Los medios de comunicación han encontrado en el
caso Odebrecht y otros hechos de flagrante corrupción de funcionarios públicos
del gobierno de la revolución ciudadana el mejor pretexto para acusarlo y
generar en la opinión pública la idea de ser el gobierno más corrupto de la
historia ecuatoriana. La ignorancia, la desmemoria histórica o la mala fe de
los cruzados anticorrupción tratan de
opacar así los dos casos más grandes de corrupción ecuatoriana, acontecidos en
la larga noche neoliberal durante los
gobiernos de Oswaldo Hurtado, León
Febres Cordero y Jamil Mahuad: la sucretización
y el salvataje bancario. Por suerte
hay historiadores que han escrito sobre esos atracos que beneficiaron a
poderosos políticos y empresarios para que las generaciones venideras nunca lo
olviden. Aquí el caso de la sucretización.
LA
SUCRETIZACIÓN[1]
Oswaldo
Albornoz Peralta
El imperialismo –palabra que algunos tontos de izquierda creen que no se
debe usar– tiene una voz de mando, voz estentórea y definitiva: la del Fondo
Monetario Internacional.
Este organismo internacional es el encargado de imponer en los países
del tercer mundo la política neoliberal, panacea según los vivarachos de
derecha, para solucionar todos nuestros problemas económicos. Sus recetas –la
privatización de las empresas públicas para que pasen a manos de los voraces
empresarios privados, la supresión de las prestaciones sociales mediante la
disminución de los gastos del presupuesto estatal, la subida de los precios de
los servicios nacionales para que pague más el pueblo‒ son indiscutibles e
inapelables. A todo esto, nuestros serviles mandatarios inclinan la cabeza y
dicen, sumisamente, que así sea. Ni siquiera es óbice para esta humillante
aceptación, la circunstancia de que los patrones de desarrollo del
neoliberalismo, no tienen otro fin que poner a nuestro pueblo bajo la égida de
la política económica de las grandes potencias capitalistas.
En 1983 el Fondo Monetario emite una orden singular, y más que singular
desvergonzada: que las deudas privadas sean transformadas en nacionales, para
que los acreedores extranjeros tengan plena seguridad del pago de los créditos.
León Roldós, vicepresidente de la república en ese entonces, nos dice a este
respecto:
Me visitó en la Vicepresidencia de la República el
doctor José A. Correa, entonces Presidente de la Junta Monetaria, para
expresarme que la sucretización era impuesta por los acreedores externos como
condición para negociar la deuda pública. Si el Banco Central no asumía la
deuda privada, era imposible renegociar la deuda pública.[2]
Entonces, tal como se pedía, y con presteza increíble, el Estado se hace
cargo de las deudas privadas asumiendo el llamado riesgo cambiario, que
beneficia gratuitamente a los deudores, pues éstos tienen que pagar en sucres
los dólares prestados, pero no al valor que tienen en el momento de efectuar
los pagos, sino a un precio mucho menor. De esta manera, dada la constante
devaluación de la moneda, el largo plazo concebido para la cancelación de los
créditos y otras ventajas que generosamente se conceden, ellos prácticamente no
pagarán nada, mientras que el Banco tendrá que pagar a los acreedores con
dólares de mayor costo. Así, será el pueblo ecuatoriano, en suma, el que pagará
las obligaciones de estos felices deudores, sin haber recibido un solo centavo
de beneficio.
El economista Alberto Acosta –un economista serio que no se ha
doblegado ante las tesis del neoliberalismo– manifiesta lo siguiente sobre las
maniobras de la sucretización:
Al iniciar su gobierno, el ingeniero Febres
Cordero, inspirado en un proyecto democristiano que no alcanzó a ser tramitado, amplió las ya
ventajosas condiciones de pago de la deuda externa “sucretizada” concedidas
durante la administración precedente. Se extendieron los plazos de pago –medida
que no se tomó antes por un problema legal y no por falta de voluntad– de 3 a 7
años; se congeló la tasa de interés en 16% cuando las tasas comerciales
superaban el 28%; se anuló la comisión de riesgo cambiario, congelando el tipo
de cambio en 100 sucres por dólar; y, se aumentó el período de gracia de 1 y
medio a 4 años y medio.
La conversión de casi 1300
millones de dólares de deuda externa a sucres, significó un subsidio al sector
privado, cercano a los 650 mil millones de sucres (más de mil millones de
dólares), si solo se considera el
efecto del diferencial cambiario. ¡La mayor subvención puntual de la
historia republicana! [3]
Lógicamente, los miembros de la empresa privada favorecidos con esta
lotería –el regalo del siglo lo llama el autor antes mencionado‒ aplauden a
rabiar la sucretización acordada. Se dice que es la medida más “correcta,
adecuada y sabia”. Que “fue la solución de fondo que se dio en ese momento” a
los problemas económicos.[4]
La salvación de la patria, nada menos.
¿Quiénes son los principales beneficiarios del regalo del siglo?
Cuando el Ecuador se convierte en país petrolero, los prestamistas
extranjeros –que solo prestan al que puede pagar‒ se apresuran y se afanan en
colocar su dinero, mientras los oligarcas de aquí –que son cabalmente los que
más han aprovechado de la riqueza proveniente del petróleo‒ adoptan igual
actitud para recibirlos. Cínicamente pregonan la necesidad del endeudamiento agresivo para salvar la
economía nacional. Y claro, agresivamente reciben suculentos préstamos.
En el siguiente cuadro –cuadro que se quiso ocultar al conocimiento
público‒ constan, en millones de dólares, los mayores deudores:
Citibank 50,0 Financiera
Inmoval 44,5 Inmuebles
Banco del Pacífico 29,9 Financiera
Electrodomésticos Durex 26,9 Prod. Metálicos
Maquinaria y Vehículos 25,9 Comercio
Consorcio Agoyán 21,0 Construcción
Corticorp 18,6 Financiera
Banco Continental 17,2 Financiera
La Cemento Nacional 16,6 Minerales
Azucarera Valdez 13,8 Alimentos
S.A.I. San Carlos 13,2 Alimentos
COMANDO 11,9 Construcción
IIASA 11,8 Comercio
Inversiones Bolivarianas 11,0 Financiera
COFIEC 10,5 Financiera
DICASA 10,0 Comercio
La Internacional 9,9 Textiles
La Reforma 8,6 Papel
COMANDATO 8,0 Comercio
Turisco 6,9 Comercio
Comercial Lavalle 6,7 Comercio
Inmobiliaria Josefa 6,5 Inmuebles
ECUDINA 6,5
Constructora Perrone
Galarza 6,1 Construcción
Banco de Guayaquil 5,5 Financiera
Balda Industrial Mercantil 5,0
Comercio
Lotizaciones Canape 5,0 Inmuebles
Solubles Instantáneos 4,6 Alimentos
Industrias Chepeval 4,6 Prod. Metálicos
Leasing del Pacífico 4,5 Financiera
TOTAL 421,2
[5]
El cuadro anterior solo contiene los nombres de los treinta principales
deudores privados, faltando otros como Finansa, Tanasa, Papelera Nacional,
Artepráctico y Ecasa por ejemplo, que adeudan cantidades un poco menores.
Faltan, así mismo, todos los deudores individuales, entre los cuales se
encuentran unos tantos peces gordos.
Veamos ahora quienes son los dueños y accionistas de los bancos y
empresas que acabamos de citar, advirtiendo que únicamente mencionaremos los
nombres de unos pocos, aquellos que ocupan o han ocupado altos cargos en el
mundo de la política o en el mundo de las finanzas:
León
Febres Cordero (Papelera Nacional)
Agustín
Febres Cordero (Azucarera Valdez, S.A.I. San Carlos)
Víctor
Maspons y Vigas (Banco del Pacífico, Banco de Guayaquil)
Marcel
Laniado de Wind (Banco del Pacífico)
Sixto
Durán Ballén Cordovez (Banco de Guayaquil, COFIEC)
César
Durán Ballén Cordovez (Banco de Guayaquil, COFIEC)
Fernando Aspiazu
Seminario (Finansa)
Francisco
Rosales Ramos (La Cemento Nacional, COFIEC)
Alberto
Rosales Ramos (Ecasa)
Gonzalo
Mantilla Mata (La Internacional)
Guillermo
Cordovez Dávalos (La Internacional)
José A.
Correa (La Internacional, COFIEC)
Luis
Pallares Zaldumbide (Banco del Pacífico)
Ernesto
Jouvín Cisneros (La Reforma, COFIEC, Banco de Guayaquil)
Luis Noboa
Naranjo (Papelera Nacional, Banco del Pacífico, Banco de Guayaquil)
Juan
Illingworth Baquerizo (La Cemento Nacional)
Leonidas
Ortega Trujillo (Banco Continental)
Gonzalo
Pérez Bustamante (Tanasa)
Eduardo
Valdez Murillo (S.A.I. San Carlos)
Luis
Orrantia González (Electrodomésticos Durex)
Patricio
Alvarez Druet (Banco del Pacífico, COFIEC, Ecasa)
Luis
Trujillo Bustamante (Banco del Pacífico)
Guillermo
Vásquez Astudillo (Artepráctico)
Es necesario aclarar que los banqueros y empresarios nombrados, no solo
tienen intereses en las entidades deudoras que hemos indicado, sino también en
muchísimas otras, que los convierten en magnates y amos de la economía
nacional.
Aparte de este hecho –el endeudamiento escandaloso y desaprensivo por
parte de la oligarquía‒ resalta de nuestro cuadro un fenómeno por demás
insólito: que sea un banco extranjero, el Citibank, el mayor deudor, y por lo
mismo el más beneficiado con la sucretización a costa de los sacrificios del
pueblo ecuatoriano. Y este sorprendente privilegio es concedido a pesar de la
oposición del CONADE. “Se planteó –dice el ex vicepresidente Roldós‒ que en el
mecanismo se incorporen condiciones como que los bancos extranjeros con
oficinas en el Ecuador no podían sucretizar”.[6]
Por tanto, es seguro que se trata de una imposición del mismo Fondo Monetario.
De una orden perentoria, mejor dicho, para que el banco yanqui pueda ganar por
partida doble.
Otra
característica del endeudamiento, es que la mayor parte de los préstamos
otorgados convergen hacia el capital especulativo y no hacia el productivo,
siendo por consiguiente falso el argumento de que sirvieron para el desarrollo
económico de la nación, como constantemente han venido afirmando los
enriquecidos por la sucretización. A lo que hay agregar, que una inmensa
porción de los capitales recibidos, tal como ha sido tantas veces denunciado,
fueron invertidos en la compra de lujosos departamentos en Miami, yates y un
sinfín de costosos artículos suntuarios. Todo, para solaz de nuestra agobiada
oligarquía.
Y aunque no se crea, estos oligarcas que transfirieron sus deudas al
pueblo, cuando se trata de elevar los salarios de los trabajadores –siquiera
sea para que puedan pagar con mayor facilidad los gastos y buena vida de sus
explotadores‒ se agrupan en pandilla para oponerse a una medida de esa
naturaleza. Ahora si, esgrimiendo tesis dignas de retrasados mentales,
manifiestan que eso sería la mayor de las catástrofes, compartiendo también en
esto el criterio sacrosanto del Fondo Monetario Internacional. Qué hacer. La
voracidad y la cicatería, siempre van unidas.
[1] Tomado de Oswaldo
Albornoz Peralta, Páginas de la historia
ecuatoriana, t. II, Editorial de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín
Carrión, Quito, 2007, pp.
[2] El Universo, Guayaquil,
4 de agosto de 1991, p. 3.
[3] Alberto Acosta, La deuda
eterna, Grupo de Trabajo Sobre Deuda Externa y Desarrollo, Quito, 1990, p.
307.
En su Breve historia económica del Ecuador, tercera
edición ampliada y actualizada, Corporación Editora Nacional, 2012, p. 214, Alberto
Acosta precisa más la información anterior: “La “sucretización” de casi 1.500
millones de dólares de deuda externa representó un subsidio al sector privado
superior a un billón trescientos mil millones de sucres (1.300.000.000.000.) o
sea mil trescientos millones de dólares (1.300.000.000), al tipo de cambio de
mil sucres por dólar como promedio para el período de pago, si sólo se
considera el efecto del diferencial cambiario”. Y agrega que, “La Comisión de Auditoría del
Crédito Público, que concluyó su trabajo a fines del año 2008, estima el
subsidio total en 4.400 millones de dólares. Esta fue una de las mayores
subvenciones puntuales de la historia republicana, que sería superada años
después con el salvataje bancario instrumentado por el gobierno democristiano
de Mahuad Witt, con un monto que superó los 8.000 millones de dólares” (Nota
del editor).
[4] Alberto Acosta, La deuda
eterna, pp. 308,309.
[5] Jean Francois Bélisle y Santiago Ortiz, La deuda externa, CEDIS, Quito, 1988, p. 61.
[6] El Universo, Guayaquil,
4 de agosto de 1991.
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