En homenaje al 100 aniversario de la muerte de Lenin (21 enero de 1924)
Oswaldo
Albornoz Peralta
Para
nosotros, es un verdadero deslumbramiento la llamarada de la Revolución de
Octubre. Inmediatamente suscita interés, un deseo inmenso por conocer los
hechos y las primeras realizaciones, tanto entre los trabajadores como en los
círculos de los intelectuales progresistas. Su gran artífice, Vladimir Illich
Lenin atrae magnéticamente las miradas. Todos quieren conocer sus obras, su
vida de revolucionario tenaz y abnegado, la hazaña grandiosa de la revolución
que dirige magistralmente.
Es como si las puertas de la esperanza se abrieran de par en par.
Ya en
1919, los estudiantes de la Universidad Central de Quito, piden a su rector,
doctor Cueva, que se les explique el significado de la revolución socialista. La
información que se quiere es difícil encontrarla en un principio. La prensa en
manos de los capitalistas y terratenientes, tergiversa las noticias e inunda
sus páginas con burdas calumnias contra la revolución, incluyendo las más
ridículas e increíbles, como se puede comprobar revisando los periódicos
burgueses y católicos de su tiempo. El clero cumple igual papel con las
furibundas pastorales, donde así mismo, campea el engaño y la mentira. Por
esto, que se busque con afán las fuentes verdaderas. Los pocos folletos y
libros en español que se consiguen, procedentes de los partidos y
organizaciones revolucionarios, llegan a constituir joyas auténticas. Y muchas
veces los intelectuales, para inquirir la verdad –tal como prueba la
bibliografía que consta en algunas obras– tienen que recurrir a publicaciones
en idiomas extranjeros, el francés principalmente.
No obstante las dificultades enunciadas, en el mismo año de 1919,
algunos intelectuales y trabajadores avanzados inician la tarea de la
propagación de las ideas socialistas, tarea esta, que tiene la virtud de
alarmar a la prensa reaccionaria. El
Comercio de Quito, por ejemplo, se expresa de esta manera en relación a
este hecho:
“Se ha dado comienzo en esta capital a una obra de propaganda, más que
socialista abiertamente bolcheviquista, mediante la cual, y con fines políticos, que saltan a la vista del más miope, se trata de soliviantar a
la clase trabajadora contra los que tienen fortuna, de hacerle concebir
irrealizables esperanzas como aquella de la distribución de la propiedad entre
todos, cosa
que no se ha realizado todavía ni en la misma Rusia”.[2]
También se alarman grandemente los
capitalistas y terratenientes, tanto, que organizan apresuradamente una
Liga Nacional Obrera Antisocialista, encargada –según se dice en el periódico antes
mencionado– “de buscar medidas adecuadas para el apoyo recíproco entre los capitalistas y la clase obrera”.[3]
Miembros de esta Liga son, entre muchos otros, Víctor Manuel Peñaherrera, Pablo Guarderas, Francisco Chiriboga y
Julio Tobar Donoso. Este último, persistiendo en el empeño, publica más tarde, en 1926,
la revista La Defensa, donde escribe una serie de artículos –que después son reunidos en el folleto titulado Cooperativas
y mutualidades– propugnando el cooperativismo
obrero católico, para impedir en este campo, “los peligros que encerraría la anticipación de los socialistas”.[4] Para
ser convincente, cita el ejemplo de los católicos belgas, afirmando que gracias a esta iniciativa, han recuperado
el terreno perdido.
La
alarma, empero, tiene razón de ser, ya
que en verdad las ideas socialistas son
acogidas con mucha simpatía y siguen difundiéndose a pesar de las tergiversaciones y calumnias de la oposición reaccionaria.
Con el proceso
revolucionario de Rusia es cuando se expande el deseo de conocer más a fondo la
doctrina socialista que anuncia el fin de la injusticia y de la explotación del
hombre por el hombre. Y esta sed de
conocimiento lleva a la búsqueda de los libros y trabajos de Lenin, el genial
artífice de la revolución. César Endara, uno de los fundadores del Partido
Socialista Ecuatoriano, afirma lo siguiente:
“En
el año veinte ya conocíamos el genio de Lenin, bajo su influencia se
desarrollaba la conciencia de clase; inclusive empezábamos a leer algunas de
sus obras, entre ellas La revolución
proletaria y el renegado Kautsky, El
impuesto en especie, editadas en España por la Editorial “Nueva”.[5]
El
sociólogo Belisario
Quevedo es uno de los primeros en mostrar su adhesión a las nuevas
ideas por medio de la prensa, razón por la que es combatido con acritud por sus contrarios. Su libro póstumo Sociología, política y moral –escrito antes de 1921 y
publicado solamente en 1932–demuestra con claridad su pensamiento
social. En él, si bien cree que el socialismo no es adecuado para el Ecuador en el momento, lo considera sin embargo como “una necesidad
histórica que tiene su tiempo determinado para aparecer a pesar de cualquier
cataplasma con que se pretenda evitar o
retardar su advenimiento”.[6]
Allí, también, pone a la opinión pública en alerta a las falsas informaciones de los periódicos y
cables burgueses, “interesados en
desfigurar y desacreditar la gran revolución actual, “quizá de mayores consecuencias que la del 89”.[7]
Allí, además, polemiza con vigor contra aquellos que en
esos tempranos tiempos inician la campaña anticomunista. Un ejemplo.
Cuando Velasco Ibarra afirma en una revista que el socialismo mata el
arte y el cultivo de la belleza, él contesta en esta forma: “No obstante, entre
los ministerios de la Dictadura proletaria hay uno de educación; que a la cabeza del Departamento de Literatura
extranjera se halla Gorki; que se está llevando a cabo una intensa renovación en la música; que se sostienen
las academias y los museos y que los
muchachos de las escuelas y de las masas populares están, por primera vez, contemplando, guiados por maestros
competentes, las grandes obras de
arte y oyendo conferencias y conciertos”.[8] Es
decir, que frente al sofisma y a la afirmación sin base, se oponen los hechos,
que no tienen réplica posible.
Otro
tanto, y quizás con mayor extensión, sucede
en la ciudad de Guayaquil. Allí aparecen algunos periódicos obreros, como los
editados por el dirigente gremial Juan E. Naula, que difunden las ideas socialistas. El
mismo periodista citado, en el año de 1921
publica un libro de Principios de
Sociología Aplicada, que si bien adolece de
errores explicables en la época, tiene el mérito de aplicar el marxismo en la interpretación del desarrollo de la
humanidad, pues en general se rige por las ideas desarrolladas por Engels en El origen de la familia, de la
propiedad privada y del Estado. Y, sobre
todo, tiene el mérito indiscutible de saludar la Revolución de Octubre y de
defender con ardor a la naciente
patria del proletariado. “Por fin –dice– sonó en Rusia el clarín de las huestes oprimidas que, en un hermoso gesto de rebelión y resolución,
se lanzan a la conquista de la sublime Libertad Económica y Moral, derribando
el trono, pisando la corona y abatiendo
prejuicios y privilegios, que, por tantos siglos se habían cebado sobre el tormento y la humillación de las clases obreras”.[9]
Y ensalza a Lenin como enemigo de
toda tiranía y “adorador fervoroso de la
verdadera Libertad”.[10]
Más
adelante, puntualiza con más claridad su admiración por la Revolución Rusa,
como la patria obrera libre de explotación del hombre por el hombre:
“La
República de los Derechos del Hombre, proclamada por los marximalistas, tiene
por base la equidad económica mediante la socialización de los medios de
producción que son: el suelo, el subsuelo, las aguas, los inmuebles, las
maquinarias y en general los útiles de trabajo… Por socialización de los medios
de producción se entiende hacerlos del uso de la sociedad, todos esos elementos
de vida, para servicio común de los pueblos y no sea propiedad particular de
ningún individuo.”[11]
Y
al mismo tiempo, acogiendo indudablemente las tesis de Lenin sobre la guerra
imperialista, alerta sobre lo peligroso que es la pervivencia del imperio de
capital para todos los pueblos del mundo:
“Ya
hemos dicho que la última guerra mundial no fue otra cosa que una lucha de
capitales. Por tanto la paz del mundo,
ahora, no significa sino la explotación
del mundo, por los capitales triunfantes… Para imponer esa explotación
están mandando tropas aliadas contra el Soviet de Rusia, por la explotación se
ahorca, se asesina y se martiriza en Norte América; por esa explotación,
pretenden tener el palo levantado contra el movimiento reivindicatorio de los
Derechos del Hombre en todo el Mundo.”[12]
El
15 de Noviembre de 1922, las fuerzas represivas
de la oligarquía que dominan el país,
realizan una infame matanza de centenares de obreros, cuyos cuerpos masacrados, para esconder el crimen, son arrojados a la ría. Esta
jornada de lucha heroica del proletariado
ecuatoriano, tiene ya la inspiración de la Revolución de Octubre, donde se ve un ejemplo y se vislumbra el futuro.
Desgraciadamente, no tiene aún la
dirección de un partido obrero y predominan todavía las concepciones anarquistas, hecho que permite la intromisión de
provocadores y agentes
de la burguesía, que desvirtúan sus
objetivos, y que, al final, le llevan, a la
derrota y al fracaso. Fracaso, bautizado con sangre.
Al
estupor que le causa a la oligarquía, que esas masas de proletarios
ecuatorianos traten de encontrar nuevos caminos para librarse de la
explotación, se suma la airada diatriba del clero encabezada por altos prelados
como el obispo de la provincia de Bolívar Carlos María
de la Torre, más tarde jefe de la Iglesia católica ecuatoriana. Así se
expresa el 28 de abril de 1923:
“Los
tristes y deplorables acontecimientos ocurridos en Guayaquil el mes de
noviembre del año pasado, despertaron en el ánimo de los ecuatorianos
consternación y espanto, porque a la vista estaba, el temible Socialismo,
preñado de amenazas, había puesto su planta en nuestro suelo (…) Todo lo nuevo
atrae y fascina; y si bien el Socialismo, parto monstruoso del cerebro humano,
lleva ya largos años de existencia, hasta hace poco, no había penetrado en
nuestra Patria (…) Pero ahora no sólo amenaza apoderarse de las sencillas masas
populares, a quienes engaña y seduce con los mirajes de la falsa dicha, más
también pretende arrastrar, en su impetuosa y desoladora corriente, a aquellos
que, por sus estudios y condición, debieran conocer mejor lo falso y desastroso
de tal sistema.”[13]
Mas
nada detiene el avance de las nuevas ideas, que siguen germinando cada vez más
lozanas y vigorosas, como que si el suelo ecuatoriano se hubiera fertilizado
con el sacrificio de las víctimas. Sus
portadores, cada vez, son más numerosos.
El
doctor Juan Honorato Peralta, otro pionero de
las ideas socialistas, científico de
valía, se adhiere lleno de entusiasmo y convicción a la gran Revolución de Octubre. Su nombre es casi desconocido entre nosotros, tanto
que el escritor Agustín Cueva Tamariz,
le califica como un alto valor oculto.
Peralta, discípulo de Ingenieros, es quizás el primero que en el Ecuador
intenta dar a las ciencias una base materialista, principalmente en lo que se
refiere a Psicología, Psiquiatría y Biología, aunque con las equivocaciones
que el intento conlleva.
Espíritu inquieto, siempre en búsqueda de la verdad, sigue una larga trayectoria hasta descubrir el marxismo, que en su caso, no está
limpio de rezagos de la ciencia burguesa.
Pero su valor, su gran valor, está en su papel de precursor y en su fidelidad a la clase obrera.
Su
libro titulado La
Propiedad –editado en Guayaquil en el año de 1924– es exponente de su pensamiento progresista. Muchas de las ideas allí
constantes, como su posición
antiimperialista al denunciar con energía la agresión de Estados Unidos a
México durante el período de la revolución mexicana, merecen ser destacadas
con mayor detalle. Mas aquí, nuestro objetivo es solamente mostrar su simpatía y adhesión a la Unión Soviética.
“De
este modo –dice– se
ha iniciado la crisis del derecho de propiedad particular,
individualista, a favor del dominio colectivo, como un medio necesario
de dignificación moral, como una preparación para la vida en
una forma de la sociedad futura, cuyos lineamientos empiezan a columbrarse en
los ensayos llevados a la práctica, con éxito brillante, por la Rusia sovietista.
La Rusia, como hemos visto
antes, marcha a la vanguardia de ese gran movimiento de renovación moral y económica, de los pueblos oprimidos por las injusticias del régimen capitalista. La socialización de la
economía pública, se ha decretado, en su fase inicial, para la gran industria,
los latifundios, los medios de transporte y las instituciones bancarias.
La expropiación de los expropiadores, o sea la socialización de los
medios productivos, ha venido, pues, a convertir la propiedad subjetiva e
individualista, en una función social, en fuerza misma de las necesidades
económicas, como una consecuencia inevitable del proceso histórico que
atravesamos.”[14]
Más tarde, en 1927, escribe su Mensaje
a los trabajadores en el X aniversario de la fundación del Soviet, que no
es otra cosa, diríamos, que una reafirmación de fe en la revolución y en el
provenir de la obra de Lenin.[15]
El jurista y escritor Antonio Quevedo –en
esa época hombre progresista y simpatizante del socialismo– en su libro Ensayos sociológicos y políticos, en
gran parte de su obra analiza con penetración y ensalza las grandes conquistas
logradas gracias a la revolución. De Lenin dice lo siguiente: “Murió en Enero
del presente año, después de haber dirigido la Revolución más grande que
registran los siglos, en medio del amor y devoción religiosos ya legendarios,
de la mayoría del proletariado ruso. Actualmente su nombre es el más popular
del Globo”.[16]
Luis Felipe Chaves, que en la década del 30 llega a ocupar el elevado sitial de rector
de la Universidad Central del Ecuador es otro de los intelectuales que con
tesón impulsa la propagación de las ideas socialistas, ponderando la obra
revolucionaria de Lenin en un opúsculo que escribe sobre el particular. Él
también, como todos los pioneros revolucionarios, recorre un camino largo y
lleno de obstáculos impuestos por el medio, hasta llegar a las fuentes del
marxismo. Viene desde el liberalismo manchesteriano, donde después de buscar y
escarbar con ahínco, no encuentra la justicia y la felicidad que ansía el
hombre.
No es vano el esfuerzo por ellos desplegado para difundir la teoría
revolucionaria y hacer conocer las conquistas logradas por el joven Estado
Soviético. La influencia de las nuevas ideas se deja sentir en muchas partes.
El mismo Partido Liberal, bajo la presión del sector izquierdizante y ante el
temor de perder ascendiente en las masas populares, se ve obligado en el
Congreso realizado en el año de 1923, a incluir en su Programa algunos postulados progresistas como la reforma agraria y una serie de medidas en favor de la clase
obrera. Uno de los integrantes de ese
Congreso, Pío Jaramillo Alvarado –La
Asamblea Liberal.- sus aspectos políticos, Quito, 1924– dice refiriéndose al Programa aprobado, que allí, “el liberalismo que es evolución, el radicalismo que es
acción violenta, ha encontrado en el socialismo el significado novísimo de la
sociedad frente al Estado, y ha conseguido con
esto las grandes definiciones del derecho contemporáneo,
singularmente en lo que toca al derecho de propiedad, base de la riqueza
generadora de la vida”.[17]
Algunos de los delegados a este Congreso, poco después, abrazaron las ideas socialistas.
También en la transformación política del 9 de Julio de 1925 se deja sentir
el influjo de las ideas del socialismo. Algunos jóvenes oficiales, gestores del
movimiento, tienen ideas socialistas, aunque
no bien estructuradas, razón por la cual no
pueden dar una certera dirección a su gestión política, pero que sin embargo
contribuyen para que en el primer momento –durante la etapa democrática– se tomen algunas medidas
avanzadas. El principal dirigente civil de la revolución juliana, Luis
Napoleón Dillon –escritor y economista distinguido– poco más tarde, cuando se
reúne la primera Asamblea Socialista, hasta envía su adhesión al nuevo Partido.[18]
Todo
lo expuesto demuestra que el ambiente es favorable y que existen las premisas
necesarias para la organización de un Partido
Socialista, que sea la vanguardia del pueblo y de la clase obrera ecuatoriana.
En
efecto, de la labor propagandística y de
difusión teórica, se pasa a la organización
de los primeros grupos socialistas. Ya para el año 1924 funciona en Quito el grupo “La Antorcha”, que
tiene como órgano doctrinario el periódico del mismo nombre. También funciona en esta misma ciudad el grupo
denominado “Sociedad Amigos de Lenin”,
dirigido por el distinguido escritor mexicano Rafael Ramos Pedrueza, que pone a
disposición de sus miembros su biblioteca, la que cuenta con numerosas obras marxistas difíciles de encontrar en el medio y que por
lo mismo contribuyen mucho para la formación ideológica de sus componentes, quienes
realizan una acción digna de encomio y que llegan a pedir la afiliación de su
agrupación a la Tercera Internacional
Comunista. El 13 de Julio se crea el “Núcleo Central Socialista de Quito” que tiene mucha actividad y que
inclusive organiza asambleas
públicas para propagar las nuevas ideas. Así mismo, en otras provincias y poblaciones del país, funcionan grupos que se van creando
paulatinamente. En Cuenca
existe el “Núcleo Socialista del Azuay”, en Riobamba se funda él “Partido Demócrata Social”, en Manabí tiene actividad el “Núcleo Revolucionario
de Manabí” y en Tulcán actúa el grupo
socialista denominado “La Reforma”. Las ciudades de Loja, Ambato, Ibarra y Otavalo, tienen también sus grupos
socialistas. Y en Guayaquil, el 28 de marzo de
1926, se realiza la primera asamblea local socialista.
Los
grupos socialistas que acabamos de citar están conformados mayoritariamente por
intelectuales, debiéndose exceptuar tan solo el de Guayaquil, que gracias al desarrollo económico de la ciudad, puede contar con una buena
representación obrera. Muchos
de los intelectuales que integran los primeros núcleos socialistas están
llamados a ocupar un elevado lugar en el campo de las letras y de la cultura nacional. Para que se vea que esto es así y que no exageramos,
teniendo en cuenta que sus nombres son poco
conocidos por las jóvenes generaciones de hoy, vamos a mencionar, aunque sea a
algunos de ellos.
El
grupo “Antorcha” está formado por 11 personas –ver El 15 de Noviembre de 1922 y
la Fundación del
Socialismo relatados por sus protagonistas,[19]– casi todos intelectuales, de los que, en aras de la brevedad, mencionaremos
únicamente a los más distinguidos. Ellos
son: Jorge Carrera Andrade, considerado, sin discusión, como una de las altas cimas de la poesía ecuatoriana, y no solamente ecuatoriana, sino
latinoamericana, razón por la que consta en múltiples antologías; el
prestigioso sociólogo Ángel
Modesto Paredes, encargado de la difusión de AMAUTA, la gran
revista de José Carlos Mariátegui, en nuestra patria; el poeta Hugo
Alemán; Augusto Arias, intelectual múltiple: poeta, periodista, biógrafo, crítico literario y pedagogo; Delio Ortiz, a quien Benjamín Carrión considera “uno de los más vigorosos escritores políticos del Continente”;
El grupo “Lenin” está
integrado así mismo por algunos intelectuales. Tres son ingenieros: Alberto Suárez Dávila, Pablo Charpantier y Timoleón
Jácome. Hay un periodista: Luis Anda
Rumazo. Pero la figura más sobresaliente es la del profesor Fernando Chaves,
conceptuado como el precursor de la gran novela indigenista ecuatoriana, con su conocido libro Plata y bronce, publicado en 1927.
Y
en los otros grupos de provincias, como ya se dijo, el panorama es parecido. Únicamente daremos dos ejemplos. En el socialismo de Guayaquil está
el gran escritor José de la Cuadra, cuyos cuentos y novelas que son
numerosas y muy conocidos, por
su alta calidad literaria, no faltan nunca en las principales antologías de la lengua castellana. Y en el grupo socialista de Cuenca
está Carlos Aguilar Vásquez –médico– cuyas Obras completas
publicadas en la década del 70 se componen de seis gruesos volúmenes, dos de
poesía y cuatro de prosa, donde podemos hallar una gran variedad de géneros:
novela, cuento, teatro, periodismo y ensayos
histórico–sociológicos, como Xima por
ejemplo, que demuestra su humana preocupación
por la causa del indio.
A
base de todos estos grupos se forma el Partido Socialista Ecuatoriano. Del
16 al 25 de mayo de 1926 sesiona la primera Asamblea Nacional Socialista que aprueba
tres documentos importantes para su marcha y posterior desenvolvimientos: Declaración
de Principios del Partido Socialista Ecuatoriano, Programa de
Acción del Partido Socialista Ecuatoriano y Estatutos
del Partido Socialista Ecuatoriano. En 1928, el
Partido ingresa a la Tercera Internacional Comunista. Vamos
a mencionar a unos pocos delegados al primer Congreso del Partido: Emilio
Uzcátegui, sin duda uno de los escritores
ecuatorianos de mayor producción, sobre todo
en lo que atañe a pedagogía y problemas
educativos en general; Juan Pablo
Muñoz, músico y escritor notable; Reinaldo
Murgueytio, maestro sobre todas las cosas,
pues consagra su existencia íntegra, a la educación de la juventud ecuatoriana; Miguel Ángel León, gran
poeta; Gregorio Cordero y León, autor teatral de
preferencia; Abraham Moscoso, un
gran pintor, considerado justamente como precursor de la pintura de denuncia
social.
Entre las tareas como Partido está armar ideológicamente a los cuadros
revolucionarios, porque se
comprende todo el valor de las palabras de Lenin, aquellas
que indican que sin teoría
revolucionaria no hay práctica revolucionaria. Y se encamina también a difundir y mostrar por todos los medios las
hermosas conquistas alcanzadas en corto tiempo por la Unión Soviética. Es
esta labor la que principalmente,
por su mayor conocimiento teórico en
ese entonces, realizan los intelectuales del Partido, ya sea organizando
cursos dentro de su seno o dictando conferencias en las organizaciones populares. Para esta época se tienen ya mejores y más directas fuentes
de información.
Llegan varias publicaciones en
castellano de la Editorial “Europa–América” de París que, entre muchos otros libros de gran valor
educativo, edita en dos tomos las Obras Escogidas de Lenin, donde se
incluyen trabajos de la importancia
del ¿Qué hacer?, Un paso adelante, dos pasos atrás y Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática,
por ejemplo. La misma Editorial hace
conocer los Diez días que estremecieron
al mundo de John Reed –emotiva epopeya de la revolución que se adentra en el alma– y los Recuerdos de Lenin de Krupskaia, su firme
compañera, que pinta al gran dirigente puro y modesto
como es, ardiendo siempre en la llama de su elevado ideal. La Editorial “Edeya”
de Barcelona publica también varios
libros de Lenin, tales como El Estado y la
revolución, El imperialismo etapa superior del capitalismo, El extremismo enfermedad
infantil del comunismo y La Comuna de París[20]
pongamos por caso, al lado de obras de Marx
y Engels y de algunos dirigentes y publicistas rusos
de ese tiempo, como Stalin, Molotov, Bujarin, Losovski, Manuilski, etc. Igual
papel cumplen las editoriales españolas “Cénit”
y “Jason”, así como las publicaciones de los partidos comunistas de Argentina y
Chile, que aunque no con la
regularidad y proporción de las europeas, llegan al Ecuador. Sobre todo, entre las
americanas, las de Argentina: los camaradas
de ese país, a raíz misma de la Revolución de Octubre, se convierten en
entusiastas difusores de la ideología marxista en nuestro continente.[21]
En suma, se puede decir, que para los primeros años de la década del 30, buena
parte de las principales obras de Lenin han sido traducidas al castellano y por lo mismo son conocidas aquí, si
bien es cierto, en círculos
reducidos.
De aquí, de las fuentes que dejamos citadas, adquieren sus
conocimientos los militantes del Partido Socialista, varios de los cuales se
esfuerzan por darle una justa orientación marxista–leninista y por aclarar los
puntos sobre los cuales surgen enconadas divergencias, fruto del bajo nivel
teórico unas veces, pero principalmente producto de la lucha ideológica que se desarrolla en su interior.
Reflejo de esto es la conferencia sobre La dictadura del proletariado dictada en 1928 por el escritor Enrique Terán, en
ese entonces Secretario General del Consejo Central, que algunos elementos
derechistas impugnan. Él, en esta conferencia –publicada luego en folleto con el
mismo título– aborda una serie de problemas importantes, defendiendo los puntos de
vista de Lenin, cuyas enseñanzas, dice, “han llenado la ciencia revolucionaria,
dándola una potencialidad y un valor indiscutible y firme”. Señala que “su obra
puede ser sintetizada por el estudio de la dictadura del proletariado, con
todos los detalles de su aplicación y por el análisis del actual imperialismo
capitalista, última etapa del desarrollo de la burguesía”. Se refiere a la
necesidad de la asimilación de la teoría revolucionaria, citando la frase de
Lenin, que dice que sin ella “la práctica se pierde en las tinieblas”. Y sobre
el tema central, argumentando en favor
de la forma de gobierno por la revolución, anota: “El Poder Soviético es
la aplicación de la dictadura del proletariado y solo él podrá realizar su
programa y sus principios de igualitarismo humano”.
[22]Las enseñanzas de Lenin –geniales por su verdad, claridad y precisión– son faro
que guía desde un principio la actividad del Partido y de varios intelectuales.
Por esto, las fechas de su nacimiento y muerte, nunca pasan desapercibidas para
sus militantes, conforme se constata revisando sus publicaciones. La fecha de
su natalicio es día en que se hace el recuento de su prodigiosa actividad
revolucionaria y se pone de relieve el valor de sus lecciones. Y la fecha de su
prematura desaparición, es día de
dolor hondamente sentido, día en que brota de los corazones la promesa de fidelidad a su legado.
Y
esta actitud de los intelectuales es muy generalizada. Inclusive aquellos que
tienen divergencias con algunos principios del marxismo, no dejan de admirar a
Lenin y rendir homenaje a la Revolución de Octubre. Tal es el caso del doctor Ángel Modesto Paredes, que
pone en tela de duda la necesidad de la dictadura del proletariado en su libro Naturaleza del poder público y del sometimiento del hombre a las autoridades del país aparecido en 1929,[23]
pero no obstante esto adopta la posición antes indicada y no deja de aprobar y
elogiar las conquistas alcanzadas por
la Unión Soviética. Y es el caso también del doctor Luis Gerardo Gallegos, que hasta
llega a separarse del Partido por no estar de acuerdo con las resoluciones de La
Internacional según confiesa en su trabajo Rusia
Soviética y la Revolución Mundial, publicado como suplemento de la revista Rieles en 1931. Allí, al lado de sus desacuerdos, traza una semblanza encomiástica de Lenin y no deja de poner de relieve los
éxitos alcanzados por la revolución, tanto
en los aspectos económicos como culturales. Estas palabras, con las que
finaliza el trabajo mencionado, reflejan sin duda el fondo de su pensamiento:
“El proletariado resolvió tomar el Poder, y en Octubre la vanguardia
bolchevique arrastró tras sí a las grandes masas de trabajadores y las condujo a la toma del Kremlin enarbolando la Bandera Roja que hoy
flamea allí como una lengua da fuego. Rusia es la Patria del Proletariado
mundial y el leninismo la antorcha que
alumbra la conciencia de los explotados”.[24]
José de la Cuadra le dedica uno de sus mejores cuentos: El santo nuevo. Allí, mezclada con las
ingenuas creencias campesinas, un viejo montubio, oyendo hablar de las conquistas
de los trabajadores rusos, transforma en santo a Vladimir Lenin y lo vela junto
con las imágenes religiosas que adornan su humilde vivienda. “Sin confesárselo del todo –se dice en el
relato– ño Franco suponía que Lenin podía salvarlo, por vía del milagro, de los
abusos del patrón cuando se llegara el caso”.[25]
Sin
duda que hay ficción, pero salida de una realidad. Ángel Felicísimo Rojas, otro
gran literato, afirma sin recurrir a la fantasía, que el marxismo salta “a un
pequeño foco campesino: en Milagro, a pocos kilómetros del puerto”. Dice que la
“divisa es, también, aquí: El soviet de los soldados, obreros y campesinos”.[26]
Siendo así de notable la influencia de la revolución de Octubre y el
prestigio alcanzado por Lenin, es comprensible que cuando muere ‒21 de enero de
1924‒ el duelo y la aflicción sea denominador común de todos sus partidarios y
admiradores. Todos los grupos socialistas que en ese entonces existen y varias
organizaciones de trabajadores celebran sesiones para expresar su pena y
recordar los méritos del gran líder comunista desaparecido. Crespones negros
cubren los corazones doloridos.
Y
esta vez, dado el grandor del acontecimiento, los periódicos burgueses dan la
noticia con frases respetuosas e insertan artículos elogiosos en honor de
Lenin. Unos pocos ejemplos:
El
diario El Universo de Guayaquil –24
de enero de 1924‒ dice: “Su cerebro fue esplendente sol, cuyos rayos de luz
despertaron las conciencias entumecidas por el despotismo.[27]
El
Telégrafo de Guayaquil –23 de enero de 1924‒ expresa lo que
sigue:
“Profundamente
doloroso será para los obreros y trabajadores del mundo, para todos los
desheredados de la fortuna y todos los que alientan en sus corazones los ideales
de amor y fraternidad humanas, la desaparición eterna del apóstol, del forjador
de un universo nuevo, del que con su mente concibió la sociedad del futuro y con sus poderosas
energías inició y emprendió la obra magna de su constitución”.[28]
La Prensa de la misma ciudad de
Guayaquil –23 de enero de 1924‒ manifiesta:
“Inmenso apóstol de la transformación social,
a cuyas doctrinas renovadoras del pensamiento universal, cayeron los viejos
moldes de la civilización y la corona de los zares triturada bajo el golpe de
un martillo de libertad, que los siglos de despotismo autocrático pusieron en
manos del Pueblo de todas las Rusias”.[29]
Y el periódico El Día de Quito –25 de enero de 1924‒ agrega:
“Lenine, Lenine,
el hombre de la Revolución rusa, su jefe, su apóstol, su conciencia, su brazo,
su verbo, después de haber consumado la transformación más formidable que ha
visto los siglos y de haber hecho tabla rasa de todo el derecho consagrado y de
las instituciones milenarias, acaba de morir, materialmente, según nos comunica
el cable”.[30]
Desde luego, frases
como las transcritas, sólo podían ser escritas por personas de mente lúcida y
simpatizantes de la obra de Lenin que, por lo que se ve, tienen acogida en esa época en las páginas de los periódicos de
la burguesía.
También
en otras publicaciones, y en otras ciudades ecuatorianas, se da la infausta
noticia del fallecimiento de Lenin y se elogia su obra y personalidad.
Después
de la muerte de Lenin su nombre se convierte en símbolo revolucionario de todos
los militantes socialistas, razón por la que pasa a ser la denominación
preferida de muchos de sus organismos y publicaciones.
Su
muerte es recordada todos los años sin
ninguna falta. Ya no solamente entre los
miembros del Partido, sino en asambleas democráticas más amplias. Y los intelectuales, en esta ocasión, no dejan de expresar su
pesar por acontecimiento tan
infausto. El poeta Jorge Carrera Andrade interpreta así, en el año 1928, la pena honda del proletariado ecuatoriano:
Trabajadores
que
rizáis los cabellos duros de la madera;
camaradas humildes; herreros; labradores
que leéis como un libro la nube pasajera
y sabéis el
agrícola idioma de los vientos;
hombres que dais, a diario, vuestro amor hecho pan;
cargadores de fardos en los muelles hambrientos;
obrero niño, que eres de este siglo guardián;
viejos que camináis a la muerte de hinojos;
campesinos; soldados; hermanos del taller;
una perla de llanto hay en todos los ojos
porque se ha ido el Padre, para nunca volver!
Lenin!
Lenin ha muerto. El ánfora de barro ya vacía,
se ha roto dando un gran resplandor!
Ha muerto el que cambiaba en diamante el guijarro,
la flecha en golondrina, por obra del amor.
Ha muerto el que bendijo el arado y la fragua;
el que a todos los seres tendió su mano amiga,
el que dijo a los pobres: De todos es el agua,
de todos es la Tierra, de todos es la Espiga.
El
condujo la nave del siglo con sus manos
y
lo salvó, en su hora, del naufragio profundo.
El
forró los colmillos de los lobos humanos
y
levantó el Arco Iris da la Paz sobre el mundo.
Illictch!
Lenin! Profeta! Tuya, fue la semilla,
el
esfuerzo paciente y la agraria labor.
Tu
hoz de sangre segó la zizaña amarilla,
Señor de los humildes ¡Tú eres el Sembrador!
Tú llenaste de luz el interior del fruto
y encendiste la antorcha con leña del pasado.
Hiciste tu camino sobre el mar, a pie enjuto,
y las Montañas de Oro, a tu voz se han volcado.
Calvas de los esclavos rozad, rozad la tierra.
Barbas
de los ancianos, temblad, temblad de amor.
Su
canción cuotidiana interrumpe la sierra
y
en la granja descubre su frente el labrador.
Un
estremecimiento pase en la tarde quieta,
la
fragua resoplante detenga su labor,
se
arrodille el caballo que hala de la carreta
y,
en el umbral del campo, llore el perro pastor.
Sobre la mesa puesta baje una luz divina
y
tenga un sabor nuevo el cuotidiano pan .....
Lenin
un día puso sus manos en la harina
Joaquín Gallegos Lara, el gran escritor comunista, al conmemorarse los diez años de la
muerte de Lenin, dice en prosa admirativa y glorificadora:
“Lenin
es el luchador proletario máximo, el héroe marxista. Su
grandeza no es la grandeza vacía de los representantes de las clases reaccionarias
del individualismo
explotador. Lenin es el heroísmo de las masas populares hecho hombre. Lenin es
la inteligencia de las masas populares hecho hombre (...) Lenin es la sustancia
de todas las masas populares hecha hombre. Está, como buen compañero, en medio de nosotros; está en medio de nuestra
vida; y es lo mejor de la clase, la punta de la vanguardia, el conductor, el
que ve
más lejos y más claro, el que comprende más, el que sabe más, el que
puede más y vence más.”[32]
Ningún
aniversario de la muerte de Lenin pasa desapercibido por los revolucionarios
ecuatorianos. Al lado de la perla del
llanto de que nos habla el poeta, está también el puño cerrado, siempre dispuesto,
para el combate contra la explotación y la miseria.
Hoy,
aprovechando la caída de la Unión Soviética, la reacción ecuatoriana y sus
lacayos –esos tontos neoliberales que pregonan “el fin de la historia”‒ quieren
borrar el nombre de Lenin del recuerdo humano. Deseo, a la vez que imposible,
muy significativo, porque implica el temor, el miedo contenido, de que sus
ideales de justicia vuelvan a florecer, de que ese fantasma de que hablaba Marx
vuelva a recorrer la Tierra, ese fantasma enemigo de la injusticia, que tanto
les aterroriza.
¡No,
la memoria de los grandes hombres y las grandes ideas, no mueren nunca!
[1] Tomado de Oswaldo Albornoz
Peralta, La influencia del marxismo y de
la Revolución de Octubre en los intelectuales del Ecuador, 2018, pp. 15-43;
y de Duelo por la muerte de Lenin, en Páginas
de la historia ecuatoriana, t. II, 2007, pp. 159-165.
[2] El Comercio, Quito, 1919.
[3] Idem.
[4] Julio Tobar Donoso, Cooperativas y mutualidades, La Prensa
Católica, Quito, 1942, p. 14.
[5]
El Pueblo N° 705, Guayaquil, 25 de
enero de 1970.
[6] Belisario Quevedo, Sociología, Política y Moral, Editorial
Bolívar, Quito, 1932, p. 120.
[7] Idem, p. 81.
[8] Idem, p. 83.
[9] Juan E. Naula, Principios de Sociología Aplicada, Tipografía y
Papelería de Julio T. Foyain, Guayaquil,
1921, p. 227.
[10] Idem, p. 228.
[11] Idem, pp. 228-229.
[13] Carlos María de la Torre, Escritos Pastorales, Quinta Carta Pastoral.
Acerca del Socialismo, Editorial Ecuatoriana, Quito, 1933, pp. 101-102.
[14] Juan Honorato Peralta, La Propiedad, Librería e Imprenta La
Reforma, Guayaquil, 1924, pp. 155, 162 y 167.
[15] Juan Honorato Peralta, El Pasado el Presente y el Porvenir. Un
Mensaje a los trabajadores, Imprenta el Progreso, s.l., 1927.
[16] Antonio Quevedo, Ensayos Sociológicos y Políticos, t. I,
Tip. Editorial Chimborazo de V. Arturo Cabrera M., Quito, 1924, pp. 244-245.
[17] Pío Jaramillo Alvarado, La Asamblea Liberal. Sus aspectos políticos,
s. e., Quito, 1924, p. 112.
[18] “Sesión nocturna del 17 (de mayo
de 1926): Se leyó una comunicación del camarada Luis N. Dillon que se adhiere
decididamente a la Asamblea del Partido Socialista, “su viejo ideal”,
proclamando la ruina de los partidos tradicionales”, en Labores de la Asamblea Nacional Socialista y Manifiesto del Consejo
Central del Partido, Imprenta El Tiempo, Guayaquil, 1926, p. 35.
[19] Leonardo Muñoz enumera a los
miembros del Grupo Antorcha: “Éramos los hermanos Paredes (Ricardo y Ángel
Modesto), los hermanos Carrera (Jorge, César), Ernesto Mogollón, Gonzalo Pozo,
Hugo Alemán Fierro, Julio H. Peñaherrera, Delio Ortiz, Augusto Arias y Leonardo
Muñoz… Tienen que estar once”. El 15 de
Noviembre de 1922 y la Fundación del
Socialismo relatados por sus protagonistas, Segunda Parte, Corporación Editora Nacional - INFOC, Quito, 1982, p. 90.
[20] Los títulos citados son los que
tienen los libros publicados por los editores que se nombran y que los tomamos
de los originales que constan en los
catálogos de la época.
[21] V. Goncharov, El Camarada Vitorio. Semblanza de V.
Codovilla, Ed. Progreso, Moscú, 1980, p. 36.
[22] Enrique Terán (Iskra), La dictadura del proletariado, Imprenta
del Consejo Central del Partido Socialista Ecuatoriano. Sección de la Tercera
Internacional Comunista, Quito, 1929, pp. 21, 32.
[23] “El sistema de los Consejos
ensayado por la revolución rusa de 1905 y desenvuelto ampliamente por la del
17, se dirige a cumplir este afán de la democracia nueva, tan ponderado desde
los tiempos de la Comune”. Por su
factura constitutiva y por el fin perseguido, por la manera de seleccionar sus
contingentes y disponer la vigilancia de los gobernantes; no puede dudarse que
supera y modifica cualquier ensayo antecedente”. Ángel Modesto Paredes, Naturaleza del poder público y del sometimiento del hombre a las
autoridades del país, Imprenta de
la Universidad Central, Quito, 1929, p.
406.
[24] Luis Gerardo Gallegos, “Rusia
Soviética y la Revolución Mundial”, Suplemento N° 3 de la revista Rieles, Quito, Imprenta de la
Universidad Central, 1931, p. 165.
[26]
Angel F. Rojas, La novela ecuatoriana,
Fondo de Cultura Económica, México, 1948, p. 91.
[27]
Véase semanario El Pueblo N° 706,
Guayaquil, 28 de enero de 1970.
[28]
Idem.
[29]
Idem.
[30]
Idem.
[31] Jorge Carrera Andrade, “Lenin ha
muerto”, en La Vanguardia, Órgano del
Consejo Central del Partido Socialista, Año I, Nos. 5-6, Quito, 1928, pp. 18-19. Reproducido también
en Hugo Alemán, Presencia del pasado,
Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito 1953, pp. 107-108.
[32] Joaquín Gallegos Lara, Bandera Roja. Órgano del CC del Partido
Comunista del Ecuador, Guayaquil, 22 de enero de 1934. En Páginas
olvidadas de Joaquín Gallegos Lara, recopilación de Alejandro Guerra
Cáceres, Editorial de la Universidad de Guayaquil, 1987, p. 238.
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