El entreguismo en favor de la geopolítica de los Estados Unidos, en perjuicio de los más caros intereses nacionales, es casi denominador común de la política internacional de muchos de los gobiernos ecuatorianos ‒con las pocas meritorias excepciones del caso. El gobierno de Moreno se esforzó en su servilismo, superándose a sí mismo, para llevarse el primer lugar en esa larga tradición de vendepatrias. Después de su visita a Trump, analistas políticos de gran prestigio denunciaron las catastróficas consecuencias que tendrían para el país, si llegaran a cumplirse las intenciones de ese malhadado encuentro: privatizaciones o concesiones de las más rentables empresas públicas e infraestructura del Estado, entrega criminal de nuestros recursos naturales a grandes transnacionales, tratados bilaterales que ponen en riesgo nuestra frágil economía, convenios de seguridad para entrenar a fuerzas armadas y policía para la represión, cesión del territorio nacional, Galápagos especialmente, para operaciones belicistas enmascaradas con la falacia de la lucha contra el narcotráfico, precarización de la salud, de la educación y otros beneficios sociales con el desmantelamiento del Estado. En síntesis, la aplicación del programa neoliberal que tiene el Norte para expoliar y dominar a sus vecinos del patio trasero. Y todo lo enumerado se enarboló como logros de la misión, de su triste diplomacia de cipayos. No les importó contravenir expresas normas constitucionales vigentes, en las que claramente se establece impedimento a cualquier tratado, acuerdo o convenio que perjudique nuestra soberanía, entendida en su más amplia acepción: la economía, la política y demás aspectos esenciales del interés nacional. Y esa nefasta política internacional se ejecutó con la complicidad de una Asamblea Nacional sumisa que nunca llama a juicio político a nadie que haya participado en la cesión de nuestros intereses, con la complicidad también de otras altas instancias del Estado que deberían velar por la defensa de la patria.
Como no
le alcanzó el tiempo al gobierno de la traición para cumplir el programa de
imposiciones imperialistas, su sucesor Guillermo Lasso no disimula ni esconde
sus intenciones de continuar en ese empeño.
Por suerte en América Latina existe una larga tradición
antiimperialista y sus mejores pensadores, políticos patriotas y pueblos que si
aman la tierra donde nacieron, lo han esgrimido siempre contra el nefasto pulpo del
Norte cada vez que ha extendido sus tentáculos sobre la pachamama de sus querencias.
Cada vez le resulta más difícil a las hordas galonadas que ensucian el mar Caribe y las costas orientales del Pacífico -haciendo gala de sus cañoneras, portaviones y demás poderío tecnológico- justificar invasiones a países hermanos donde sobra la dignidad de la que carecen gobiernos que la cambiaron por migajas y favores de su amo. Los herederos de esa tradición de lucha harán honor al legado de sus mayores. Más aun ahora que se levantan las voces dignas de los gobiernos mexicano, argentino, boliviano y peruano que, con su valiente actitud de decirle basta a dos siglos de doctrina Monroe con la que han hecho lo que les da la gana en América Latina, dando la esperanza que el bolivarianismo integrador al fin ha encontrado el tiempo propicio de su cumplimiento.
*
* *
El esclarecedor texto que a continuación transcribimos fue
escrito por Oswaldo Albornoz Peralta en 1999 como Introducción a su libro Las Compañías extranjeras en el Ecuador ‒publicado por la Escuela de Sociología y Ciencias Políticas
de la Universidad Central del Ecuador en el año 2001. Por su gran vigencia en
los actuales momentos, descubriendo la esencia del neoliberalismo en contra de
nuestros pueblos, lo publicamos dada la relevancia que tiene la lucha antiimperialista,
ante la cada vez más descarada intromisión e irrespeto que ejerce ese malhadado
imperialismo en oposición a la soberanía de nuestros países en cualquier rincón
de la Patria Grande.
EN CONTRA DE LA LA INTROMISIÓN IMPERIALISTA EN AMÉRICA LATINA[1]
Oswaldo
Albornoz Peralta
Eres
los Estados Unidos,
eres
el futuro invasor
de
la América ingenua que tiene sangre indígena,
que
aún reza a Jesucristo y aún habla español.
Tened
cuidado. ¡Vive la América Española!
hay
mil cachorros sueltos del León Español.
Se
necesita Roosevelt, ser, por Dios mismo,
el
riflero terrible y el fuerte Cazador,
para
poder ponernos en vuestras férreas garras.
Y,
contáis con todo, falta una cosa: ¡Dios! [3]
La lucha de Ugarte contra el imperialismo es vieja. Como representante del Partido Socialista Argentino asiste al Congreso de Stuttgart donde vota junto con Lenin y Rosa Luxemburgo las proposiciones anticolonialistas. Más tarde, cuando el socialismo de Juan B. Justo adopta posiciones revisionistas y antirrevolucionarias, es expulsado de las filas del partido por haber protestado por la aprobación del cercenamiento de Panamá a Colombia por el imperialismo yanqui.
Empero, se lucha no sólo contra el imperialismo con la pluma y la acción cívica, sino que también se lo enfrenta con las armas. Varios son los combatientes que empuñan la espada o el fusil ─los “cacos” acaudillados por Charlemagne Péralte en la república de Haití y los guerrilleros de Ramón Natera en Santo Domingo, por ejemplo─ pero es sin duda el nicaragüense César Augusto Sandino el más destacado y el que consiguió la mayor solidaridad de los pueblos latinoamericanos, pues hasta existen brigadas internacionales que combaten a su lado. “El pequeño ejército loco”, como lo califica la poetisa Gabriela Mistral, o el “Ejército de los Hombres Libres” como lo llama el gran escritor comunista Henri Barbusse, después de seis años de heroica lucha logra derrotar a los invasores. Pero la vergonzosa salida de los marines es vengada por uno de sus lacayos: Anastasio Somoza, jefe de la Guardia Nacional, ordena el asesinato del héroe en 1934.
Oh
las cosas del Destino
y
el destino de las cosas:
después
de Augusto Sandino
y
de Rubén el Divino
los
Anastasios Somozas.[5]
A los seis combatientes enunciados
se suman muchos otros. Están en las filas antimperialistas José Enrique Rodó, Rufino
Blanco Fombona, Emilio Roig Leuchsenring y Pablo González Casanova, entre los
más notables, solamente. A ellos se une una brillante élite comunista: Julio
Antonio Mella, José Carlos Mariátegui y Aníbal Ponce, por ejemplo, que dan
consistencia científica al antiimperialismo con la teoría leninista.
A la denuncia y a la protesta,
casi simultáneamente, se une la lucha de los pueblos latinoamericanos por el
rescate de las riquezas en manos extranjeras y por el desarrollo de la
industria nacional. A veces se consiguen éxitos, pero también derrotas y
fracasos.
México sigue el ejemplo. El 23 de marzo de 1938 se publica la “Declaración de la soberanía económica” y se expropian las compañías extranjeras que se habían apoderado del petróleo mexicano. Así se pone término a los abusos y criminales procedimientos: “asesinatos de pequeños propietarios en cuyos terrenos existían pozos petrolíferos, el soborno de autoridades y el sostenimiento de fuerzas rebeldes para eludir el cumplimiento de obligaciones legales y de pagar los impuestos decretados por la legislación del ramo…”[7] Todo esto desaparece según afirma el historiador marxista Rafael Ramos Pedrueza.
Bolivia tiene una larga y trágica experiencia minera: durante la colonia la plata del Potosí sale empapada con la sangre de millares de indígenas. Después, el petróleo, cubre los cadáveres en los llanos del Chaco: por eso, en 1936 se declaran caducadas las concesiones de la Standard Oil, responsable con la Royal Dutch Shell, de la sangrienta guerra. Más tarde, en 1952, la minería grande pasa a manos del Estado, especialmente la usurpada por los barones del estaño: Patiño, Hochschild y Aramayo, ligados al capital extranjero y con ingresos fabulosos. Y tras de esos ingresos, las masacres de obreros y la miseria del pueblo boliviano, lo cual no ha sido impedimento para que los neoliberales de hoy, mediante sucios negociados, hayan devuelto a las compañías transnacionales la riqueza que fue recuperada.
El Ecuador también sigue un camino similar al transitado por las naciones hermanas del continente.
Benjamín Carrión, el gran
escritor, realza sus méritos con un libro publicado póstumamente: América dada al diablo. Lógicamente, el
diablo es el imperialismo yanqui. No es un diablo elegante, astuto e
inteligente como el Mefistófeles del Fausto.
No, es desgarbado y la fuerza bruta ─el big
stick, el gran garrote─ es su mayor atributo. A su alrededor están los
sucios diablillos, esos asquerosos vendepatrias, unas veces galonados y otras
con frac y corbata de lazo. Es un libro apasionado, escrito con ardor como todo
lo suyo, donde los crímenes del imperialismo, a los que revista, son descritos
con fuego: “el atraco imperialista, su proceso, su consumación ─dice─ es un
caso típico de asalto de bandidos de camino público”.[12]
Y pone en alto la revolución cubana como símbolo de independencia, como puño
cerrado frente al rapaz imperialismo, a ese imperialismo corruptor que ha
“jugado con la concupiscencia de nuestros caudillos, y particularmente de
nuestros espadones, en los cuales ha hecho nacer ambiciones de mando y de
rapiña, para tenerlos a merced de sus planes”.[13]
Manuel Medina Castro es otra voz condenatoria. Su primer libro, EE. UU. Y la independencia de América Latina, nos advierte sobre el peligro que se cierne sobre la soberanía y la libertad de nuestros países por la desvergonzada intromisión del imperialismo yanqui. El segundo libro, El Guayas, río navegable, expone la oscura historia de la Grace Line, una empresa naviera norteamericana.
El historiador Jorge Núñez, en los fascículos titulados La guerra interminable ─son cinco los publicados─ relata también las usurpaciones territoriales y las intervenciones de los Estados Unidos desde su nacimiento hasta el presente siglo. Todo esto, al principio, respaldada por la tonta teoría del “destino manifiesto”, y más tarde, por la llamada doctrina de “seguridad continental”. Condena con fuerza a los vendepatrias, a los que llama socios del Imperio, esa sucia fauna de los Ubico, los Carías, los Trujillo, los Somoza y tantos otros que han reptado a los pies del imperialismo. Es un trabajo bien documentado y que debe ser leído por todo patriota latinoamericano.
Aunque sin la profundidad de otros
países latinoamericanos, también el Ecuador toma algunas medidas contra la
explotación y abusos de las compañías extranjeras. El gobierno del general
Enríquez Gallo tiene el mérito de haber revisado contratos onerosos y obligado
a esas compañías a cumplir las leyes nacionales y pagar cantidades más justas
por el usufructo de nuestras riquezas, esto, sin atemorizarse por sus amenazas
y haciendo respetar la soberanía ecuatoriana. Pero es sin duda la
administración del general Rodríguez Lara, que se inicia en febrero de 1972, la
que realiza importantísimas reformas en un campo esencial para el país: el
campo energético. La Corporación Estatal Petrolera Ecuatoriana ─CEPE─ empieza a
jugar un papel primordial en la producción y comercialización del petróleo. Se
pone en vigencia y se da efecto retroactivo por medio del Decreto Especial Nº
430 a la Ley de Hidrocarburos dictada durante el quinto velasquismo, acción que
posibilita la revisión de las graciosas concesiones de terrenos petrolíferos
otorgadas por los gobiernos anteriores, revisión por la que de los 6.5 millones
de hectáreas que están en manos de las compañías extranjeras sólo quedan 1.4
millones en su poder. Se construye el oleoducto, se edifica la refinería de
Esmeraldas y se crea Flopec para el transporte del petróleo. Y, por último, el
Ecuador ingresa a la OPEP, organización internacional integrada por los países
del Tercer Mundo para defender los precios del petróleo y cortar la explotación
de las empresas foráneas.
T
odo esto, que impulsa el
desarrollo de la producción ecuatoriana como en ningún otro período de la vida
nacional, es el mayor mérito de este gobierno militar. El contralmirante Jarrín
Ampudia, su ministro de Recursos Naturales y Energéticos, puede decir con razón
que la soberanía y la independencia de un país, “puede hacerse realidad sólo
cuando los pueblos deciden ejercer pleno dominio en la explotación de sus
recursos naturales”.[14]
(…)
un estudio entregado en febrero de 1993, por un consultor del Banco Mundial,
desde 1986 los consorcios internacionales empeñados en la exploración y
producción de petróleo, habían invertido 500 millones de dólares y habían
incorporado a las reservas nacionales 649 millones de barriles de crudo, o sea
que por cada 77 centavos de dólar añadieron un barril de petróleo, mientras que
el ente estatal, desde 1988, invirtió 33 millones de dólares para encontrar
reservas por 300 millones de barriles, o sea que cada barril descubierto le
costó apenas 11 centavos de dólar.[17]
Si alguna ineficacia existe, esta
se debe al sabotaje ya mencionado y a la labor de zapa ejercida por altos
funcionarios del Estado, aliados de las compañías extranjeras empeñadas en la
reconquista de las riquezas perdidas. Desde luego, este sucio contubernio, no
es gratuito ni desinteresado: persiguen jugosas recompensas o sea parte, aunque
sea ínfima, de los bienes adquiridos. La compra de conciencias y la corrupción,
son ingredientes necesarios en las negociaciones de compra.
Ante la amenaza y ante el
servilismo es necesario oponer toda la resistencia posible, porque la pasividad
y el conformismo nos puede llevar a la pérdida total de nuestras riquezas
naturales y a convertirnos en neocolonias del Imperio. Las compañías
transnacionales ─esos tentáculos del imperialismo─ están alerta y con las
fauces abiertas para apoderarse de las empresas estatales, en especial, de las
más rentables. Su meta es adueñarse del petróleo, la electricidad y las
telecomunicaciones.
Primero
(…) denunciamos al país que el Gobierno de Jamil Mahuad y Jaime Nebot se aprestan a subastar entre varias empresas extranjeras, los más grandes campos petroleros de la región amazónica, de donde se extraen 300.000 barriles diarios de crudo (80% de la producción nacional), poniendo en serio peligro la soberanía del Estado y los recursos económicos que desde hace 26 años vienen sosteniendo la economía nacional. Por un bono de 100 millones de dólares que recibiría el Gobierno se pretende entregar por 20 años, a manos lavadas y sin ningún riesgo campos como Shushufindi que tiene una producción de 80.000 barriles día y un costo de producción de 2 dólares por barril.[18]
Segundo
En
la Constitución de 1938 constan disposiciones que impiden ser elegidos como
Diputados y Senadores a los empleados o abogados de compañías extranjeras;
existe el inciso 2° del artículo 82 que establece: “Que no podrá ser elegido
Presidente de la República el mandatario, agente o abogado defensor de
compañías extranjeras.” [19]
Tercero
En el sector eléctrico las centrales de generación, el sistema nacional interconectado y demás activos suman un total de 8 mil millones de dólares, que pretenden ser regalados en 480 millones una sola vez, siendo una empresa que genera 600 millones de dólares al año. En el sector petrolero las reservas, los campos, los oleoductos, las refinerías, las terminales, los poliductos son activos del Ecuador avaluados en 70 mil millones de dólares que pretenden ser entregados al sector privado nacional y extranjero por un bono de 100 millones de dólares.[20]
Así mismo, para rebajar los
precios, se apela a otros medios non
sanctos: se destruyen deliberadamente las empresas nacionales y se les
carga de deudas. Esto se hace ─para citar solo dos casos─ con Ecuatoriana de
Aviación y Aztra, vendidas a costos ínfimos. Estas ventas, constituyen en suma,
un gran baratillo de las empresas
públicas, como las califica Alberto Acosta en su estudio titulado Una propuesta alternativa.
Otro gran perjuicio que causan las empresas extranjeras, especialmente las petroleras, es la destrucción del medio ambiente, como ha sucedido en nuestra región oriental.
En
el año de 1964 comenzaron las actividades exploratorias en la región amazónica.
Fue cuando se desenmascaró al ILV, pues los geólogos de las compañías
petroleras realizaron sus tareas con el apoyo incondicional de los misioneros
del ILV.[21]
Cuarto
Estos son, como ya se dijo antes, los principales males provenientes del paso de los bienes nacionales a manos extranjeras y privadas. Males inmensos como se ve, que hacen necesaria una férrea oposición patriótica para impedir que eso suceda. Para que la patria no sea vejada ni explotada.
Empero, es de rigor advertir que ahora, esa oposición y lucha se torna difícil y reñida. Las causas más importantes para que se produzca ese fenómeno son estos:
b) Las compañías transnacionales ─las que mayormente pugnan por apoderarse de las riquezas y de las empresas de los países poco desarrollados─ hoy son más poderosas que nunca, pues algunas tienen mayor poder económico que muchas naciones de nuestro continente. José María Vidal Villa dice lo que sigue a ese respecto:
Para reflejar el peso real de las empresas multinacionales, de las grandes corporaciones, en nuestros días, un buen punto de referencia posible es el PIB (Producto Interno Bruto) de los diferentes países. Es decir, las corporaciones llegan a “mover” tal cantidad de dinero que solo puede ser comparado con el que “mueven” países enteros.[25]
El autor citado, para probar su
aserto, hace constar en una tabla que elabora con este fin, que el Ecuador
tiene un Producto Interno Bruto que es superado por el valor de las ventas de
la empresa sueca Volvo: 11.520.000 millones de dólares y 14.576.000 millones
respectivamente. Y téngase en cuenta que la empresa Volvo, está por debajo de
muchísimas otras.
En
el Ecuador, sin rechazar el potencial ingreso de recursos externos
seleccionados en función de las necesidades nacionales, se debe fomentar el
ahorro doméstico, reducir drásticamente la transferencia neta negativa de
recursos al exterior por concepto de servicio de la deuda externa, hacer cada
vez menos atractiva la fuga de capitales, incrementar la productividad del
capital y usar en forma racional y planificada las divisas provenientes de las
exportaciones.[26]
Inclusive
hoy, en muchos círculos, se niega la existencia del imperialismo y hasta en los
partidos políticos y en las organizaciones de izquierda, es poco común que se
mencione la palabra imperialismo ─entendida como la penetración económica,
tecnológica, social, política y cultural de las grandes potencias capitalistas
en los países atrasados─ como un factor de subdesarrollo de todos nuestros
pueblos.[29]
[1] Tomado de:
Oswaldo Albornoz Peralta, Introducción de Las
Compañías extranjeras en el Ecuador, Escuela de Sociología y Ciencias
Políticas de la Universidad Central / Abya Yala, Quito, 2001.
[2] Emilio Roig
de Leuchsenring, Martí, antimperialista,
Ministerio de Relaciones Exteriores, La Habana, 1961, p. 19.
[3] Rubén Darío,
Poesías completas, Aguilar S.A.,
Madrid, 1967, p. 641.
[4] Héctor P.
Agosti, José Ingenieros. Ciudadano de la
Juventud, Editorial Futuro, Buenos Aires, 1945, p. 184.
[5] Benjamín
Carrión, América dada al diablo,
Monte Avila Editores, Caracas, 1981, p. 111.
[6] Pablo
González Casanova, Imperialismo y
liberación en América Latina, siglo veintiuno editores, México, 1978, p.
69.
[7] Rafael Ramos
Pedrueza, La lucha de clases a través de
la historia de México, t. II, Talleres Gráficos de la Nación, México D.F.,
1941, p. 383.
[8] José
Peralta, La esclavitud de la América
Latina, Publicación de la Universidad de Cuenca, Cuenca, 1961, p. 79.
[9] Idem, p. 59.
[10] Idem, p. 67.
[11] Pío
Jaramillo Alvarado, “Dollar Diplomacy”, en Algo
más acerca de los Tratados con Colombia, Imprenta de la Universidad
Central, Quito, 1928, p. 68.
[12] Benjamín
Carrión, op. cit., p. 147.
[13] Idem, p.
248.
[14] Jorge Silva
L., Nacionalismo y petróleo en el Ecuador
actual, Editorial Universitaria, Quito, 1976, p.222.
[15] José Vicente
Zevallos, El Estado ecuatoriano y las
transnacionales petroleras, Ediciones de la Universidad Católica, Quito,
1981, p. 41.
[16] Se refiere a la de 1998
(N. del Ed.).
[17] Alberto
Acosta, El Estado como solución,
Instituto Latinoamericano de Investigaciones Sociales, Quito, 1998, p. 99.
[18] Diario Hoy, Quito, 5 de marzo de 1999.
[19] Gualberto
Arcos, Años de oprobio, Imprenta
Fernández, Quito, 1940, p. 56.
[20] Diario Hoy, Quito 8 de marzo de 1999.
[21] Jorge
Trujillo, Los oscuros designios de Dios y
del “Imperio”, Ediciones CIESE, Quito, 1981, p. 52.
[22] Iván Narváez
Q., “Reflexión sobre la Amazonía y el Caso Texaco”, en Petróleo y Sociedad N° 5, ASPEC, Quito, 1996, p. 36.
[23] Idem, p. 44.
[24] Veáse en detalle todas las Cartas de Intención firmadas desde la
presidencia de Osvaldo Hurtado hasta la de Lucio Gutiérrez en: http://www.auditoriadeuda.org.ec/index.php?option=com_content&view=article&id=68:deuda-ecuatoriana-con-los-organismos-multilaterales&catid=47:deuda-multilateral&Itemid=57.
[25] José María
Vidal Villa, Hacia una economía mundial
Norte/Sur: frente a frente, Actualidad y Libros S.A., Barcelona, 1990, p.
200.
[26] Alberto
Acosta, “Una propuesta alternativa”, en Privatización,
Centro de Educación Popular, Quito, 1993, p. 120.
[27] Idem, p.
120.
[28] Se refiere a la “Ecuador Land Company Limited”, la “South American
Development Company”, la “Anglo Ecuadorian Oilfields Limited”, la “Compañía
Sueca de Fósforos”, la “Grace Line Company”, la “United Fruit”, y a la “Empresa
Eléctrica del Ecuador Inc.” (Emelec), empresas extranjeras cuya depredación en
el país detalladamente analiza el autor en su libro.
[29] José Moncada
S., Desarrollo económico. Pasado y
perspectivas, Ediciones UPS, Quito, 1996, p. 135.
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