Sucedió en diciembre, hace 80 años. Sin pedir permiso la U.S. Navy instaló sus bases en nuestro territorio…
OPERACIÓN GALÁPAGOS
Oswaldo Albornoz Peralta
Sin ningún aviso, con la maestría adquirida en los repetidos desembarcos de los marines en tierras centroamericanas, tropas estadounidenses ocupan la base de Salinas y una de las islas del Archipiélago de Galápagos. El historiador de nuestra diplomacia, el doctor Jorge Villacrés Moscoso, nos cuenta así este singular episodio:
El Comando de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, una vez que se perpetró el ataque japonés a Pearl Harbor, en las islas Hawai (EE.UU.) y como hasta esa fecha, en el mes de Diciembre de 1941, el Gobierno ecuatoriano no les había concedido la autorización para ocupar las bases de Salinas y la de Seymur en el Archipiélago de las Galápagos, dio las órdenes para que contingentes de la marina y del ejército desembarcaran en las costas ecuatorianas y ocuparan manu militari las mencionadas zonas estratégicas, como en efecto así ocurrió.[1]
Esta abusiva
“Operación Galápagos” se realiza durante el gobierno de Franklin Delano
Roosevelt, paradójicamente, el creador de la política del buen vecino.
Cuando se
vislumbraba ya el fin de la guerra y el triunfo de los aliados, Estados Unidos
que siempre había querido apoderarse de Galápagos, intenta convertir en
permanente la ocupación temporal de las bases, iniciando con este fin las
gestiones ante el gobierno de Arroyo del Río. El doctor Villacrés informa que
proponen el arrendamiento por noventa y nueve años de las islas Seymour,
Santacruz y la base de Salinas por el precio de veinte millones de dólares. El
derrocamiento de Arroyo por la revolución del 28 de mayo pone término a las
negociaciones.
Sin embargo, cuando propone el arrendamiento a las Fuerzas Armadas, es más directo y categórico. El comandante Sergio Girón, uno de los dirigentes de la revolución de mayo, en un artículo titulado Aclaración histórica de cómo se trató de vender Galápagos en veinte millones de dólares publicado en la revista La Calle de 27 de febrero de 1960, afirma que Velasco, después de exponer las necesidades económicas del país, como solución del problema, expresa lo que sigue:
A pesar de que el comandante Girón da los nombres de varios altos jefes militares que se hallaban presentes en esa ocasión, ninguno desmintió la afirmación.
La opinión del canciller Camilo Ponce, según consta del Informe presentado por la Comisión de Relaciones Exteriores de la Asamblea Nacional, es la que si el Ecuador presenta resistencia a las aspiraciones de los Estados Unidos, nación poderosa, de todas maneras se apoderarían de Galápagos, sin respetar nuestra soberanía y sin tener en cuenta nuestros intereses. Es decir que, ante tal dilema, era preferible la aceptación de la propuesta…
Más tarde, siendo presidente este mismo personaje, inmigrantes norteamericanos tratan de establecerse en Galápagos con el propósito escondido de anexar las islas a los Estados Unidos, según el parecer del público. Ponce defiende por todo medio a los colonos manifestando que habían cumplido con todos los requisitos legales. Solo la encendida protesta ciudadana, obligó al gobierno a “suspender la concesión de visas e invitar a los que ya se habían establecido a abandonar el Archipiélago, dándoles un plazo prudencial, con lo cual se solucionó el problema”.[5]
Cuando la Asamblea Nacional discute el Informe de la comisión de Relaciones Exteriores, Galo Plaza declara “que su pensamiento no era exactamente el señalado en dicho documento, pues él si estaba de acuerdo en que se negociara con los Estados Unidos el mantenimiento de las bases militares el Galápagos, pero las condiciones señaladas en el Tratado deberían variarse de modo que fuesen mejores para el Ecuador”.[6]
En 1960, cuando Plaza intenta ser presidente por segunda vez, sus partidarios hacen lo imposible por borrar esta mancha que empaña su nombre. La revista La Calle llega a negar que su candidato haya sido partidario de la venta. Por esta razón el escritor Pedro Jorge Vera, ex–secretario de la Asamblea Nacional de 1944–45, sale al frente y demuestra la verdad de la acusación. Eso sí, poniendo de relieve, la actitud taimada del entonces embajador.
El triunvirato –Velasco, Ponce y Plaza- como se ve, está dispuesto a vender el territorio nacional como si se tratara de una mercancía.
Por felicidad este sucio negocio es impedido por la Asamblea Nacional, donde –es preciso decirlo– la voz más clara y patriótica es la del doctor Parra Velasco. Los diputados de izquierda, a su lado, son los principales opositores a este crimen de lesa patria. Toda negociación que afecte la integridad territorial es rechazada mayoritariamente.
Ante la resolución de la Asamblea los contingentes militares norteamericanos abandonan el país de mala gana y por etapas. La base de Seymour sólo es entregada en 1948 cuando Velasco Ibarra había sido derrocado y ejercía la presidencia Carlos Julio Arosemena Tola. Y en acto de menosprecio y de ingratitud para nuestro país, que cedió gratuitamente sus bases a los Estados Unidos, cuando sus tropas abandonan nuestro suelo, no solamente desmantelan sus cuarteles de equipos militares, sino que los destruyen y arrojan al mar materiales que hubieran podido servir a los pobladores de esos lugares.
Esta es la triste historia de la “Operación Galápagos”.
Y esta triste historia está vinculada otra más triste todavía: el Protocolo de Río de Janeiro. Por la misma época, mientras las tropas yanquis ocupaban tierra ecuatoriana en nombre de la solidaridad continental, el subsecretario de Estado de los EE. UU., Summer Welles, invocando esa misma solidaridad y acolitado por los llamados “mediadores”, ordenaba la mutilación de nuestro territorio. “Si el Ecuador no firmaba inmediatamente el protocolo que se le presentaba con carácter de ultimátum, el Perú invadiría en breve plazo el Ecuador y que los Estados Unidos no harían nada para impedirlo”.[7] Así procedía el Imperio.
Ese protocolo impuesto y oprobioso fue ratificado por el abogado Mahuad con la aquiescencia de los Estados Unidos y los antiguos acólitos convertidos en “garantes”, que como tales, no podían sino imponer su cumplimiento. Toda la “negociación” no era sino velo, para cubrir un resultado conocido de antemano.
Y lo peor es que se
quiere “reescribir” la historia para santificar y echar incienso a los
responsables de la mutilación territorial. Dicen los “reescribidores” que
quieren desmitificar la historia, sin ver –o viendo con toda claridad– que
están creando el mito más ingenuo y falso: ¡el sacrificio y el patriotismo de
Arroyo del Río y Tobar Donoso! A estos extremos se puede llegar.
[1] Jorge W. Villacrés Moscoso, Historia
diplomática de la república del Ecuador, t. V, Departamento de
Publicaciones de
[2] Idem, p. 53.
[3] Idem, p. 65.
[4] Idem, p. 61.
[5] Jorge W. Villacrés Moscoso,
Las ambiciones internacionales por las islas Galápagos, Case de
[6] Jorge W. Villacrés Moscoso, Historia
diplomática…, op. cit., pp. 96-97.
[7] Manuel Medina Castro, La
responsabilidad el gobierno norteamericano en el proceso de mutilación
territorial del Ecuador, Departamento de Publicaciones de
No conocía esta parte trágica de nuestra historia. Que bien que se haga pública, para saber como desde siempre se han movido los intereses en función de sumisión a los poderosos y de la falta de amor al Ecuador.
ResponderEliminarLOS CORRUPTOS SIEMPRE FUERON ELLOS.
ResponderEliminarQUE IGNOMINIA TAN DEGRADANTE Y PENSAR QUE A ESTOS MANDATARIOS FASCINEROSOS SE LES RINDA TRIBUTO A SU DESPRECIBLE Y ANTI PATRIOTICO ACCIONAR COMO MANDANTES DE NUESTRA CONCIENCIA PATRIA. SOLO RETA LA CONDENA HISTORICA CUANDO ESTA SEA NUEVAMENTE ESCRITA. POR AHORA,DESENTRAÑAR ESTAS VERDADES OCULTAS. ALABADA SEA LA PATRIA.
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