domingo, 24 de mayo de 2015

Recordando nuestra independencia: alianzas matrimoniales de la aristocracia colonial para conservar el poder



SUBASTA DE MARQUESITAS Y ARISTÓCRATAS[1]

Oswaldo Albornoz Peralta


La aristocracia latifundista, cuando se consuma la independencia, sufre el más tremendo de los sustos. El poder pasa a manos de los guerreros de la gesta, la mayoría sin títulos de nobleza y, lo que es peor, con ideas liberales y anticlericales. No cabe duda entonces de que las ricas hereda­des, con hatos de ganado, esclavos y conciertos, corren peligro de perderse para siempre. ¿Cómo impedir la catástrofe que se avecina?

Pronto se encuentra solución al difícil problema. Los latifundios y la seguridad de las familias deben ser puestas bajo custodia de las espadas rutilantes de los próceres, para lo cual es menester un pequeño sacrificio: dejar de lado los rancios prejuicios nobiliarios y entregar a sus hijas, bonitas o feas, mediante el vínculo del matrimonio indisoluble y sagrado, al cálido abrigo de los vencedores. Y con este fin, la nobleza colonial se pone en movimiento. Cada cual quiere lo mejor. Aparte del rango militar, cuenta también el color de la piel, pues para el gusto de la época, el blanco y más si es rubio, aumenta el pedigrí.

Don Felipe Carcelén, Marqués de Solanda, es el primero en tomar al toro por los cuernos. Con la decisión propia de su clase conmina al Mariscal Sucre para que se case con su hija, la marquesita Mariana Carcelén y Larrea, heredera del mayorazgo, "esperando que no le desairara porque sería un servicio que le haría morir tranquilo".[2] Sucre, con la caballe­rosidad que le caracteriza, no desaira al marqués ni a la mar­quesita.

Los otros altos jefes militares, americanos o europeos, tampoco quieren quedar solterones.

Va enseguida, solo un pequeño muestrario de las aristocráticas esposas que consiguen a esos otros jefes, como un trofeo más por los “méritos de su lanza”:

  ─El general Juan José Flores, futuro presidente del Ecuador se casa con la rica latifundista Mercedes Jijón y Vivanco.
  ─El general León Febres Cordero, futuro presidente de Venezuela, contrae matrimonio con la noble guayaquileña Isabel Morlás y Tinoco.
  ─El general Antonio Martínez Pallares, ministro de Flores y García Moreno, se casa con Benigna Posse y Romero de Teja, aristócrata y hacendada serrana.
  ─El general Antonio Morales Galavis, ministro de Rocafuerte, contrae dos matrimonios: con Ana María Espinosa de los Monteros y Carmen Vítores y Campe, serrana y costeña respectivamente, pero ambas igualmente ricas.
  ─El general José Villamil, ministro de Urbina, se casa con la noble Ana Garaicoa y Llaguno, hermana del Arzobispo de Quito.
  ─El general Tomás Wrigth se casa con María de los Ángeles Rico y Rocafuerte, sobrina del presidente Rocafuerte.
  ─El general Leonardo Stagg se casa con Amalia Flores Jijón, hija del presidente Juan José Flores.
  ─El general Isidoro Barriga es el segundo esposo de la Marquesa de Solanda.
  ─El general Vicente González Rodríguez, ministro de Flores, se desposa con Manuela Benítez y Franco, miembro de una rica familia de Guayaquil.
  ─El general Juan Illingworth se casa con la rica hacendada Mercedes Decimavilla.
  ─El coronel Miguel González Alminate, ministro de Rocafuerte, se casa con la noble hacendada María Calisto y Arteta.
  ─El coronel Eloy Demarquet se casa con la acaudalada terrateniente Manuela Fernández Salvador y Gómez de la Torre.

La lista anterior ─que puede incrementarse largamente─ es suficiente para mostrar como, mediante una táctica operación de asedio matrimonial, los jerarcas militares son atrapados y convertidos en guardianes de haciendas y casas señoriales. Guardianes de espada al cinto, y por lo mismo poderosos y eficientes.


 


[1] Publicado en: Oswaldo Albornoz Peralta, Páginas de la Historia Ecuatoriana , t. I, Editorial de la Casa de la Cultura "Benjamín Carrión", Quito, 2007, pp. 213-215.
[2] Angel Grisanti, El gran Mariscal de Ayacucho y su esposa la Marquesa de Solanda, Caracas, 1955, p. 36.

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