sábado, 28 de octubre de 2017

Influencia del marxismo y de la Revolución de Octubre en los intelectuales del Ecuador I

En homenaje al centenario de la Revolución de Octubre este trabajo inédito de Oswaldo Albornoz Peralta en seis entregas






I
ANTES DE LA AURORA

Las teorías socialistas, principalmente las de los utopistas y las de los pensadores pequeñoburgueses de Francia, ya son conocidas en el Ecuador en el siglo XIX, pues ya en 1851 son furiosamente combatidas por fray Vicente Solano
en su folleto titulado El Señor Jacobo Sánchez en el Ecuador, y la verdad en su lugar. Allí arremete contra Saint Simon, Fourier, Cabet, Owen, Luis Blanc y Proudhon, cuyas doctrinas las califica de poco menos que diabólicas, a más de impracticables y absurdas. “Porque, a la verdad –dice– es imposible cambiar el estado presente de la sociedad humana, que es el proyecto de los socialistas”.[1]

Empero, desde la llegada al poder del tirano García Moreno, volviendo a las prácticas oscurantistas coloniales aventadas por la independencia, se impone una total censura para todas las ideas de avanzada. Este odioso trabajo de profilaxis social es encomendado al clero en cumplimiento a lo establecido por el Concordato firmado con el Vaticano. De conformidad a este tratado, todo cuanto se considera peligroso para la religión o la estabilidad del régimen imperante, es objeto de prohibición absoluta y de castigo inflexible cuando en alguna forma, burlando la vigilancia clerical, logra manifestarse. Quince largos años dura la cuarentena garciana.
Aún después de derrocada la sangrienta dictadura, en virtud de que sigue vigente el célebre Concordato, persiste la persecución a las teorías progresistas, si bien es cierto, ya no con la dureza anterior. Así, un joven escritor liberal, Manuel Cornejo Cevallos, autor de un opúsculo titulado Carta a los Obispos,[2]
es acusado de profesar el darwinismo, entre otras tendencias heréticas y contrarias a la religión católica. Un clérigo le sale al frente, le llama necio, y dice refiriéndose a la teoría evolucionista de Darwin: “Es como que se dijese que un huevo se convirtió en gallo, el gallo en buitre, el buitre en mono, el mono en hombre. Esta es la ciencia que se opone al Génesis”.[3]
Y ante tan rotunda demostración, el arzobispo Ignacio Checa y Barba –ateniéndose al Voto razonado de la Consulta General Eclesiástica acerca del folleto titulado “Carta a los Obispos” y a la resolución del Concilio Provincial 2° Quitense– no tiene otra alternativa que condenar el folleto ¡y excomulgar a los lectores![4]
Un poco antes de lo narrado, nuestro gran escritor e ideólogo liberal, don Juan Montalvo, refiriéndose a la Internacional de Marx dijo en un discurso pronunciado en la instalación de la Sociedad Republicana:
La Internacional es una sociedad cosmopolita: no la temen sino los tiranos; y con justicia, porque sus estatutos y sus fines son contra la tiranía. La Internacional es una sociedad universal: tiene su  centro en Francia y en rayos luminosos se abre paso por todo el continente. La Internacional es sabia en Alemania, prudente en Inglaterra, atrevida en Italia, fogosa en España, terrible en Francia, pueblo libertador del Universo.[5]

Las palabras transcritas aunque no se crea, son causa de un escándalo mayúsculo. Toda la prensa católica y conservadora se moviliza para combatir al atrevido. Las más altas autoridades eclesiásticas intervienen en la encendida polémica que se entabla, y a decir verdad, sus pastorales y condenaciones fulminantes, no son muestra de alta literatura, menos de serenidad y cordura.
Esta campaña de índole ideológica, apunta también a los liberales que combaten al gobierno del presidente Borrero. La “nobleza” y los terratenientes de Quito, en una Protesta que consta inserta en la Historia del Ecuador del escritor Juan Murillo dicen esto de esos terribles enemigos del orden público:

(…) los que tienen sobre si los anatemas justos del episcopado y la execración de cuantos hombres abrigan en su corazón algún sentimiento de honradez y probidad; en una palabra, los propagadores de la Internacional y de la Comuna, y, como tales, enemigos de la religión, de la autoridad, de la familia, de la propiedad, del hombre y de Dios, esos son los autores de la inicua revolución.[6]

Y casi enseguida, durante un tumulto clerical provocado por un cura extranjero de apellido Gago, según la relación aparecida en el periódico El ocho de Septiembre, “la turbamulta recorre las calles de la Capital armada de palos, piedras, puñales y revólveres, dando en voz en cuello los desaforados gritos de “viva la religión”, “mueran los herejes”, “viva el Papa”, “abajo los mazones (sic)”, “mueran los comunistas, los incendiarios” y otros denuestos por el estilo”.[7]
Largos años dura este combate. Las excomuniones contra las publicaciones progresistas prosiguen y los escritores retrógrados no se cansan de maldecir todo lo que huele a democracia. Todavía en el año 1884, para citar un ejemplo más, el novelista conservador Juan León Mera, en un impreso que titula Otra carta del Dr. D. Juan Benigno Vela, continúa la batalla contra la Comuna y la Internacional. Protesta por la vuelta de los comuneros del destierro de Nueva Caledonia y afirma “que los ocho millones de afiliados en la Internacional que es la personificación de la revolución, se compone de los sectarios en que me vengo ocupando: allí están liberales, radicales, comunistas, socialistas, etc.”.[8] Son las mismas palabras que se repetirán después y que se siguen repitiendo todavía.
Con la Revolución liberal de 1895 dirigida por el general Alfaro, el panorama cambia.

Ya no existen restricciones para la entrada de libros y se permite la libre emisión del pensamiento. Las reformas que se introducen, aunque cortas, fomentan el desarrollo económico del país y ayudan al crecimiento de la incipiente clase obrera, que empieza a organizarse y también a ilustrarse. Si, a ilustrarse, porque el caudillo democrático, sin duda imbuido de la idea liberal de que la educación es la panacea para todos los males, crea escuelas y subvenciona económicamente algunas sociedades de trabajadores que, gracias a este apoyo, logran desarrollar una amplia labor de carácter cultural. Inclusive, favorece la entrada al Ecuador de orientadores sindicales extranjeros, entre los cuales, algunos como el cubano Miguel Albuquerque, tienen ideas avanzadas y propugnan un programa de renovación social. Por eso son combatidos por las fuerzas conservadoras y del liberalismo de derecha, como sucede con el dirigente antes nombrado, que es objeto de ataques furibundos.
Se llega, inclusive, a formar el Partido Liberal Obrero de tipo reformista, plagado al mismo tiempo de proposiciones no solo discutibles, sino simplemente ingenuas por decir lo menos, según consta en el programa que se publica en el periódico La Redención Obrera en 1906.
En suma, la clase obrera no tiene todavía una ideología propia y sigue supeditada a la burguesía. Pero el liberalismo, de todas maneras, había abierto las puertas para la entrada de las ideas socialistas. De las ideas marxistas.






[1] Fray Vicente Solano, El Señor Jacobo Sánchez en el Ecuador, y la verdad en su lugar, Impreso por Justo Silva, Cuenca, 1851, p. 2.
[2] Manuel Cornejo Cevallos, “Carta a los Obispos”, Imp. De Manuel Flor, Quito, 1877.
[3] Un Sacerdote, La Carta a los Obispos, Imprenta de Manuel Flor, Quito, 1877, p. 23.
[4] Voto razonado de la Consulta General Eclesiástica y Decreto del Ilmo. Y Rmo. Señor Arzobispo, acerca del folleto titulado “Carta a los Obispos”. Imprenta del Clero, Quito, 1877, pp. 19-20. En la parte analítica de la resolución del Arzobispo de Quito José Ignacio fechada el 5 de febrero de 1877 se dice: “La fe si no es una no existe. Es pues cierto que para ser católico es necesario estar sujeto a la misma autoridad, rechazar lo que la Iglesia condena y creer lo que ella enseña con su infalibilidad sobrenatural, bajo pena de ser profano al decir de San Cipriano”,. Y el jefe de la Iglesia ecuatoriana lanza el anatema: “reprobamos y condenamos los errores contenidos en el folleto citado (…) y prohibimos bajo pena de excomunión ipso facto incurrenda, a todos los fieles de nuestra Arquidiócesis la lectura, retención y circulación del folleto intitulado “Carta a los Obispos”.
[5] Juan Montalvo, El Regenerador, t. I, Casa Garnier Hermanos, París, 1929,  p. 90.
[6] Juan Murillo M., Historia del Ecuador de 1876 a 1888, precedida de un resumen histórico de 1830 a 1875, Biblioteca Ecuatoriana de “Últimas Noticias”, Empresa Editora “El Comercio”, Quito, 1946, p. 134. La cursiva es nuestra.
[7] Idem, p. 163.
En el periódico El ocho de Septiembre se califica al reverendo Gago ‒italiano que había sido expulsado del Perú por sedición contra el gobierno‒ como “religioso poseso, sediento de sangre humana!” por su actitud agresivamente provocadora que desata un auténtico motín (p. 16). En su incitadora prédica “habló contra el liberalismo reprobado por la Iglesia: dijo que la libertad de cultos era un absurdo en filosofía, y una horrible blasfemia en el campo de la Revelación”. (p. 5), según consta en el folleto de sus intercesores Defensa del Catolicismo y sus Ministros, Fundición de tipos de M. Rivadeneira, Quito, 20 de marzo de 1877.
[8] Juan León Mera, Varios asuntos graves. Otra carta del Dr. D. Juan Benigno Vela, Imprenta del Clero, Quito, 1884, p, 22.








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