces, la lucha entre la democracia y el fascismo en el Ecuador.
Hasta
que España, la España heroica, traicionada vilmente por las llamadas
democracias ‒Estados Unidos, Inglaterra y Francia‒ entregada al enemigo por un
coronel Casado, tiene que cesar el combate.
Día
negro para los pueblos del mundo ese de marzo de 1939. Y por qué no decirlo,
para los ecuatorianos demócratas, es día de pena honda, día en que las lágrimas
difícilmente pueden contenerse. Día de pena larga que perdura todavía.
Nuestra
frase indígena, anocheció en la mitad del
día, ¡que bien cuadra para esta aciaga fecha!
* *
*
Al
cabo de muchos años de los hechos recordados ha llegado a nuestras manos el
bello libro de la Pasionaria, El único
camino.
Más que leer sus páginas, las hemos vivido, o revivido, mejor
dicho. Están allí tantas cosas conocidas y queridas, tantas cosas grabadas para
siempre en la memoria, que hemos recorrido sus líneas con la respiración
entrecortada, con el alma conmovida. Cosas unas grandiosas, con tamaño de
epopeya, otras pequeñas y simples, pero igualmente adentradas en la corriente
de la sangre. Por ejemplo, esa cosa tan sencilla como la música de la canción
del 5º Regimiento, que cuando se la oye ‒porque se la oye‒ sonando suavemente
en cada capítulo de la obra, evoca por fuerza mil imágenes admirables y entrañables,
símbolos de valor, de abnegación, de desinteresado sacrificio. Y las cosas
grandes a su lado. La llegada de las Brigadas Internacionales ‒con hombres de
todas las razas y naciones‒ representación anticipada de una futura
confraternidad humana en el marco de la igualdad y la justicia. Y las figuras
queridas de José Díaz y la Pasionaria, señalando en el fragor de la batalla, el
camino del pueblo.
Hemos
recorrido nuevamente los antiguos campos de combate. Hemos presenciado, como
antaño, el éxodo triste de inocentes niños, caminando hacia lo desconocido sin
la guía de sus padres, sin el amor inmenso de sus madres, quedados atrás, para
siempre, en la trinchera. Hemos visto el resplandor de las ciudades
bombardeadas, alumbrando escenas que nunca deben ser vistas, escenas macabras
de cuerpos mutilados y vidas arrancadas con el garfio de la fuerza bruta. Y todo
esto con la música de fondo ‒con el requiem‒
del arrullo lastimero del Guadalquivir y del Guadiana.
Pero
al lado del recuerdo ‒y esto es lo más importante‒ también hemos remozado
nuestra fe en el porvenir. Porque el libro de Dolores Ibarruri tiene la virtud
de hacer brotar la fe y dar alas a la esperanza. Fe y esperanza en la Nueva
España, caminando por el único camino
que ella nos señala: “el camino de la lucha por la democracia, por la paz, por
el socialismo”.
Que esta fe sea nuestro tributo a
los héroes de esa heroica guerra.
[1] Tomado de Oswaldo Albornoz Peralta, Páginas de la historia ecuatoriana, t. II, Editorial de la Casa de
la Cultura Ecuatoriana, Quito, 2007, pp. 207-219.
[3] Idem, p. 25.
[4] Idem, p. 56.
[5] Demetrio Aguilera Malta, España leal, Talleres Gráficos de Educación,
Quito, 1938, pp. 6-7.
[6] El Día, Quito, 7 de febrero de 1938.
[7] Amigos de la España Leal , Por la España Leal , Imprenta Fernández, Quito, 1938, p. 53.
[8] Varios, Los héroes del Alcázar de Toledo, Editorial Ecuatoriana, Quito,
1937, p. 49.
[9] El Comercio, Quito, 22 de agosto de 1936.