Aniversario del nacimiento
de Dolores Cacuango (1881-1971)
evocación de Dolores Cacuango
Arrugas
profundas, formando laberinto,
en
la oscura superficie de la frente
y
en la hoquedad de las mejillas: elocuentes,
parecen
decir con grito largo y ululante,
el
punzante dolor de un pueblo y de una raza.
Ternura
fijada en sus facciones,
blanda
y suave ternura;
como
copo de lana o escarcha matutina.
No
es una ternura sola,
es
una ternura colectiva,
que
abarca los afectos de los ayllus serranos,
transparentes,
diáfanos y purificados
en
el crisol del sufrimiento.
Contiene,
encerrado en vasija de barro
para
que no escape,
el
tierno arrullo de las madres indias,
rítmico
y grave,
como
canto de tórtolas campestres.
Rasgos
de dura firmeza,
coexistiendo
con la mansa dulzura,
como
la flor al lado del espino.
Fortaleza
con consistencia de granito
y
resistente a los golpes más furiosos,
como
el puño de martillo de los amos
o
el rayo lanzado por sus dioses.
Mirada
potente y penetrante,
hecha
para romper la niebla espesa
de
los cerros nativos,
para
distinguir entre la paja de la puna
la
sierpe de los chaquiñanes.
Mirada
prestada por los cóndores andinos,
para
avizorar también, desde alta cumbre,
el
camino y la meta del combate emprendido:
ese
mundo feliz con tierra propia,
que
titila en los horizontes del futuro,
irradiando
claridad como una estrella!
Temple
así –inquebrantable roca-
porque
es de fe su basamento.
Porque
es certidumbre pegada a la piel
y
gravada en la mente
de
reconquistar la tierra arrebatada,
para
ya poseída, acariciar los surcos
y
besar el brote de las mieses.
Y
entonces clamar con voz potente,
para
que retumbe con el eco,
el
viejo grito de guerra y de victoria:
¡Ñucanchic allpa!
Barro
arrugado –pachamama-,
ternura
y firmeza confundidas,
ojos
en éxtasis mirando hacia la aurora:
eso
es Dolores,
esa
obstinada perseguidora de una estrella:
el
socialismo.
Oswaldo Albornoz Peralta[1]
¡Hoy más viva que nunca: renace en
las luchas de su pueblo!
[1] Tomado de Oswaldo Albornoz,
Dolores Cacuango y las luchas indígenas
de Cayambe, Ed. Claridad, Guayaquil, 1975, pp. 43-45.
Dolores Cacuango y Jesus Gualavisi mostraron un camino a transitar, un destino para conquistar y una fórmula para triunfar en la lucha secular de resistencia de los pueblos indígenas contra el colonialismo de antes y de hoy. Sus nombres junto a los ya consagrados de Eugenio Chuzig Espejo, el "indio" Eloy Alfaro, y el del gran promotor y organizador comunista Ricardo Paredes, permanecen alumbrando refulgentes el presente de dignidad y de combate por la emancipación.
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