domingo, 12 de octubre de 2025

 

LA DESGRACIA PARA LOS ECUATORIANOS CON SUS PRESIDENTES NACIDOS EN LOS ESTADOS UNIDOS


Hace justo tres cuartos de siglo también nos gobernó otro presidente nacido en los Estados Unidos. Nacer allá ha sido como un karma para los tres que corrieron con igual suerte –Galo Plaza, Sixto Durán Ballén y Daniel Noboa–, su denominador común es su desmedido servilismo a la patria que los vio nacer.


Volviendo a Galo Plaza Lasso de la Vega –nacido en New York en 1906–, se parece tanto al actual presidente bananero –nacido en Miami en 1987– que realmente indigna que un pueblo pueda equivocarse más de dos veces por desconocer su historia. Tanto se parecen que cuando buscas alguna obra importante que hayan realizado durante su mandato no la encuentras por más que te esmeres, es decir, si quieres ponerles un distintivo que los caracterice, la tarea es fácil: su insuperable incapacidad. El gobierno de Plaza era tan, pero tan inútil, que en su tiempo se le llamó el gobierno de los 4 años de vacaciones. El actual ya va casi por los dos.


Pero mejor que te cuente esa historia alguien que sabe hacerlo mejor que yo.

 




GOBIERNO DE GALO PLAZA LASSO[1]

 

Oswaldo Albornoz Peralta

 

Desde cuando es ministro de Defensa -en el gobierno de Mosquera Narváez en 1938- Galo Plaza que, no obstante su juventud y su ignorancia multifacética, se muestra ya como político audaz e inescrupuloso, cualidades que le aseguran un brillante por­venir como dirigente de las clases explotadoras y enemigas del pueblo.

Plaza, candidato independiente en las elecciones presidenciales de 1948, es el triunfador.

Como es ya vieja costumbre, triunfa con el apoyo de las oligarquías, pues tanto la liberal como la conservadora, pese a que los partidos políticos que dirigen tienen candidatos pro­pios, trabajan en realidad en favor del rico latifundista de la Sierra.                                               

Su gobierno es totalmente ineficaz en lo administrativo y en lo que a obras de beneficio nacional se refiere pues, lite­ralmente, en esta dirección no se hace nada. De aquí que se hable de cuatro años de vacaciones para caracterizar a su ré­gimen.

Pero no se puede decir otro tanto, entratándose de obras negativas para el país.

Y en este campo, el rasgo más saliente de su gobierno –su denominador común diríamos– es su total y abyecto entreguismo al imperialismo yanqui.

Servil lacayo el presidente, incapaz de hacer nada sin la dirección de los consejeros rubios, llama a la CEPAL –Comi­sión Económica para América Latina– a fin de que se re­medien nuestros males a gusto y sabor de los monopolios. Vie­nen los técnicos norteamericanos y nos dan un soberbio con­sejo: que la salvación del Ecuador está en seguir siendo pro­ductor de materias primas.

Está asesorado por una legión de técnicos yanquis que elaboran los principales proyectos de ley. Así sucede –para citar un solo ejemplo– con el arancel de aduanas que, al disminuir los derechos arancelarios, tal como lo denuncia el senador Pedro Saad en el Congreso de 1956, no tiene otra finalidad que mantener al Ecuador como productor de materias primas e impedir nuestro desarrollo industrial.

Los contratos de empréstitos yanquis, con todas sus con­diciones onerosas, se firman en gran cantidad. Los llamados “servicios cooperativos”, con toda su caterva de “técnicos”, se multiplican. Nuestro comercio, aún más, se pone en manos de nuestros opresores.

Se permite que se cierren los pozos petrolíferos de nues­tro Oriente, a fin de que los trusts los mantengan como reser­va hasta cuando convenga a sus intereses, sin pensar para na­da en el perjuicio nacional. Luego de manifestar que el Oriente es un mito, entrega su riqueza petrolera a la compañía extranjera Shell.

Bajo el pretexto de que es ineludible apoyar a las empresas petroleras para que incrementen su producción, en su gobierno la Anglo logra otra substanciosa subida de precios[2]: 40 centavos más para el galón de gasolina, 12 centavos más para el galón de diesel y 15 centavos más para el galón de residuo. El artífice de este aumento es el señor Coloma Silva ahora alto funcionario de su gobierno.

Mientras nuestro pueblo se muere de hambre, en acto de envilecimiento sin igual, se envía miles de quintales de arroz para los invasores de Corea. Se pretende, inclusive, enviar sol­dados ecuatorianos para que den sus vidas por causa tan abominable.

Se celebra un contrato lesivo totalmente para nuestros intereses con el pulpo bananero, la United Fruit, según el cual –entre otras graciosas concesiones– se le permite que pague sólo el 60% de los impuestos que gravan a las demás empresas exportadoras. Es decir, solo tiene que entregar el 60% de las divisas que las otras compañías bananeras, incluyendo las nacionales, entregan al Banco Central. Mientras que un exportador ecuatoriano entrega $1,60 por cada racimo de banano, La United Fruit solo tiene que entregar $0.90. Los productores nacionales siguen supeditados a sus intereses. Cuando el mercado exterior se contrae o cuando la producción de sus plantaciones de Centro américa que están más cercanas a los centros de consumo pueden abastecerlo, rebaja el nivel de sus compras a nuestros agricultores causándoles ingentes pérdidas. Y de paso, dejando en la desocupación a un gran número de trabajadores asalariados.

La United Fruit practica una competencia desleal con los exportadores ecuatorianos valiéndose de medios incalificables. Para impedir el traslado de la fruta al mercado norteamericano acapara, sin necesitarlos, todos los cupos navieros disponibles. Y cuando algún cargamento puede llegar venciendo toda clase de obstáculos, recurre al dumping y vende su banano a precios ínfimos, ocasionando la ruina del atrevido competidor. Es dueña del mercado y nadie puede entrar en su dominio.

Durante su gobierno, entonces, se inicia la era del banano –la era del oro verde–  que con las ganancias que produce acelera el desarrollo del capitalismo en el país, pues el incremento de las divisas de las exportaciones es inmenso si se compara con épocas anteriores El economista José Moncada  dice que en la década de 1930-1940 el producto de las ventas en el extranjero alcanzaron promedios anuales inferiores a ocho millones de dólares, mientras que en la década de 1950-1960 llegaron a cifras cercanas a los 80 millones. Se verifica una gran ampliación en el área de cultivo en la Costa, pues se calcula que las bananeras ocupan más de 100.000 hectáreas que dan empleo a unos 200.000 trabajadores y jornaleros, lo que significa una gran proliferación del proletariado agrícola. Pero como siempre, no es éste el que se beneficia, pues será víctima de la más inicua explotación. Los beneficiarios serán los grandes exportadores como los Noboa Naranjo, los Ponce Luque, los Castro Benites, y sobre todo las empresas monopolistas yanquis –la United Fruit, la Standard Fruit Company, la Astral, etc.– que se levan la parte del león del negocio.

Galo Plaza mantiene una larga y fructífera amistad con esta transnacional, pues, pasados los años, en 1958, pondría su firma junto a la de Stacey May, alto funcionario de la transnacional, en un libro titulado La United Fruit en América Latina, donde se ponderan las virtudes del pulpo bananero.

Stacey May merece un poco de atención. Viene al Ecuador como supervisor de la International Basic Economic Corporation, compañía consultora de Nelson Rockefeller, llamada por el presidente Plaza para planificar nuestra economía o, más francamente, para supeditarla a los intereses del imperialismo yanqui. La consultora presenta un informe titulado El desarrollo económico del Ecuador, que propugna la adopción de un modelo basado en la agricultura y en la exportación de productos primarios únicamente, dejando de lado por tanto todo programa de industrialización, para convertir al país en importador de artículos manufacturados extranjeros. Y, como es obvio, se recomienda de manera especial el cultivo de banano, indispensable en ese momento –como ya se dijo– para recompensar la baja producción de las plantaciones centroamericanas infestadas de plagas.

El Plan Rockefeller, como instrumento de subyugación, resulta corto frente al proyecto neoliberal aupado por los “modernizadores” de hoy.  Ya no se trata solo de concesiones traidoras, sino de la subasta de todas las empresas del Estado, de la entrega total de nuestras riquezas a las compañías transnacionales. De borrar todo vestigio de independencia, para poner a las espaldas del pueblo ecuatoriano el oprobioso yugo neocolonial.

Regresando al gobierno de Plaza, también por otro lado, prosigue la entrega y aumentan las concesiones al Partido Conservador y al clero, sobre todo en el aspecto educacional, poniendo a la enseñanza confesio­nal por encima de la del Estado, dándole toda clase de facilidades legales y económicas para el objeto.

No faltan tampoco las inmoralidades y los atracos a los dineros del pueblo. Basta recordar lo que sucede en la famo­sa Junta de Reconstrucción del Tungurahua, donde los favore­cidos del régimen se enriquecen fraudulentamente, aprove­chándose de dineros destinados para favorecer a las víctimas del terremoto de Ambato. Donde el clero, gracias a la condes­cendencia gubernamental y a la falta de escrúpulos de un obispo, se queda con la parte del león, en perjuicio de los damnificados pobres de la provincia.

Y, por último, se firma el Pacto Militar, que nos impone una serie de condiciones humillantes para la dignidad nacio­nal. “Pacto de traición –como lo califica Pedro Saad– que viola nuestra Constitución, que remacha las cadenas que nos impuso el Tratado de Asistencia Recíproca de Río de Janeiro, que nos hace partícipes de las agresiones yanquis, que nos im­pone condiciones intolerables y ruinosas, en una palabra, que convierte al Ecuador en un Estado esclavizado”.[3]

Dirigida por la CTE el 1º de octubre de 1949 se lleva a efecto una huelga general que consigue la derogatoria de la Ley de Conscripción Vial, que lesiona sobre todo los intereses de los campesinos, a los que se obliga a trabajar gratuitamente en beneficio de los terratenientes. Los obreros ferroviarios, con esta misma huelga logran tener representación en la directiva de la Empresa de Ferrocarriles.

Pese al auge económico, el pueblo no ha ganado nada. Una conferencia Económica convocada por la federación Provincial de Trabajadores de Pichincha llega a constatar que los empleados ganan solamente 820 sucres, los obreros 474 y los jornaleros 236 sucres como promedio mensual.[4]

*   *   *


Buscando documentos de la época del gobierno de Galo Plaza encontramos que el historiador que nos describe su gobierno, entonces un joven dirigente político, suscribía en 1951 un Manifiesto titulado SOLO LA UNIDAD DE LAS FUERZAS PROGRESISTAS DETENDRÁ EL AVANCE DE LA REACCIÓN, publicado en el periódico El Trabajador por él dirigido. A más de presentarnos la grave crisis por la que atravesaba nuestro pueblo, similar a la actual, clama por la unidad de las todas las fuerzas progresistas y por la necesidad de organizarse y formar en un amplio frente democrático para combatir a la oligarquía gobernante. Por su importancia, y para reiterar como la historia se repite como tragedia y como farsa, reproducimos ese manifiesto que, cambiando algunos nombres de organizaciones y personajes, parece escrito en nuestros días y para que cada lector saque sus propias conclusiones.





Todo parecido con nuestra actualidad no es simple coincidencia, es nuestra larga historia de oligarquías antinacionales encaramadas en el poder para satisfacer las demandas de sus amos extranjeros, a cuya sombra se han beneficiado para enriquecerse desmedidamente, haciendo invivible la existencia de nuestro pueblo y haciendo también la más cruda realidad la célebre frase de Simón Bolívar, que “Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad”.



[1] Tomado de: Oswaldo Albornoz P. Historia de la acción clerical en el Ecuador. Desde la conquista hasta nuestros días, Editorial Rumiñahui, Quito, 1963, pp. 215, 218-219; Oswaldo Albornoz Peralta, Historia del movimiento obrero ecuatoriano, Editorial Letranueva, Quito, 1983, pp. 66-68; Oswaldo Albornoz Peralta, Las compañías extranjeras en el Ecuador, Ediciones Abya-Yala, Quito, 2001, pp. 113, 209-210, 220-221.

[2] En 1944 Velasco había decretado una subida del galón de gasolina de S/. 1,40 a 1,80, el del diesel oil de S/. 0,35 a 0,47 y el de residuo de S/. 0,50 a 0.65.

[3] Dice Pérez Pimentel: “el pacto de asistencia militar bilateral entre Ecuador y los Estados Unidos, calificado de Instrumento de agresión y muerte porque los oficiales ecuatorianos empezaron a recibir adiestramiento especial en la tristemente célebre Escuela de las Américas, sobre técnicas de interrogatorios y torturas físicas (…) También modernizó la agricultura de la sierra, permitiendo la implantación de los técnicos del Punto IV creado por el presidente Harry S. Truman.” https://rodolfoperezpimentel.com/plaza-lasso-galo-2/ (N. del Ed.)

[4] El dólar de la época está a un promedio de 17 sucres (N. del Ed.).