MÁXIMO GORKI EN EL ECUADOR[1]
Oswaldo Albornoz
Peralta
La
gran literatura rusa, aquella adiamantada con los nombres de Dostoievski,
Turguenev y Tolstoi, rompiendo la distancia, llega temprano al Ecuador. Y a
esos nombres, más pronto de lo que generalmente se cree, se une el de Máximo
Gorki, otro gran representante de esa inmensa y prodigiosa literatura.
Más
tarde, para el lapso comprendido entre el principio y el fin de la Primera
Guerra Mundial, el número de títulos de sus novelas y relatos aumentan
grandemente, según consta en los catálogos de las dos librerías más importantes
del país en esa época, “La Sucre” de Bonifacio Muñoz y la “Española” de Janer e
Hijos, de Quito y Guayaquil respectivamente, donde se vende Albergue de noche, Los ex-hombres, En América,
Caín y Artemio, La Angustia, Los bárbaros,
Los degenerados, Los tres, Entrevistas, y Tomás Gordeeff. Tal como se anuncia, son
tomos en tela, a S/.1,80 el ejemplar.
Después
de la Revolución de Octubre, al ritmo del fervor que despierta, su obra se
populariza en gran medida. Hasta se la incluye en un texto de Historia de la Literatura escrito por
Alfonso Cordero Palacios y editado en la conventual ciudad de Cuenca en 1922.
El autor dice que Gorki es novelista seductor y revolucionario, “un apóstol que
exhorta a los desgraciados, víctimas del absolutismo, a la reivindicación de
la felicidad que les corresponde”.[3]
Entre
los escritores de la década del treinta ‒década de nuestra literatura social‒
Gorki, el Amargado, goza de gran
influencia y se convierte en uno de sus mentores. De él adquieren ese amor
profundo por el pueblo, a la par que la furia enarbolada como bandera en su
protesta contra la explotación y la injusticia. También su admiración por el
socialismo y la revolución. “Él fue ‒dice el gran poeta Carrera Andrade‒ uno de
los que me enseñó a amar a Rusia”.[4]
La
popularidad de Gorki entre los intelectuales de esa época es inmensa. No hay
revista o periódico progresista que no le cite y escriba sobre su persona. No
hay escritor que no sea asiduo lector de sus obras y que no admire y se nutra
de sus nobles ideas. Tenemos a la vista un ejemplar de su libro En la cárcel que perteneció a Joaquín
Gallegos Lara, cuidadosamente subrayado, y sin duda leído con pasión y gran
cariño, como ponía en todos sus actos el autor de Las cruces sobre el agua. El realismo de sus novelas y sus hermosos
cuentos ‒el duro combate que libra contra las torres de marfil y el arte
por el arte‒ deben estar inspirados en gran parte por los relatos emotivos
y patéticos del Amargado. Él mismo
confiesa la influencia gorkiana en él y en los otros literatos: “Sin que ninguno
de los novelistas ecuatorianos haya tenido el propósito de imitarle ‒manifiesta‒
es indudable que todos deben algo a Gorki”.[5]
Es
así. Todos los escritores esperan sus palabras. Recordamos la enorme difusión
que tiene el informe titulado Panorama de
la literatura mundial que presenta en el Primer Congreso de Escritores
Soviéticos realizado en 1934. Es inmediatamente traducido y publicado en el
Uruguay por el interés que despierta en toda América. Nuestra intelectualidad
es partícipe de esa atracción continental.
Grande
en suma, la ayuda prestada por Máximo Gorki para el desarrollo de nuestra
literatura. En lo más selecto de nuestra literatura mejor dicho. En la
literatura de Los que se van, en la
literatura que denunció la explotación del indio y del montubio. En la
literatura que cantó las causas nobles y elevadas.
Méntor
Mera, gran escritor y revolucionario ambateño, con su seudónimo de Paul
COLETTE, dice esta verdad sobre el poeta de Nijni-Novgorod:
En sus manos magras y tiesas de
mendigo genial el ser humano adquirió el justo contorno que había sido olvidado
sistemáticamente por una literatura
perfumada y galante, apta sólo para la nerviosidad abyecta de damas ociosas.
Con Gorki entraron en la eterna vida de los libros quienes en la vida ocupan el
fondo anónimo y desconocido de la tristeza social.[6]
De
esa tristeza social envuelta en llanto y amargura que nace como yerba en los
campos de la explotación y la injusticia.
Pero
Gorki no es sólo una autoridad literaria. Decidido luchador contra el fascismo,
en su carta que dirige al Congreso en
defensa de la cultura, llama a los intelectuales a combatir sin tregua las
ideas venenosas y los sádicos crímenes de la bestia parda. Y su llamamiento es
acogido con respeto y entusiasmo por los escritores ecuatorianos. Su aliento
tienen las estrofas y las páginas en prosa de esa destacada legión ‒donde están
nuestros más altos valores‒ que batalla con la pluma contra el falangismo
español. Sin dar cuartel, porque como Neruda, tienen España en el corazón.
Igual
harán más tarde, cuando estalla la segunda guerra, para contener las hordas
bárbaras de Mussolini y Hitler.
Así,
pues, el prestigio y el ascendiente de Gorki en el Ecuador.
Por
eso, cuando muere en 1936, todos sienten su partida. Las páginas de nuestras
revistas y periódicos, con tono dolorido, dan noticia del deceso y no olvidan
artículos en su honor. Sólo dos ejemplos.
Joaquín
Gallegos Lara, en la revista Base que
dirige en Quito junto con el intelectual socialista Atanasio Viteri, anuncia
que dedicará todo el segundo número de esa publicación a Gorki, donde se
insertará artículos y estudios sobre él de varios escritores nuestros. “La
muerte de Gorki ‒dice‒ es un duelo de la humanidad”.[7]
Desgraciadamente ese número no aparece nunca, ya que el dictador Federico Páez,
convertido en perseguidor de izquierdistas, ordena su confiscación e
incineración, salvándose únicamente las pruebas. Su escrito se publica muchos
años después de su muerte, en 1968, con motivo del centenario del nacimiento
del novelista ruso. Es un recuento de su vida, tan asombrosa y novelesca, como
la de los personajes que pueblan sus libros. Se empieza por su niñez y
juventud, cuando es aprendiz de todo oficio y camina como vagabundo por el sin
fin de las estepas, es decir, cuando sucede todo aquello que relata el propio
Alexei Maximovich Pechkov en Mi infancia
y en Mis universidades. Luego,
convertido ya en gran escritor con el seudónimo que le inmortalizaría,
adentrándose en el corazón del pueblo, cuenta la dura existencia de aquellos
seres golpeados por el duro martillo del hambre y la miseria. Todo, para
terminar como revolucionario y cargar sobre sus hombros la inmensa tarea de
elevar la cultura de la patria socialista.
Y
la revista Mensaje de la Biblioteca
Nacional, así mismo dirigida por dos intelectuales de fuste, el novelista
Enrique Terán y el poeta Ignacio Lasso, rinde póstumo homenaje a Gorki con un
artículo del último de los nombrados. Lasso, después de manifestar que su
muerte tiene significación de suceso universal, se refiere especialmente a su
valía como escritor capaz de comprender y compartir las angustias y dolores,
cuya obra, dice, es “documentación viviente del drama que viven las clases
menesterosas, cimiento nacional de todas las burguesías expoliadoras del
mundo”.[8]
Y termina así: “Gorki colocado entre los grandes representantes de la
literatura universal tiene su sitio en la historia, junto a Balzac, Stendhal y
Dostoyevski, biógrafos de la humanidad”.[9]
Si,
allí está en sitial cimero y al lado de todos los grandes creadores. Y desde
allí, siempre será guía y bandera. Sobre todo para los escritores sin alergias
al miedo, capaces de decir verdades y pintar la realidad social de sus pueblos.
[1] Tomado de Oswaldo
Albornoz Peralta, Páginas de la historia
ecuatoriana, t. II, Editorial Benjamín Carrión de la Casa de la Cultura
Ecuatoriana, Quito, 2007, pp. 19-24.
[2] J. Trajano Mera, “El Khan y su
hijo”, en La Revista de la Sociedad
Jurídico-Literaria Nº 35, Quito, 1905, p. 290 y ss.
[3] Alfonso Cordero Palacios, Historia de la Literatura, Cuenca, 1922,
p. 80.
[4] Jorge Carrera Andrade, Latitudes, Editorial América, Quito,
1934.
[5] Joaquín Gallegos Lara, Páginas olvidadas de Joaquín Gallegos Lara,
Editorial de la Universidad de Guayaquil, Guayaquil, 1987, p. 81.
[6] Paul COLETTE (Méntor Mera),
“Este crespón para Gorki”, en Surcos
Nº 19, Quito, 1944, p. 9.
[7] Revista Base Nº 1, Talleres Gráficos Nacionales, Quito, 1936, p. 36.
[8] Ignacio
Lasso, “Máximo Gorki”, en Mensaje Nº
3, Setiembre de 1936, p. 93.
[9] Idem.
Excelente testimonio de la presencia e influjo de Gorki.
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