IV
LOS PRIMEROS PASOS
El joven Partido Socialista
empieza a dar sus primeros pasos y sus primeras batallas.
En
esta etapa –fines
de la década del 20– son dos las primeras tareas
que cumple: la intervención en la
lucha política del país y la labor de capacitación ideológica y difusión doctrinaria.
La
primera tarea –ligada
al trabajo organizativo– comprende
la lucha por lograr conquistas que favorezcan los intereses populares, señalando las medidas a adoptarse y movilizando a las masas para
exigirlas. Comprende la iniciación de las primeras campañas contra el
imperialismo y el fascismo, desenmascarando su verdadera esencia, mostrando su rostro horrísono de enemigos de la
humanidad. Comprende el combate por
transformar los viejos gremios mutualistas en sindicatos, que sean escuela de lucha de la clase obrera de acuerdo con las
enseñanzas de Marx. Todo esto, sin dejar de mostrar la meta final de nuestro
pueblo: la instauración del socialismo.
La segunda tarea se encamina a armar ideológicamente a los cuadros
revolucionarios, porque se comprende
todo el valor de las palabras de Lenin, aquellas
que indican que sin teoría
revolucionaria no hay práctica revolucionaria. Y se encamina también a difundir y mostrar por todos los medios las
hermosas conquistas alcanzadas en corto tiempo por la Unión Soviética.
Es
esta última labor la que
principalmente, por su mayor conocimiento teórico en ese entonces, realizan los intelectuales del Partido, ya
sea organizando cursos dentro de su seno o dictando conferencias en las
organizaciones populares. Para esta época se
tienen ya mejores y más directas fuentes de información. Llegan varias publicaciones en castellano de la Editorial
“Europa–América” de París que, entre muchos otros libros de gran valor
educativo, edita en dos tomos las Obras Escogidas de Lenin, donde se
incluyen trabajos de la importancia
del ¿Qué hacer?, Un paso adelante, dos pasos atrás y Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática,
por ejemplo. La misma Editorial hace
conocer los Diez días que estremecieron
al mundo de John Reed –emotiva epopeya de la revolución que se adentra en el alma– y los Recuerdos de Lenin de Krupskaia, su firme
compañera, que pinta al gran dirigente puro y modesto
como es, ardiendo siempre en la llama de su elevado ideal. La Editorial “Edeya”
de Barcelona publica también varios
libros de Lenin, tales como El Estado y la
revolución, El imperialismo etapa superior del capitalismo, El extremismo enfermedad
infantil del comunismo y La Comuna de París[1]
pongamos por caso, al lado de obras de Marx
y Engels y de algunos dirigentes y publicistas rusos
de ese tiempo, como Stalin, Molotov, Bujarin, Losovski, Manuilski, etc. Igual
papel cumplen las editoriales españolas “Cénit”
y “Jason”, así como las publicaciones de los partidos comunistas de Argentina y
Chile, que aunque no con la
regularidad y proporción de las europeas, llegan al Ecuador. Sobre todo, entre las
americanas, las de Argentina. Se sabe, tal como apunta Valerian Goncharov en su biografía de Vitorio Codovilla, que los
camaradas de ese país, a raíz misma de la Revolución de Octubre, se convierten
en entusiastas difusores de la ideología marxista en nuestro continente.[2]
En suma, se puede decir, que para los primeros años de la década del 30, buena
parte de las principales obras de Lenin
han sido traducidas al castellano y por lo mismo son conocidas aquí, si bien es cierto, en círculos reducidos.
La
gran revista de Mariátegui, Amauta, que por su contenido literario
atrae la atención de los intelectuales, brinda mucha información y ayuda a la formación ideológica.[3]
Otro tanto sus libros La escena
contemporánea y Siete ensayos sobre
la realidad peruana. Sobre todo
este último, aparecido en 1928, que siembra la inquietud por la aplicación del
marxismo a la solución de nuestros
problemas nacionales, por tratar de asuntos similares a los nuestros, como el indígena entre varios otros.
Efectivamente. Nuestra patria –con las lógicas pequeñas diferencias
impuestas por la geografía y la historia– está marcada por el signo indígena.
Las masas indias de nuestra serranía andina hablan el mismo idioma quichua y
fueron influidas por la cultura incásica durante su anexión al Tahuantinsuyo.
Igualmente, cuando la conquista española, fueron sometidos a sangre y fuego, se
impuso concepciones extrañas a su vida y se quiso arrasar con todos sus valores
culturales. En la colonia, con modalidades similares, se creó el latifundio y
se las sujetó a la servidumbre. La república prosiguió la obra de rapiña de sus
tierras y se las quiso, y se las quiere, asimilar a la fuerza a un modo de vida
no deseado por ellas. Y no obstante esto, sin embargo de la opresión y el
racismo de cinco siglos, está de pie proclamando sus derechos a la pachamama y a vivir conforme a sus
tradiciones étnicas y nacionales. Es decir que el problema indígena está
presente y requiere una justa solución. Y es a esta solución, basada en la justicia,
a donde apuntan cabalmente Los siete
ensayos de Mariátegui. ¿Cómo entonces no iba a tener acogida entre los
recién aparecidos partidos de izquierda interesados en el mismo tópico?[4]
Tampoco podemos dejar de
mencionar el nombre de José Ingenieros,
pues como ya indicamos, sus trabajos
científicos son muy conocidos entre nosotros, tanto que influyen en la formación de muchos intelectuales. Tan
conocido es, que ya en 1921, nuestro eminente siquiatra doctor Julio Endara, publica
en Quito un trabajo titulado José Ingenieros y el porvenir de la Filosofía[5] –que se edita poco después también en la Argentina– dedicado a poner de relieve su contribución
en el campo de la ciencia. Por esto es que, cuando se conoce su adhesión al
socialismo y se leen sus trabajos sobre la gran Revolución de Octubre, que
aparecen en su Revista de Filosofía y
luego en su libro titulado Los tiempos
nuevos, el hecho impresiona grandemente en los círculos culturales y
contribuye a acrecentar la simpatía por la causa revolucionaria.
De aquí, de las fuentes que dejamos citadas, adquieren sus
conocimientos los militantes del Partido Socialista, varios de los cuales se
esfuerzan por darle una justa orientación marxista – leninista y por aclarar
los puntos sobre los cuales surgen enconadas divergencias, fruto del bajo nivel
teórico unas veces, pero principalmente producto de la lucha ideológica que se desarrolla en su interior.
Reflejo de esto es la conferencia sobre La dictadura del proletariado dictada en 1928 por el escritor
Enrique Terán –autor de la novela El cojo
Navarrete y de otra inédita Tierras
de espanto– en ese entonces Secretario General del Consejo Central, que
algunos elementos derechistas impugnan. Él, en esta conferencia –publicada
luego en folleto con el mismo título– aborda una serie de problemas
importantes, defendiendo los puntos de vista de Lenin, cuyas enseñanzas, dice,
“han llenado la ciencia revolucionaria, dándola una potencialidad y un valor
indiscutible y firme”.
Señala que
“su obra puede ser sintetizada por el estudio de la dictadura del proletariado,
con todos los detalles de su aplicación y por el análisis del actual
imperialismo capitalista, última etapa del desarrollo de la burguesía”. Se
refiere a la necesidad de la asimilación de la teoría revolucionaria, citando
la frase de Lenin, que dice que sin ella “la práctica se pierde en las
tinieblas”. Y sobre el tema central, argumentando en favor de la forma de gobierno por la revolución,
anota: “El Poder Soviético es la aplicación de la dictadura del proletariado y
solo él podrá realizar su programa y sus principios de igualitarismo humano”.[6]
Para alcanzar esos objetivos, hace falta un partido disciplinado que
mancomune en una sola organización a los trabajadores y a los intelectuales.
Estos últimos tienen una gran tarea. Terán, en su conferencia sobre la dictadura del proletariado, lo explica
con pasión:
Nuestras filas, que son la fusión del trabajador con el intelectual,
ya que entre nosotros, la intelectualidad también es explotada, se reforzarán
cuando los intelectuales comprendan su deber moral de defender la justicia de
una inmensa mayoría, puesto que ellos, como pocos, deben conocer los principios
y las verdades que sostenemos.[7]
Las enseñanzas de Lenin –geniales por su verdad, claridad y precisión– son faro
que guía desde un principio la actividad del Partido y de varios intelectuales.
Por esto, las fechas de su nacimiento y muerte, nunca pasan desapercibidas para
sus militantes, conforme se constata revisando sus publicaciones. La fecha de
su natalicio es día en que se hace el recuento de su prodigiosa actividad
revolucionaria y se pone de relieve el valor de sus lecciones. Y la fecha de su
prematura desaparición, es día de
dolor hondamente sentido, día en que brota de los corazones la promesa de fidelidad a su legado.
Su
muerte es recordada todos los años sin
ninguna falta. Ya no solamente entre los
miembros del Partido, sino en asambleas democráticas más amplias. Y los intelectuales, en esta ocasión, no dejan de expresar su
pesar por acontecimiento tan
infausto. El poeta Jorge Carrera Andrade
interpreta así, en el año 1928, la pena honda del proletariado ecuatoriano:
Trabajadores
que
rizáis los cabellos duros de la madera;
camaradas humildes; herreros; labradores
que leéis como un libro la nube pasajera
y sabéis el
agrícola idioma de los vientos;
hombres que dais, a diario, vuestro amor hecho pan;
cargadores de fardos en los muelles hambrientos;
obrero niño, que eres de este siglo guardián;
viejos que camináis a la muerte de hinojos;
campesinos; soldados; hermanos del taller;
una perla de llanto hay en todos los ojos
porque se ha ido el Padre, para nunca volver!
Lenin!
Lenin ha muerto. El ánfora de barro ya vacía,
se ha roto dando un gran resplandor!
Ha muerto el que cambiaba en diamante el guijarro,
la flecha en golondrina, por obra del amor.
Ha muerto el que bendijo el arado y la fragua;
el que a todos los seres tendió su mano amiga,
el que dijo a los pobres: De todos es el agua,
de todos es la Tierra, de todos es la Espiga.
El
condujo la nave del siglo con sus manos
y
lo salvó, en su hora, del naufragio profundo.
El
forró los colmillos de los lobos humanos
y
levantó el Arco Iris da la Paz sobre el mundo.
Illictch!
Lenin! Profeta! Tuya, fue la semilla,
el
esfuerzo paciente y la agraria labor.
Tu
hoz de sangre segó la zizaña amarilla,
Señor de los humildes ¡Tú eres el Sembrador!
Tú llenaste de luz el interior del fruto
y encendiste la antorcha con leña del pasado.
Hiciste tu camino sobre el mar, a pie enjuto,
y las Montañas de Oro, a tu voz se han volcado.
Calvas de los esclavos rozad, rozad la tierra.
Barbas
de los ancianos, temblad, temblad de amor.
Su
canción cuotidiana interrumpe la sierra
y
en la granja descubre su frente el labrador.
Un
estremecimiento pase en la tarde quieta,
la
fragua resoplante detenga su labor,
se
arrodille el caballo que hala de la carreta
y,
en el umbral del campo, llore el perro pastor.
Sobre la mesa puesta baje una luz divina
y
tenga un sabor nuevo el cuotidiano pan .....
Lenin
un día puso sus manos en la harina
y,
envueltas en la miga, sus palabras están.[8]
Joaquín Gallegos Lara, el gran escritor comunista, al conmemorarse los diez
años de la muerte de Lenin, dice en prosa admirativa y glorificadora:
Lenin
es el luchador proletario máximo, el héroe marxista. Su grandeza no es la grandeza vacía de los
representantes de las clases reaccionarias del individualismo explotador.
Lenin es el heroísmo de las masas populares hecho hombre. Lenin es la
inteligencia de las masas populares hecho hombre (...) Lenin es la sustancia de
todas las masas populares hecha hombre. Está, como buen
compañero, en medio de nosotros; está en medio de nuestra vida; y es lo mejor
de la clase, la punta de la vanguardia, el conductor, el que ve más lejos y
más claro, el que comprende más, el que sabe más, el que puede más y vence más.[9]
Y
esta actitud de los intelectuales es muy generalizada. Inclusive aquellos que
tienen divergencias con algunos principios del marxismo, no dejan de admirar a
Lenin y rendir homenaje a la Revolución de Octubre. Tal es el caso del doctor Ángel Modesto Paredes, que
pone en tela de duda la necesidad de la dictadura del proletariado en su libro Naturaleza del poder público y del sometimiento del hombre a las autoridades del país aparecido en 1929,[10]
pero no obstante esto adopta la posición antes indicada y no deja de aprobar y
elogiar las conquistas alcanzadas por
la Unión Soviética. Y es el caso también del doctor Luis Gerardo Gallegos, que hasta llega a separarse del Partido
por no estar de acuerdo con las resoluciones de La Internacional según confiesa
en su trabajo Rusia Soviética y la
Revolución Mundial, publicado como suplemento de la revista Rieles en 1931. Allí, al lado de sus
desacuerdos, traza una semblanza
encomiástica de Lenin y no deja de poner de relieve los éxitos alcanzados por la revolución, tanto en los aspectos económicos como
culturales. Estas palabras, con las que finaliza el trabajo mencionado,
reflejan sin duda el fondo de su pensamiento: “El proletariado resolvió tomar
el Poder, y en Octubre la vanguardia bolchevique arrastró tras sí a las grandes
masas de trabajadores y las condujo a
la toma del Kremlin enarbolando la Bandera Roja que hoy flamea allí como una lengua da fuego. Rusia es la Patria del Proletariado
mundial y el leninismo la antorcha que
alumbra la conciencia de los explotados”.[11]
La
senda de adhesión a las ideas del marxismo–leninismo y de apoyo a la construcción del socialismo, es seguida por otros intelectuales progresistas. Al
lado de esto, se empieza a querer abordar la solución de los problemas nacionales
desde el punto de vista del materialismo histórico que, así, se va convirtiendo entre nosotros, en efectivo instrumento de interpretación
verdaderamente científico. La denuncia de la explotación y de los males que
aquejan al país, implícitamente va
unida a la conclusión de que la sociedad socialista es la única que puede remediar nuestra situación de retraso y llevar
al Ecuador por el camino del bienestar
y del progreso. Algunos libros y trabajos llevan el sello de este nuevo espíritu. Así, por ejemplo, el estudio del
catedrático universitario Miguel Ángel del Pozo, El problema social en el Ecuador, aparecido en la revista Anales en
los años de 1929 y 1930, llega a la deducción de que los medios resolutivos de
todos los asuntos que atañen a las sociedades, “han menester de ser preparados
y adquiridos en el laboratorio del socialismo, único y
exclusivo productor de tales medios dentro de las ciencias sociales
contemporáneas”.[12]
El joven intelectual Ernesto Miño escribe en 1934 El Ecuador ante las revoluciones proletarias –trabajo publicado en
la ciudad de Ambato en 1935– donde concibe la revolución socialista “como
producto histórico” necesario[13] e
intenta, sin duda por primera vez, interpretar a grandes rasgos la historia
ecuatoriana valiéndose del materialismo histórico. También el profesor Humberto
Mata Martínez, en su obra Doctrina y
Técnica publicada en 1936, sienta como premisa que es a través “del
materialismo histórico como se puede descubrir las leyes que rigen la vida de
la sociedad humana”,[14]
para luego, demostrando las lacras del capitalismo, concluir manifestando que
el desarrollo técnico debe ponerse al servicio de los intereses colectivos,
para lo cual es imprescindible la implantación del socialismo.
El libro del doctor Ricardo Paredes, Oro y sangre en Portovelo,[15]
que se edita en 1938, participa de esta nueva concepción de los fenómenos
sociales ecuatorianos, dirigida esta vez a la denuncia de la rapacidad
imperialista norteamericana, con la pasión y la fuerza que este abnegado
dirigente comunista sabe poner en todas sus acciones. Y es en esta misma
década, cuando Pedro Saad, brillante intelectual y luchador revolucionario,
inicia su carrera de incansable propulsor del socialismo y ardiente defensor de
la Unión Soviética.
Pronto aparecerán sus
múltiples trabajos sobre la realidad ecuatoriana, llamados a perdurar por su
alta calidad científica y por la claridad y justeza de sus conclusiones.
Otro tanto se puede decir del doctor Manuel Agustín Aguirre. Él, al
igual que otros, esgrime sus primeras armas en el campo de la poesía, una
poesía moderna a la par que comprometida, donde denuncia con furia engalanada
con arte las lacras del mundo forjado por la burguesía. Llamada a los proletarios, Poemas
automáticos, y Pies desnudos
resumen su producción poética, de la que se apartará luego para emprender su
larga trayectoria de escritor político y revolucionario por la causa del
socialismo.
Y, por fin, Méntor Mera. Talento diáfano, escribe páginas de gran
calidad literaria en el periódico universitario Surcos, donde brega, con fe inmensa por una humanidad sin sombras
ni injusticias. En los primeros años de los cuarenta escribe su tesis de grado Proceso sociológico del Ecuador,
publicada tardíamente, en 1987, por desgracia.[16]
Aquí, con la elegancia que le es característica, no exenta de ironía muchas
veces, nos da una visión general con el escalpelo penetrante del marxismo, de
toda nuestra atormentada historia.
Hoy quizás se puedan hacer algunos reparos a
la obra, pero no cabe duda que, para la época, era una contribución magnífica
para el desarrollo de nuestras ciencias sociales, todavía influidas de caducos
preceptos.
Ya para esos tiempos negros nubarrones cubren el horizonte del
panorama internacional. Las hordas fascistas, blandiendo el garrote de la
fuerza bruta, siembran la muerte en los campos y ciudades españolas. Y poco después, sedientas de sangre e inspiradas en el bárbaro Mein Kampf, las huestes mecanizadas de Hitler llevan el odio y la desolación de la
guerra a todos los lados de la vieja Europa. Nada se respeta, los valores
culturales, las obras de arte ennoblecidas con la huella de los siglos, son
arrasadas en la vorágine tremebunda, tal como lo había previsto el pensamiento
profundo y diáfano de Romain Rolland. Y la Unión Soviética, dedicada con
entusiasmo a la construcción del socialismo es también conducida hasta la
guerra y obligada a repeler la agresión criminal del racismo germano.
Estos hechos, como es natural, tienen inmensa repercusión en la conciencia de los intelectuales progresistas ecuatorianos y contribuyen a una mayor radicalización de sus ideas políticas. La mayor parte de ellos, y los más representativos, para honra nuestra, están al lado de la justicia y en contra de la barbarie. Primero, junto con los trabajadores, luchan con tenacidad en pro de la noble causa de la España Leal, dejando escritas páginas que son blasón y orgullo para sus autores. Igual cosa sucede durante la Gran Guerra Patria del pueblo soviético, cuando muchos de los componentes de nuestra intelectualidad se pronuncian abiertamente por la causa soviética, participando con nuestro pueblo en la celebración de las históricas victorias del Ejército Rojo y en el homenaje sus heroicos combatientes, donde los poetas hallan venero de inspiración para su canto.
El periódico Surcos, órgano
de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador, puede servir de
testimonio de lo que venimos afirmando, pues allí escriben muchos jóvenes que
ahora tienen alta figuración en nuestras letras y donde colaboran, a la vez
valores ya consagrados. Es en sus páginas donde Manuel Benjamín Carrión –cuya
significación en el campo literario es innecesario ponderar por conocida– se
expresa en la siguiente forma refiriéndose al avance ya incontenible de las
tropas soviéticas:
Rusia avanza para hacer posible que los hombres, coman su pan, hablen
su idioma, tengan su libertad y su justicia. Rusia quiere lo que queremos, en
el fondo de nosotros mismos, todos los “hombres de buena voluntad”, a lo ancho
y lo largo de la tierra.[17]
Palabras parecidas, o de contenido semejante, existen por doquier en
muchas otras publicaciones aparecidas en la época de la Segunda Guerra.
Dijimos que los poetas se inspiran y cantan la gesta que se forjan en
los campos de combate de la Unión Soviética. Oíd algunas de sus voces.
Hugo Alemán, a quien ya conocemos, dice:
Leningrado, eres edificante y prodigiosa
Norma de voluntad, de honor, de sacrificio
En la patente voz de la grandeza
y en la terca pupila de la Historia.
………………………….
Rusia: eres la sabia y el albor de la nueva conciencia,
Rusia, eres un camino.[19]
Y Newton Moreno, poeta militante y abnegado luchador por la justicia,
dice:
No en vano, pueblo heroico,
Tus ríos de sangre corren por el corazón del hombre,
en un nuevo mapa sin tiranos ni líneas maginot.
No en vano tus trigos ucranianos han brotado en carne,
Y tu viento es sombrío y humo y pólvora.
No en vano. No.
Porque no se arrodillan tus cañones y no caen,
Y siguen disparando la esperanza del mundo.
Porque tu sangre derramada, pueblo nuestro,
volverá a correr por las venas de los hombres.[20]
Y como los dos poetas citados, muchos otros.
Es que la lucha del pueblo soviético, al igual de lo que acontece en
el restos del mundo, causa inmenso entusiasmo y regocijo entre los trabajadores
y hombres progresistas de nuestra patria, que ven en su valor y sacrificio, no
solo la salvaguardia de la dignidad y la cultura humana amenazadas de muerte
por la bestia fascista, sino también la alborada de un futuro mejor. Reflejo de
este sentir es aquella resolución adoptada por la Asamblea Nacional
Constituyente el 7 de noviembre de 1944, mediante la cual, “el pueblo del
Ecuador expresa su admiración por la heroica lucha del pueblo y las fuerzas
armadas de la URSS”.[21]
Y la voz de nuestros escritores tiene esa misma raíz profunda y
vigorosa: el sentimiento popular, ese viento del pueblo impalpable pero siempre
presente, del que habla Miguel Hernández. De allí su lozanía.
Terminada la guerra, con la victoria y el honor en alto, otros
intelectuales siguen la senda de las ideas socialistas. Pero el examen de esa
nueva etapa no es motivo de este trabajo.
[1] Los títulos citados son los que
tienen los libros publicados por los editores que se nombran y que los tomamos
de los originales que constan en los
catálogos de la época.
[2] V. Goncharov, El Camarada Vitorio. Semblanza de V.
Codovilla, Ed. Progreso, Moscú, 1980, p. 36.
[3] La revista Amauta, dirigida José Carlos Mariátegui (1894-1930), apareció en
septiembre de 1926 y se editó hasta el 16 de abril de 1930.Considerada la más
importante del siglo XX, en sus 29 números se publicaron importantes trabajos
de la nueva generación intelectual. En sus páginas se evidencia no únicamente
el debate político y las rupturas teóricas, pues también informa acerca de los
movimientos culturales de la época, particularmente del Perú y nuestra América
Latina, por cuyos caminos la revista limeña transitó con singular simpatía.
En junio de 1927, Amauta fue clausurada por la supuesta existencia de un “complot
comunista” para derrocar al gobierno de Leguía. Apresado Mariátegui en el
hospital militar de San Bartolomé, una campaña internacional abogó por su
libertad.
En abril de 1928 se produjo la ruptura entre
Mariátegui y Haya de la Torre por las discrepancias con respecto a la
organización de la APRA. Mariátegui denunció la ruptura unilateral de la
política de frente único por la de partido único, y la práctica política basada
en “el bluff y la mentira” propia de la política civilista. En este contexto,
Mariátegui tomó contacto con la Secretaría Sindical de la Tercera Internacional
y envió delegados al IV Congreso de la Sindical Roja o Profintern en Moscú y al
Congreso de los Países Orientales en Bakú. Con ello se iniciaron los vínculos
de Mariátegui y sus colaboradores con la Tercera Internacional. En setiembre del
mismo año la revista Amauta se define
socialista. Semanas después, el 8 de octubre se funda el Partido Socialista del
Perú y Mariátegui es elegido Secretario General. Al no estar acorde con los
requisitos solicitados por la Tercera Internacional para ser reconocido como su
sección peruana, se decidió cambiar su nombre por el de Partido Comunista. A
fines de 1928, Mariátegui publica sus Siete
Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana, uno de los libros más
lúcidos sobre los problemas de su país analizados desde una perspectiva
marxista. (N.del Ed.)
[4] Sobre la influencia de
Mariátegui en el Ecuador ver: Oswaldo Albornoz Peralta, “Mariátegui en el
Ecuador”, en Revista Ecuatoriana del
Pensamiento Marxista N° 13, Quito, septiembre de 1989, pp. 43-53.
[5] Julio Endara, José Ingenieros y el porvenir de la Filosofía, Agencia
General de Librería, Buenos Aires, 1922.
[6] Enrique Terán (Iskra), La dictadura del proletariado, Imprenta
del Consejo Central del Partido Socialista Ecuatoriano. Sección de la Tercera
Internacional Comunista, Quito, 1929, pp. 21, 32.
[7] Idem, p. 30.
[8] Jorge Carrera Andrade, “Lenin ha
muerto”, en La Vanguardia, Órgano del
Consejo Central del Partido Socialista, Año I, Nos. 5-6, Quito, 1928, pp. 18-19. Reproducido también
en Hugo Alemán, Presencia del pasado,
Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito 1953, pp. 107-108.
[9] Joaquín Gallegos Lara, Bandera Roja. Órgano del CC del Partido
Comunista del Ecuador, Guayaquil, 22 de enero de 1934. En Páginas
olvidadas de Joaquín Gallegos Lara, recopilación de Alejandro Guerra
Cáceres, Editorial de la Universidad de Guayaquil, 1987, p. 238.
[10] “El sistema de los Consejos
ensayado por la revolución rusa de 1905 y desenvuelto ampliamente por la del
17, se dirige a cumplir este afán de la democracia nueva, tan ponderado desde
los tiempos de la Comune”. Por su
factura constitutiva y por el fin perseguido, por la manera de seleccionar sus
contingentes y disponer la vigilancia de los gobernantes; no puede dudarse que
supera y modifica cualquier ensayo antecedente”. Ángel Modesto Paredes, Naturaleza del poder público y del sometimiento del hombre a las
autoridades del país, Imprenta de
la Universidad Central, Quito, 1929, p.
406.
[11] Luis Gerardo Gallegos, “Rusia
Soviética y la Revolución Mundial”, Suplemento N° 3 de la revista Rieles, Quito, Imprenta de la
Universidad Central, 1931, p. 165.
[12] Miguel Ángel del Pozo, “El
problema social en el Ecuador”, en revista Anales
de la Universidad Central del Ecuador, Quito, 1929 y 1930.
[13] Ernesto Miño, El Ecuador ante las revoluciones proletarias,
Ambato, 1935. Reedición facsimilar: Departamento de Publicaciones de la
Facultad de Ciencias Económicas. Universidad de Guayaquil, 1981, pp. 17 y 166.
[14] Humberto Mata Martínez, Doctrina y Técnica, Quito, 1936.
[15] Ricardo A. Paredes, Oro y sangre en Portovelo.El imperialismo en
el Ecuador, Editorial Artes Gráficas, Quito, 1938.
[16] Méntor Mera Oviedo. El Proceso Sociológico del Ecuador, Casa
de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”, Quito, 1987. En el prólogo
Edmundo Rivadeneira dice de él: “no hubiéramos sido una generación definida si
hubiéramos carecido del eje primordial, del guía apostado en el vértice de la
vanguardia. Ese eje, ese guía estuvieron encarnados por Méntor Mera, uno de los
hombres más extraordinarios que me ha tocado en suerte conocer (…) Había
caminado bastante más que los demás por la ruta de las ideas sociales y conocía
a Carlos Marx y a Lenin muy a fondo”, p. 9.
[17] Manuel Benjamín Carrión, Surcos N° 14, 15 de noviembre de 1943,
p. 6.
[18] Rafael Armendáriz, Pústula, s. ed., s. f. [1942], p. 106.
[19] Hugo Alemán, Surcos N° 29, Quito, 13 de julio de 1945,
p. 9.
[20] Newton Moreno, Surcos N° 7, Quito, 17 de junio de 1943,
p. 9.
[21] Asamblea Nacional Constituyente,
7 de noviembre de 1944.
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